Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(El Niño Dios está próximo y siempre cercano. El Unigénito, nacido de la Purísima Concepción, viene para salvarnos y guiarnos de nuevo hacia el Padre. Este es el fundamento de nuestro gozo. Contemplando en nuestros hogares el signo de la presencia del hálito y de su amor, observaremos que todo se transforma, que su aparición injerta paz en el mundo y brota concordia entre los moradores).

I.- ESTAD SIEMPRE ALEGRES EN EL SEÑOR
 
Nos incumbe dar posada al Emmanuel,
con la convicción del afecto verdadero,
en levadura esclarecida de un universo,
conciliado y reconciliado por el apego,
y vivificado por el regocijo paradisíaco.  

Que María Santísima, a quien rogamos,
como manantial de nuestra satisfacción,
nos sostenga a engendrar este cometido,
pues su protección materna nos ensalza,
a ser fuente creíble del júbilo de Cristo.

Él es el auténtico liberador del hombre,
enviado por el Creador para redimirnos,
para rescatarnos del poder de la muerte,
liberándonos de las cadenas mundanas,
y recobrándonos de las caídas del vicio.


II.- ESTAD SIEMPRE CONTENTOS EN LA ESPERA

El sol que nos alumbra, nos reverdece;
renovados como viñas nos animamos,
encumbramos nuestra mirada al cielo,
revelamos al niño como parte nuestra,
y en nosotros está el verbo encarnado.

Regresando al poema se van las penas,
por ello hay que volverse verso etéreo,
revolverse contra los ahogos humanos,
verse reunidos por la inmortal caridad,  
que es la que nos aproxima a la unidad.

Este concierto de comunión nos alegra,
se centra y se concentra en las vísceras,
nos place y de bienestar nos complace,
porque la complacencia está en hallarse,
para llegar activos a la cita de Navidad.

III.- ESTAD SIEMPRE RISUEÑOS EN LA BÚSQUEDA

Nuestra razón de ser demanda examen,
exploración de nuestros mares íntimos,
tener valor y no temer a nada ni a nadie,
porque nuestro espíritu de amor divino,
confía en la verdad  y se fía del sostén.

El príncipe de la paz nace en cada uno,
sólo hay que dejarse asistir por el bien,
calmar llagas y colmar sueños de niño,
tejer soplos virtuosos y destejer males,
ponernos orantes y reponernos de luz.

Porque nuestra alborozo es Jesucristo,
Él nos da la fibra para seguir adelante,
existe con nosotros para robustecernos,
habita y cohabita a lo largo del camino;
y en la bulla que ahora nos nace, ¡vive!

Víctor CORCOBA HERRERO
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Publicado en COLUMNAS

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