Columna | Tierra de Sal

Los recientes acontecimientos violentos vividos en Acatlán de Osorio, donde a través de las redes sociales se siguió la quema de dos personas vivas, no sólo estremecieron a Puebla y sus autoridades, sino que, la sociedad mexicana y mundial volvió la mirada a este municipio de la mixteca poblana.

En reciente plática con algunos amigos, comentamos que varias son las aristas donde podemos sustentar cualquier explicación (a estas alturas ya no sé si de forma racional, irracional o justificada); pero, al final del día, tratar de entender qué pasó en la mente de esa sociedad que al ser convocada y a cambio de algunas monedas, fueron manipulados por algún “enfermo de odio”, logrando recrear un escenario de barbarie que ha causado el repudio social.                                                                    

Comunicativamente existe varias premisas, es decir, el hecho por sí mismo, es cruel, insensible, despiadado e inhumano. Pero ¿cómo entender que, existe un hartazgo social y nula confianza en las autoridades poblanas?

En aquella fracción de segundo ¿qué pasaría por su cabeza? Es el efecto mismo de que nuestra mente trabaja evocando lo que tenemos archivado en nuestro pasado o mejor dicho, en nuestra “tarjeta de memoria o en nuestro chip personal”, es decir, en esas fracciones de segundos quienes emitieron el mensaje al pueblo, sin duda alguna tocaron sus fibras sensibles y, ante la serie de violencia que se vive en nuestro estado y sumado al nulo compromiso, de las autoridades, pues, se prendió la “mecha” y acudieron a la convocatoria para presenciar y peor ¡transmitir por redes sociales el reprobable acto, como si se tratara de un aquelarre o del mismo circo romano!.

Nada ni nadie puede justificar los terribles y barbáricos actos que evidenciaron la ingobernabilidad de las autoridades poblanas; pero, lo que en verdad es nuestro deber analizar, son las causas de que una sociedad tan lastimada, dañada, relegada, oprimida, sea partícipe de este infierno.

Me pregunto, ¿una sociedad sana, atendida, en pocas palabras en paz, plena y protegida por sus autoridades hubiera sido comparsa de estos atroces crímenes?

La respuesta, es ¡NO señores, jamás una sociedad sana se vuelve cómplice de esas atrocidades!

Si bien es cierto que vemos que todas las sociedades tienen al acto criminal como su terrible acompañante, nada es justificable.

¿Cómo entender el acto comunicativo a través de redes sociales?

En este siglo XXI, vivimos en la era de la información donde la sociedad es la que crea, distribuye y manipula (sin regulación) mensajes comunicativos. Es importante resaltar que este papel que juegan las redes sociales de transmisión en “tiempo real”, no quiere decir que lo que transmiten o comunican o informan es cien por ciento verídico.

De aquí que, el acto informativo por el Facebook, Twitter y demás tecnologías de la información, sólo si son de emisores responsablemente probados (digamos algunos periodistas, portales, periódicos, jefaturas de comunicación y prensa entre otros) son los que debemos de considerar como mensajes ciertos, ¡claro! Salvo ciertas fuentes informativas que no gozan de confianza ni reconocimiento comunicativo.

¿Qué debemos entender?

Primer punto, reconocer que las sociedades digitales son valiosas, pero en tanto cuanto los emisores gocen de alta responsabilidad y probidad social, es decir, un verdadero compromiso social y que tengan acciones encaminadas a crear conciencia sobre una problemática, logrando el apoyo de esta para solucionar dicho problema o hacer frente a una necesidad.

Segundo punto, herramientas como Facebook, Twitter, etcétera, le han dado voz a la sociedad, pero, en realidad, no solucionan ningún problema (salvo raras excepciones) y el uso irracional y torpe puede generar caos y situaciones como la que sucedió en Acatlán de Osorio.

Tercer punto, estar consciente que existen fake news y como noticias “falsas” debemos entenderlas y antes de compartir validar su procedencia y contenido.  Al hacer caso omiso a esto, se puede generar una ola de (falsa) credibilidad sustentada en los prejuicios de los usuarios y provocar que este contenido se viralice y en algunos casos se apoye irracionalmente.

De esta serie de acontecimientos sólo nos queda claro, que se vuelve urgente una legislación en temas de las redes sociales, donde bloquear las redes o determinado sitio web no lo sea todo; se debe desarrollar una legislación para intervenir y sancionar en los contenidos de los flujos informativos y el ataque directo a una persona o a un grupo de ellas.

Por lo pronto, no queremos otro Acatlán de Osorio, me pronuncio en contra y repudio los actos barbáricos que se desarrollaron el pasado jueves. Unos responsables por acción y el Estado por omisión.

Publicado en COLUMNAS

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