CIUDAD DEL VATICANO. - Rezar por quien nos ha tratado mal, sin ceder al instinto y al odio, pidiendo a Dios la fuerza de amar, tal como nos lo enseña Jesús, que pone la otra mejilla para apagar el odio y la injusticia, y pide cuentas con gentileza del mal recibido. Fueron algunas de las enseñanzas del Papa Francisco a la hora del Ángelus dominical, al meditar sobre el Evangelio del día.

“Poner la otra mejilla no es el repliegue del perdedor, sino la acción de quien tiene una fuerza interior más grande”. En la alocución previa a la oración mariana del Ángelus, el Papa Francisco reflexionó, como cada domingo, sobre el Evangelio del día, que hoy muestra al Señor Jesús dar “algunas indicaciones fundamentales de vida” a sus discípulos.

El discípulo está llamado a no ceder al instinto y al odio

El Señor, explicó Francisco, se refiere “a las situaciones más difíciles, las que constituyen para nosotros el banco de pruebas, las que nos ponen frente a quien es nuestro enemigo y hostil, a quien busca siempre hacernos mal”. En estos casos, tal como enseña Jesús, el discípulo está llamado “a no ceder al instinto y al odio, sino a ir más allá, mucho más allá”.

Jesús dice: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien» (Lc 6,27). Y aún más concreto: «Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra» (v. 29). El Señor parece pedir lo imposible. Y además ¿por qué amar a los enemigos? Si no se reacciona a los prepotentes, todo abuso tiene vía libre, y esto no es justo. ¿Pero es realmente así? ¿Realmente el Señor nos pide cosas imposibles e injustas?

Poner la otra mejilla no significa sufrir en silencio

El Santo Padre pidió considerar, en primer lugar, el “sentido de injusticia” que advertimos en el “poner la otra mejilla”, y a pensar en la pasión de Jesús que, en su injusto proceso delante del sumo sacerdote, a un cierto punto recibe una bofetada por parte de uno de los guardias.

¿Y Él cómo se comporta? Dice al guardia: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,23). Pide cuentas del mal recibido. Poner la otra mejilla no significa sufrir en silencio, ceder a la injusticia. Jesús con su pregunta denuncia lo que es injusto. Pero lo hace sin ira ni violencia, es más, con gentileza.

Una fuerza interior más grande

El Maestro, “no quiere desencadenar una discusión, sino calmar el rencor”, explicó Francisco, que precisó: quiere “apagar juntos el odio y la injusticia, tratando de recuperar al hermano culpable”.

Esto es poner la otra mejilla: la mansedumbre de Jesús es una respuesta más fuerte que el golpe que recibió. Poner la otra mejilla no es el repliegue del perdedor, sino la acción de quien tiene una fuerza interior más grande, que vence el mal con el bien, que abre una brecha en el corazón del enemigo, desenmascarando lo absurdo de su odio. No lo dicta el cálculo, sino el amor.

Cuando el Señor pide algo, quiere darlo

El amor “gratuito e inmerecido” que recibimos de Jesús “genera en el corazón un modo de hacer semejante al suyo, que rechaza toda venganza”, enseñó el Papa, que planteó a continuación la siguiente objeción: “¿es posible que una persona llegue a amar a los propios enemigos?”

Si dependiera solo de nosotros, sería imposible. Pero recordemos que, cuando el Señor pide algo, quiere darlo. Cuando me dice que ame a los enemigos, quiere darme la capacidad de hacerlo.

Recordando la oración de San Agustín al Señor «da lo que mandas y manda lo que quieras» (Confesiones, X, 29.40), el Obispo de Roma planteó un interrogante: “¿Qué pedirle? ¿Qué está Dios feliz de darnos?” Y respondió:

La fuerza de amar, que no es una cosa, sino que es el Espíritu Santo.

Esto porque “con el Espíritu de Jesús podemos responder al mal con el bien, podemos amar a quien nos hace mal”.

Así hacen los cristianos. ¡Qué triste es cuando personas y pueblos orgullosos de ser cristianos ven a los otros como enemigos y piensan en hacer guerra!

Rezar por quien nos ha tratado mal

Antes de dirigir su oración a la Madre de Dios, el Santo Padre pidió pensar en una persona “que nos ha hecho mal”, y a preguntarnos si tratamos de vivir las invitaciones de Jesús. Quizá “hay rencor” dentro de nosotros, dijo. Entonces, “a este rencor”, indicó, “acerquemos la imagen de Jesús, manso, durante su proceso”, y luego “pidamos al Espíritu Santo que actúe en nuestro corazón”. Finalmente “recemos por esa persona”:

Rezar por quien nos ha tratado mal (cfr Lc 6,28) es lo primero para transformar el mal en bien.

“Que la Virgen María nos ayude a ser constructores de paz hacia todos, sobre todo hacia quien es hostil con nosotros y no nos gusta”, concluyó. 

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El Papa durante el rezo del Regina Coeli asegura que el Evangelio de hoy “nos invita a vivir nuestra relación con Cristo con plena confianza y familiaridad”. También felicita a las mamás en su día y recuerda que el Señor sigue llamando a las vocaciones.

Ciudad del Vaticano.- En el Cuarto Domingo de Pascua, también conocido como el Domingo del Buen Pastor, el Papa Francisco narra el Evangelio del día, en el que Jesús habla de la relación que lo une a las ovejas del rebaño, es decir, sus discípulos, resaltando que se trata “de una relación de conocimiento mutuo”: “Mis ovejas - dice - escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen. Les doy vida eterna y no se perderán".

Por tanto – dice el Papa – “el Evangelio de hoy nos invita a vivir nuestra relación con Cristo con plena confianza y familiaridad” y al igual que a sus ovejas, también a nosotros “nos busca y nos ama” y está atento a cada uno de nosotros: “Nos acoge y nos ama tal como somos, con nuestras fortalezas y nuestros defectos. Para cada uno de nosotros "da vida eterna": es decir, nos ofrece la posibilidad de vivir una vida plena, sin fin. Además, nos mantiene y nos guía con amor, ayudándonos a cruzar los caminos inaccesibles y los caminos a veces riesgosos que aparecen en el camino de la vida” ha asegurado frente a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro desde el Balcón del Palacio Apostólico.
La importancia de buscar intimidad con Jesús

Francisco también ha señalado que es importante “escuchar y reconocer su voz” porque esto implica “intimidad con él”, la cual – ha puntualizado – “se consolida en la oración y en la unión de corazón a corazón con el divino Maestro y Pastor de nuestras almas”. Además, esta intimidad de la que habla el Papa “fortalece en nosotros el deseo de seguirlo, saliendo del laberinto de caminos equivocados, abandonando las conductas egoístas, para emprender nuevos caminos de fraternidad y el don de nosotros mismos, a imitación de Él”. A su vez, provoca que atraigamos a él – continua – “a aquellas personas que lo buscan, pero quizás sin saberlo”: “Hay tantas personas, que solo Dios conoce en sus corazones, y que ya son sus "ovejas", pero necesitan un hermano, una hermana que las lleve a Jesucristo”. “¡Ser capaz de hacer esto es una gran gracia y una gran alegría!” ha exclamado.
Jesús es el único Pastor que nos habla, nos conoce y nos da vida eterna

Por último, el Santo Padre ha pedido que no nos olvidemos de que Jesús es el único Pastor que nos habla, nos conoce, nos da vida eterna y nos cuida: “Somos su rebaño y solo debemos esforzarnos por escuchar su voz, mientras que con amor él examina la sinceridad de nuestros corazones. Y de esta continua intimidad con nuestro Pastor, viene la alegría de seguirlo, dejándonos llevar a la plenitud de la vida eterna”. Y esta vida eterna – concluye el Papa – “ya está presente en nuestra existencia terrenal, pero se manifestará plenamente después de la muerte, introduciéndonos en una felicidad infinita, en comunión con Dios y con todas las personas que se dejan guiar por Él”.

Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

Después del rezo del Regina Coeli, el Papa ha recordado que hoy se celebra el Día Mundial de Oración por las Vocaciones, que este año tiene como tema: "El coraje de arriesgarse por la promesa de Dios" y asegura sus oraciones por las vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada. “Esta mañana, en la Basílica de San Pedro, tuve la alegría de ordenar algunos nuevos sacerdotes. Mientras saludo con afecto a estos nuevos presbíteros junto con sus familiares y amigos, los invito a recordar a cuántos el Señor sigue llamando por su nombre, como lo hizo un día con los Apóstoles en la orilla del lago de Galilea, para que puedan convertirse en "pescadores de hombres"”.

En el día de la madre recordemos a todas, también las que nos miran desde el cielo

Finalmente, ha concluido con un recordatorio especial a todas las mamás, cuyo día se celebra hoy en muchos países del mundo y les agradece por su “precioso trabajo en la crianza de sus hijos y protegiendo el valor de la familia”. Además, ha recordado también a las madres que nos miran desde el cielo y “continúan cuidándonos con oración”.

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A pesar de la esterilidad que a veces marca nuestra existencia, Dios tiene paciencia y nos ofrece la posibilidad de cambiar y progresar en el camino del bien. Lo dijo el Papa este mediodía en su Ángelus dominical, al hablar de la misericordia de Dios y nuestra conversión, podemos confiar mucho en su misericordia, pero sin abusar de ella

Ciudad del Vaticano.- Tomando la parábola del Evangelio de hoy, que habla de la higuera estéril, el Papa afirma que el dueño de la higuera representa a Dios Padre y el viñador es la imagen de Jesús, mientras que la higuera es el símbolo de la humanidad indiferente y árida. Jesús intercede ante el Padre por la humanidad y le pide que espere y le dé más tiempo, para que en él broten los frutos del amor y de la justicia. Podemos confiar mucho en la misericordia de Dios, pero sin abusar de ella. No debemos justificar la pereza espiritual, dijo Francisco, sino aumentar nuestro compromiso de responder prontamente a esta misericordia con sinceridad de corazón.

“En el tiempo de Cuaresma, el Señor nos invita a la conversión. Cada uno de nosotros debe sentirse interpelado por esta llamada, corrigiendo algo en su vida, en su manera de pensar, actuar y vivir las relaciones con el prójimo. Al mismo tiempo, debemos imitar la paciencia de Dios, que confía en la capacidad de todos para "levantarse" y reanudar su camino.  Dios es Padre y no apaga la llama débil, sino que acompaña y cuida a los débiles para que se fortalezcan y aporten su contribución de amor a la comunidad”.
El egoísmo de la humanidad contrasta con el amor del Viñador

Luego Francisco dijo en su alocución previa al Ángelus, que la higuera que el dueño de la parábola quiere erradicar representa una existencia estéril, incapaz de dar, de hacer el bien. Es el símbolo del que vive para sí mismo, lleno y tranquilo, tumbado en su propia comodidad, incapaz de volver los ojos y el corazón a los que están a su lado y que están en estado de sufrimiento, pobreza, incomodidad. Esta actitud de egoísmo y esterilidad espiritual contrasta con el gran amor del viñador por la higuera: tiene paciencia, sabe esperar, le dedica su tiempo y su trabajo. Prometió a su señor que cuidaría especialmente de ese árbol infeliz.

Esta semejanza manifiesta la misericordia de Dios, que nos deja un tiempo de conversión. A pesar de la esterilidad que a veces marca nuestra existencia, Dios tiene paciencia y nos ofrece la posibilidad de cambiar y progresar en el camino del bien. Pero el retraso implorado y concedido a la espera de que el árbol dé finalmente sus frutos indica también la urgencia de la conversión, añade el Papa y dijo:  El viñador dice al dueño: "Déjalo de nuevo este año". La posibilidad de conversión no es ilimitada; por lo tanto, es necesario aprovecharla inmediatamente; de lo contrario, se perdería para siempre.

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Reflexionando sobre el Evangelio dominical en el que Jesús responde las provocativas cuestiones de los fariseos sobre el matrimonio, el Santo Padre recuerda que la intención original del Creador en cuanto a la unión de un hombre y una mujer es que sean "una sola carne"; y explica que ante los fracasos amorosos la Iglesia no debe condenar sino "redirigir los corazones heridos hacia Dios".

El 7 de octubre, XXVII domingo del tiempo ordinario, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus junto a miles de fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, y comentó la lectura del Evangelio (cf. Mc 10,2-16), que relata cómo Jesús responde con sabiduría y autoridad a los fariseos ante sus provocativas cuestiones sobre el matrimonio, interrogándolo sobre si es lícito que un marido repudie a su mujer, como lo dispone la ley de Moisés (cf. vv. 2-4).

No dividir lo que Dios ha unido

En este contexto, el Santo Padre explicó que Jesús, en primer lugar, "redimensiona la ley mosaica", afirmando que el antiguo legislador "escribió para el pueblo esta norma a causa de la dureza de su corazón". En otras palabras, es una concesión que sirve para tapar las lagunas producidas por nuestro egoísmo, pero no corresponde a la intención original del Creador.

Por ello, Jesús retoma el libro del Génesis: "Desde el principio de la creación, Dios, los hizo varón y mujer; por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne" (vv. 6-7). Y concluye: "Por tanto, el hombre no debe dividir lo que Dios ha unido" (v. 9).

Jesús defiende la dignidad del matrimonio

"En el proyecto original del Creador, no existe el hombre que se casa con una mujer y, si las cosas no van bien, la repudia. ¡No! En cambio, si hay un hombre y una mujer llamados a reconocerse, a completarse, a ayudarse mutuamente en el matrimonio", argumentó Francisco haciendo hincapié en que esta enseñanza de Jesús es muy clara y defiende la dignidad del matrimonio, como una unión de amor que implica fidelidad.

"Lo que permite a los esposos permanecer unidos en el matrimonio es un amor de donación recíproca sostenido por la gracia de Cristo. Si por el contrario prevalece en los cónyuges el interés individual, su propia satisfacción, entonces su unión no podrá resistir".

La belleza de las relaciones humanas

Asimismo, Jesús no admite el repudio ni todo lo que puede llevar al naufragio de la relación.

"Lo hace para confirmar el plan de Dios, en el que destaca la fuerza y la belleza de las relaciones humanas", subrayó el Pontífice destacando que la Iglesia, madre y maestra que comparte las alegrías y los esfuerzos de las personas, por un lado, "no se cansa de confirmar la belleza de la familia tal como nos ha sido transmitida por la Escritura y la Tradición; a la vez que se esfuerza por hacer sentir su cercanía materna de manera concreta a quienes viven la experiencia de relaciones rotas o llevadas a cabo de una manera dolorosa y cansada".

La Iglesia redirige hacia Dios los corazones heridos

"La manera en que Dios mismo actúa con su pueblo infiel -es decir, con nosotros - nos enseña que el amor herido puede ser sanado por Dios a través de la misericordia y el perdón", añade el Obispo de Roma asegurando que ante tantos fracasos matrimoniales dolorosos, la Iglesia está llamada a vivir su presencia de caridad y misericordia, para redirigir hacia Dios los corazones heridos y perdidos.

"Invoquemos a la Virgen María, para que ayude a los esposos a vivir y renovar siempre su unión a partir del don original de Dios", concluyó el Pontífice.

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