Columna | P U L S O    P O L I T I C O

           No hemos encontrado a un solo poblano, que lamente la renuncia de Víctor Carrancá Brouguet, como Fiscal General del Estado.

           Como si todo mundo lo estuviera esperando, se alegran de su suerte y es que desde el 2014 ya había la seguridad de que era un pésimo funcionario, que podría estar en otro cargo, pero no en la Fiscalía, pues por su mala actuación, opinan muchos, se agravó el problema de la inseguridad y la violencia, así como el de la corrupción en las dependencias encargadas de la procuración de Justicia.

          Nuestro colega, Raúl Torres Salmerón, autor de la columna periodística “Sin Límites”, fue el primero que en el 2015, empezó a demandar su salida de la entonces Procuraduría.

           Pero las ligas de Carrancá con el entonces gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, eran muy fuertes, quien incluso prolongó su permanencia en el cargo hasta para después de la terminación de su mandato. Eso pudo hacerse debido a dominio absoluto que el entonces gobernador tenía en el Congreso local, pues lo apoyaba la mayoría de los diputados que llegaron al puesto por la alianza del PAN, PRD, y otros partidos minoritarios que se unieron en torno a la candidatura morenovallista. El, que no sabía, ni sabe comportarse como partido de oposición, acataba la decisión del Ejecutivo y los integrantes de la bancada, recibían su recompensa.

           Las dos peores legislaturas de los últimos cincuenta años, fueron las del sexenio 2010-2016.

           El agravamiento de la inseguridad y la violencia, así como el de robo de combustible en la zona del Triángulo Rojo, llegó a tal grado, que en el gobierno de Antonio Gali, y por presiones de la secretaria general del comité directivo estatal del PAN, Martha Erika Alonso, se solicitó al señor Carrancá, que renunciara al cargo, pero él solo pidió licencia por tiempo indefinido.

           En su lugar fue designado como encargado de despacho, el licenciado Gilberto Higuera Bernal, quien sigue al frente hasta la fecha, pues ha realizado un buen trabajo y parece que hay la intención de designarlo a él como el sustituto definitivo de Carrancá Bernal.

            La noticia que se dio a conocer la semana pasada en el sentido de que ante el rumor de que regresaría para continuar en el cargo, se le pidió la renuncia, él accedió y mucha, pero mucha gente respiró tranquila y se congratulo de ese hecho.

            El más grave problema que tiene el actual gobierno federal, concretamente el Presidente Andrés Manuel López Obrador, no es ni el de la inseguridad, que va caminando y que nadie podría resolverlo en el corto tiempo, ni el del estancamiento económico, que es pasajero y que banqueros y hombres de empresa, han expresado que es posible que ese estancamiento termine en el 2020; el problema de la corrupción ha disminuido bastante; ya están en camino de solución los problemas de PEMEX y de la Comisión Federal de Electricidad y han iniciado su recuperación.

              Tampoco es problema grave el de las críticas constantes que le lanzan un día sí y otro también, sus adversarios del PAN y del PRI, sobre todo del primero, pues además de que son críticas muy superficiales, carentes de seriedad y solo para criticar por criticar, creyendo erróneamente, que así el PAN va logrando presencia entre los electores, no, lo que debe preocupar al ocupante de la silla presidencial, es el estado lamentable de su partido Morena, que debería ser su apoyo fundamental, que debería explicar al resto de los ciudadanos, en qué consiste la Cuarta Transformación, qué significado tiene en la vida política del país y hace dónde vamos.

             Estos “cuates” de Morena, andan en la locura total. Son el partido nuevo, el de más reciente nacimiento, y tiene todos los defectos y los problemas de los pésimos partidos que hemos tenido en los últimos 36 años, empezando por sus pleitos y diferencias internas.

             Ya cumplió un año en el poder y sigue sin tener  organización de un verdadero partido político: no tiene estructura, no tiene disciplina, no tiene organización y carece de una línea ideológica común. No es solo el Estado de Puebla el único con problemas. Sabemos que en muchas entidades los hay. Su problema es nacional.

            Hay que ver el pleito que se traen doña Yeidckol Polevnsky y doña Berta Luján, por la dirigencia nacional y los pleitos locales entre sus diputados, que han derivado, como nunca lo habíamos visto, en conatos de pleitos callejeros en plena sesión.

            El Presidente necesita un partido fuerte, bien organizado, bien coordinado, que defienda el trabajo que viene realizando y que lógicamente enoja a los que gozaban de privilegios indebidos y a otros que se han visto afectados en sus intereses. Requiere de gente convencida de la necesidad de hacer un cambio de régimen en el país y que lo apoyen con acciones congruentes con los postulados del partido que está en el poder, pues para eso se adhirieron a él. Ojalá y sus líderes actúen ahora que todavía es tiempo.             

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