Columna | P U L S O    P O L I T I C O

            La carencia de políticos con oficio se observa en todos los partidos. Las declaraciones que se publicaron ayer en  los medios nacionales y locales, de la dirigente nacional de Morena, el nuevo partido en el poder, Yeidckol Polevnsky, son una prueba de ello.

            Insultar a militantes de Morena negándoles el derecho a disentir y exigiéndoles que se vayan del partido, sino aceptan sus decisiones que parece que son inapelables, constituye un error muy grave sobre todo viniendo de una dirigente nacional.

            El PRI fue un partido antidemocrático siempre, en el que las decisiones de la cúpula, para designar candidatos a la gubernatura, a las diputaciones o a las senadurías y presidencias municipales, eran, como ahora pretende Morena, inapelables. Y esa tendencia a imponer la voluntad de las dirigencias y cúpulas gubernamentales a la militancia, acabó por hartar a quienes de buena o mala fe, eran miembros del partido tricolor y los efectos de ese descontento, se convirtieron en votos para el partido o mejor dicho, el Movimiento, que ofrecía todo lo contrario y lo que estamos viendo, es una repetición del sistema priísta, pero mal hecha.

           Los priístas habían aprendido a disimular, a cubrir su autoritarismo, sus imposiciones, con sonrisas y apapachos para los descontentos. En el llamado partido de la Cuarta Transformación, las cosas se hacen con los modales de los capataces que amenazan con despedir a quienes se atreven a hacer alguna observación o alguna crítica que no guste a sus subordinados.

           Pero en un partido democrático, como dice ser el Movimiento, hay militantes con derechos y obligaciones y no subordinados. Bueno eso es lo que se supone que debe ser.

           Lástima, porque eso nos anuncia un gobierno autoritario, impositivo y “enemigo” de quien se atreve a disentir.

           Entendemos que entre los morenistas que llegaron a un cargo público hay muchos primerizos. Lo vimos sobre todo en el Congreso local, donde algunos diputados creyeron que podían hacer y deshacer a su antojo y poco a poco han ido aprendiendo a comportarse con mayor cuidado, con alguna civilidad política, aunque entre ellos ya hay pleitos que parece que serán irreconciliables,

            ¿No se darán cuenta que con esas actitudes prepotentes y soberbias, perjudican al Movimiento que debería estar empeñado en convertirse en un auténtico partido político, con línea ideológica que le de identidad, con estructura y con organización? pues nada de eso tiene. Por eso su dirigencia nacional anda actuando como aspirante a la presidencia de la mesa directiva de alguna sociedad de alumnos de secundaria, es decir, están en plena adolescencia política.

              Por otro lado, el dirigente nacional del PAN, Marko Cortés, con su actitud autoritaria y soberbia también, no midió las consecuencias que provocaría entre la militancia panista poblana, el designar, sin tomar en cuenta la opinión de los viejos y nuevos militantes de ese partido, a su candidato a la gubernatura.

                Los panistas tradicionales, que durante los seis años del morenovallismo, en los que fueron ignorados, humillados, mal vistos por el grupo adicto al gobernante salido del PRI, sin decir nada, sin ningún reclamo o crítica, ahora salen valientes a protestar por la imposición del doctor Cárdenas Sánchez, también derechista como ellos, pero sin ninguna relación con el partido que ahora lo postula, solo por que lo visten de gran prestigio, su paso por la rectoría de la UDLAP y de la Fundación Espinosa Iglesias y sus grados académicos, muy bien ganados por cierto.

                 El problema es que el PAN a sus casi ochenta años de edad, está a punto de volver a ser el grupito que siempre fue, que más parecía una agrupación religiosa que un partido político.

                  Acción Nacional creció en Puebla, en los años ochenta, cuando por la nacionalización de la banca, hecha por José López Portillo, presidente de la república, decidió convertirse en franquicia de los grupos empresariales, que enojados con el gobierno priísta, determinaron hacerle la guerra, disputándole el poder de tú a tú. Ahora está a punto de disolverse para regresar a su estado natural, por culpa de su presidente nacional, que presume en sus videos  promocionales de  televisión,     que el PAN, “hace bien las cosas”

                También se convirtió en “franquicia” de Moreno Valle, que sin ser del PAN y sin que cubriera los requisitos para serlo, fue su candidato y triunfó por los votos que le dieron muchos priístas que lo conocieron como diputado federal y como funcionario del PRI. La franquicia se acabó y ahora los viejos militantes, que durante seis años estuvieron escondidos en alguna parte, saltan a la palestra y exigen democracia.

Publicado en COLUMNAS

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