Lunes, 18 Abril 2022 11:08

Malestar social

Artículo | Algo Más Que Palabras

“Lo fundamental, en este caso, es tomar como misión el atendernos y entendernos como familia humana”.

    Tenemos un montón de fuegos en nuestra realidad; hasta el extremo, de que el ambiente de descontento es tan verídico, que el malestar se ha generalizado por toda la faz de la tierra. Sea como fuere, urge que despertemos, porque no podemos continuar, por más tiempo, bajo este estado de desazón, al que nos estamos acostumbrando. Quizás tengamos que empezar por reconstruirnos el corazón. Sin duda, todo parte de nuestro interior, de la disposición generosa y de la amplitud de miras. Lo prioritario, a mi parecer, es que antepongamos el bien común a los intereses particulares, promoviendo siempre el diálogo sincero y constructivo que evite desconsideraciones y pugnas. Desde luego, las soluciones a las actuales crisis de falta de futuro, aumento de la pobreza y del hambre, unido a este cúmulo de tormentos que nos dejan en un desasosiego como jamás, han de enraizarse en el cumplimiento de los derechos humanos.

    Este aluvión de tensiones nos está destrozando todos los vínculos armónicos, resultado del fracaso generalizado de los gobiernos del mundo y de los Estados sociales, y democráticos de derecho, sobre todo a la hora de brindar servicios básicos a la ciudadanía y de dar respuesta a las aspiraciones de sus pueblos. Cada día más se requieren argumentos que aminoren las inútiles contiendas y las tremendas desigualdades entre moradores. No hay mejor operación para el sosiego que hacer justicia, aumentando la voluntad política de atender a toda la población sin distinción alguna. Lo fundamental, en este caso, es tomar como misión el atendernos y entendernos como familia humana. Esto no puede superarnos, si en verdad queremos el camino de la paz, del diálogo y del espíritu cooperante, a fin de avivar el desarrollo de una cultura reencontrada consigo misma en los demás.

    En este sentido, tal vez tengamos que promover otros modos y maneras de vivir más responsables, igualitarios y libres, al servicio de nuestra casa común. La tarea no es nada fácil, se trata de la reconstrucción de una sociedad más justa, humana y fraternal. Indudablemente, para trazar un nuevo rumbo necesitamos ponernos manos a la obra, comenzando por los dirigentes, que han de ser ejemplarizantes en sus actuaciones; y, finalizando, por un sistema financiero mundial más solidario, que además ha de ser auténtico motor humano, en cuanto a la salud, la educación, el trabajo decente y la protección social. Por otra parte, hemos de atajar la corrupción y los flujos financieros ilícitos, haciendo que los sistemas fiscales sean mucho más justos en todos los países del mundo. Lo importante es unirse y reunirse, antes de que esta atmósfera de incertidumbre y riesgo nos gane la batalla de la hecatombe.

    En cualquier caso, y sin ánimo de avivar el catastrofismo, tenemos que reconocer que la realidad es la que es, lo que requiere de todos los continentes una mayor capacidad de gobernanza mundial para poder prevenir y resolver los fuertes desafíos que tenemos por delante. Mal que nos pese, estamos al borde del abismo, tenemos que despertar y colaborar mucho más entre sí, para encararnos a la multitud de problemas surgidos. Posiblemente, tengamos que recordar que las guerras continuarán, mientras que no se desarme el mundo de injusticias y el terror de los ojos egoístas nos gobierne el alma. Tengamos en cuenta, que tanto para derrotar este afán de lucha, así como para vencer al cambio climático, se requiere una cercanía de pulsos, que es lo que en realidad, nos imprime bienestar espiritual.

Nunca es tarde, por cierto, para tomar energías renovadas. Nos urge detener esta escalada de sufrimientos, en la que casi siempre la persona más modesta es la que suele pagar el precio más alto. Es nuestro deber que estos hechos no se produzcan. Arrimemos el hombro todos a una, cuando menos para poder salir de este tedio verdaderamente feroz, que lo único que acrecienta es un viento de locura que nos está dejando sin respiración, con un cúmulo de peligros y ansiedades, difíciles de curar con estos andares mundanos. Seguramente tengamos que dar ese paso de Pascua, ponernos delante del crucificado, del Cristo vencedor y Resucitado. Únicamente desde su santa Cruz, hallaremos el abrazo entre el cielo y la tierra, con la paz en nuestro interior.
   
Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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Domingo, 11 Febrero 2018 19:17

La apuesta por la familia humana

Artículo | Algo Más Que Palabras
   
    Me gustan las gentes que sonríen de corazón a pesar de sus pesares, aquellos que hacen el propósito de mantener una actitud de disponibilidad, de comprensión y benevolencia hacia nuestros análogos, siempre dispuestos a apoyar labores solidarias que nos encaminen en la buena dirección, al bienestar social que todos nos merecemos. Ciertamente, vamos a necesitar de un cambio profundo. Quizás, más pronto que tarde, deberá llevarse a cabo en este mundo globalizado como jamás. Para empezar, considero prioritario una economía más respetuosa con el ser humano y su entorno. No se trata de un crecimiento del consumo material, sino de una evolución más interna, para poder dignificarnos y fraternizar esa visión humanística, donde nadie quede relegado, sino reintegrado en ese avance de familia humana. Por tanto, no podemos desprendernos de los vínculos, de ahí la importancia de apoyar la labor de la comunidad internacional orientada a engrandecernos como ciudadanos pensantes, a través del pleno empleo y del trabajo decente, la igualdad entre los sexos y un desarrollo equitativo más justo, tanto en el aspecto monetario como en la esfera cultural y ética.

    No caben estas tremendas usuras y desigualdades entre la familia humana. Precisamente, en la actualidad, el motivo principal para migrar está ligado directa o indirectamente a la búsqueda de un empleo digno. En este sentido, la Organización Mundial del Trabajo (OMT) calcula que unos 150 millones de trabajadores son migrantes —es decir, un 4,4 por ciento de la mano de obra mundial—, de los cuales el 56 por ciento son hombres y el 44 por ciento, mujeres. A nivel mundial, los trabajadores migrantes tienen una tasa de actividad más alta que los locales: un 73 y un 64 por ciento, respectivamente.  Bajo estos datos, tenemos que aprender a no quedarnos pasivos ante nada, puesto que todo es patrimonio común de la familia humana, tanto por mar, como por tierra o aire. En consecuencia, hemos de buscar entre todos, por toda la faz del planeta, que cohabiten entre nosotros atmósferas más equitativas. Con la equidad el espíritu es otro, cuando menos más armónico. Si, como se ha visto, el espíritu olímpico es el símbolo más importante de la paz en el mundo; también la mano tendida y reconciliada  puede ayudarnos a hacer familia y, por ende, a encontrar el camino de lo justo, ya que este aliento global no se tradujo todavía en una nueva era de prosperidad colectiva.

    Cuesta admitirlo, máxime sabiendo que los únicos gozos auténticos son los que provienen de vivir en comunidad, compartiendo. A propósito, ya el inolvidable escritor colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014),  no perdía la esperanza y pensaba que todavía no era demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra; y, verdaderamente, yo también así lo pienso. A mi juicio, esto sucederá el día que nos rijamos por el orden impreso en la conciencia humana. Se trata de que abandonemos el territorio de confort o el de la indiferencia, para poder donarnos, colaborando y cooperando cada uno, por el bien de los demás. Desde luego, es una lástima que aún no hayamos aprendido a hacer familia con el corazón, aparte de garantizar un trabajo decente y útil para todos, que es lo que realmente injerta una protección adecuada a los hogares, elemento esencial de cualquier desarrollo económico y social sostenibles.

Para desgracia nuestra, el informe de referencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) muestra que si bien la tasa de desempleo mundial se está estabilizando, el desempleo y los déficits de trabajo decente se mantendrán, en este año 2018, con niveles persistentemente altos en muchas regiones del mundo. Deberíamos, pues, afrontar los desafíos del mundo actual con más coraje y capacidad de análisis crítico, ya que pueblos y ciudades bien gobernados y administrados son el camino hacia el ansiado desarrollo sustentable y sostenible. De entrada nos anima que la equidad de género y la unidad mundial, se haya ubicado en el centro de la agenda de la ONU para este ciclo. Algo puede ser todo, no lo olvidemos.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Miércoles, 03 Mayo 2017 20:13

No avivemos el peligro a la extinción

Artículo | Algo Más Que Palabras
  
Hoy más que nunca se necesitan agentes de concordia, personas  dispuestas a darse y a donarse con la naturaleza y sus análogos, ciudadanos en diálogo para construir puentes de libertad y derribar los muros que nos acorralan. Es tiempo de acción y mesura. La pesca excesiva, el impacto del cambio climático y la acidificación de los océanos, ahora sabemos que afectan negativamente en la conservación y el uso sostenible de los bancos de algunas especies marinas. Lo mismo sucede en tierra, lo derrochamos todo, en lugar de activar una atmósfera responsable protectora, del planeta y de la familia humana. Desde luego, hay que poner en valor el imperativo ético de actuar juntos y unidos, pues en todos los continentes se realizan actividades humanas que socavan nuestra propia salud, corrompiendo la capacidad de los ecosistemas para apoyar el bienestar humano. De ahí la importancia de hacer hincapié en las diferentes dimensiones de las relaciones humano-ambientales, reavivando enfoques distintos, pero confluentes entre sí, y así podamos poner a salvo todas las cosas vivas que nos rodean.

La solución al problema no es fácil, necesitamos repensar sobre el camino recorrido y reeducarnos en la protección, siendo más conscientes de la amenaza de caos y muerte, sin precedentes en nuestra historia. Mientras Naciones Unidas busca "alfabetizar" al mundo frente al cuidado medio ambiental, hay una desconexión verdaderamente alarmante del linaje con sus sistemas de producción, con el comercio ilícito de fauna y flora silvestres, vertido en un afán de soberbia y de explotación sin límites. Nos hemos alejado tanto de nuestro propio hábitat que ya no acertamos a cultivar y mucho menos a custodiar, lo que se nos ha dado como signo de luz, entre el ser humano y la creación. Cualquier ciudadano, por consiguiente, se halle donde se halle, corre peligro en la medida en que nadie respeta a nadie. Cada cual vive a su manera y no a la manera que ha de vivir, para que la ecología humana y la ecología medioambiental, en verdad caminen acopladas. Harían falta, en consecuencia, multitud de defensores de la naturaleza, cuando menos para que el progreso de las finanzas no se haga a expensas del desastre de la biosfera.

Para desgracia de todos, la vida humana ha dejado de tener su valor máximo, hasta convertirse en ocasiones en un producto más de mercado, confundiéndola con los parámetros económicos muchas veces. Realmente, somos un peligro en peligro de extinción. Lo que manda es el dinero. Todo lo demás sobra o está a su servicio. Que el número de niños desnutridos en Somalia aumente un 50% en sólo cuatro meses, eso no es noticia, parece algo normal y lo asumimos. Sin embargo, sí que constituye una tragedia lo superfluo, como que se acumulen caídas en Bolsa. La mundanidad nos absorbe hasta la misma conciencia y esto no es bueno para nadie. Deberíamos pensar más en los seres humanos, sobre todo en los más vulnerables, con el establecimiento de políticas sociales, que muchas veces deben arrancar por mejorar algo tan básico, como la calidad del aire que respiramos. También nuestros humedales, ríos, lagunas y fuentes, en vez de recibir basuras hay que darles otra vida más natural, lo que requieren un mejor aprovechamiento y protegerlos contra la contaminación. Quizás, por tanto, tengamos desde los medios de comunicación que potenciar mucho más la crítica, y no demonizar a los que ejercen la libertad de expresión, por hablar claro, directo y profundo.

Cuidado con alentar posiciones de autoridad, de ordeno y mando, lo que significa que muchas veces los derechos humanos y las libertades fundamentales tampoco son respetados, y las personas son tratadas como un mero interés. Jamás se puede abandonar el diálogo. Es una manera de matarnos. Desde luego, si un programa de transformación para el siglo XXI tiene que reconocer la igualdad de género como motor de cambio social, dando lugar a más políticas ambientales; de igual modo, cada ser humano tiene que mostrar otras actitudes más solidarias, pacíficas y humildes, con atención preferente a los que no se les deja hablar, o se les deja, pero tampoco se les escucha. Ciertamente, por muy formados que estemos, si no somos capaces de abrirnos a la dimensión transcendente de una vida en común, difícilmente vamos a poder avanzar en nuestra propia identidad humana, de amor y defensa de unos para con otros y de otros para con unos.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Miércoles, 18 Enero 2017 19:39

No hay un crecimiento incluyente

Artículo | Algo Más Que Palabras

    Hemos perdido fuelle. La economía mundial permanece atrapada en un prolongado periodo de bajo crecimiento al expandirse solamente un 2,2% en 2016. Acumulamos una serie de conflictos y tensiones que nos debilitan. A esto hay que sumarle nuestros derroches y el excesivo endeudamiento, la falta de perspectiva empresarial, con un débil ritmo de la inversión y un lento crecimiento de la productividad. Además, soportamos un trastorno que cobrará aún más importancia en el futuro, el estancamiento salarial de los más desprotegidos, acrecentando una profunda desigualdad y, por ende, nuevas pobrezas, incluso en países más desarrollados. De ahí, la importancia de sistemas educativos incluyentes, de mercados laborales incluyentes, de ciudades y pueblos incluyentes, con servicios públicos incluyentes. Hemos, por tanto, de activar el compromiso personal. Sólo así, se puede mejorar el bienestar de todos.

    Este mundo, cada día más excluyente, requiere activar el deber y el derecho al trabajo para todos, con salarios dignos, con acceso a la asistencia sanitaria, y a una educación universal, formativa en valores, para poder convivir entre culturas diversas. Hace tiempo que lo marginal debió acogerse, ampararse, pues todo ha de estar al servicio de los seres humanos y del bien común. En este sentido, nos llena de esperanza que el primer Foro Mundial de Datos de las Naciones Unidas haya concluido con el lanzamiento de un plan global para reunir estadísticas que mejoren la vida de las personas y que contengan nuevas ideas y soluciones para impulsar la colaboración, los recursos y las políticas que han de ponerse en acción para este fin, teniendo presente que la integridad y la prevención de la corrupción son elementos esenciales para lograr políticas que respondan al interés social y no al interés particular o de grupo. 

    Indudablemente, en los próximos tiempos, la cooperación entre naciones va a ser vital. Aún más de cien países no mantienen registros precisos de nacimientos y muertes. A mí juicio, pienso que es fundamental saber el número de moradores que estamos en cada momento, y dónde nos encontramos. Por muy diversos que seamos, formamos parte de la única familia humana; y, como tal, hemos de trabajar para estar dentro de la vida, o si quieren dentro del mercado, pero tratados como personas, guiados por una conciencia que pone en el centro la dignidad del ser humano, no el ídolo dinero. Desde luego, cualquier país que se precie de cooperante ha de alimentarse de políticas sociales para atender a las necesidades y aspiraciones de la gente. Las mismas Naciones Unidas no aboga por un modelo específico de gobierno, pero promueve la gobernanza democrática como un conjunto de valores y principios que deberían seguirse para una mayor participación, igualdad, seguridad y desarrollo humano.

    Esto es lo que hoy más falta nos hace, fortalecer la dignidad de toda la especie, tenga la edad que tenga y habite donde habite. Por otra parte, si en verdad no queremos excluir, el respeto ha de ser total por los derechos humanos. Todas las desgracias, todos los aprietos, también las contiendas, suelen comenzar con una exclusión. En esa dialéctica de rechazar o comprender, siempre tenemos que tener el corazón abierto, nunca cerrar las puertas a nadie, pues un mundo progresa cuando todos colaboramos a que la democracia, el buen gobierno y el Estado de Derecho, junto a un entorno humanitario, sin fronteras ni frentes, confluyen en bondad y en verdad.
   
    Es momento, efectivamente, de no dejar a nadie atrás, de cambiar de actitudes, de ser más caritativo. Quitemos barreras. Activemos lo armónico. No olvidemos que la discriminación, el racismo y la xenofobia, son graves violaciones de los derechos humanos que impiden la construcción de la concordia, la inclusión social, y el desarrollo sostenible. Es cuestión de intercambiar experiencias y de poner otras prácticas de acción más compresivas entre unos y otros. Todo el linaje, sin distinción alguna, tendrá que reflexionar sobre esa apuesta de crecimiento incluyente en un orbe globalizado como jamás, que demanda como nunca una fuerte inversión en infraestructuras para mejorar la competitividad y la prestación de servicios públicos. En consecuencia, todos a bordo para sumar incentivos.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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