Ciudad del Vaticano. - Antes del rezo del Ángelus de este domingo, comentando el Evangelio de la liturgia, Francisco nos invita a no reducir nuestra relación con Dios a gestos exteriores si luego, en nuestro interior, despreciamos a los pobres o nos comportamos deshonestamente en nuestro trabajo. No sirve de nada hacer «un poco de voluntariado», y luego chismear «sin piedad de todo y de todos».

Una invitación a vivir la propia fe «de manera coherente», y con los propios sentimientos, «con palabras y con obras», concretar «en la cercanía y el respeto de los hermanos lo que digo en la oración». Este es el mensaje que el Papa Francisco dirige a todos los cristianos antes del rezo del Ángelus de este domingo, XXII del Tiempo Ordinario, comentando el pasaje del Evangelio de Marcos, incluido en la liturgia, en el que Jesús habla de los puros y los impuros. Recuerda que era «un tema muy querido por sus contemporáneos», vinculado sobre todo a la observancia de rituales y normas de comportamiento, «para evitar cualquier contacto con cosas o personas consideradas impuras y, si esto sucedía, borrar la “mancha”».

El Evangelio relata que algunos escribas y fariseos, estrictos observantes de esas normas, acusan a Jesús de permitir que sus discípulos tomen alimentos «con manos impuras, es decir, sin lavar». Entonces el Maestro aprovecha la ocasión para invitarles a reflexionar sobre el significado de la «pureza», y les explica que «no está ligada a ritos externos, sino ante todo a disposiciones interiores».

Para ser puro, por tanto, no es necesario lavarse las manos varias veces, si luego se albergan malos sentimientos como la avaricia, la envidia y el orgullo, o malas intenciones como el engaño, el robo, la traición y la calumnia.

Se trata de un ritualismo, aclara el Papa, «que no hace crecer en el bien, es más, a veces puede llevar a descuidar, o incluso a justificar, en uno mismo y en los demás, opciones y actitudes contrarias a la caridad, que hieren el alma y cierran el corazón». Y esto también es importante para nosotros hoy.

No se puede, por ejemplo, salir de la Santa Misa y, ya en el patio de la iglesia, pararse a chismorrear malvada y despiadadamente sobre todo y sobre todos. O mostrarse piadoso en la oración, pero luego en casa tratar a los propios familiares con frialdad y desapego, o desatender a los padres ancianos, que necesitan ayuda y compañía

O también, continúa Francisco, ser en apariencia «muy correctos con todos, tal vez incluso haciendo un poco de voluntariado y algunos gestos filantrópicos, pero luego por dentro cultivar el odio hacia los demás, despreciar a los pobres y a los últimos, o comportarse deshonestamente en el propio trabajo».

De este modo, la relación con Dios se reduce a gestos externos, y en el interior se permanece impermeable a la acción purificadora de su gracia, permaneciendo en pensamientos, mensajes y comportamientos desprovistos de amor.

No, continúa el Pontífice, estamos hechos «para la pureza», la ternura y el amor.

Preguntémonos, pues: ¿vivo mi fe con coherencia? En mis sentimientos, palabras y obras, ¿concreto en mi cercanía y respeto a los hermanos lo que digo en la oración?

Nuestra oración a María, Madre purísima, es que «nos ayude a hacer de nuestra vida, en el amor sentido y practicado, un culto agradable a Dios».

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CIUDAD DEL VATICANO. - Hoy como ayer, no es fácil comprender el modo de actuar de Jesús. Francisco lo recuerda en el Ángelus de la Plaza de San Pedro y explica que, como los apóstoles, también nosotros tenemos esta experiencia, pero cuanto más cerca estamos de Él a través de los sacramentos y la oración, más descubrimos que sólo Él es la vida eterna.

“Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68). Con esta célebre respuesta de San Pedro al Jesús, referida en el Evangelio de San Juan, propuesto por la liturgia del día, el Papa inició catequesis de este domingo 25 de agosto, antes de rezar la oración del Ángelus.

“Es una expresión muy hermosa que testimonia la amistad y la confianza que lo unen a Cristo, junto con los demás discípulos”, comentó el Santo Padre, dirigiéndose a los fieles, romanos y peregrinos, congregados en una calurosa la plaza de San Pedro.

La respuesta a la sed de vida

El Papa notó que Pedro pronuncia esta frase “en un momento crítico” ya que Jesús acababa de terminar un discurso en el que había dicho que era “el pan bajado del cielo” (cf. Jn 6,41).  “Es un lenguaje difícil de entender para la gente” evidenció Francisco, y muchos lo abandonaron, pero “los Doce, en cambio, no: se quedaron, porque en Él encontraron palabras de vida eterna”.

Francisco observó que no es fácil seguir al Señor, no siempre comprenden lo que el Maestro dice y hace, las exigencias extremas de su misericordia.

Y, sin embargo, entre los muchos maestros de aquel tiempo, Pedro y los demás apóstoles encontraron solo en Él la respuesta a la sed de vida, de alegría, de amor que los anima; solo gracias a Él experimentan la plenitud de vida que buscan, más allá de los límites del pecado e incluso de la muerte. Por eso no se van, al contrario, todos, excepto uno, incluso entre muchas caídas y arrepentimientos, permanecen con Él hasta el final (cf. Jn 17,12).

Sacramentos y oración para vivir la amistad con Jesús

Y esto – indica el Papa - también nos concierne a nosotros: tampoco para nosotros es fácil seguir al Señor, comprender su modo de actuar, hacer nuestros sus criterios y sus ejemplos.

Pero, cuanto más nos acercamos a Él - cuanto más nos adherimos a su Evangelio, recibimos su gracia en los Sacramentos, estamos en su compañía en la oración, lo imitamos en la humildad y en la caridad, más experimentamos la belleza de tenerlo como Amigo, y nos damos cuenta de que solo Él tiene “palabras de vida eterna”.

El Santo Padre invitó entonces a preguntarnos:

“¿Hasta qué punto está presente Jesús en mi vida? ¿Hasta qué punto me dejo tocar y provocar por sus palabras? ¿Puedo decir que son también para mí ‘palabras de vida’?”

Al concluir su reflexión, Francisco pidió la intercesión de la Virgen María, “que acogió a Jesús, Verbo de Dios, en su carne”, para que nos ayude a escuchar a Jesús, y a no dejarlo nunca.

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Ciudad del Vaticano. - Un Jesús que sale al encuentro de la humanidad herida, que está en movimiento, que visita nuestras casas, que quiere salvar, liberar, sanar, es el que propone Francisco en Ángelus de este domingo, porque la fe no es un consuelo que nos deja tranquilos, sino un impulso para dar a conocer a un Padre lleno de amor y compasión.

Una fe madura nos pone en camino, nos hace salir como Jesús al encuentro de la humanidad herida y nos manifiesta al Dios que ama y consuela. El movimiento, esa es la palabra clave de la reflexión del Papa, este mediodía, a la hora del Ángelus, en la Plaza de San Pedro. Un Jesús que, como propone el Evangelio de hoy, predica en la sinagoga, cura a los enfermos y endemoniados, se retira en oración y retoma su camino. Un continuo movimiento, que nos interpela:

“Jesús, que sale al encuentro de la humanidad herida, nos manifiesta el Rostro del Padre. Puede que en nuestro interior aún tengamos la idea de un Dios distante, frío, indiferente ante nuestra suerte. El Evangelio, en cambio, nos muestra que Jesús, después de haber enseñado en la sinagoga, sale para que la Palabra que ha predicado pueda alcanzar, tocar y sanar a las personas. De este modo nos revela que Dios no es un amo distante que nos habla desde lo alto; por el contrario, es un Padre lleno de amor que se hace cercano, que visita nuestras casas, que quiere salvar y liberar, sanar todo mal del cuerpo y del espíritu”

"Dios está siempre cerca de nosotros", agregó el Pontífice, y su actitud es de "cercanía, compasión y ternura". No hay que olvidar que Dios que se acerca para acompañarnos, con ternura, y para perdonarnos.

Movimiento y oración que fortalece

En esa jornada en constante movimiento, Jesús también se retira en oración, “para llevar todo y a todos al corazón del Padre”. Es la oración – subraya el Santo Padre – la que le da fuerzas para seguir, para volver de nuevo a los hermanos. Un incesante caminar el de Jesús, que para el Papa, son una invitación a reflexionar sobre nuestra fe y que nos interpela.

“Podemos preguntarnos: ¿hemos descubierto el Rostro de Dios como Padre de la misericordia, o más bien anunciamos y creemos en un Dios frío y distante? ¿La fe nos mueve a ponernos en camino, o es un consuelo intimista que nos deja tranquilos? ¿Rezamos solo para sentirnos en paz, o la Palabra que escuchamos y predicamos nos hace salir también a nosotros, como a Jesús, al encuentro de los demás para difundir el consuelo de Dios?

Portadores de esperanza

Para responder a estas preguntas, el Obispo de Roma invita a mirar el camino de Jesús, a recordar que el primer “trabajo espiritual” que debemos realizar para alcanzar una madurez en la fe es abandonar la idea de un Dios que creemos distante y convertirnos cada día al Padre del amor y la compasión, ponernos en camino como Jesús y pedir a María, Mujer en camino, que nos ayude a salir de nosotros mismos para anunciar y testimoniar al Señor.

“Cuando descubrimos el verdadero Rostro del Padre, nuestra fe madura: ya no nos quedamos como “cristianos de sacristía” o “de salón”, sino que nos sentimos llamados a ser portadores de la esperanza y la sanación de Dios”.

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Lunes, 04 Septiembre 2023 08:48

Misa a la jornada de la oración

PUEBLA, Pue. – Monseñor Víctor Sánchez Espinosa en su homilía ayer en el Catedral, informó que él Papa Francisco estableció que a partir de este año, los 1° de septiembre se celebrará la "Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación" para llamar la atención sobre los problemas medioambientales del planeta, aprovechando la reacción mayormente positiva a su encíclica sobre ecología Laudato sí.

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