Columna | P u l s o    P o l i t i c o

     Los problemas de privatización del agua potable en los municipios de la entidad y el de la creación de un organismo para el manejo de cinco municipios influidos por la llamada Ciudad Modelo, deben ser discutidos y analizados a profundidad entre las autoridades estatales y las municipales para evitar conflictos que podrían ser graves.

      Autoridades municipales de todos los partidos, han tenido plena confianza en el gobernador Antonio Gali Fayad. El no puede echar por la borda esa confianza.

     Por eso mismo, debe platicar con los ayuntamientos para llegar a acuerdos y no imponer medidas que lastimarían la buena relación que desde el principio se ha establecido entre los gobiernos de los 217 municipios y el gobierno estatal.

      El presidente municipal de Izúcar de Matamoros, doctor Manuel Madero, hizo un planteamiento razonable, con base en la ley suprema de la nación, la Constitución General de la República, del porqué el ayuntamiento que preside, no acepta la privatización del agua potable en su jurisdicción.

     Las autoridades de los municipios de la zona donde se ha establecido la planta automotriz de la empresa Audi, también han expresado su rechazo a la creación de un organismo inconstitucional, que en los hechos, va a decidir, lo que constitucionalmente corresponde hacerlo a las autoridades municipales electas democráticamente.

     El gobierno de Gali tiene un alto índice de aceptación entre los poblanos. Su carisma, su bonhomía, su trato sencillo y amigable con todos y el respeto que en campaña y ya como gobernador electo ha dispensado a las autoridades de los municipios grandes y pequeños, sin importar su extracción partidista,  no puede dilapidarse así como así.

      Al oponerse los ayuntamientos a las medidas anunciadas (privatización del agua y sometimiento a un organismo extra constitucional) están respondiendo positivamente a la exigencia de sus pueblos que se oponen a esas medidas.

       Si los diputados del Congreso local, tuvieran un mínimo conocimiento de la historia de la entidad, sabrían que los poblanos de todas las épocas, han sido muy sensibles en eso de oponerse a que las autoridades estatales o federales, les impongan cosas a las autoridades municipales y no respeten su autonomía y su libertad, garantizadas por el artículo 115 constitucional.

      Recientemente ha habido un caso muy sonado: el de quitarles a las juntas auxiliares, el manejo del Registro Público de las Personas. Se hubiera armado una revolución, si las autoridades no hubieran dado marcha atrás en ese tema.

      El municipio ha sido considerado como la base de nuestra organización política. A Puebla le tocó en suerte, tener al segundo municipio gobernado por un ayuntamiento libre y autónomo. Fue Tepeaca, llamada en sus inicios Segura de la Frontera, el segundo municipio creado por Hernán Cortes, el conquistador español, después del de Veracruz.

      Y el partido Acción Nacional, que gobierna al estado, fue desde sus inicios en 1939, el más enjundioso defensor del municipio libre, por considerar que solo garantizando la autonomía municipal, este país podría ser considerado como democrático y libre.

      En los tiempos que siguieron a la Revolución de 1910, los municipios del país fueron manejados por grupos revolucionarios triunfantes, como si fueran de su propiedad. Los cacicazgos se adueñaron de la república, pero el mismo Partido Revolucionario Institucional, que tuvo su origen en esa Revolución, se encargó de irlos acabando.

     Por lo que toca a Puebla, es inolvidable el dominio absoluto que tuvo en los años treinta el cacicazgo Avilacamachista, cacicazgo que tuvo su época más dura, cuando Maximino Avila Camacho, gobernó al estado. Ese cacicazgo terminó en los años cincuenta, con el gobernador Rafael Avila Camacho, que dejó en el poder a Fausto M. Ortega, a quien pensó manejar a su antojo. Pero intervino el presidente Ruiz Cortines y evitó que el cacicazgo siguiera manejando a la entidad como si fuera de su propiedad.

     Los panistas en sus inicios tenían entre sus metas: acabar con el fraude electoral, terminar con los caciques y llevar al poder a personas honestas. Pretendían el establecimiento de un gobierno basado en la doctrina cristiana, con educación religiosa en las escuelas y algunas cosas más.

      Muchas de sus públicas denuncias dieron al traste con los vicios de los revolucionarios en el poder, pero los ejecutores fueron los líderes del partido surgido de la revolución.

      Cuando los panistas llegaron a ocupar gubernaturas, presidencias municipales importantes y finalmente, dos veces la presidencia de la república, se olvidaron de sus orígenes y le entraron con entusiasmo a lo que ellos, tanto combatieron.

       El municipio libre y autónomo, debe continuar, es la mejor garantía para seguir avanzando en la democracia. Abandonar o peor aún, abusar de los municipios, como se abusó por mucho tiempo, es retroceder a tiempos y costumbres que ha costado mucho trabajo superar.

Publicado en COLUMNAS

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