Las relaciones entre las mujeres y los hombres, desempeñan un papel importante, tanto en la introyección, como en la evolución y transformación de los valores, las normas y las prácticas culturales de una sociedad.

Dichas relaciones tiene un embrión simbiotizante que determina la función social y que se convierte en el instrumento propulsor de la formación ciudadana, del desarrollo económico, político y cultural ¡La Educación!,

Lo anterior en razón, de que se alude a la educación como el vínculo que se establece entre educación, empleo e ingresos. En consecuencia, en las sociedades modernas asegurar el acceso a la educación se considera como una vía para abatir la pobreza y la desigualdad social.

En base a lo anterior, la UNESCO establece que recibir una educación de calidad a lo largo de toda la vida es un derecho innato de cada niño/niña, mujer y hombre; en razón de ello ha expresado su compromiso de hacer realidad el derecho que tiene cada persona a recibir enseñanza, pues se asume que la educación desempeña una función esencial en el desarrollo humano.

Sin embargo, las transformaciones producidas en materia de educación, no influyen de manera homogénea en la configuración de las subjetividades de las nuevas generaciones de mujeres.

Por lo que, desarrollar y enriquecer el entendimiento sobre la igualdad de género en el ámbito educativo, es parte de una labor trascendental para la promoción de acciones positivas que fortalezcan la participación de las mujeres en los ámbitos económicos, laborales, sociales y políticos.

Es en este rubro donde las Instituciones de Educación Superior (IES) en México, y las de casi todo el mundo, enfrentan uno de los retos más importantes de la actualidad, erradicar la desigualdad de género que todavía se manifiesta y reproduce a su interior, lo que sin duda es un aspecto que lacera la dignidad universitaria.

Más aun, cuando la educación superior universitaria es un ámbito en el que la presencia femenina se ha ido haciendo cada vez más importante en las últimas dos décadas, situación que ha evidenciado la UNESCO al reportar que en 2009 el porcentaje de mujeres matriculadas en América Latina se incrementó por cada disciplina, arrojando las siguientes cifras: 41% en ciencias (67% de la salud y de la vida, 51% en físicas, 53% en matemáticas y estadística y 31% en computación), y 57% en ciencias sociales, negocios y leyes (70% ciencias sociales y del comportamiento, 61% periodismo e información, 56% administración y negocios, y 52% leyes).

Por lo tanto, debemos entender que la vinculación de la educación superior con la igualdad de género es un enfoque con la finalidad de crear revolución en los cambios de la mentalidad de los estudiantes y futuros profesionistas, con el objetivo de generar una sociedad justa, con igualdad de derechos entre hombre y mujer, donde los profesores deben adquirir un rol conciliador y conductor a la observancia paritaria.

Donde la igual de género se convierta en un elemento central de una visión de la sostenibilidad en la cual cada miembro de la sociedad respeta a los demás y desempeña un papel que le permite aprovechar su potencial al máximo. La amplia meta de la igualdad de género es una meta social a la que la educación y las demás instituciones sociales deben contribuir.

Alcanzar la igualdad de género requiere necesariamente transformar las reglas sociales y los roles que subordinan a la mujer, debemos enseñar a los jóvenes a construir relaciones que sean de complementariedad y no de coacción ni violencia.

Por lo que el enfoque de igualdad de género en la Educación Superior debe responder esencialmente a la necesidad de alinear los conocimientos con la realidad, aprendizajes y potencialidades, para que con ello, el profesional garantice su intervención en el ámbito laboral la igualdad de género en su desempeño.

* Director General del Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla A.C. 

Publicado en COLUMNAS

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