Martes, 23 Octubre 2018 19:51

La intolerancia a la prensa crítica

Columna | P U L S O    P O L I T I C O

            En los pocos meses que Andrés Manuel López Obrador lleva como presidente electo de México, ha demostrado ser muy sensible a las críticas de la prensa, a la que ha llamado prensa fifí y ha tenido expresiones despectivas para algunos comunicadores de proyección nacional, que han manifestado su desacuerdo con algunas de sus propuestas o con las medidas que piensa implementar para resolver algunos problemas.

             Alguien cercano al futuro presidente le ha hecho ver que eso está mal. Que ya no es candidato a la presidencia, sino el presidente electo con una aplastante mayoría de 30 millones de votos, cantidad no lograda por ningún presidente en toda la historia del país y que por lo mismo, debe ser tolerante con la crítica mediática o acabará siendo considerado enemigo de la libertad de expresión, como ya lo son; Nicolás Maduro, presidente de Venezuela; Daniel Ortega, presidente de Nicaragua y Donald Trump, presidente de los Estados Unidos.

             Hay una tradición de la izquierda mexicana, de considerar “prensa seria” a los medios de comunicación que elogian todas sus actuaciones, buenas o males y “prensa vendida” a los medios que hacen crítica buena o mala, pero crítica. La izquierda fuera del poder, siempre se ha mostrado intolerante a la crítica y esa intolerancia sube de tono y llega hasta límites inconcebibles, si la izquierda se instala en el poder.

             López Obrador, ya ha pedido disculpas por los exabruptos que ha tenido contra los medios o comunicadores que han expresado su opinión respecto a actos o declaraciones que no han gustado a algunos sectores, pero lo malo, es que muchos de sus seguidores, en la capital y en la provincia, enfermos de sarampión izquierdista, suben su intolerancia al máximo y eso sería sumamente grave si no se detiene a tiempo.

             En Puebla por ejemplo, los diputados locales de Morena, queriendo aparentar una militancia de izquierda acelerada, que nunca antes han tenido, están amenazando con la desaparición de poderes, que implica, no solo la destitución del Ejecutivo, sino la del Legislativo y la del Judicial, y sin justificar jurídicamente esa medida.

            Para decretar la desaparición de poderes, como han dicho, se requiere una decisión del Congreso de la Unión, no del Congreso Local y esa decisión debe ser bien sustentada desde el punto de vista legal.

            Si no hay razones bien fundadas, como la ingobernabilidad, la petición del mayor porcentaje de ayuntamientos por problemas con los poderes estatales, etc., tal amenaza es un mal chiste.

           Acusar al gobernador Antonio Gali, de boicotear al Congreso del Estado y por eso amenazar con decretar “la desaparición de Poderes”, es una aberración que se explica, solo porque los señores diputados de Morena, del PT y del PES, son primerizos pero sobre todo, políticos inmaduros, sin experiencia, sin oficio y sin sensibilidad.

            Deberían contratar los servicios de la diputada priísta Rocío García Olmedo, para que les diera  algunas lecciones de derecho elemental para que entiendan cual es su papel y que es lo que como diputados locales pueden hacer y lo que no pueden hacer. Esas lecciones deben empezar por explicarles que Los poderes del Estado, son tres: el Legislativo, que ellos, los mismos diputados lo constituyen; El Ejecutivo, que es el gobernador y el Judicial, que lo forman los magistrados del Tribunal Superior de Justicia.

            Los diputados, que acaban de entrar ¿se van a desaparecer a sí mismos? Solo que se hayan vuelto locos?

            Y parece que la locura es un mal endémico en toda la clase política: las cúpulas del PRI, se volvieron locas con tanto poder acumulado a lo largo de los años; el PAN permitió ser infiltrado por políticos completamente ajenos a su ideología y por empresarios políticos y por poco y acaban con él; y el PRD, ni se diga. Nació dividido y está a punto de desaparecer por sus interminables divisiones internas.

          La dirigente nacional del PRI, Claudia Ruíz Massiu, dijo en recientes declaraciones a un medio televisivo, que su partido ha sufrido la peor derrota de su historia, pero sigue siendo un partido que gobierna varios estados, que tiene presencia nacional, como tal vez ningún otro, que gobierna numerosos municipios importantes, medianos y pequeños; que tiene diputados en todos los congresos locales, que tiene una bancada muy disminuida en el Congreso federal y en el senado y que obtuvo 9 millones de votos, que no son poca cosa. Opina que los priístas deben dejar atrás el Siglo XX y convertir a su organización en un partido del siglo XXI.

Publicado en COLUMNAS
Domingo, 11 Junio 2017 18:33

Nuestra continuidad histórica a examen

Articulo | Algo Más Que Palabras
  
    Hoy más que nunca es fundamental conocer el porqué de tanta intolerancia, de la migración, de la violencia, de la falta de humanidad entre nosotros, lo que requiere el análisis de esta situación de bochorno que padecemos. Detrás de cada cruz, levantada los unos contra los otros y los otros contra los unos, se hallan realidades con una historia distintiva, con un cultura y unos ideales. De ahí la importancia del encuentro como miembros de una familia, que debe aprender a ayudarse desde la concordia y no desde el interés. Por supuesto, es indispensable el diálogo. El endiosamiento de algunos no cierra cicatrices, al contrario fomenta la barbarie y el descontento. La mano tendida es vital para poder hermanarnos con los que han sido privados de sus derechos esenciales, como asimismo para aumentar la acogida a los que huyen de situaciones dramáticas e inhumanas. Me da la sensación que, hasta este momento, nos hemos quedado en la antesala de las ideas, sin compromiso alguno para activar acciones de respuesta contundente ante contextos verdaderamente crueles. Por cierto, el gesto del proceso de entrega de armas en Colombia nos llena de esperanza. Veo que es una plegaría que nos une, pues si importante es rectificar, también es humanitario el que sabe compadecerse y decide utilizar otros lenguajes, deponiendo cualquier tipo de artefacto.

    La justicia no se defiende a golpe de bombas, sino con la razón y la sintonía de un corazón puro. Bien es verdad que aún no hemos aprendido que con las guerras todos perdemos. Ojalá tomásemos conciencia de esto. Necesitamos evadirnos de cadenas, sentirnos libres y no atrapados en amargas decepciones. Por muy deplorable que sea la situación, tenemos que poner más vida interior en el mundo, para poder despertar en la conciencia colectiva de cada ser humano la inconfundible memoria de sus raíces, nuestra continuidad histórica, aunque tengamos que reinventar nuevos modos de vivir y pensar. El abecedario de la opresión lo hemos hecho tan nuestro que es una verdadera pesadilla para todos. Desde luego, es público y notorio que maltratamos a nuestros ascendientes. Tanto es así, que es un problema social mundial que afecta a la salud y a los derechos humanos de millones de progenitores en todo el mundo, siendo una contrariedad que merece la atención de la comunidad internacional. Posiblemente, por ello, la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución 66/127, haya designado el 15 de junio, como Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, para expresar su oposición a las injusticias y los sufrimientos infligidos a algunas de nuestras generaciones mayores.

    Es de desear, por tanto, que el colectivo social valore plenamente a sus primogénitos y se auxilien de su sabiduría, porque la vida es la mejor cátedra para poder orientarnos. Francamente vivimos unos tiempos de vértigo, en los que convendría pararse a meditar sobre nuestro entorno, pues no es cuestión de resignarse a un destino más o menos escrito, sino para valorar plenamente lo que nos supone cohabitar y coexistir, en una sociedad cada día más encumbrada por ciertos dioses humanos, que suelen manejarnos a su antojo y capricho. No podemos quedarnos en el mero lamento. El mundo es de todos y de nadie. Todas las naciones del mundo en su coyuntura acordaron reconocer el inmenso daño que causa el cambio climático y la enorme oportunidad que representa la acción climática. Ahora no puede venir un nuevo presidente y retirarse del ansiado Acuerdo de París, máxime cuando es crucial que Estados Unidos siga siendo un líder en materia ambiental. El compromiso de nuestros antecesores cuando menos nos exige una valoración conjunta, pues el mundo lo formamos todos, un respeto y una consideración hacia algo tan significativo como lograr un crecimiento económico con bajas emisiones de carbono y capaz de crear empleos y mercados de calidad. Convencido de que la conciencia es una inspiración que nos lleva a reencontrarnos a la luz de las leyes morales, aún cabe la ilusión, que a pesar de tantos tropiezos, nos levantemos y reanudemos una vida más en común, más en familia. Sólo así tendremos asegurada nuestra continuidad como especie.
   
    Ciertamente, nuestra secuencia humana ha de ser más poética que mundana. Los ancianos, gracias a su recorrido vivencial, están en condiciones de ofrecer a los jóvenes y menos jóvenes, consejos y enseñanzas preciosas. También los chavales, con su empuje e inocencia, nos ayudan a verles con ojos de responsabilidad para que crezcan y sean nuestra prolongación de amor y no de odio. Lo que cuenta de verdad es nuestro ejemplo, nuestra coherencia de vida, ya que no puede haber un descubrimiento, más intenso del alma de un colectivo social, que viendo la manera con la que trata a los niños. Lástima que, al presente, estos "angelitos" se utilicen de escudos en lugares de contiendas e inútiles batallas. Sea como fuere, ya sea por conflictos armados o por desastres naturales, las crisis humanitarias amenazan el futuro de multitud de criaturas, o sea, nuestra continuidad como linaje. Lo mismo sucede con las mujeres, y otras personas más frágiles, es de suma trascendencia oírles, escucharlas. Hay que evitar los errores del pasado. Por este motivo, es de sumo valor que no sólo se eduque a las nuevas generaciones en los contenidos. Hay que hacerlo en los valores, en el profundo sentido de exigencias y obligaciones en todas las manifestaciones de la vida y, por consiguiente, también en orden a la convivencia en familia, sabiendo que el respeto por los otros es la primera circunstancia para saber cohabitar. Está visto que uno tiene que considerarse a sí mismo para poder frenar los vicios, y luego, uno ha de inspirar una gran deferencia por su análogo, sea de la generación que sea y del culto a la cultura que encadene.

    En ocasiones, nosotros mismos somos nuestro peor enemigo. Pensábamos que, con el cambio en materia tecnológica, todo estaría más interconectado, pero resulta que nos hemos quedado sin alma. Las desigualdades nos hacen ser caminantes sin corazón. Así no podemos fusionarnos, sentirnos bien, y por supuesto nada realizados, más infelices que nunca. Tampoco hemos aprendido que cualquier ataque es una locura, una manera de destruirnos. Quizás tengamos que reforestarnos como especie, y donde crezca el mal, injertar el más sublime verso de la conciliación reconciliada. Debiera ser normal reconocer nuestras particulares maldades, arrepentirse, entonar el verso de lo armónico y verter lágrimas convertidas en poesía. Por desgracia, nos hemos acostumbrado a endurecer nuestro corazón y a normalizar lo que es nuestra destrucción. Respetando la libertad y el sentir de cada morador, hay que recordar siempre que el planeta no es únicamente para unos privilegiados, sino para toda la humanidad, y que la situación de haber nacido en un lugar de menos recursos no justifica que esa persona sea menos humana que otra, y tenga menor dignidad. Ha llegado el instante de dejarnos a salvo, de no permitir atropello alguno a nadie, de ser una piña en humanidad, para poder gozar de una vida libre de salvajismo y abusos. No encuentro la manera de decirlo más claro, sino es en verso propio: "Cada ser con su ser para ser en los demás un respiro./ Un respiro de árbol que anide sueños y anude el sosiego de las almas". Por ello, nuestra continuidad está asegurada, pues el espíritu es inmortal y la vida es un despertar con su noche. Precisamente, lo que tiene esencia se distingue de lo que no la tiene por el hecho de andar. No perdamos, en consecuencia,  el paso de la sencillez, que dios no somos por más que nos lo creamos que somos.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Artículo | Algo Más Que Palabras
  
    La fuerza no puede poner orden en un mundo tan convulso, donde proliferan cada día más los odios ancestrales, la discriminación racial y la intolerancia; personalmente creo que se requieren de otros cultivos más de familia, con apego firme a los derechos humanos y a la dignidad. Cuando se desvirtúa la educación en valores, los hogares han dejado de ser vínculo de unión y unidad, y hasta la misma libertad de expresión se halla amenazada, resulta muy complicado armonizar esta diversidad y, aún más espinoso, avivar sociedades incluyentes. Esto deberíamos tenerlo más en cuenta, pues la gente necesita sentirse hermanada solidariamente, comprendida; y, sobre todo, más respetada. Las tensiones inducidas  por un sistema de producción irrespetuoso con todo, hasta con la propia naturaleza, y una cultura individualista del disfrute y el derroche, generan dentro de la misma sociedad un espíritu agresivo de intransigencia, como jamás hemos tenido en nuestra historia humana. Sin duda, somos una generación que no se halla, que vive en el tormento permanente, incapaz de hacer valer una locución más del corazón que de las máquinas.

    De hecho, cada día más mortales deciden vivir solos, sin entenderse ellos mismos, ni comprometerse con nadie, a su aire, con el regocijo absurdo de sentirse autosuficiente. En el fondo, al presente es fácil confundirlo todo. Nos hemos dejado adoctrinar por la falsedad, con la idea de que cada cual viva como le venga en gana, como si no hubiera moral alguna, principios que nos orienten o deberes que hemos de cumplir. Bajo este permisivo contexto, donde todo ha de permitirse, el amor también es otra mentira más, y el ideal matrimonial, termina siendo un objeto del pasado, arcaico, donde nadie se compromete con nadie,  y cada cual mira por sus egoísmos particulares. Difícilmente así, desmembrados de toda familia, vamos a crecer interiormente y poder avanzar hacia sociedades verdaderamente apiñadas en un desarrollo más humanitario. Ojalá revisásemos nuestros proyectos en común, fuésemos más conciliadores, y también más genuinos. Está visto que, cuando nos desconectamos del amor, todo se desmorona y se torna insostenible. Nos hemos dejado robar nuestros propios sentimientos. Atrapados por las tecnologías, somos una máquina de pensar alocado, que se deja imbuir por las modas y convencer por cualquier juego de tronos.

    Aún así, nos alegra, que la observancia del Día Internacional de las Familias de este año (15 de mayo), se centre en ellas y en sus políticas, en la promoción  de la educación y el bienestar de sus miembros en general. Pero, ciertamente, más allá del gozo es arduo esperanzarse. Somos una generación endiosada en un conocimiento tan inhumano como mezquino, incapaces de vernos en los demás, e igualmente, irresponsables a más no poder. Cada cual vive para sí, usa y tira, se aprovecha y oprime, gasta y consume, acorde con sus deseos, sin establecer límite alguno. Imagino, por consiguiente, que necesitamos reencontrarnos, sentirnos más parte de un todo, ser más generosos ante una atmósfera de poder excluyente, que esclaviza sin compasión alguna. Con demasiada frecuencia, tener un empleo no garantiza la posibilidad de escapar de la pobreza. ¿Dónde está el derecho de todos a compartir el progreso?. Mientras unos privilegiados lo tienen todo, para derrocharlo en su exclusivo divertimento, otros no tienen nada y no pueden ni quejarse, permanecen sin voz, en la marginalidad más deprimente. Es fundamental, por ello, valorar el rol de la dependencia de unos y de otros, y de la escuela como ámbito esencial de conciencia crítica, para poder avivar otros estilos de vida más justos y solidarios.

    Hoy más que nunca nos falta esa actitud de ser yo mismo, de prestar un servicio desinteresado, paciente, en disposición de hacer el bien, sin alardes, con la humildad de un corazón siempre en guardia, ante la propia vida que es un todo en común, en una diversidad conciliada o reconciliada. Las políticas de conciliación del trabajo y la familia son, precisamente, el compromiso de los gobiernos con el bienestar de las gentes y el adeudo del sector privado con la responsabilidad social de propiciar otra atmósfera más acogedora, en la medida de donarnos tiempo, cuando menos para reflexionar y saber convivir, tanto en el orden, como en la tranquilidad; ya que si importante es dignificar a la persona humana, la defensa de la unidad social y particularmente de la familia, es igualmente vital para perpetuar el linaje, cada día más amenazado por tantas fuerzas contrarias al sentido humano, gravemente enfermo, y que hay que sanar en nombre de todos los que amamos la vida. Desde luego el futuro está en el diálogo respetuoso, en la convivencia sin exclusiones, en el encuentro comprensivo y reconstituyente de un mundo más habitable. Muchas religiones ya son conscientes del valor que reviste esta promoción de amistad a través de sus diversas tradiciones. Confiamos, de igual forma, que los líderes de los diferentes campos de la actividad política y económica, tomen conciencia del fenómeno de las migraciones y activen la concordia como parte del pasaje humano.

    De todos modos, confirmo una vez más, que toca reencontrarse para poder cohabitar y coexistir. No podemos desanimarnos frente a las dificultades e incomprensiones. Siempre las habrá. No se pueden ignorar, entre otras cuestiones, este afán competitivo verdaderamente agresivo, tampoco las riadas de violencia y salvajismo que se producen a diario en cualquier parte del planeta, pero también hay realidades que nos llenan de ilusión, como puede ser la práctica de un deporte, con lo que ello conlleva de celebración festiva y de convivencia amistosa. Sin duda, el verdadero deportista, aparte de enseñarnos el valor del sacrificio, de la lucha, del respeto y de la responsabilidad, nos educa a trabajar en equipo con la valorización de cada uno. En efecto, pienso que nos falta instrucción, ya no solo para vivir como hermanos, también para trabajar  como consanguíneos, sin que nadie se pierda por el camino.  Lo decía en su tiempo el filósofo inglés, John Loche (1632-1704): "Dios ha creado al hombre como un animal sociable, con la inclinación y bajo la necesidad de convivir con los seres de su propia especie, y le ha dotado, además, de lenguaje, para que sea el gran instrumento y lazo común de la sociedad".

    Ahora bien, cuando las ideas corrompen y desentonan como viene sucediendo, nada es lo que parece y hasta el mismo pensamiento se contamina, lo que dificulta cualquier convivencia entre sabidurías. Es la ocasión de recordarnos la expresión que han de tener los sistemas económicos, el de servicio al ser humano y en beneficio del bien colectivo. Junto a esto, siempre una música respetuosa, que no engañe, pues cada ciudadano es algo más que un mero consumidor de mercado. Dejémonos reencontrar en la libertad y, desde esta apertura de conciencia, abrazar lo auténtico. Querer es poder. Y una vez hallados, no debiéramos dejar en el olvido lo que es innato en nosotros, la poética del abrazo. En nuestros días, acaso más que ayer, la ciudadanía necesite sentir ese afecto como cercanía. Pero cuidado, que ya en su época el novelista ruso Dostoievski (1821-1881), decía para sorpresa suya, que: "cuando más quería a la humanidad en general, menos cariño le inspiraban las personas en particular". Ya saben, lo del hombre es un lobo para el hombre. Sea como fuere, yo prefiero quedarme con la consigna, de que a un ser humano sólo le puede acoger y amparar otro ser humano.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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