El 4 de agosto de cumplirán veinticuatro años del deceso de José Ángel Conchello, un patriota  que se erigió en  voz clave del debate público, acaecida cuando se encontraba investido de la “dignidad senatorial” como dijeran los clásicos de la retórica antigua.

Daniel Estulin  otrora encargado de inteligencia profunda de los servicios de seguridad soviéticos, al realizar la disección del “Club Bilderberg”, señala a dos figuras centrales en el devenir de los acontecimientos que marcaron las postrimerías del siglo veinte; uno de ellos, una persona física: Ben Bradlee, el otro ,  por el contrario es un conglomerado,  se trata del, en otro tiempo célebre:  “Club de Roma”.

La caracterización del legendario director del “Washington Post”  que protagonizaran tanto Jason Robards como Tom Hanks en las cintas de Alan J. Pakula  y de Steven Spielgberg, y en las que  se aborda el escándalo derivado del asalto al “cuartel general” del Partido Demócrata, y la filtración por parte del consejero Dan Ellsberg  del estudio  sobre la “Guerra de Vietnam” encargado por el secretario de defensa Robert McNamara,  respectivamente,  lo convierten, en efecto, en una imagen icónica del período que al efecto refiera Estullin.

El “Club de Roma”, por su parte, postuló el principio de los “límites del crecimiento” a contrapartida de las tesis “desarrollistas”  emblematizadas en la época por W.W. Rostow ,  fue constituido por un grupo de personalidades destacadas que hicieron en ejercicio intelectual de previsión de horizontes futuros que en la prospectiva de la “RAND Corporation”  se denomina “encuesta Delphi”, la expresión más acabada de sus criterios quedaría  plasmada en un libro que hizo furor en su momento y en el que, a despecho de no pocos , se hacían citas lo mismo de Paulo VI  que  de Mao Tsedong llamado “Lo Pequeño es Hermoso”, libro cuya autoría corriera a cargo del sociólogo y economista alemán Ernst Friederich Schumacher.

El “Club de Roma” tan sólo dos asociados de Latinoamérica, siendo los dos mexicanos, Gabriel Zaid uno de ellos, el otro José Ángel Conchello; los integrantes del “Club de Roma” de acuerdo a los lineamientos metodológicos de la denominada “encuesta Delphi”, eran conocedores de diversas materias dotados de una especial profundidad conceptual, “como el vigía en el mastín de una embarcación” gustaba referir al respecto el propio José Ángel Conchello,  haciendo alusión al avistamiento de la tierra de la isla Ganahani que realizara Rodrigo de Triana; aun cuando, en lo personal, prefiero  pensar en el piloto de la nave de Eneas, Palinuro  el siempre preclaro observador; como preclaras serían no pocos de las dilucidaciones que corrieran a cargo de los integrantes del referido colectivo, y particularmente la que sean atribuibles a sus asociados mexicanos Gabriel Zaid y José Ángel Conchello.

“Las Formas Ocultas de la Propaganda”, obra  de constante referencia por parte del malogrado senador y de la autoría del hoy olvidado Vance Pakard, podría muy bien ayudarnos a comprender el hecho de que La tesis del “límite del crecimiento” ha derivado en los días que corren en parangón del fenómeno que ha sido bautizado por Oriol Malló como  “capitalismo verde”, el cual , al decir del referido autor, la único que tiene de verde es el color de los dólares.

Baste recordar al respecto la expedición el 6 de junio del 2012 de la Ley General del Cambio Climático, disposición que regula la expedición de bonos compensables ante los excedentes del límite de emisiones de gases con efecto invernadero, y que, por supuesto son siempre susceptibles de negociarse en el mercado secundario: el negocio de la sub-capacidad productiva entrelazada a la especulación financiera que esgrimiera desde los días de la “Cumbre de Rio” en el 92 el entonces senador Al Gore en su libro “La Tierra en Juego”.

La enconada defensa que Conchello  emprendiera en el senado de la soberanía mexicana en relación a las reservas petroleras del país, tal y como en fechas recientes lo ha destacado nuestro amigo Leopoldo Mendívil en su libro “Secreto Pemex”,  lo convertirían ahora, tal y como lo fuera a lo largo de su vida pública en una voz lúcida y elocuente, conocedora de las aristas de los diversos argumentos en disputa,  que, como dijera la contraportada de su libro “Agonía y Esperanza”, no “comulgaría con ruedas de molino”, y  que, por el contrario, en mucho nos ayudaría  a encontrar salidas inteligentes y novedosas con las que afrontar  las encrucijadas que al momento presente se nos muestran.

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Columna | P u l s o    P o l i t i c o

    José Angel Conchello, un panista fuera de serie, como hay muchos, se opuso cerradamente al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, afirmando que era como si la cadena de tiendas de autoservicio, Woold Mark, hiciera un tratado con la tiendita de la esquina. La economía estadounidense, nos iba a aplastar.

    Pero el presidente Carlos Salinas de Gortari, decía lo contrario. México iría a la gloria, formaría parte del primer mundo y anticipándose a todo eso y precisamente cuando fue asesinado Luis Donaldo Colosio, el candidato priista a sucederlo en el mando, le llegó la noticia de que México había sido aceptado como miembro del club de ricos. Ya pertenecía a la OCDE., donde hemos sido los coleros en todo: en salario mínimo, en educación, en índice de desarrollo, etc.

     La idea de Salinas era convertirnos en un país maquilador de las empresas gringas, es decir, teníamos mucho que ofrecer para ello: grandes recursos naturales y mano de obra barata. Lo que ellos estaban buscando.

    Si llegaron a nuestro país grandes empresas automotrices, tanto de Estados Unidos como de Japón, Alemania, etc., se debió a eso, a que ofrecíamos mano de obra barata y una gran cercanía con el mercado más importante del mundo, pues somos, queramos o no, vecinos de Estados Unidos de América.

     Para las empresas automotrices, como la Ford, a las que está espantando Donald Trump, para obligarla a regresar a los Estados Unidos, es mucho más redituable fabricar sus autos en México, donde paga a sus obreros 4 dólares por hora de trabajo, que seguirlo haciendo en su país, donde el salario de los trabajadores va de 14 a 16 dólares por hora.

     Y a eso llama el señor Trump, aprovecharse de los Estados Unidos.

     En México, las grandes empresas transnacionales, cuentan con infinidad de beneficios además de los bajos salarios que pagan a sus obreros, pues tienen exenciones de impuestos, terrenos para instalarse a bajísimo costo, dotación de los servicios que requieran, como agua, drenaje, electricidad, etc., con cargo al erario público, en fin….

      Reciben tantos beneficios, que llegan a creerse superiores al estado mexicano. No hay que olvidar que allá, en los primeros años treinta, el general Lázaro Cárdenas, jefe de la zona militar de Veracruz, acompañado del general Francisco J. Mújica, hizo una visita a una de las empresas petroleras que operaban en México (antes de la expropiación) Era una visita de cortesía del jefe de la zona militar, a la principal empresa que había en la región.

     Hubo muchos problemas a su llegada, pues no lo atendían. Cuando se apersonó con un jefe de oficina, éste lo hizo esperar casi una hora y al fin fue recibido por funcionarios segundones. Eso no lo olvidó nunca el general, ni tampoco su acompañante y se dice, que pudo influir después, cuando ya era Presidente, para hacer lo que hizo, expropiar la industria petrolera, cuya reacción, fue la típica de un patrón enojado: “Te vas a arrepentir de esto”.

     Bueno pues ahora, llega a Estados Unidos un presidente que cree en eso de la supremacía blanca y ve entre los negros y los morenos o los de ojos rasgados y los mahometanos no solo a seres inferiores, sino a criminales que están degradando la ejemplar vida de los blancos, que son ejemplo para el mundo.

     Y lo primero que se le ocurre, es construir una gran barda, una muralla, entre su país y el nuestro, para que ya no crucen la frontera los mexicanos traficantes de drogas, violadores, etc. y para en sus aeropuertos a cientos de personas de religión mahometana, impidiéndoles su ingreso.

     Y ahora resulta que hemos abusado tanto de los Estados Unidos, que hay que revisar el Tratado de Libre Comercio, que tantos perjuicios ha provocado a los pobrecitos gringos que hasta sin trabajo se han quedado.

     Habría que ver si el Tratado nos conviene o no nos conviene a nosotros. Hay expertos en materia económica, que dicen que dicho tratado es prescindible, que podemos vivir mejor sin él que con él,

      En primer lugar, dejaríamos de depender de los Estados Unidos y volveríamos a nuestro sistema de sustitución de importaciones que nos estaba convirtiendo en un país independiente; al concentrarnos en lo nuestro, dejaríamos de ser dependientes alimentarios, sobre todo de productos básicos como maíz, frijol, arroz, etc., y seguiríamos vendiendo a quien nos quiera comprar nuestro aguacate, nuestro atún, nuestras frutas, legumbres y hortalizas, que tienen gran aceptación en el mundo.

      Dejaríamos de entregar nuestras minas a consorcios extranjeros, para que ya no arrasen nuestros bosques, contaminen nuestras aguas y en poco tiempo terminen con nuestra riqueza de oro, plata y otros metales, que no pudieron acabar en 300 años de dominio, los conquistadores españoles.

      Antes del Tratado de Libre Comercio negociado por Salinas, crecíamos a un ritmo del 6 por ciento anual. Después del tratado ese, nuestro crecimiento fue del uno y dos por ciento en tiempos de Fox y de menos uno, en tiempos de Calderón.

      El panista José Angel Conchello, que murió en un no aclarado accidente de tránsito cuando era senador de la república y había denunciado que los gringos ya estaban explotando petróleo en nuestras aguas profundas, concretamente en “la dona” del Golfo de México, fue un profeta. Dijo con muchos años de antelación, lo que estamos viendo ahora.

      La importante manifestación de ayer en la capital del país, con réplicas en varias ciudades de la república, constituye una muestra de la unidad nacional que la actitud del presidente del país vecino del norte, ha provocado entre los mexicanos, pero también debe verse como una crítica al gobierno de nuestro país, por ser tan tibio en sus reclamos al güero yanqui, que en su locura de poder, se cree superior.   

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