Lunes, 15 Agosto 2022 08:33

La última tortilla

Columna | Diputado 501

México es un país de 130 millones de habitantes asentados en un territorio de 2 millones de kilómetros cuadrados; por su tamaño ocupa un lugar doceavo en las estadísticas mundiales, en tanto su economía se ubica en el lugar 15 de las mayores del mundo. Pero, ¿cuál es el nivel de bienestar de sus habitantes?

Las dimensiones de nuestra nación no se corresponden con los beneficios que genera, ya que en el examen de las estadísticas de los 193 estados de Naciones Unidas, sobre el Índice de bienestar social, se encuentra en el lugar 50 a nivel mundial.

POR LA NEGATIVA

Lo anterior significa las carencias y déficits sociales que se padecen en alimentación, vivienda, educación, trabajo, etc; como consecuencia de una mala distribución del ingreso, ocasionando incrementos en la pobreza, como ocurrió durante la pandemia, y conflictos que, en ocasiones, propician la violencia.

La sociedad mexicana, como en todo el mundo, vive tiempos de terror y dolor incrementados por la pandemia, los conflictos mundiales, entre ellos la guerra de Ucrania, la inflación de los precios básicos de subsistencia y los movimientos migratorios de más de 100 millones personas en busca de un lugar donde trabajar para acceder a una vida segura. Un mundo devastado por la inseguridad y violencia.

Dentro de esquema dantesco, la crisis múltiple mundial azota nuestra nación con el fantasma del “hambre”, una mayor desnutrición a la ya ancestral en que se ha visto envuelta por siglos nuestro pueblo.

El alimento popular del pueblo cuya demanda de tortilla es de 97 por ciento de los mexicanos. En la población de pobreza extrema llega a ser el único alimento al alcance de sobrevivencia.

Los precios de la tortilla se han disparado, como siempre ocurre en los periodos de inflación, aunque en esta ocasión son aumentos que superan la media del aumento de precios, por lo que si bien existe un programa de control o atenuación de la inflación, cuyo objetivo en 81 por ciento de recursos son aplicados a subsidiar la gasolina, donde se benefician las clases media y alta, de preferencia población urbana, no los pobres, y menos los del campo.

El precio de la tortilla se disparó de $15.07 en 2020 a $22.50 en estos días con referencia a la Ciudad de México. En el resto del país fluctúa entre el más alto en Acapulco, donde se adquiere el kilo entre 27 y hasta 34 pesos; Mexicali 25.86, La Paz en 24.50.

A través del tiempo, la tendencia del precio de la tortilla no ha dejado de aumentar; en 30 años el salario mínimo era capaz de adquirir 50 kilos, en tanto hoy, que los ingresos del salario se sitúan en los $172 pesos, solo se obtienen 27 kilos.

POR LA AFIRMATIVA

Para el Presidente el encarecimiento de la tortilla se debe al “alza del costo del maíz a nivel internacional”; añadió que su demanda incluye alimentos “para aves y porcinos por lo que también están ocasionando este incremento”.

Las cifras oficiales gravitan en la autosuficiencia, aunque reconocen una caída en la producción, por otra parte, se compensa con la baja de importación por encima del 10 por ciento.

El discurso oficial no satisface los estómagos vacíos.

El objetivo de la “Autosuficiencia alimentaria y rescate del campo” está escrito en el “Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024”: “En 2021 deberá cumplirse la meta de alcanzar la autosuficiencia en maíz y frijol”. No se cumplió.

El consumo de maíz blanco y amarillo, en 2021, fue de 44.8 millones de toneladas; en tanto, las importaciones en el mismo período fueron de 17.7 millones de toneladas, 3.6 millones de toneladas más que en 2017.

En lugar de avanzar, se retrocedió.

Las 17 millones de toneladas que se importaron son de maíz amarillo, que se usa para la producción de carne, leche y huevo. En frijol se importaron 143 mil toneladas; es decir, el 8 por ciento del consumo nacional.

Se requiere pasar de las palabras a los hechos, políticas que incrementen la productividad, la adopción de paquetes tecnológicos, el uso de semillas mejoradas, la introducción de sistemas de riesgo y demás prácticas que incrementan el rendimiento.

Lejos de mejor se retrocede; en 2019, el Programa de Precios de Garantía a Alimentos Básicos (PGPAB) no era lógico pagar más por tonelada a los campesinos pobres porque se carecía de más superficie para sembrar.

El incremento de precios de garantía cubrió a pocos campesinos. De los 2 millones cien mil pequeños productores en 2021 solo apoyaron a 97 mil o sea el 5%.

PARA EFECTOS CONSTITUCIONALES

Por otra parte, el Programa Fertilizantes inició operaciones en 2019, y tuvo como población objetivo a 300 mil productores agrícolas del estado de Guerrero, y para 2020, se amplió a 69 mil de Morelos, Puebla, Tlaxcala y Estado de México.

El Programa de Fertilizantes solo cubre a 300 mil productores, al 18 por ciento de los campesinos que lo necesitan, además no se distribuyeron 56 millones de pesos, de sacos de fertilizantes que seguían en sus bodegas en septiembre de 2021.

El ataque de Rusia a Ucrania ni tampoco fue la pandemia, porque la primera sucedió en 2022 y en la segunda no se suspendieron las actividades agrícolas y, por el contrario, la elevación de precios que ocasionó pudo ser incentivo para producir más.

El “ Apocalipsis” que describe San Juan es la muerte letal que agobia la existencia de los pobres, en nuestra sociedad se precipita con los aumentos del precio de la tortilla: “primero los pobres”.

Publicado en COLUMNAS

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