Miércoles, 28 Noviembre 2018 16:13

Termina la era priísta (II)

Columna | P U L S O    P O L I T I C O

        Los panistas en el poder, ni fueron honestos, como pregonaron durante más de cincuenta años, que serían; ni fueron eficientes en el desempeño del gobierno. Fox, que sí ganó las elecciones, en la primera mitad de su periodo, perdió 50 escaños en la Cámara de Diputados en la elección intermedia.

        Calderón, que ganó por un mínimo margen en la votación, que no llegó ni a un punto porcentual y que inició lo que el mismo llamó, la “guerra contra el narcotráfico,” llevó a su partido a ocupar el tercer lugar en la elección presidencial del 2012.

         Volvió el PRI al poder con Erique Peña Nieto, pero con el sistema neoliberal implantado por los tecnócratas y que estaba originando una gran inconformidad social; una creciente inseguridad pública, un incremento de la violencia en numerosas entidades del país, un mayor grado de pobreza entre la población y un incremento del desempleo, muy poco pudo hacer.

           Capoteó algunos de los problemas que tenía el país, pero no pudo con la inseguridad y la violencia que en vez de decrecer, crecía por todas partes.

            Vino el asunto de los 43 normalistas de Ayotzinapa, que habían sido asesinados en Guerrero, estado que gobernaba el Partido de la Revolución Democrática (PRD) crimen del que empezó a ser culpado el gobierno federal, sin que este diera una respuesta categórica sobre los hechos. Ese problema fue internacionalizado y el PRD en ningún momento dio la cara, pese a que los hechos ocurrieron en Iguala, donde el ayuntamiento era perredista.

            El no aclarar las cosas, el asumir sin protesta una culpabilidad que no tenía, el gobierno de Peña Nieto sufrió por este caso, un desgaste enorme del que no se repuso nunca.

           El Partido Revolucionario Institucional, perdió forma. Sus verdaderos líderes escaseaban desde que la tecnocracia eliminó a la clase política priísta, por no ser posgraduados de Harvard. Y el descontento popular crecía.

           López Obrador, que ya había sido candidato presidencial en dos ocasiones, seguía recorriendo el país hablando contra la corrupción, a la que culpaba de todos los males que el país sufría.

           Y es que la corrupción creció a límites intolerables, desde que la tecnocracia empezó a gobernar con su sistema neoliberal que beneficiaba a los que más tenían y agravaba la pobreza, el desempleo. Además, se perdió el sentido social de la obra pública, se deterioraron los servicios de educación y de salud, se cambió en lo obscurito la Ley Federal del Trabajo y se llegó a las reformas estructurales que regresaban a las grandes empresas transnacionales el manejo del petróleo mexicano y la energía eléctrica.

            Si además se considera que el sistema de selección de candidatos a los puestos de elección popular, se hacía solo entre familiares y amigos de quienes estaban en la cúpula del poder, haciendo a un lado a las bases partidistas que se empezaron a sentir utilizadas como carne de mitin, se explica uno porqué el PRI empezó a desintegrarse y a pasarse, silenciosa pero constantemente, al partido que Andrés Manuel López Obrador había fundado y al que concurrían los políticos decepcionados de todos los partidos.

               El Partido de la Revolución Democrática y el PAN, partido de la derecha, empezaron a sufrir igual que el PRI, la emigración de sus bases al nuevo partido Morena.

               Y así se fue conformando el triunfo de López Obrador, que ofrecía un cambio de régimen, no solo de gobierno o sea, contrario a lo que hicieron los panistas en el poder durante doce años, que no cambiaron nada, solo agravaron lo mal hecho que los priístas habían dejado.

               Ya como Presidente Electo, López Obrador empezó a mostrar lo que es un cambio de régimen, a desmontar lo mal hecho para ser sustituido por nuevas formas de hacer gobierno, lo que ha espantado a muchos, principalmente a quienes se sienten afectados en sus intereses.

             El sistema económico neoliberal, definitivamente se acaba. Habrá lucha frontal contra la corrupción y para combatir la inseguridad se crea la Guardia Nacional, para poder mandar a sus cuarteles a soldados y marinos, que según la Constitución, están para resguardar la soberanía y el territorio nacional y no para hacer las veces de policías. Se les utilizó para eso, porque el país no tenía policías civiles bien conformadas y bien entrenadas y todavía no las tiene, excepción de la policía federal, pero no es suficiente.

             Bueno, el PRI está en la última etapa de su larga historia llena de buenas y malas cosas. Su resurgimiento dependerá de la forma en que los priístas puedan afrontar su nueva realidad. Su derrota, en esta elección, fue contundente y no habrá resurgimiento si no hay cambios de fondo en el partido nacido como consecuencia del triunfo de la primera revolución social del siglo XX.

Publicado en COLUMNAS

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