Columna | P U L S O   P O L I T I C O

        El PRI, el PAN y el PRD, fueron durante décadas, los principales partidos políticos del país: el PRI liberal, el PAN conservador y el PRD representando a la izquierda. Con 90 años de historia el PRI; el PAN, con 80 y el PRD con más de 30, cayeron en las elecciones del 2018 a su mínima expresión, por no querer darse cuenta de la realidad política, económica y social del país, provocada por los malos gobiernos surgidos de esos partidos, especialmente del Revolucionario Institucional y de Acción Nacional.

          Surgió una nueva corriente política, el Movimiento de Renovación Nacional, “Morena”, que logró su registro como partido político, lanzando como candidato presidencial a Andrés Manuel López Obrador, luchador social que había sido priista, que fue perredista y dos veces candidato a la Presidencia de la República por este partido y que después de su segunda “derrota” decidió abandonar al PRD, por desconfianza hacia sus dirigentes, Los Chuchos y formar un nuevo partido con principios de avanzada, de izquierda moderada, con una clara proyección social y luchar en serio para acabar con la corrupción de la que hicieron gala, los gobiernos panistas y priistas neoliberales.

         El discurso loperzobradorista, fue bien recibido por los electores y obtuvo un triunfo arrollador con más de 30 millones de votos. El PRI, el PAN y el PRD, quedaron virtualmente aplastados al grado de que no habiendo coincidencias entre el PRI y el PAN, en ideología, en programas de acción, ni en política social, acordaron una alianza, tan absurda, como la que ya había entre el PAN y el PRD, el primero conservador con fuerte apego a la iglesia católica y el segundo, de izquierda, laico y con planteamientos para abatir la desigualdad social que sigue siendo uno de los problemas más sentidos, que venimos arrastrando desde la época colonial. El barón de Humboldt, en el siglo XIX, poco antes de la Independencia Nacional, hizo un recorrido por varios países de América Latina y al hacer un resumen de su viaje de estudio por el continente, dijo que el país más desigual de todos los que había visitado, era la Nueva España.

            Si usted revisa las revistas y periódicos de los años noventa y de los primeros quince años del siglo XXI, se dará cuenta que el desplome económico de México ya era evidente. Su deuda exterior había crecido en forma escalofriante. Debíamos billones de dólares, los seguimos debiendo, pues los gobiernos priistas y panistas de las últimas décadas, todo lo arreglaban solicitando préstamos al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial y esos préstamos iban a parar en gran parte, a los bolsillos de los altos funcionarios corruptos y no resolvían los problemas existentes, que por el contrario, seguían agravándose.

           El descontento social era cada vez más evidente, sobre todo por el surgimiento de los problemas de inseguridad y violencia en casi todo el país. La industria eléctrica y la petrolera, casi se habían entregado ya a inversionistas extranjeros. Bueno, un poco más y acabamos en la ruina total.

           La reacción de los ciudadanos en las elecciones del 2018, nos salvó de una nueva revolución, que no iba a ser de caballitos y carabinas 30-30, sino de metralletas, granadas de mano y armas sofísticadas, que países como Estados Unidos, venden a la delincuencia organizada, sin ningún problema. Actualmente hay en el país, más armas que las que hubo en todo el periodo de la Revolución de 1910.

           COMO ALIANZA OPOSITORA, NI EL PRI, ni el PAN, ni el PRD, han hecho un planteamiento serio para competir con el actual partido en el gobierno.

            No han presentado un proyecto nuevo de país, un plan de reformas estructurales, no como las de Peña Nieto, sino con visión social, con realismo económico y político, con base en nuestra actual realidad.

          Todo se les va en ataques al gobierno, principalmente al presidente, en festejar que no dejaron pasar la reforma eléctrica; en poses ridículas y absurdas como la de abandonar la sesión donde se trató el asunto de la nacionalización del “litio”.

          Como opositores, razonan y actúan como estudiantes de secundaria: hacer relajo en clases, para desesperar al maestro. Los dirigentes nacionales de los tres partidos de la alianza tienen un comportamiento muy mediocre: no hay nada serio en sus planteamientos, han hablado de dictadura, de autoritarismo, de falta de libertad de expresión. Se dejan mangonear por un empresario derechista, sin experiencia política alguna. Bueno, son un desastre políticamente hablando, porque no se ocupan en la reconstrucción de sus respectivos partidos, que cada día están peor: no tienen estructura ni organización partidista, están perdiendo aceleradamente militantes y no hay ni un plan, ni un proyecto medianamente importante, para lograr su reorganización, que es en lo que deberían estar día y noche.

         Las elecciones del próximo domingo en seis estados de la república que renuevan gubernaturas, congresos locales y ayuntamientos, pondrán de manifiesto la triste situación en que se encuentran en este momento. Ya veremos que resulta de las elecciones del domingo 5 de junio.

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