Columna | P U L S O   P O L I T I C O
     
        Los sectores progresistas de Puebla perdieron a uno de sus mejores líderes de los años setenta y ochenta, cuando se dio en la entidad una dura lucha entre liberales y conservadores, como consecuencia del movimiento de Reforma Universitaria.

       Jorge Othón Chávez Palma, dedicado siempre a la docencia y militante del Partido Comunista Mexicano, después convertido en Partido Socialista Unificado de México, fue dirigido por el entonces joven izquierdista que fue diputado local y uno de los líderes progresistas de Puebla, más estimados por su congruencia ente su postura política y su vida personal.

       Fue originario de la mixteca poblana, concretamente de Tulcingo de Valle, una población que está en la frontera del Estado de Puebla con el Estado de Guerrero.

       Su familia se trasladó a esta capital y fue aquí donde los hermanos Chávez Palma se formaron tanto en la Normal del Estado, como en la entonces UAP. Todos fueron militantes de la izquierda y los más destacados fueron Jorge Othón y Alejandro, éste último doctor en Economía egresado de la UAP y doctorado en la Habana, Cuba.

         Al fallecer, el viernes santo pasado, Jorge Othón ya tenía 85 años de edad y estaba prácticamente alejado de la actividad política, dedicado a un pequeño negocio de su propiedad, pero su actuación en la vida política de Puebla, fue muy destacada en las dos décadas arriba mencionadas.

          Nunca fue un izquierdista acelerado, por el contrario, siempre actuó con sensatez y absoluta honestidad. Últimamente  participaba en algunos actos políticos, pero en forma muy discreta. Supo alejarse a tiempo y nunca presumía de sus pasadas glorias. Nuestras sinceras condolencias a su familia, a sus hermanos y demás parientes, entre ellos a nuestra colega y gran amiga, Coca Castillo Palma, su prima hermana, por conducto de quien nos enteramos de esta triste noticia.

           COMO TODO MUNDO SABE, EN EL SIGLO XIX nuestro país sostuvo una guerra interna llamada de Reforma, que encabezó don Benito Juárez. Fue el enfrentamiento del grupo conservador y del grupo liberal y tuvo por objetivo, lograr la independencia del gobierno civil, de las autoridades eclesiásticas que después de la Guerra de Independencia Nacional, siguieron controlando la economía y pretendiendo controlar al gobierno civil.

           Producto de esa lucha, que duró varios años, el gobierno mexicano se declaró laico, es decir, no perteneciente a ningún credo religioso y respetar las creencias de todos los ciudadanos que estaban en libertad de adoptar la religión que quisieran y no tener a la católica como única opción.

           HASTA LA FECHA SIGUE IMPERANDO EN NUESTRO país el principio del Estado Laico, es decir, un gobierno totalmente ajeno a cualquier credo religioso, pero respetuoso de todos.

           Los gobernantes, como ciudadanos mexicanos, pueden ser católicos, cristianos de cualquier secta, Testigos de Jehová, mahometanos, menonitas, etc., pero su participación en actos religiosos, debe ser estrictamente privada, es decir, no llevan nunca la representación oficial a dichos actos.

         Cuando el presidente Gustavo Díaz Ordaz, considerado en círculos políticos, como de derecha y católico, tuvo que entregar a su única hija en matrimonio, era Presidente de México y cumplió con la costumbre de llevar a su hija pero dejándola en manos de su futuro esposo a las puertas del atrio del templo y el regresó a Los Pinos.

          El Presidente José López Portillo, fue a recibir al areopuerto de la ciudad de México al Papa Pablo VI, le dio la bienvenida como jefe del Estado Vaticano y al término de su discurso le dijo: “Lo dejo en manos de los fieles de su Iglesia” y se retiró.

          LOS PANISTAS, HEREDEROS DEL PARTIDO CONSERVADOR, tenían como objetivo romper con el Estado Laico y adoptar como religión de Estado al catolicismo, por ser la religión mayoritaria.

           Tuvieron ya en sus manos el gobierno de la República dos veces y aunque lo intentaron desde la primera vez, no pudieron hacer nada.

          Vicente Fox, hizo un compromiso con las autoridades eclesiásticas, para poner en sus manos la Secretaría de Educación Pública y no pudo hacerlo.

          Antes de tomar posesión como jefe del Estado Mexicano, fue a postrarse ante la Virgen de Guadalupe en la Villa y a escuchar misa. El acto de toma de posesión, dejó de ser lo que era, pues inició su discurso con un saludo a sus hijos y familiares cercanos, sin siquiera hacer mención de los diputados y senadores ahí presentes.

         Luego pasó al Auditorio Nacional, donde sus hijas le entregaron un Crucifijo y ya en funciones de jefe del Estado Mexicano, sacó de Los Pinos una pintura que era un retrato de don Benito Juárez, el padre de la Reforma y lo pidió Santiago Creel, para llevarlo a la Secretaría de Gobernación.

          Al segundo año de su gestión, decidió casarse, pues era divorciado, con su jefa de prensa, que también era divorciada, solo por lo civil, es decir, tuvo que atenerse a una ley de la Reforma de Juárez. Y empezó a ir a misa a la Catedral metropolitana todos los domingos, para que la gente lo viera por televisión. Ninguno de los dos comulgó, porque estaban ex comulgados por ser ambos divorciados, es decir, vivían en pecado. Por eso mismo, la “señora Martha” no pudo entrar al Vaticano cuando ambos fueron a Roma a visitar al Papa. La señora se vengó besando a Vicente el presidente, frente a la basílica de San Pedro.

           Felipe Calderón fue mucho más discreto después de los ridículos que hizo su antecesor. Su padre, Luis Calderón Vega, fue de los fundadores del PAN y maestro de varias instituciones privadas del Distrito Federal, entre ellas la Escuela de Periodismo Carlos Septién García y a este columnista le consta, que era un conservador muy religioso y muy respetuoso de quienes no pensaban como él. Algo debió heredarle en ese aspecto a su hijo, que está considerado como el responsable del desastre social que ha sufrido México, como consecuencia de su “guerra contra el narcotráfico”.

           TODO ESTO VIENE AL CASO, PORQUE EN ESTE siglo XXI, después de más de 150 años de laicismo, Puebla rompe con ese esquema que está plenamente aceptado por todos los sectores sociales, al encabezar, junto al Arzobispo y al presidente municipal de la capital la procesión del Viernes Santo nada menos que el gobernador del Estado, Sergio Salomón Céspedes Peregrina.

            No hay registro de que después del triunfo del liberalismo y de la separación de la Iglesia del Estado, alguna autoridad poblana de la categoría del gobernador, haya participado abiertamente en un acto religioso tan importante  como el que comentamos.

            El arzobispo de Puebla, monseñor Víctor Sánchez Espinosa, es originario de la Mixteca. Allá hizo su estudios primarios (Huehuetlán el Chico, junta auxiliar de Chiautla de Tapia) es un hombre plenamente identificado con su región y con la población del estado en general y es sumamente respetuoso de las autoridades civiles, guardando amistad con varios personajes de la política local, pero es incapaz de pretender influir en las funciones del gobierno civil, pues ha sido muy respetuoso de esa separación que hay entre el gobierno civil y el gobierno eclesiástico, así es que por ese lado no hay problema. Tanto don Víctor, como su antecesor, han logrado establecer el respeto mutuo que debe haber entre la autoridad civil y la eclesiástica, que tan dañadas estuvieron en los años sesenta y setenta, cuando la autoridad eclesiástica estuvo en manos de don Octaviano Márquez y Toriz, que ese sí, pretendía ser el guía de la autoridad civil.

          El señor gobernador debe saber que su presencia en la procesión del viernes, pasará a la historia, pero no influirá en nada, políticamente hablando, en su popularidad, pues los católicos saben distinguir plenamente las funciones que corresponde a cada quién. Pasará a la historia, como la primera violación al principio de laicidad del Estado, en más de 150 años. El alcalde, don Eduardo Rivera, ya fue alcalde durante el primer gobierno panista de la entidad poblana y entonces no participó en ningún acto religioso. Tal vez quería hacerlo, pero el gobernador panista de entonces, no lo permitiría, pues su autoritarismo rebasaba todo lo visto y oído.

Publicado en COLUMNAS

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