Lunes, 05 Diciembre 2022 06:22

Mantenerse vivo

Artículo | Algo Más Que Palabras

“Seguramente tendremos que vivir menos para nosotros y más para los demás, tomando conciencia sobre la importancia de mantener unos ecosistemas sanos, junto a un bienestar humano que pueda saciar su sed de interrogantes”.

    Somos muy distintos, con muchas diferencias entre unos y otros, pero tenemos que activar la cultura del sueño para mantenernos vivos. Lo más esperanzador siempre es levantarse unido al análogo, reconciliados entre sí y con la naturaleza, sabiendo que la fertilidad de la tierra como la de cualquier ser laborioso, también proviene de la capacidad de suministrar los nutrientes esenciales, que son los que verdaderamente mejoran la salud. De ahí, la importancia de un sistema educativo que reconozca la primacía de todo ser humano, como ciudadano abierto a las raíces conciliadoras de la verdad y el bien. No importan los lugares donde se habite, todo se ha globalizado, lo que interesa es el empeño que pongamos en el camino de la vida y en sus sustentos, con sus recias vivencias comunitarias, para continuar luchando por hacernos la existencia más llevadera para todos.

Los datos y las situaciones han de hacernos sentir más solidarios. En 2023, y según el Panorama Humanitario Mundial, 45 millones de personas de 37 países corren el riesgo de no poder salvaguardarse dinámicos, a causa del hambre, mientras otras gentes derrochan los recursos. Por eso, es esencial alcanzar un camino de aproximación, debido a la unidad en la diversidad y al testimonio natural de que nuestro propio linaje se mantenga resistente y hacendoso en sus vínculos, dando continuidad a la especie, redescubriéndonos y cultivando la auténtica sencillez del afecto. Sólo así, podremos dar aliento a nuestro itinerario viviente, con un renovado contexto productivo que nos de miradas nuevas y pasos efectivos en nuestro camino de concordia.

Seguramente tendremos que vivir menos para nosotros y más para los demás, tomando conciencia sobre la importancia de mantener unos ecosistemas sanos, junto a un bienestar humano que pueda saciar su sed de interrogantes. Hay que custodiarse en forma como sea, lo subrayo. Necesitamos salir de nuestro encierro de intereses, postura tremendamente egoísta que nos impide llegar a ser ese poema celeste, que es el que nos acrecienta la substancia alegre de nuestros corazones. No al poder que nos aborrega y domina, bajémonos de los pedestales y encendamos el fuego del querer, que es lo que realmente nos hace ser fructíferos e inagotables. La felicidad en suma, no se trata de poseer o de convertirnos en alguien, no, la verdadera placidez surge de conservarse en acción, arriesgando juntos y con la alegría del auténtico compromiso en las manos unidas y el consabido descanso en las pupilas.  

Al suelo por el que caminamos le pasa lo mismo que a nosotros, si lo alimentamos también nos alimentará, como si cultivamos la cultura del abrazo, nadie se resistirá a abrazarnos. Todo se reconstituye, volviéndose más abundante, en donación; con consecuencias directas sobre el ser humano. Hoy más nunca, hemos de propiciar impulsos que nos hagan renacer, más allá de las murallas de la rutina, de una vida embobada en los vicios y embotada en el consumo, más allá del miedo a lo desconocido, porque en realidad lo que nos rejuvenecen son los verdaderos deseos contemplativos, de levantar la mirada y sorprenderse hasta de uno mismo. Al fin y al cabo, nosotros somos lo que deseamos. Por desgracia, las fuerzas de la división y el odio están encontrando un terreno fértil en un paisaje lastimado por la injusticia y los conflictos.

Es necesario, por consiguiente, considerarnos enérgicos en todo momento y no privarse de pasar un buen día. Las tareas no son fáciles para permanecer juntos como una sola familia humana, rica en diversidad, igual en dignidad y derechos, unida en fidelidad, que es lo que realmente nos mueve la alegría de vivir, frente a una atmósfera que nos anestesia y nos hacer perder la calma. Tenemos que salir de este mercado que todo lo atormenta, hasta empedrarnos el corazón con el fetichismo del dinero y bajo la dictadura dominadora de una economía, ciertamente deshumanizante. Por otra parte, también nos llama la atención que el mundo esté golpeado por mil absurdas contiendas y por riadas de violencia, cuando todo vamos en la misma barca y hacia el mismo puerto, que no es otro que entender la ley del amor como el gran fertilizante viviente y saludable. Pongámosla en práctica.

Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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Publicado en COLUMNAS
Miércoles, 05 Septiembre 2018 20:56

El entusiasmo por mantenerse vivo

Artículo | Algo Más Que Palabras

“Haciendo mundo, somos personas de vida”
   
    Me gustan las gentes activas que no descansan, que luchan por construir una sociedad más justa y solidaria, que cultivan el espíritu de sacrificio y el don de superarse, al tiempo que fomentan el diálogo y la acogida. No hay otra salida, que valorarnos para poder seguir adelante, esperanzándonos por ese horizonte de luz que todos ansiamos abrazar, sin dejarnos abatir por las cruces que nos ponemos unos a otros. Quizás toda la vida sea sueño, como dijo el inolvidable dramaturgo y poeta Calderón de la Barca, pero es lo que hace que nuestra existencia crezca interiormente y no sea puro aburrimiento, porque deja de ser una carga al fundirse armónicamente con los invisibles abecedarios de la emoción. Precisamente, cuando nuestros anhelos se hacen realidad, es cuando mejor comprendemos la riqueza de nuestros latidos y el pulso de nuestros avatares. Por eso, es importante desvivirse por saber vivir seriamente por dentro, por acertar a compartir lo vivido, por hacer del camino un poema de paz.

    En efecto, uno existe por y para los demás, y debe conocerse para dar el primer paso hacia la libertad, lo que exige que la persona disponga de criterio responsable, y de este modo pueda encontrar un medio de vida decente para poder desarrollarse con dignidad. Naturalmente, la capacidad de cada uno de nosotros de convertirnos en actores de nuestro propio destino pasa por ser agentes de labor. Nadie puede vivir por otro. De ahí, lo fundamental que es combatir la exclusión y la espiral de la desigualdad social y de género que hoy reina en el planeta. Estamos llamados, por tanto, a llevar a buen término otra vida más auténtica, a salir de nuestro espíritu de confort, y a reconocer el valor que tiene la generosidad en sí misma. A toda esta atmósfera de crueldades vertidas por nosotros mismos se ha de responder con una visión de la vida y de la sociedad, muy diferente a la actual. Para empezar, hemos de ser más corazón que coraza, más esencia que mundanidad, más nosotros que yo, pues la cuestión no es pasar por este mundo, sino aprender a cohabitar sin marchitar los versos que anidan en todas las almas.

    Ciertamente, parece que nuestra vida se alarga cuando podemos ponerla en la memoria de nuestros análogos, máxime cuando practicamos el corazón, también acrecentamos el ánimo por vivir, y por ende, podemos llegar a paladear el inolvidable reencuentro con la mística Teresiana, de aquel inolvidable “vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero”. Hoy más que nunca tenemos necesidad de despertar, de salir de la oscuridad, para emprender la senda del amor luminoso que venza este orbe tenebroso, que a veces nos deja sin nervio para luchar y poder cambiar de ruta a tiempo. Sin duda, es en comunidad como mejor se avanza, acogiéndose mutuamente, respetándose siempre para que se produzca (y reproduzca) esa unión recíproca, a la luz de todo lo que desprende armonía.

    Convencido de que la mejor vida es la del verso, esto me injerta fortaleza, hasta volverme un explorador de firmamentos. Sin duda, el mejor poema es la brisa del alma, aquella que todo lo purifica y embellece, tras salir de uno mismo para entregarse al prójimo hasta volverlo próximo a nosotros, después de verse en esa poesía viviente del encuentro, y luego de mirarse socorriendo sin pedir nada a cambio. En consecuencia, son estas pasiones las que nos hacen revivir y sobrevivir, las que nos alientan como don Quijote a ser poetas en guardia, aún en plena tempestad como el momento presente, en el que aumentan las víctimas por doquier lugar como resultado de la represión, de la violencia, del accionar de tantos grupos armados sanguinarios, y de los mil atropellos a los derechos humanos. Ojalá nos entendamos más pronto que tarde y veamos la manera de abrazarnos junto a la verdad del ser y del estar. Es cuestión de que aprendamos a sentir con las gafas correctas. Y, en todo caso; hemos de pensar que haciendo mundo, somos personas de vida. Desgastémonos con esa savia penetrante, al menos para merecernos haber vivido. A propósito, les confieso, que mi punto cardinal es el verso y la palabra en naciente continuo. Lo digo por si quieren citarse conmigo, junto a soledad que nunca me abandona, y disfrutar del poético recitar incorpóreo. 

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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