Domingo, 03 Marzo 2019 19:44

El PRI, noventa años de historia

Columna | P U L S O    P O L I T I C O

           El Partido Revolucionario Institucional, es producto de la Revolución de 1910, que derrocó al régimen dictatorial de Porfirio Díaz para dar paso a un régimen más humano, un régimen que antepusiera la justicia social a todo lo demás.

           Al finalizar la etapa armada de la Revolución, en 1920, el país estaba desecho. Un millón de mexicanos habían perdido la vida en ese periodo de diez años y la economía estaba devastada, tanto en el campo, como en las incipientes industrias que existían en los asentamientos urbanos.

             Para colmo, los revolucionarios triunfantes estaban divididos entre los madreristas, los zapatistas, los villistas, los carrancistas y los floresmagonistas, que tenían exigencias válidas pero imposibles de cubrir todas a un tiempo.

             Exigían democracia electoral, justicia para los hombres y mujeres del campo, reparto de tierras; justicia para los obreros y artesanos, en fin...

             Todos los conflictos políticos surgidos de esos grupos, se dirimían  con las armas en la mano. Había desorden por todos lados y el país apenas y tenía algunas vías de comunicación para que el gobierno pudiera acudir a resolver los problemas existentes.

              Surgieron los hombres fuertes, los caciques, que prácticamente de adueñaban de regiones enteras sometiéndolas a su voluntad.

               En medio de ese caos, surgió la idea de Plutarco Elías Calles, de convertir a México en un país de instituciones fuertes, en vez de uno de hombres fuertes.  Para tener futuro había necesidad de modernizarnos y para eso se requería de la unidad de los mexicanos y a eso convocó a los grupos beligerantes surgidos de la Revolución.

                  Para ello propuso la creación de un organismo partidista, que daría cabida a todas las corrientes y a través del cual, se discutirían y se abordarían los problemas más urgentes de la nación.

                  El 4 de marzo de 1929, surgió el Partido Nacional Revolucionario, comprometido a dar cumplimiento a los postulados de la Constitución de febrero de 1917, en la que quedaron plasmadas las exigencias de todos los sectores participantes y los grupos revolucionarios para hacer de México, una nación próspera, igualitaria, con educación, servicios médicos y derechos para todos los mexicanos.

                  Habría democracia electoral y los habitantes de este país, elegirían libremente a sus gobernantes.

                   Arreglar todo el desorden que había en el territorio nacional, no fue cosa fácil, máxime que Calles,  se auto-nombró, “Jefe Máximo de la Revolución Mexicana” y empezó a actuar y decidir, como un dictador.

                 Imponía presidentes de la república que lógicamente acataban sus órdenes, desde la formación de su gabinete, hasta las obras que debían realizar. El ingenio popular empezó a decir respecto a esa situación: “Aquí vive el presidente y el que manda vive enfrente”.

                 Pero llegó Lázaro Cárdenas, un joven general que también fue nombrado por él y al principio le dio el trato de subordinado. Ya siendo presidente electo, fue Cárdenas, al rancho de Calles para informarlo y calles tuvo el desatino de minimizarlo: “Que espere. Ofrécele un café, mientras termino”. Estaba con unos amigos, entretenido en un juego de mesa.

                   Pasó cerca de una hora cuando se dignó recibirlo y eso fue la gota que colmó el vaso. Cárdenas no solo no obedeció sus órdenes, sino que lo expulsó del país.

                   Y entonces comenzó la etapa constructiva más importante de la Revolución de 1910. No solo se realizaron obras materiales, caminos, escuelas, hospitales, sino que se crearon instituciones que todavía prevalecen. Vicente Fox dijo que los años de los gobiernos revolucionarios habían sido para el país, tiempo perdido, pero él no pudo prescindir de ninguna de las instituciones creadas por los gobiernos surgidos de la Revolución y tampoco creo o hizo algo importante para el país.

                Después de Cárdenas, hubo gobiernos como el de Manuel Avila Camacho, Miguel Alemán, Adolfo Ruíz Cortines, Adolfo López Mateos, Luis Echeverría y José Lopez Portillo, que en altas y bajas, continuaron en alguna forma con el programa de la Revolución.

                 El partido Nacional Revolucionario, se convirtió en Partido de la Revolución Mexicana y cuando el candidato fue Miguel Alemán, adoptó el nombre de Revolucionario Institucional.

                Cada presidente imprimió un sello distinto a sus respectivos gobiernos; Miguel Alemán inició la etapa del capitalismo nacional; Avila Camacho, fue creador del Seguro Social; Ruíz Cortines sorteó la difícil situación económica que le dejó Alemán e hizo un gobierno austero, pero eficiente. López Mateos fue un presiden con gran carisma, que inició la entrega de textos gratuitos para alumnos de primaria y secundaria e impulsó a México a nivel internacional.

                  Díaz Ordaz hubiera pasado como un bien presidente, sino hubiera tropezado con el problema de 68, que además de que fue manejado torpemente por el gobierno, tuvo enemigos internos que agravaron las cosas.

                   Con Echeverría se creó el Infonavit, que benefició a los trabajadores y a la industria de la construcción y con López Portillo, culminó la etapa de la Revolución Mexicana.

               Entró al gobierno el grupo tecnocrático comandado desde el principio por Carlos Salinas de Gortari. El presidente Miguel de la Madrid, fue puesto como gobierno de transición.

                Salinas de Gortari fue el que llevó a México por el camino del neoliberalismo siguiendo los dictados de Washington, con una política económica que benefició grandemente a pocos empresarios mexicanos, provocando el empobrecimiento de las clases medias y el derrumbe de las clases populares al grado de que ahora tenemos a 50 millones de pobres.

                 Ese fue el principio del fin de la etapa del partido Revolucionario Institucional, que cambio de rumbo al país y que en vez de pugnar por el beneficio de las grandes mayorías, benefició ridículas minorías, vendiendo los servicios básicos de la nación, como la electricidad, los ferrocarriles, los aereopuertos, las autopistas, a pequeños grupos empresariales, hasta la entrega, con Calderón Hinojosa y Peña Nieto, de las minas y el petróleo al capital internacional. De ahí el estrepitoso derrumbe del PRI.  

            Ayer cerraron sus precampañas los precandidatos de Morena, para la gubernatura local. Alejandro Armenta lo hizo en esta capital con un concurrido mitin en el zócalo y Luis Miguel Barbosa, lo realizó en Tehuacán, región de su nacimiento. La encuesta interna de Morena, se inicia hoy para determinar quien es el candidato.

Publicado en COLUMNAS

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