Lunes, 31 Octubre 2022 10:17

Nuestra Señora la Conquistadora

Mariano Fernández de Echeverría y Veytia describe magistralmente la historia de la edificación y la silueta misma del Convento de San Francisco sobre las márgenes del río que abastecía de agua, tanto a la cofradía de los monjes como a la ciudad misma que comenzaba a extender su mancha de edificación en el solar donado por Diego de Ordaz a intervención del oidor Juan de Salmerón.

Fray Martín de Valencia estatuiría estrictas indicaciones para la edificación de los conventos de la “Orden Seráfica del Padre de Asís”, en los que la cercanía a depósitos de agua que observaran condiciones específicas sería de observancia estricta y escrupulosa.

El convento de Puebla, en consecuencia, erigido frente a la Iglesia de la “Dolorosa” y contiguo a la parroquia de Nuestra Señora de la Macarena, se edificó adjunto la vertiente del depósito hidrológico denominado Huitzilipan   o “sitial de colibríes”, alejado, en consecuencia, del paraje llamado “Cuetlaxcoapan” o “lugar donde las víboras cambian de piel”.

Los estudiosos de la historia de la arquitectura han destacado la indicación en cuestión en los diversos monasterios edificados por los franciscanos en la península de Yucatán, consideración que bien valdría la pena tener en cuenta en el caso que nos ocupa,  dado que, tal y como al efecto lo reseña Mariano Fernández de Echeverría y Veytia,  el obispado “Carolense” del que fuera investido Fray Julián Garcés correspondía originalmente a dicha latitud.

La posterior fijación de la sede obispal, primero en Tlaxcala y posteriormente en la Ciudad de los Ángeles, determinó que el carácter de “obispado Carolense” quedase en dicha localidad, en tanto que, con posterioridad , se nombraría un obispo para una nueva diócesis con jurisdicción en la península.

“La entrada hacía el  poniente” al decir de Jacobo de Villaurrutia en su “Grandeza Mexicana”, cruzada en ocasiones por una nave vertical, se constituye en  otra de las características arquitectónicas que observan las edificaciones franciscanas, y, por lo que hace al convento de la Ciudad de Puebla,  es de destacarse que  en la nave vertical que colinda con la referida parroquia de La Macarena se encuentra el cuerpo incorrupto  del Beato Sebastián de Aparicio.

Santo protector de los camineros, que se dio  a la tarea de abastecer de vituallas a los conventos de la Orden de San Francisco extendidos hacía el norte de México hasta el poblado de Guadalupe en  Zacatecas, desafiando en su peregrinar los peligros  derivados de la guerra del “Mixtón”,   librada durante todo el resto del siglo XVI contra los “chichimecas” a partir de la fundación de la Villa de Santiago de Querétaro en 1545 , precisamente con la edificación del “convento franciscano de la cruz”.

Custodiando en el altar al cuerpo del “beato”, el gran misterio, acaso desconocido incluso tanto por los actuales integrantes del gobierno diocesano como por los responsables del área de cultura del gobierno local, y que devela y revela magistralmente  Mariano Fernández de Echeverría y Veytia en su descripción contenida en la “Historia de la Fundación de la Ciudad de los Ángeles”,  se encuentra la estatua en un nicho de cristal de “Nuestra Señora la Conquistadora”.

Imagen que acompañara a Hernán Cortés al menos desde su estadía en Cuba, sino en que desde su arribo de España a Santo Domingo y que obsequió a don Gonzalo Acxotécatl Cocomitzin, uno de los guerreros tlaxcaltecas que se sumó a su campaña contra Tenochtitlán, y quién finalmente la entregaría para su custodia a las frailes asentados en la Ciudad de los Ángeles.

Historia que se pierde en el olvido, aun cuando su historia en mucho nos obliga a penar en el estrés hídrico que nos amenaza, devoción olvidada en los días que corren,  acaso, en la misma proporción en que  ha sido olvidado el relato hagiográfico y devocional que de Fray Cristóbal de la Cruz hace  el cronista Agustín Dávila Padilla en su “Teatro de la Orden de Predicados de Santo Domingo de guzmán en Nueva España” y que inspira la obra teatral de Miguel de Cervantes cuya trama se lleva a cabo en la Ciudad de México: “El Rufián Dichoso”; la  historia de “Nuestra Señora la Conquistadora”  se pierde en la Ciudad de Puebla  el olvido, aun cuando su historia, en mucho nos ayudaría  a penar en el estrés hídrico que en la actualidad nos amenaza.

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Jueves, 13 Octubre 2022 08:29

La Historia de Echeverría y Veytia

Mariano Fernández de Echeverría y Veytia falleció el 25 de febrero de 1780, fue investido en vida como caballero del orden militar de Santiago, se desempeñó como abogado de los Reales Consejos y de la Real Audiencia de México , y  por su nacimiento fue señor de la casa de infanzona y solariega de Veytia en el señorío de Vizcaya.

Natural de la Ciudad de los Ángeles en Nueva España, escribió la magna historia de la fundación de la misma, que quedó inédita a su muerte para ser dada a conocer en edición impresa hasta 1931 por iniciativa del entonces gobernador de Puebla, Leónides Andrew Almazán con motivo de las celebraciones del cuarto centenario del referido acontecimiento; desde entonces, jamás de los jamases ha sido reeditada.

Los editores de 1931 encontraron el manuscrito en la biblioteca de la Sociedad Científica “Antonio Alzate”, fundada en 1884, transformada al paso del tiempo en la Academia Nacional de Ciencias “Antonio Alzate” y hoy extinta, aun cuando seguramente sus archivos habrían pasado a formar parte de las correspondientes  Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística,  Academia Nacional de Geografía e Historia o quizá bien del Archivo General de la Nación.

Destaca en su obra don Mariano Fernández de Echeverría y Veytia la desaparición de los dos primeros tomos de libros de actas del cabildo correspondiente a la primera fundación de la ciudad, ya que, al igual que Buenos Aires, la Ciudad de los Ángeles fue fundada dos veces, dado que  el primer sitial, al igual que en el caso de Santo Domingo, fue borrado debido a las precipitaciones pluviales y al alud incontenible que barrió con aquel primer asentamiento.

La primera fundación tuvo como acto solemne la misa fundacional oficiada el 16 de abril de 1931 por parte de Fray Toribio de Benavente, en tanto que el alcalde Alonso de Helgueta presidió al frente de los pendones reales la procesión del día de San Miguel, 29 de septiembre de 1532, solemnidad que marcó el hecho de la segunda fundación de la Ciudad.

Echeverría y Veytia señala por su parte, como indigna de crédito la versión que sugiere una tercera versión, que ubicaría la fundación en un 25 de octubre, día de los santos patrones del gremio de zapateros y herreros San Crispín y San Crispiniano, dado  el supuesto establecimiento del Mesón del “Cristo” a cargo de Esteban Zamora y su pariente Pedro Jaímes ,herrero de oficio,  y que habría sido  supuestamente erigido con el deliberado propósito  a atender a los transeúntes en el camino de Veracruz a la Ciudad de México; destacando al respecto que, en aquellos momentos,  el camino de México a Veracruz no pasaba por los senderos sobre los que el “Mesón de Cristo” habría tenido su asiento.

Las actuaciones  tanto de Alonso de Helgueta como alcalde  , y de  Alonso Martín “partidor” como  rústico topógrafo  en los albores de Puebla, la conocemos por una circunstancia meramente fortuita:

Un vecino de nombre Pedro Pineda,  llevó a cabo entre los años de 1586 y 1594  un procedimiento de  “información ad  perpetuam” ante el cabildo de la ciudad,  movido por  el anhelo de ser reconocido como legítimo propietario de un predio que había heredado de uno de sus abuelos, procedimiento que obligó a reconstruir parte considerable de los asentado en aquellos primeros dos tomos.

El nombre del promovente no deja de llamar la atención, dada la homonimia, de quién cerca de 70 años después, sería, en la península ibérica, el célebre cuan misterioso responsable de la edición sefardita del “Quijote” de 1666 a la que hace expresa referencia don Marcelino Menéndez y Pelayo en su “Historia de los Heterodoxos Españoles”.

El otro tópico sobre el que dilucida en su obra Mariano Fernández de Echeverría y Veytia, es el relativo al testimonio asentado por Juan de Torquemada en su monumental “Monarquía Indiana”, obra en la que señala que la misa fundacional de la ciudad a cargo de Fray Toribio de Benavente fue oficiada en la “novena del Viernes Santo” 16 de abril de 1530.

Destacando en sus consideraciones que, en abril de 1530 , Ramírez de Fuenleal fungía aun como Obispo de la Dominicana y no había arribado a Nueva España para presidir la Real Audiencia, ni Juan de Salmerón era aun Oidor de dicha instancia, por lo demás, la fecha litúrgica en cuestión no correspondía al 16 de abril en el año de 1530, sino en el de 1531.

Observaciones llenas de enorme profundidad y consideración, no hay la menor duda, y  bien valdría la pena que, a nueve años de conmemorarse el medio milenio de aquella primera fundación, las autoridades comenzasen a tomar las medidas adecuadas a la importancia de tal celebración, una de ellos, a no dudarse, tendría que ser la conducente  a una nueva edición de lujo y a otra de fácil acceso al gran público de la extraordinario obra de don Mariano Fernández de  Echeverría y Veytia  a la que se ha venido haciendo referencia : “Historia de la fundación de la Ciudad de Puebla de los Ángeles en la Nueva España. Su descripción y presente estado”.

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