Domingo, 12 Julio 2020 21:36

Estos años

El país no vivía días tan aciagos en décadas. Los fines de sexenio, de Díaz Ordaz a López Portillo, fueron agónicos.

El mandato de Miguel de la Madrid estuvo lleno de pesar. No se equivocó cuando, un día antes de tomar posesión, advirtió a los miembros de su gabinete: “No los invito a una fiesta, sino a un velorio”.

Lo más parecido a esto que vivimos fueron los años terribles de 1994/1995. Comenzaron con un desgarramiento de la paz y se extendieron a una bancarrota nacional que mandó a la pobreza al 60% de la población. Hubo magnicidios. Secuestros. Encarcelamientos. En fin: una pesadilla.

Lo que estamos viviendo, en su fuerza destructiva, en su vastedad y velocidad, no tiene parangón.

Hay un proceso de desmantelamiento de la democracia, de la administración pública, de los procesos de generación de riqueza, de la salud y la educación pública.

La crisis del Covid no desató esta desgracia: le metió el acelerador a fondo. El carro ya iba en marcha.

La crisis del 94/95, sin embargo, fue un proceso doloroso pero concluyó con un nuevo empuje nacional.

En 1996 se gestaron los acuerdos que desembocaron en la creación del IFE: una institución autónoma y ciudadana que dio certeza a los procesos electorales.

La gente le tomó la palabra al régimen: Salió a votar masivamente y a castigar. Fue así, a fuerza de votos, que el PRI perdió su hegemonía en la Cámara de Diputados.

Las mayorías, en política, se votan o se construyen. Las oposiciones no lograron el número mágico para desplazar al PRI de la Cámara pero pactaron y construyeron un bloque opositor mayoritario.

La izquierda ganó el gobierno de la capital.

Tres años después, llegó la primera alternancia en 80 años. Hubo, así, un efecto regenerador después de la tragedia que provino desde la sociedad civil y de un grupo de políticos que estuvo a la altura de los desafíos y supieron dar cauce institucional al malestar.

Pese a la densidad de la tragedia que sufrimos -en infectados, en muertes, en destrucción de empleo- se percibe una creciente conexión de los ciudadanos con la necesidad de corregir el rumbo del país.

El sentimiento dominante de preocupación irá acompañado de una creciente movilización social.

Hay un resurgimiento de la importancia de los gobiernos estatales, de las dirigencias empresariales, del rol de los tribunales. Cada vez hay más actores dispuestos a dar un paso al frente para generar alternativas al grave deterioro nacional.

Este hecho se acompaña de dos certezas: el sentido de urgencia y la certeza de la inminencia de la pérdida. Son dos poderosos motores del activismo político y social.

Si se logra dar un cauce adecuado a esta inquietud social, en el país emergerá una etapa de reconstrucción de la que surgirá un nuevo rostro y quizá, mejor.

Ojalá que así sea.


Twitter | @fvazquezrig

Publicado en COLUMNAS
Martes, 27 Noviembre 2018 17:10

Termina la era priísta (I)

Columna | P U L S O   P O L I T I C O

       El sistema priísta, que gobernó a este país en forma total casi durante un siglo, termina en tres días su larga historia en la que tuvo grandes logros y grandes fracasos y que en los años ochenta fue sustituido por el sistema neoliberal, implantado en México por un grupo de tecnócratas egresados de famosas universidades gringas y que capitaneaba Carlos Salinas de Gortari.

        Su época más brillante fue la cardenista que se inició en los años treinta y culminó en los años sesenta, en la que se crearon las instituciones y se realizaron los proyectos más importantes y trascendentes de esa época.

        La lucha armada iniciada en 1910, culminó en 1921 con el Congreso Constituyente de Querétaro, que expidió la Constitución que con numerosas reformas, aun nos rige.

        A la lucha armada que terminó con la dictadura porfirista se deben los avances de que ahora disfrutamos, pero también los graves problemas que aun padecemos: La Ley Federal del Trabajo, que hizo justicia a la clase obrera de México, aun incipiente en ese tiempo; la ley agraria, que permitió el reparto de la tierra, aunque no se concretó en un avance real del campesinado mexicano, que sigue padeciendo carencias de todo tipo y al que a veces se olvida y se margina.

         Pero la Revolución hecha gobierno, es creadora, en nuestro país, de una clase media pujante que es la que ahora predomina en las grandes y medianas ciudades.

         Ello fue posible, gracias al impulso que los gobiernos surgidos del ahora Partido Revolucionario Institucional, dieron a la educación popular.

         Durante el porfiriato eran pocos los mexicanos que sabían leer y escribir. Los gobiernos revolucionarios no solo impulsaron las escuelas primarias, sino que crearon el sistema de preescolar, el sistema de escuelas secundarias, de preparatorias y de escuelas normales para la formación de maestros y de universidades públicas para la preparación de profesionales de diversas especialidades.

          Fue un sistema educativo laico y gratuito, que permitió a los hijos de los obreros, de los campesinos y de las clases medias populares, tener acceso a la educación media y superior.

          La educación, más que otra cosa, fue la que hizo avanzar al país en todos sentidos.

          La creación de la Secretaría de Salubridad y Asistencia y las campañas de vacunación, libraron a la población de epidemias muy frecuentes, de enfermedades que afectaban principalmente a los niños, como sarampión, viruela, tosferina y otras.

         Vino después, ya con Manuel Avila Camacho en el poder, la creación del Instituto Mexicano del Seguro Social y más tarde del ISSSTE destinado a atender a maestros y empleados del gobierno.

          Con Echeverría, se creó el Infonavit, con el que se ha resuelto el problema de la vivienda popular de millones de familias de recursos medios y bajos.

          En esos tiempos el partido surgido de la Revolución, todavía cumplía con uno sus objetivos básicos: el lograr que los mexicanos mejoraran sus condiciones de vida, mediante gobiernos preocupados por la llamada justicia social.

         Pero eso acabó en los años ochenta cuando el grupo de tecnócratas de Salinas llegó al poder. Fue puesto en la presidencia de la república, el señor Miguel de la Madrid, como primer paso para cambiar el sistema revolucionario y nacionalista que había prevalecido durante muchos años y después, ya con Salinas en el poder, se dio el paso definitivo para acabar con la política de justicia social y se implantó el llamado neoliberalismo, ideado por Margaret Teacher y Donald Reagan, primera ministra de Inglaterra y presidente de Estados Unidos, respectivamente.

           Sin decir “agua va”, el salinismo echó al vote de la basura los principios básicos del PRI, su sistema económico de justicia social, incluso la misma historia del país que empezó por eliminarse del discurso oficial, para sustituirse por referencias a la política de libre mercado y a la necesidad de adelgazar al “estado obeso”, cediendo importantes sectores de la economía, al sector privado, pues el gobierno solo se encargaría de regular las actividades económicas de los particulares.

          El neoliberalismo acabó por volver a privatizar la industria petrolera y la industria eléctrica, que en muchos países capitalistas siguen perteneciendo al Estado, por razones estratégicas.

         Las políticas aplicadas por los doctores de Harvard, no fueron del agrado ni de los priístas, que en tiempos del presidente Ernesto Zedillo, intentaron una rebelión que fue sofocada mediante la designación de un candidato presidencial, que no tenía nada que ver con la tecnocracia y que fue derrotado por el candidato del PAN, un ranchero de Guanajuato, admirador de los cristeros de los años 20, guadalupano y exitoso vendedor de Cocacola. Vicente Fox se llamaba quien gobernó en pareja con su esposa Marta Sahgún.

           Luego hubo otro gobierno panista, el de Felipe Calderón, que en campaña dijo que sería el presidente del empleo, debido a que el desempleo fue enorme con Fox, pero no mejoró nada con Calderón que fue el iniciador de la llamada “guerra contra el narcotráfico”, que aun padecemos.

           Después de esos dos sexenios panistas, en los que nuestro avance económico llegó a ser inferior al de Haití, regresó por inercia al poder, el Partido Revolucionario Institucional.

Publicado en COLUMNAS

Consola de depuración de Joomla!

Sesión

Información del perfil

Uso de la memoria

Consultas de la base de datos