Lunes, 09 Marzo 2020 00:47

Ya fue suficiente

Hay fechas que se inscriben a golpe de contracorriente en la historia nacional.

Son las de la erupción cívica que nadie puede frenar, ni controlar, ni desaparecer.

El 68. La movilización tras los sismos del 85. La indignación del 86 por los fraudes. El voto masivo.

El 8 y 9 de marzo serán eso: parteaguas.

Tienen rostros. Nombres. Vidas.

Historias.

Las historias, sueltas, son luces cuyo brillo llenan de admiración.

Juntas, son un mosaico: de valía, de pundonor, de talento.

Cuando la erupción que provoca el asesinato de Madero finalmente triunfa y toma la capital, su general Álvaro Obregón, llega, como lo haría siempre, puntual a su destino. Es una casa cerca del centro. Busca a una persona precisa.

María Arias.

Había arriesgado su vida para defender la del presidente Madero. Lo hizo cuando todos se escondían. Le dice Obregón:

-Le dejo mi pistola por si se requiere defender la capital. Se la dejo a usted porque en esta ciudad no hay hombres.

México nace, como unidad territorial y política, por el talento de una mujer, Malitzin, que juega un genial papel político y engendra al que sea, quizá, el primer mexicano: Martín Cortés.

Una mujer, la Corregidora, se juega la vida y precipita el inicio de la lucha por la independencia.

Una mujer, o quizá un grupo de ellas, va tomando las vidas de los invasores norteamericanos que izaron su bandera en el zócalo un 15 de septiembre como ofensa terrible a los mexicanos: les envenenan su comida.

Y así. La historia está llena de contribuciones femeninas.

Pero hoy la historia se oscurece por la realidad terrible y aplastante de una violencia desmedida.

Por cada mujer que contribuye con su talento y su coraje al desarrollo nacional hay decenas que son maltratadas, sobajadas, violentadas.

Las cifras mueven al dolor, al horror, a la vergüenza.

10 mujeres son asesinadas cada día: 3 por el hecho de ser mujer. Porque el tipo penal del feminicidio existe por una razón concreta: hay crímenes de odio por razón de género.

4 de cada 10 de esos crímenes fueron cometidos por sus parejas.

Ese es el rostro extremo de la sevicia. Pero es un desenlace de un horror mayor: más profundo. Más injusto. Más cotidiano.

Cada 8 minutos una mexicana es violada.

130 llamadas de emergencia al día por violencia de pareja o intrafamiliar.

274 mil 487 delitos por violencia de pareja en 2019: 752 mujeres violentadas cada día.

4 de cada 10 mujeres han enfrentado agresiones físicas de su esposo o pareja.

Las cifras son el lado oscuro de la historia. Una que encarna el machismo, la misoginia de una sociedad en cuyos hogares reina el miedo.

Las movilizaciones de mujeres hicieron erupción porque su drama no pudo ser más ajeno, más vilipendiado, más incomprendido por las autoridades.

Otra vez, la sociedad camina por un lado y el gobierno por otro.

Pero el problema es más profundo, más complejo, más hiriente que una relación con los gobiernos.

Es uno que revela la raíz podrida de la mexicanidad.

Mientras no refundemos los hogares; mientras no eduquemos con el ejemplo; mientras no reformulemos la educación pública y conectemos a los hogares con las aulas; mientras no asumamos la igualdad como norma y no como excepción y, sí, procuremos un cambio institucional, el destino segado de millones de mexicanas seguirá siendo la historia cotidiana.

Y las contribuciones heroicas y brillantes de miles de mujeres, la triste, lamentable, honrosa excepción.

El cambio vendrá de ellas: nosotros no quisimos, pudimos y supimos cómo hacerlo.

Nada será igual.

Qué bueno. Ya fue suficiente.

Twitter | @fvazquezrig

Publicado en COLUMNAS

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