Columna | P u l s o    P o l i t i c o

      El que durante ochenta años fuera el partido todo poderoso que gobernaba desde la más humilde “junta auxiliar” hasta la presidencia de la república, tuvo una rápida decadencia a raíz de la llegada de los tecnócratas encabezados por Carlos Salinas y la imposición del sistema económico neoliberal.

     De la noche a la mañana, el partido surgido de la Revolución de 1910, que tuvo sus años más gloriosos en las décadas de los treinta y cuarenta y que logró incorporar a México a la modernidad, cambió radicalmente sus políticas sociales, entró al capitalismo salvaje y ahora está sumido en la inseguridad, en la delincuencia desatada en todas partes, en la debacle económica, en la pobreza de la mitad de su población, en el atraso educativo, en fin, está en decadencia social, económica y política. Y lo peor, parece que no hay salida.

      Esta es la etapa más difícil a la que el partido tricolor se ha enfrentado en toda su historia. Su militancia ya no sabe si sigue siendo liberal, si es de izquierda, si es de derecha o “de todo lo contrario” como dijo el clásico.

       La mayor parte de sus dirigentes, carecen de oficio político, se han apartado del pueblo, no conocen sus necesidades, ni se dan cuenta de sus aspiraciones. Son torpes hasta para defender a su partido. Han perdido la memoria histórica, no se acuerdan que al PRI se debe la educación popular, laica y gratuita; que fue el creador del sistema nacional de salud pública; que fue el que legisló sobre los derechos de los trabajadores; que hizo la reforma agraria; que fue el creador del Instituto Mexicano del Seguro Social, del ISSSTE, del INFONAVIT organismo destinado a promover la construcción de viviendas dignas para la clase trabajadora; que es el autor en México, de la Universidad Pública y gratuita, en fin, que este país es lo que es, por los gobiernos surgidos de la Revolución, a través de su partido.

        A raíz de la llegada del neoliberalismo a México, impuesto por un gobierno vasallo del imperialismo estadounidense, todo se vino abajo y ahora estamos en los últimos lugares en desarrollo social, en desarrollo económico y en desarrollo político.

        ¿Cómo pudo ser esto? Fue el abandono de la ideología revolucionaria y nacionalista que prevaleció en las primeras décadas post revolucionarias.

       En vísperas de celebrarse la 22 Asamblea Nacional del Partido Revolucionario Institucional, parece que muchos priistas ya se han dado cuenta de ello y se preparan para retomar lo bueno que tuvo el PRI en el pasado, abolir lo que lo ha llevado a la ruina como partido político y enfrentar el porvenir con ideas de renovación ideológica, sin abandonar lo que fue en su origen la causa de su éxito: la política social que dio origen a la clase media mexicana y que durante varias décadas colocó a nuestro país, como líder de Latinoamérica.

        El domingo próximo a las 10 horas, fueron convocados por Juan Carlos Lastiri, a una reunión en el Centro de Convenciones de San Francisco en esta capital, liderazgos políticos priistas para analizar los problemas de su partido y llevar propuestas claras, precisas, para volver a ser, no un partido único, como lo fue durante tanto tiempo, sino un partido democrático, fuerte, cuya meta principal sea la de lograr que los mexicanos todos, tengan alimentación sana, educación gratuita de calidad, servicios médicos eficientes, habitación digna y trabajo digno y bien remunerado.

        Demandarán que se vuelva a atender al campo, ahora abandonado en muchas regiones, por falta de incentivos para quienes lo trabajan. Eso resolverá en parte la falta de empleo en el medio rural y nos volverá a convertir en un país independiente en el tema alimentario, pues ahora somos dependientes en alimentos básicos como maíz, frijol, arroz, huevo, leche, etc.

      El discurso priista se ha empobrecido verticalmente. Sus dirigencias, solo tienen palabras para la guerra sucia contra quien denuncia muchas de las arbitrariedades, de los olvidos y de los abusos que se cometen contra el pueblo mexicano en forma cotidiana. El discurso debe ser constructivo y destinado a volver la esperanza en la población, de un futuro mejor para los niños y jóvenes que ahora ven cancelado ese futuro.

       Ojalá y que lo que muchos priistas de la base piensan sobre su partido y propongan en su asamblea nacional, para mejorar las cosas, sean atendidos por los dirigentes nacionales, que no se muestran proclives a los cambios.

       Si las dirigencias del tricolor no expulsan a los delegados que no piensan como ellos, ya la hicieron.

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