Reflexionando sobre el Evangelio dominical en el que Jesús responde las provocativas cuestiones de los fariseos sobre el matrimonio, el Santo Padre recuerda que la intención original del Creador en cuanto a la unión de un hombre y una mujer es que sean "una sola carne"; y explica que ante los fracasos amorosos la Iglesia no debe condenar sino "redirigir los corazones heridos hacia Dios".

El 7 de octubre, XXVII domingo del tiempo ordinario, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus junto a miles de fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, y comentó la lectura del Evangelio (cf. Mc 10,2-16), que relata cómo Jesús responde con sabiduría y autoridad a los fariseos ante sus provocativas cuestiones sobre el matrimonio, interrogándolo sobre si es lícito que un marido repudie a su mujer, como lo dispone la ley de Moisés (cf. vv. 2-4).

No dividir lo que Dios ha unido

En este contexto, el Santo Padre explicó que Jesús, en primer lugar, "redimensiona la ley mosaica", afirmando que el antiguo legislador "escribió para el pueblo esta norma a causa de la dureza de su corazón". En otras palabras, es una concesión que sirve para tapar las lagunas producidas por nuestro egoísmo, pero no corresponde a la intención original del Creador.

Por ello, Jesús retoma el libro del Génesis: "Desde el principio de la creación, Dios, los hizo varón y mujer; por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne" (vv. 6-7). Y concluye: "Por tanto, el hombre no debe dividir lo que Dios ha unido" (v. 9).

Jesús defiende la dignidad del matrimonio

"En el proyecto original del Creador, no existe el hombre que se casa con una mujer y, si las cosas no van bien, la repudia. ¡No! En cambio, si hay un hombre y una mujer llamados a reconocerse, a completarse, a ayudarse mutuamente en el matrimonio", argumentó Francisco haciendo hincapié en que esta enseñanza de Jesús es muy clara y defiende la dignidad del matrimonio, como una unión de amor que implica fidelidad.

"Lo que permite a los esposos permanecer unidos en el matrimonio es un amor de donación recíproca sostenido por la gracia de Cristo. Si por el contrario prevalece en los cónyuges el interés individual, su propia satisfacción, entonces su unión no podrá resistir".

La belleza de las relaciones humanas

Asimismo, Jesús no admite el repudio ni todo lo que puede llevar al naufragio de la relación.

"Lo hace para confirmar el plan de Dios, en el que destaca la fuerza y la belleza de las relaciones humanas", subrayó el Pontífice destacando que la Iglesia, madre y maestra que comparte las alegrías y los esfuerzos de las personas, por un lado, "no se cansa de confirmar la belleza de la familia tal como nos ha sido transmitida por la Escritura y la Tradición; a la vez que se esfuerza por hacer sentir su cercanía materna de manera concreta a quienes viven la experiencia de relaciones rotas o llevadas a cabo de una manera dolorosa y cansada".

La Iglesia redirige hacia Dios los corazones heridos

"La manera en que Dios mismo actúa con su pueblo infiel -es decir, con nosotros - nos enseña que el amor herido puede ser sanado por Dios a través de la misericordia y el perdón", añade el Obispo de Roma asegurando que ante tantos fracasos matrimoniales dolorosos, la Iglesia está llamada a vivir su presencia de caridad y misericordia, para redirigir hacia Dios los corazones heridos y perdidos.

"Invoquemos a la Virgen María, para que ayude a los esposos a vivir y renovar siempre su unión a partir del don original de Dios", concluyó el Pontífice.

Publicado en RELIGIÓN

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