Lunes, 06 Febrero 2023 15:12

Conocerse y reconocerse en Jesús

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(Con el Redentor todo se robustece, abandonándose en las manos inequívocas del Padre y a la fibra del Espíritu. Él es el níveo aire de un mundo viciado, dispuesto a redimirnos con su hacer y a deshacerse de aquellas túnicas que nos ensombrecen. Nos merecemos, gracias a la providencia celeste, el parpadeo resplandeciente de la alborada).

I.-  NO PECAR DE IGNORANCIA

La luz de Cristo nos bañó de entusiasmo,
nos puso en camino de una gran estrella,
y así nos hizo un porvenir lleno de vida,
concentrado en mil corrientes expresivas,
que nos transfiere a ir unidos a los demás.

Su lozanía nos llama al cultivo del amor,
al encuentro fértil y a la misión del ser,
al servicio fecundo y a la cesión del yo,
a soltar caprichos y a tomar conciencia,
de estar en asistencia para no ausentarse.

Somos el hoy de Dios, el momento justo,
el instante preciso y precioso de vernos,
de observarnos y así lograr reconocernos,
para poder acercarnos al lenguaje divino,
uniendo pausas y pulsos que concuerden.

II.- CON NOSOTROS SIEMPRE

El que nos sana y nos consuela nos ama,
cohabita en todo tiempo y lugar el Señor,
vive y permanece en nosotros cada ciclo;
recubierto de perpetua luz nos revitaliza,
y se hace itinerario en nuestra existencia.

Cada aurora nos estimula a levantarnos,
a marchar hacia un horizonte naciente,
a contraer una orientación de rectitud,
a digerir el abecedario de la esperanza,
acogiendo la paz y recogiendo lo bueno.

El Unigénito del Padre nos dio la savia,
la esencia de fundirse y de experimentar,
su plan de apego para cada ser humano,
lo que nos alaba y eleva como hermanos,
y nos transfigura en eterno cauce de sol.

III.- Y AL FINAL… UN DESEO

Cautivados por ese rostro tan venerado,
que adoramos en la Sagrada Eucaristía,
y reconocemos en la carne del doliente,
con la pujanza fiel del bendito espíritu;
perdiendo el miedo, afrontándolo todo.

Forma parte de la viva transformación,
el deseo de ser aliviado de las tristezas;
sólo hay que impulsar el ánimo orante,
invocar el gozo supremo del encuentro,
a quien es mediador de la nueva unión.

Permanecer en el camino de su pasión,
respirar y vivir bajo ese soplo curativo,
nos limpia y repara de todos los males,
pues Él con su cruz volteó el combate;
tumbó las guerras, haciendo las paces.

Víctor CORCOBA HERRERO
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Publicado en COLUMNAS

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