Miércoles, 07 Abril 2021 10:28

Nosotros, los humanos

Artículo | Algo Más Que Palabras

“Dejémonos fascinar por ese ser, más corazón que coraza, al que sólo lo puede socorrer otro idéntico”.
 
     Siempre se ha dicho que el mundo nace en nosotros, y que dentro de sí, es donde toma vida. Por eso, es importante cuidarnos y, también, hacerlo con el entorno que nos rodea; puesto que, todos formamos parte de ese hábitat común, con enormes desafíos por delante. En cualquier caso, las perspectivas mundiales continúan siendo muy inciertas, puesto que aún queda mucho por forjar para superar la pandemia y evitar un aumento persistente de la desigualdad. Desde luego, la ausencia de un proyecto colectivo nos distancia y empequeñece. Por desgracia, seguimos en esa pugna de intereses que nos enfrentan mutuamente, hasta destruir nuestra natural esperanza. Tampoco hemos aprendido de lo vivenciado y cada cual se mueve a un rumbo egoísta, que nos deja sin corazón. Sea como fuere, no podemos continuar perdidos.

El linaje, en su conjunto, tiene que dar prioridad al gasto sanitario, priorizándolo en vacunaciones. Asimismo, la política fiscal, ha de estar focalizada, en respaldar, tanto a las empresas como a los hogares afectados. Jamás podemos caer en la pasividad, es menester salvarnos de nuestras miserias humanas, más allá de las inútiles fronteras que nos hemos levantado, cuando en realidad lo que hay que facilitar es la búsqueda de consensos, máxime en este momento crítico que vivimos, con tantos agentes desestabilizadores. Al fin y al cabo, somos un pedazo de universo hecho luz, pues no nos hagamos sombra unos a otros. Si acaso, dejémonos fascinar por ese ser, más corazón que coraza, al que sólo lo puede socorrer otro idéntico.

    En el nosotros, los humanos, no puede haber un todo contra todos, sino un hacer  de cada uno en favor de los demás, lo que exige una responsabilidad conjunta, que nos garantice una asistencia y acogida, donde nadie pueda sentirse extraño. El problema es que un camino de unidad, únicamente puede ser recorrido por gentes libres, dispuestos a no viciarse, para dejar asegurada la subsistencia de cada cual y construir bases más sólidas para el futuro. El tesón, la confianza entre análogos, rompe todas las barreras. Urge, por consiguiente,  que salgamos de cualquier moda ideológica, que cultivemos lo auténtico, y fortalezcamos con espíritu reconciliador el sentir de nuestros propios lenguajes, para hacer cuando menos un mundo más justo y más sano, menos agonizante y siempre con ánimo de acción y reacción; desde la pobreza y la igualdad de género, hasta el cambio climático, la divergencia de ilusiones y el cierre de la brecha financiera. Pensemos que nuestras gestas hablan sobre nosotros, tanto como nosotros sobre ellas. No malgastemos el tiempo y démonos a respetar a través de nuestra estrechez visual, con la convicción que da escuchar los pasos, la dimensión de sentirnos parte de ese andar armónico, junto con las motivaciones inherentes para amar y acogernos.

    Ahora bien, si no tenemos ese espíritu de quietud interno, difícilmente vamos a generar ese aire de concordia que fortalece nuestra debilidad. A propósito, la primera tarea de poeta que todos llevamos consigo, es la de gestar un mundo abierto. Uno debe de aprender a reprenderse, a salir de uno mismo, a vincularse en otros corazones para que el sueño de los inherentes latidos se hagan realidad, en ese poema viviente, en el que resida la mano tendida siempre, acuñada por el inmaculado deber de la hospitalidad y el diálogo constructivo para estrechar lazos, activar el respeto de los derechos humanos y la consecución de un avance inclusivo y sostenible. Ante este entorno, hoy más que nunca, tal vez necesitemos líderes que activen otras atmósferas, más bien de cultivo de una mayor conciencia crítica y no sólo el bienestar material. En consecuencia, no podemos clausurar nuestros propios andares a una vida encerrada, tenemos que propiciar el movimiento de progreso, pero igualmente dignificarnos como especie pensante.

Lo que no puede hermanarse son sociedades empedradas, que no sienten, polarizan y marginan. Quizás tengamos que aprender a  repoblarnos de poesías, a vivir como pueblo y a juntar todos los huertos en un nosotros, que nos pongan alas a la vida y nos hagan familia; antes de que reaparezca una cultura de muros que nos impida ver el horizonte de lo humano en lo trascendente, que es lo que en realidad nos hace volar, después de haber sido golpeados por sistemas que atesoran únicamente beneficios, corrompiéndolo todo con tendencias ideológicas vengativas, manipulando y falseando hasta nuestro personal destino poético. Con la transparencia al poder y los sueños de la libertad a escena, seguramente puede ayudarnos a vernos más vivos, junto a ese carácter amable de confrontar ideas, reconstruyendo puentes. Vinculémonos de verdad, bajo este quehacer de principios y valores.

Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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Publicado en COLUMNAS
Miércoles, 01 Marzo 2017 15:48

Nosotros, los humanos

Artículo | Algo Más Que Palabras

    Nunca es tarde para recomenzar un tiempo. Este retornar a un nosotros más fraterno es un vivo poema que nos da luz. A poco que penetremos en el corazón hallaremos la dimensión comunitaria como centro de nuestros pensamientos y abecedario de nuestra conciencia. Sea como fuere, el mundo ha de transformarse en más sosiego, en más amor y, por ende, en más vida. No es tiempo de reclutar a nadie, y aún menos a seres indefensos, sino de dejarlos volar para que, por si mismos, hallen el camino de la liberación. Ya está bien de activar torturas en lugar de abrirnos a la escucha, a la consideración del otro, a la estima de uno mismo y a la conciliación de actitudes. De ahí la importancia de la autenticidad de nuestras acciones en esa permanente búsqueda, no del aplauso, sino del hallazgo a la solución del encuentro con la diversidad.

    Tenemos que salir de la hipocresía mundana, ser más interior que exterior, más verbo que nombre, para conjugar la sencillez con la generosidad. No podemos perder más tiempo en políticas que son más negocio que servicio, en palabras que son más del momento que del tiempo, en protocolos que nos acrecientan el egoísmo y la necedad. Hay que despertar, tomar el tiempo debido para el impulso, pero actuar contundentemente, cuando menos por un planeta más equitativo, más libre y humano, más de todos y de nadie.

    Los humanos, sí todos y cada uno de nosotros, estamos llamados a tomar parte activa en el camino a transitar. Por desgracia, nos hemos habituado a vivir egoístamente, a luchar por las cosas materiales antes que por aquellas que tienen alma, a no prestar atención a los que encienden batallas, a no dejarnos interrogar por aquellos ciudadanos que no tienen un techo para cobijarse, a no plantarle corazón a la violencia para desterrarla de nuestra vista, a encogernos de hombros y mirar hacia otro lado, cuando vemos a alguien que nos pide auxilio. En demasiadas ocasiones nos desentendemos de lo que somos. Olvidamos que, cada minuto, 24 personas tienen que huir para salvar su vida. Las raciones de comida en África se recortan hasta el 50% por falta de fondos. Sin duda, estamos atravesando la mayor crisis humanitaria después de la segunda guerra mundial, y apenas, mostramos interés por el cambio. El último informe de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) pone de manifiesto, precisamente, la falta de alternativas para estas gentes en Europa. Con apenas dos meses del año 2017, cerca de tres centenares de personas ya han muerto intentando cruzar el Mediterráneo. Nos consta que miles de refugiados recurren a  traficantes de personas, a falta de vías legales para alcanzar un lugar seguro. ¡Qué pena de tantos muros y fronteras inútiles!

    Confieso que me quedo sin aire ante estos acontecimientos macabros. Cualquiera de nosotros podemos ser un refugiado en algún momento. Nadie estamos libres, en una tierra cada vez más convulsa, a quedar presos, a dormir en la calle. Por ello, requerimos de otras expresiones más armónicas, menos interesadas, por el camino del entendimiento y de la humildad. Para nada nos facilitan el camino ciertos modales prepotentes, de orgullo y autosuficiencia. Sin duda, deberíamos tomar otros itinerarios más sensibles con toda existencia humana. Andamos saturados de despropósitos. A ello se suman los agentes infecciosos que se expanden por doquier. Ahora sabemos que la contaminación mata anualmente en España a cerca de tres mil personas y que, en todo el mundo, provoca cada año más de tres millones de defunciones prematuras, según datos recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Dicho lo cual, nosotros (los humanos),  hemos de repensar en modelos de producción que, aparte de asegurar recursos para todos y para las generaciones futuras, no sean tóxicos, ni radioactivos.

    Al fin y al cabo, todos tenemos derecho a respirar un aire limpio, pues si importante es el derecho a ser tratados con respeto, también a vivir una vida libre de contaminantes, de discriminación, coerción y abusos. Tras los errores y horrores del siglo XX, no debe haber espacio para la deshumanización en el siglo XXI, de manera que hemos de apostar por otro modo de  vida más constructivo, por nuevos hábitos más níveos, para que pueda ser posible una mejor alianza entre todos y el hábitat. Ojalá hallemos el natural abrazo con el que se une el cielo con la tierra, para sentirnos íntimamente unidos con todo lo que existe.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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