Columna | P U L S O   P O L I T I C O
                                 
                                  El anuncio del Partido Nueva Alianza, PANAL, de que buscará aliarse al Frente Opositor compuesto por el PAN, el PRD, Movimiento Ciudadano y ahora el PANAL, dicen que ha puesto a temblar al PRI, pues se da por hecho que el Frente superará al Revolucionario Institucional en votación y será el enemigo a vencer de Morena, que queda como primera fuerza política del país.

                                 Muchos conocedores de la política nacional no lo consideran así. El PAN y el PRD, los partidos que encabezan el Frente, son partidos muy desgastados, muy debilitados en los últimos meses y ni el MC, ni el PANAL, son capaces de fortalecer la alianza.

                                 Los partidos pequeños en México, son eso, partidos sin militancia, sin estructura, sin organización, sin ideología, sin cohesión interna.

                                 Los militantes panistas son en general, personas conservadoras con ideología política de derecha; los militantes que le quedan al PRD, después de la desbandada sufrida por el surgimiento del partido de Andrés Manuel López Obrador, son personas progresistas, liberales o con inclinación política por la izquierda. Ni panistas, ni perredistas auténticos, acatan sin chistar, sin cuestionar las decisiones de sus cúpulas directivas. Entre los panistas hay una fuerte corriente que se opone a aliarse con el partido representante de la izquierda, el PRD; y entre los perredistas, que tampoco acatan sin discutir los acuerdos de sus dirigentes, la mayor parte rechaza una alianza con el partido que siempre ha representado a la derecha mexicana, que es tan obtusa y cerrada, como la izquierda extremista.

                                  El partido Movimiento Ciudadano, no representa a ninguna corriente en particular, a ningún sector y ni siquiera es un partido con presencia real en la mayor parte de los estados del país, lo mismo que pasa con el PANAL, que supuestamente representa a los maestros del SNTE, aunque la verdad la mayor parte de los maestros, no sienten pertenecer a ningún partido, si acaso al PRI, donde militaron por más de seis décadas como gremio, o a algún partido de izquierda, al que iban, porque en su sindicato tenían esa libertad, por propia voluntad.

                                 Pregunte usted en su municipio, en el distrito electoral local o federal al que pertenece, si hay comités distritales o municipales de cualquiera de los partidos que conforman el frente y se va usted a enterar, que esos partidos prácticamente no existen.

                                 Bueno, sí existen formalmente: tienen registro del INE, son reconocidos por las autoridades federales y estatales, reciben “prerrogativas”, es decir, subsidios para operar, pero carecen de toda organización y en muchísimos casos, hasta de militantes.

                                  El partido de la derecha, PAN, existe bien organizado, en algunos estados del centro, del bajío, donde la tradición católica está muy arraigada; los partidos de izquierda, PRD y Morena, existen en el sur y en el centro de la república, como Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, donde la pobreza y marginación que sus habitantes padecen, los hace rebeldes, inconformes.

                                  Los demás partidos, los chiquitos, existen para aliarse con el mejor postor. No tienen ninguna fuerza, políticamente no representan nada, pues en las épocas no electorales, ni siquiera sus dirigentes saben que existen, hasta que les llega algún oficio del INE.

                                  Desde hace algunos años he tenido trato con el licenciado Atilio Alberto Peralta Merino, un jurista que conoce su materia con bastante amplitud, que imparte cátedra en varias escuelas de Derecho, un hombre de amplia cultura y amena charla.

                                 Fue colaborador de CAMBIO durante algún tiempo, analizando la problemática política y social del país y del estado en artículos que aquí publicábamos. Nos sorprendió con la reciente publicación de una novela corta, llamada “El Retablo del Perdón”, que él llama “relato”, una obra amena, que se lee con facilidad, pues además de ser muy interesante el tema o mejor dicho, los temas que aborda, nos da a conocer cosas que sucedieron en territorio poblano durante La Colonia española y en pleno siglo XX.

                                Leticia Frías, que hizo el prólogo de esta obra, nos dice: “el Retablo del Perdón, puede ser una novela corta de género negro; un cuento acerca de un viejo romance, una crónica jurídico-periodística, un repaso de la poesía y la lírica mexicanas, una ventana abierta a un pasaje misterioso y desconocido de la historia de México, protagonistas reales o ficticios que en apariencia luchan en posiciones contrapuestas en una encrucijada de sus vidas, un esbozo de la corrupción existente en algunas esferas o la atinada mezcla de esos géneros al grado de que no se distinguen con claridad los límites de uno y otro”. Y nosotros estamos totalmente de acuerdo con ese análisis.

                                 Es fascinante conocer como un pintor portugués se negaba a pintar a una Virgen por no ser creyente y poco a poco fue cayendo en la tentación de hacerlo, habiendo surgido de ello el Retablo que la catedral de la ciudad de México, tiene en lugar privilegiado del Altar del Perdón.

                                 Juan de Dios Peza, inmortalizó este hecho con unos versos que también han pasado a la historia.

                                 En el llamado por el propio autor “Relato”, también se da cuenta de que don José Mojica, el cantante peruano que fue famoso durante décadas en toda Latinoamérica, inició su carrera religiosa, como monje franciscano, después de brillar como estrella en el mundo del espectáculo, en el convento de Huejotzingo, en los años treinta.

                                 También se entera uno de cómo se disputaron unos terrenos en la misma ciudad de Huejotzingo, en los años cincuenta, para la instalación de algunas empresas, de la corrupción imperante entonces y ahora claro y de un amor de juventud que juega un papel importante en el desarrollo de esta obra.

                                 El licenciado Peralta Merino, es mexicano-venezolano. Su padre fue sudamericano y su madre poblana que tuvo un parentesco con el ex gobernador Aarón Merino Fernández.

                                  Los primeros estudios del autor del libro, los realizó en Venezuela y en México y terminó la preparatoria en el Instituto Oriente, de donde pasó a la Escuela Libre de Derecho de México, donde tuvo como condiscípulos al ex presidente de la república Felipe Calderón Hinojosa; a su esposa Margarita Zavala, el senador Javier Lozano Alarcón y al empresario Claudio X. González, entre otros.

                                 El libro, de 37 páginas, incluyendo el prólogo, le hará pasar muy buenos ratos. Se lee con fluidez en una tarde y le deja mucha información, pese a su reducido tamaño, del México colonial y del México moderno, concretamente, de la segunda parte del siglo XX.

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