Ciudad del Vaticano. - En el Ángelus en la Plaza de San Pedro, León XVI recuerda «la gran fiesta de la Iglesia de Roma» en la solemnidad de Pedro y Pablo, subraya que también en este tiempo hay cristianos que mueren por los valores del Evangelio, a menudo al difundirlos -dice- hay oposición y persecución pero la gloria de Dios resplandece en la continua conversión.

Vivir "en continua conversión". El Papa León XIV en el Ángelus de la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, patronos de Roma, recuerda que en la peregrinación a las tumbas de los Apóstoles se descubre que se puede vivir como ellos, en la llamada de Jesús que sucede varias veces, no sólo una, y en la que todos nosotros, especialmente en el Jubileo, podemos esperar. El Papa recuerda que el Nuevo Testamento no esconde «los errores, las contradicciones, los pecados de aquellos que veneramos como los más grandes Apóstoles», sino que «su grandeza ha sido modelada en el perdón».

La unidad de la Iglesia y entre las Iglesias, hermanas y hermanos, se nutre del perdón y de la confianza recíproca, que comienza por nuestras familias y nuestras comunidades. En efecto, si Jesús confía en nosotros, también nosotros podemos fiarnos los unos de los otros, en su Nombre.

Al servicio de la unidad y de la comunión

Hay también otro elemento que el Papa León subraya y que concierne a los «cristianos a los que el Evangelio vuelve generosos y audaces incluso al precio de su vida».

Existe de ese modo un ecumenismo de la sangre, una invisible y profunda unidad entre las Iglesias cristianas, que a pesar de ello no viven todavía la comunión plena y visible. Quiero por lo tanto confirmar en esta fiesta solemne que mi servicio episcopal es servicio a la unidad y que la Iglesia de Roma está comprometida por la sangre de los santos Pedro y Pablo a servir, en el amor, a la comunión entre todas las Iglesias.

En contraste con la mentalidad mundana

Un servicio a la unidad que nace de las piedras desechadas, una inversión que se realiza en Cristo, la "piedra de la que Pedro recibe también su propio nombre". Una piedra desechada por los hombres y que Dios ha convertido en piedra angular"; piedras que están al margen, "extramuros", como las que construyen la plaza de San Pedro y las basílicas papales de San Pedro y San Pablo.

Lo que a nosotros nos parece grande y glorioso antes fue descartado y excluido, porque contrastaba con la mentalidad mundana. Quien sigue a Jesús se encuentra recorriendo el camino de las bienaventuranzas, en el que la pobreza de espíritu, la mansedumbre, la misericordia, el hambre y la sed de justicia, y el trabajo por la paz encuentran oposición e incluso persecución. Y, sin embargo, la gloria de Dios brilla en sus amigos y a lo largo del camino los va modelando, cada vez que se convierten.

Iglesia, casa y escuela de comunión

"Que los Apóstoles Pedro y Pablo, junto con la Virgen María", concluye el Papa, "intercedan por nosotros, de modo que, en este mundo herido, la Iglesia sea casa y escuela de comunión".

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Ciudad del Vaticano. - El Santo Padre, al concluir la Audiencia general, expresó su preocupación y esperanza por la situación entre Irán e Israel, deseando que se hagan esfuerzos para seguir "el camino del diálogo, la diplomacia y la paz": "Que se curen las laceraciones causadas por las acciones sangrientas de los últimos días".

El Papa León XIV vuelve a invocar a la paz en un Oriente Medio sumido ya en la división, la violencia y la “lógica de la arrogancia y de la venganza”, y sacudido también el domingo pasado por el “vil” atentado terrorista suicida en Damasco, Siria. Al final de la Audiencia general, antes de saludar a los fieles italianos, el Pontífice lanza su llamamiento por esta región del mundo que se presenta en forma de súplica. Un llamado a cuantos ocupan puestos de responsabilidad en esta tierra para que abracen el “camino del diálogo, de la diplomacia y de la paz”. El Papa León asegura que sigue la situación con "atención", pero también con "esperanza", a la luz del alto el fuego entre Irán e Israel - tras los ataques mutuos de los últimos días – que, desde muchos sectores, se espera que sea duradero y eficaz.

“Continuamos siguiendo con atención y esperanza la evolución de la situación en Irán, Israel y Palestina. Las palabras del profeta Isaías resuenan más urgentes que nunca: ninguna nación alzará más la espada contra ninguna nación, ni aprenderán más el arte de la guerra”.

Elegir el diálogo, la diplomacia y la paz

“Si escuchas esta voz que viene del Altísimo”, es la invitación del Papa, “se curaran las heridas causadas por las acciones sangrientas de los últimos días”.

“Se rechace toda lógica de arrogancia y de venganza y se elija con determinación el camino del diálogo, de la diplomacia y de la paz”.

Cercanía a los fieles en Siria

El Papa León no dejó de condenar el “vil ataque terrorista contra la comunidad greco-ortodoxa en la iglesia de Mar Elias, en Damasco”. Un suceso sangriento, como no se veía desde hacía tiempo en Siria, reivindicado por un grupo de Al Qaeda no perteneciente al ISIS sino formado por antiguos miembros de la coalición militar, que causó casi 30 muertos y más de 60 heridos. Un shock para el país producido en un contexto de guerra que muchos esperaban superado. Ayer, el Papa, a través de un telegrama firmado por el cardenal Secretario de Estado Vaticano Pietro Parolin, ya había expresado todo su dolor y enviado su solidaridad.

“Encomendamos las víctimas a la misericordia de Dios y elevamos nuestras oraciones por los heridos y sus familias. A los cristianos de Oriente Medio les digo: estoy cerca de ustedes, toda la Iglesia está cerca de ustedes”.

Renovado compromiso con la paz y la reconciliación

Este “trágico acontecimiento”, según León XIV, “recuerda la profunda fragilidad que aún afecta a Siria, después de años de conflicto e inestabilidad”. Por tanto, es esencial, para el Papa, que «la comunidad internacional no aparte la mirada de este país, sino que siga ofreciéndole su apoyo con gestos de solidaridad y con un renovado compromiso por la paz y la reconciliación».

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Ciudad del Vaticano. - El Papa lanzó un urgente llamado a la comunidad internacional para que se ponga fin a los conflictos en Medio Oriente, con especial preocupación por la situación en Irán, Israel y Palestina. En su mensaje, advirtió que el sufrimiento de la población civil, particularmente en Gaza y en otros territorios afectados, corre el riesgo de ser olvidado en medio de la escalada bélica

En sus saludos después del rezo mariano del Ángelus, el Papa León XIV hizo un apremiante llamamiento a la paz: que el grito de la humanidad no sea sofocado por las armas, clamó y lanzó un urgente llamado a la comunidad internacional para que se ponga fin a los conflictos en Medio Oriente, con especial preocupación por la situación en Irán, Israel y Palestina.

“Se suceden noticias alarmantes desde Medio Oriente, especialmente desde Irán”, comenzó diciendo el Pontífice. En su mensaje, advirtió que el sufrimiento de la población civil, particularmente en Gaza y en otros territorios afectados, corre el riesgo de ser olvidado en medio de la escalada bélica y la tensión geopolítica. La urgencia de un apoyo humanitario adecuado, subrayó, es cada vez más apremiante.

En la Solemnidad del Corpus Domini, el Evangelio de hoy nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen cuanto más se comparten. El Papa en el Ángelus ...

    “Hoy más que nunca, la humanidad clama e invoca la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por palabras retóricas que incitan al conflicto.”

León XIV recordó que no existen conflictos “lejanos” cuando la dignidad humana está en juego. “Cada miembro de la comunidad internacional tiene una responsabilidad moral: detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en un abismo irreparable”, dijo. El Pontífice también condenó la idea de que la guerra pueda ser una solución:

    “La guerra no resuelve los problemas, al contrario, los agrava y causa heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado.”

El Papa concluyó urgiendo la acción diplomática:

    “¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, y no con violencia y conflictos sangrientos!”

Situación actual en Oriente Medio:

Estados Unidos entró abruptamente en la guerra entre Israel e Irán con un bombardeo a las tres principales instalaciones nucleares iraníes: Fordó, Natanz e Isfahán. El presidente Donald Trump advirtió a Irán que habrá más ofensivas si no se opta por la paz.

El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) afirmó que “no se ha registrado” por el momento ningún aumento en los niveles de radiación fuera de las tres instalaciones nucleares atacadas por Estados Unidos en suelo iraní.

El secretario general de la ONU, António Guterres, dijo sentirse "gravemente alarmado por el uso de la fuerza de Estados Unidos contra Irán", y advirtió de que "no hay solución militar" que sustituya a la diplomacia. Por ello, llamó a todos los estados miembros de la ONU a obrar por la desescalada y "respetar sus obligaciones bajo la carta fundacional de la ONU y las demás reglas de la ley internacional".

Los ataques israelíes han matado a más de 200 personas y han causado más de un millar de heridos en la Franja de Gaza en las últimas 48 horas, según el último recuento del Ministerio de Sanidad del enclave. Así, el total de gazatíes muertos asciende ya a 55.908 y el de heridos a 131.138, desde el inicio de la ofensiva israelí contra la devastada Franja que lleva activa más de 20 meses y con las negociaciones para un alto el fuego totalmente congeladas.

Jubileo de los gobernantes

Además del mensaje de paz, el Papa extendió saludos a los peregrinos y fieles presentes en la Plaza de San Pedro, incluyendo a parlamentarios y alcaldes que acudieron al evento jubilar. También tuvo palabras de bendición para quienes participan en la festividad del Corpus Christi, destacando el valor de la oración, la música, las procesiones, las alfombras florales y el arte como expresiones de fe y comunidad.

Queridos hermanos y hermanas, es hermoso estar con Jesús. El Evangelio que acabamos de escuchar lo atestigua, narrando que las multitudes permanecían horas y horas con Él, que hablaba del Reino de Dios y curaba a los enfermos (cf. Lc 9,11).

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CIUDAD DEL VATICANO. - En la solemnidad de la Santísima Trinidad, el Papa presidióen la Basílica de San Pedro la misa por el Jubileo del Deporte, “un precioso medio de formación humana y cristiana” porque enseña a colaborar y valora la concreción del estar juntos. El Pontífice recordó "la vida sencilla y luminosa" de Pier Giorgio Frassati, patrono de los deportistas, que será santo el 7 de septiembre, y las palabras de Pablo VI sobre la contribución del deporte a la restauración de la paz.

El valor de la colaboración, la concreción de estar juntos y la experiencia de la derrota que nos recuerda nuestra fragilidad y nos abre a la esperanza hacen del deporte un medio valioso para la formación humana y cristiana. El Papa León XIV lo subraya en la homilía de la Misa presidida esta mañana en la Basílica de San Pedro, en la que reflexiona sobre el binomio Trinidad-deporte en el día en que se celebra la solemnidad de Dios Trino, una combinación “poco habitual pero no absurda” porque de hecho “toda buena actividad humana lleva consigo un reflejo de la belleza de Dios, y sin duda el deporte es una de ellas”.

La Trinidad es una danza de amor recíproco

Al inicio de la homilía, el Papa se remite a San Agustín y subraya cómo para el teólogo Trinidad y sabiduría "están íntimamente ligadas". "La sabiduría divina -señala- se revela en la Santísima Trinidad, y la sabiduría nos conduce siempre a la verdad".

"Dios no es estático, no está cerrado en sí mismo. Es comunión, relación viva entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que se abre a la humanidad y al mundo”. Es “una danza de amor recíproco”, afirma el Pontífice ante unos 6.500 fieles congregados en la Basílica vaticana. Y cita a dos Padre de la Iglesia, Salonio de Ginebra y san Gregorio Nacianceno que hablan de un “Deus ludens, de un Dios que se divierte”. Es de este dinamismo divino que brota la vida.

Es por eso que el deporte puede ayudarnos a encontrar a Dios Trinidad: porque requiere un movimiento del yo hacia el otro, ciertamente exterior, pero también y sobre todo interior. Sin esto, se reduce a una estéril competencia de egoísmos.

Ser deportivos es darse por los demás

León recuerda a un proverbial deportista, San Juan Pablo II que del deporte decía que era “alegría de vivir, juego, fiesta, y como tal debe valorarse mediante la recuperación de su gratuidad, de su capacidad para estrechar lazos de amistad, para favorecer el diálogo y la apertura de unos hacia otros, por encima de las duras leyes de la producción y el consumo”.

No se trata solo de dar una prestación física, quizá extraordinaria, sino de darse uno mismo, de «jugársela». Se trata de entregarse por los demás -por el propio crecimiento, por los aficionados, por los seres queridos, por los entrenadores, por los colaboradores, por el público, incluso por los adversarios -  y, si se es verdaderamente deportista, esto vale independientemente del resultado.

El deporte instrumento de encuentro

El Papa Prevost menciona a continuación tres aspectos que hacen del deporte, hoy en día, “un medio valioso para la formación humana y cristiana”.

En primer lugar, "en una sociedad marcada por la soledad, en la que el individualismo exagerado ha desplazado el centro de gravedad del “nosotros” al “yo”, terminando por ignorar al otro, el deporte - especialmente cuando se practica en equipo - enseña el valor de la colaboración, de caminar juntos, de ese compartir que, como hemos dicho, está en el corazón mismo de la vida de Dios".

De este modo, puede convertirse en un importante instrumento de recomposición y encuentro, entre los pueblos, en las comunidades, en los entornos escolares y laborales, en las familias.

El valor de estar juntos

Según el Obispo de Roma, el deporte puede servir también como antídoto “frente a la tentación de huir a mundos virtuales, ayuda a mantener un contacto saludable con la naturaleza y con la vida concreta, único lugar en el que se ejerce el amor”.

En una sociedad cada vez más digital, en la que las tecnologías, aunque acercan a personas lejanas, a menudo alejan a quienes están cerca, el deporte valora la concreción de estar juntos, el sentido del cuerpo, del espacio, del esfuerzo, del tiempo real.

Perder y levantarse

El Pontífice observa además que en una sociedad competitiva, donde parece que sólo los fuertes y los ganadores merecen vivir, el deporte también enseña a perder y señala que en el "arte de la derrota" el hombre se encuentra con una de las verdades más profundas de su condición: la fragilidad, el límite, la imperfección. Es a partir de la experiencia de esta fragilidad que nos abrimos a la esperanza:

El atleta que nunca se equivoca, que no pierde jamás, no existe. Los campeones no son máquinas infalibles, sino hombres y mujeres que, incluso cuando caen, encuentran el valor para levantarse.

El entrenamiento diario del amor

El Papa León nota que no es casualidad que, en la vida de muchos santos de nuestro tiempo, el deporte haya tenido “un papel significativo, tanto como práctica personal que como vía de evangelización”.

Pensemos en el beato Pier Giorgio Frassati, patrono de los deportistas, que será proclamado santo el próximo 7 de septiembre. Su vida, sencilla y luminosa, nos recuerda que, así como nadie nace campeón, tampoco nadie nace santo. Es el entrenamiento diario del amor lo que nos acerca a la victoria definitiva y nos hace capaces de trabajar en la construcción de un mundo nuevo.

Este último aspecto, de una actualidad contundente, fue recordado por San Pablo VI en su discurso a los miembros del Centro Deportivo Italiano (C.S.I.), veinte años después del final de la Segunda Guerra Mundial, cuando habló del deporte como «condición primera e indispensable de una sociedad ordenada, serena y constructiva», añade el Pontífice.

La misión de ser reflejo de Dios Trinidad

A los "queridos deportistas", el Papa recuerda que la Iglesia les confía "una misión maravillosa: ser, en las actividades que realizan, reflejo del amor de Dios Trinidad para bien de ustedes y sus hermanos". Y los exhorta a comprometerse con entusiasmo en esta misión: "como atletas, como formadores, como sociedad, como grupos, como familias".

Citando palabras del Papa Francisco que solía subrayar cómo María en el Evangelio se muestra en movimiento, “corriendo”, dispuesta ante la señal de Dios, para socorrer a sus hijos, el Papa concluye con una oración:

Le pedimos que acompañe nuestros esfuerzos y nuestros impulsos, y que los oriente siempre hacia lo mejor, hasta la victoria más grande: la de la eternidad, el «campo infinito» donde el juego no tendrá fin y la alegría será plena.

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Ciudad del Vaticano. - El Papa León XIV nos invita en esta catequesis a dirigir nuestra mirada hacia un aspecto central de la vida de Jesús: sus curaciones. Pero no se trata solo de milagros físicos; se trata de la sanación del alma, del corazón, de aquellas partes de nuestra vida que permanecen heridas, paralizadas o rotas.

Esta mañana, el Papa León XIV ha continuado sus catequesis sobre la vida de Jesús. En esta ocasión ha hablado de las curaciones que Jesús hizo.

En este contexto, el Papa nos invitó a que cada uno de nosotros presentemos ante el Corazón de Cristo las partes más doloridas o frágiles nuestras, “aquellos lugares de nuestras vidas en los que nos sentimos paralizados y bloqueados”.

    “¡Pidamos al Señor con confianza que escuche nuestro grito y nos cure!”

El personaje que nos acompaña en esta reflexión del Santo Padre nos ayuda a comprender que nunca hay que abandonar la esperanza, incluso cuando nos sentimos perdidos. Que vivamos con esperanza, que clamemos sin miedo y soltemos nuestros “mantos” para poder caminar libres y dignos junto a Cristo. La catequesis con una exhortación del Pontífice: llevemos nuestras heridas y las de quienes amamos ante el Señor. Clamemos también por ellos. Con la certeza de que Jesús no solo escucha, sino que se detiene, se acerca, levanta y sana.

El testimonio de Bartimeo

El Papa nos guía en esta meditación a través de la figura de Bartimeo, el ciego mendigo de Jericó. A primera vista, es un hombre marginado, silenciado por la multitud y olvidado en el camino. Pero en él encontramos una fuerza interior poderosa: la esperanza que no se rinde.

El nombre "Bartimeo" significa “hijo de Timeo”, pero también podría traducirse como “hijo del honor”. Paradójicamente, dijo el Papa en su catequesis, se trata de un hombre humillado, excluido y solitario. Sin embargo, este contraste nos revela una gran verdad: la dignidad de cada persona permanece, incluso, en la miseria más profunda.

Gritar desde el abismo

    “¿Qué podemos hacer cuando nos encontramos en una situación que parece sin salida? Bartimeo nos enseña a apelar a los recursos que llevamos dentro y que forman parte de nosotros. Él es un mendigo, sabe pedir, ¡es más, puede gritar! Si realmente deseas algo, haz todo lo posible por conseguirlo, incluso cuando los demás te reprenden, te humillan y te dicen que lo dejes. Si realmente lo deseas, ¡sigue gritando!”

Mientras Jesús se dirige a Jerusalén desde las profundidades de Jericó —una ciudad situada bajo el nivel del mar, símbolo de descenso a los "infiernos" humanos— Bartimeo no se queda callado, señaló el Papa. Clama con fuerza: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!”. Esta súplica se convierte en una de las oraciones más veneradas de la tradición cristiana oriental y occidental. El mensaje del Papa en su catequesis:

    “Dios escucha todos los gritos, incluso los más desesperados. Nada se pierde para el oído atento del Señor”

Dejar el manto y levantarse

El gesto de Bartimeo al arrojar su manto antes de ir hacia Jesús es profundamente simbólico, dijo León XIV. El manto era su protección, su refugio, su único bien. Abandonarlo significa exponerse por completo, dejar atrás las falsas seguridades que nos atan al dolor y nos impiden avanzar. El Papa subraya: para sanar, hay que mostrarse vulnerable.

Jesús no lo cura de inmediato, sino que lo llama, lo hace participar en su propia sanación, preguntándole: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Y es que siendo parte activa de nuestra sanación, asumiendo nuestras responsabilidades, hace que la sanación verdadera comience desde el momento que reconocemos nuestro deseo de ser transformados.

Recuperar nuestra dignidad

Bartimeo no solo pide volver a ver. Desea recuperar su dignidad, mirar la vida con una nueva perspectiva, erguirse ante un mundo que lo había hecho inclinar la cabeza.

    “La respuesta de Bartimeo es profunda: utiliza el verbo anablepein, que puede significar «ver de nuevo», pero que también podríamos traducir como «levantar la mirada». Bartimeo, de hecho, no solo quiere volver a ver, ¡también quiere recuperar su dignidad! Para mirar hacia arriba, hay que levantar la cabeza. A veces las personas se bloquean porque la vida las ha humillado y solo desean recuperar su valor”

Y cuando Jesús lo sana, no lo obliga a seguirlo. Le da libertad. Pero Bartimeo, ya sanado y liberado, elige seguir a Jesús por decisión propia. Ha descubierto, dijo por último el Papa, que ese Camino es el verdadero sentido de su vida.

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Ciudad del Vaticano. - El Papa León XIV preside la Santa Misa de Pentecostés y exhorta a los fieles a poner en práctica "el mandamiento del amor" y a abrirse a la acción transformadora del Espíritu Santo en una homilía centrada en la superación de muros, divisiones, egoísmos y prejuicios.

En una soleada Plaza de San Pedro, este Domingo de Pentecostés el Papa León XIV ha presidido la Santa Misa ante miles de fieles procedentes de muchos países. En su homilía, inspirado por el relato de los Hechos de los Apóstoles, el Papa recuerda que al igual que sucedió en el cenáculo, también hoy “desciende sobre nosotros el don del Espíritu Santo como un viento impetuoso que sacude”. Y nos sacude – puntualiza el Papa – precisamente a abrir fronteras, como ya explicó en 2005 Benedicto XVI: “El Espíritu Santo supera la ruptura iniciada en Babel y abre las fronteras. […] La Iglesia debe llegar a ser siempre nuevamente lo que ya es:  debe abrir las fronteras entre los pueblos y derribar las barreras entre las clases y las razas”.

León XIV después, ha trazado una ruta clara para una Iglesia sin muros y sin despreciados y conseguir una Iglesia de hermanos y hermanas, libres en Cristo. Para ello, ha destacado tres dimensiones esenciales de la acción del Espíritu: abre las fronteras en nuestro interior, en nuestras relaciones y entre los pueblos.

El Espíritu abre las fronteras dentro de nosotros

León XIV señala que la primera obra del Espíritu es interna: rompe las barreras del egoísmo, del individualismo y del miedo, haciendo espacio en nosotros al amor: “El Espíritu Santo viene a desafiar, en nuestro interior, el riesgo de una vida que se atrofia, absorbida por el individualismo” explica el Santo Padre, a la vez que denuncia cómo en un mundo hiperconectado, millones permanecen solos y desorientados:

“Es triste observar cómo en un mundo donde se multiplican las ocasiones para socializar, corremos el riesgo de estar paradójicamente más solos, siempre conectados y sin embargo incapaces de “establecer vínculos”, siempre inmersos en la multitud, pero restando viajeros desorientados y solitarios”.

Ante esto, León XIV nos recuerda que el Espíritu de Dios “nos hace descubrir un nuevo modo de ver y de vivir la vida”: Por un lado, “nos abre al encuentro con nosotros mismos, más allá de las máscaras que llevamos puestas” pero también “nos conduce al encuentro con el Señor enseñándonos a experimentar su alegría y nos convence de que sólo si permanecemos en el amor recibimos también la fuerza de observar su Palabra y, por tanto, de ser transformados por ella”.

El Espíritu abre las fronteras en nuestras relaciones

El Espíritu Santo también hace madurar en nosotros los frutos que ayudan a vivir relaciones auténticas y sanas: “cuando el amor de Dios mora en nosotros, somos capaces de abrirnos a los hermanos, de vencer nuestras rigideces, de superar el miedo hacia el que es distinto” asegura el Pontífice, recordándonos que el Espíritu actúa también entre las personas, transformando aquellos peligros más ocultos que contaminan nuestras relaciones, como los malentendidos y los prejuicios y denuncia con firmeza las formas de violencia y dominación, citando con dolor los recientes casos de feminicidio:

“Pienso también —con mucho dolor— en los casos en que una relación se intoxica por la voluntad de dominar al otro, una actitud que frecuentemente desemboca en violencia, como desgraciadamente demuestran los numerosos y recientes casos de feminicidio”.

El Espíritu abre las fronteras entre los pueblos

Finalmente, el Papa rememora cómo en Pentecostés las lenguas no dividieron, sino que unieron: “El caos de Babel es apaciguado por la armonía del Espíritu”, recordando que también hoy las divisiones “no son ocasión de división y de conflicto, sino un patrimonio común del que todos podemos beneficiarnos, y que nos pone a todos en camino, juntos, en la fraternidad”.  

Un llamado final del Papa a poner en práctica “el mandamiento del amor” concluye la homilía, en la que también ha recordado que “el Espíritu rompe las fronteras y abate los muros de la indiferencia y del odio” en un mundo desgarrado por guerras y migraciones forzadas.

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Ciudad del Vaticano. - En la Misa conclusiva del Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos León XIV destacó que ellas forjan el futuro de los pueblos y pidió a los esposos ser ejemplo de coherencia y amor que educa en libertad.

"Son las familias las que generan el futuro de los pueblos", proclamó con fuerza el Papa León XIV desde el corazón de una abarrotada Plaza San Pedro, ante más de 45.000 personas —padres, hijos, abuelos y niños— que desde las primeras horas del día se congregaron para celebrar el Jubileo dedicado a las Familias. Bajo un cielo radiante y un clima de profunda emoción este domingo 1 de junio de 2025, Solemnidad de la Ascensión del Señor y 59ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el Pontífice saludó con gestos de ternura desde la papamóvil: besó a los más pequeños, bendijo a madres y padres, y acarició a los ancianos que conmovidos extendían sus manos. Fue un signo concreto de la comunión que predicó más tarde en su homilía: una unidad tejida en el amor, real y transformadora.

A las familias, el Papa les confió el precioso mandato del Evangelio del día: vivir una "unión universal" que refleje el amor mismo de Dios. "Todos hemos recibido la vida antes de quererla", recordó. Y añadió que especialmente los más pequeños necesitan de los demás para vivir, porque "nadie puede hacerlo solo". Vivimos —dijo— "gracias a una relación, es decir, a un vínculo libre y liberador de humanidad y cuidado mutuo".

Santa misa presidida por el Papa León XIV durante el Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos, domingo 1 de junio de 2025.

Santa misa presidida por el Papa León XIV durante el Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos, domingo 1 de junio de 2025.   (@Vatican Media)

Desde esa visión profundamente relacional del ser humano, León XIV se sumergió en el Evangelio de San Juan para destacar la oración de Jesús en la Última Cena, donde el Señor pide al Padre que “todos sean uno”. No se trata de una fusión impersonal, aclaró el Santo Padre, sino de una comunión viva que nace del amor con que Dios ama: un amor que une sin aplastar, que salva sin imponer, que construye comunidad sin borrar la diferencia.

"La unidad por la que Jesús ora es un don", precisó, "y es desde su corazón humano que el Hijo de Dios se dirige al Padre diciendo: ‘Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno’". Ese amor divino, aseguró León XIV, es más fuerte que cualquier herida, incluso las provocadas cuando la libertad se invoca para quitar vida o dividir.

En este contexto, el Papa hizo un llamado urgente a redescubrir la vocación de la familia como santuario del amor fiel y fecundo. Citó con entusiasmo a matrimonios canonizados juntos, como los santos Luis y Celia Martin o los mártires polacos Ulma, para sostener que “el matrimonio no es un ideal inalcanzable, sino el modelo concreto del amor entre el hombre y la mujer”. Y subrayó: "Ese amor, al hacerlos ‘una sola carne’, los capacita para dar vida, a imagen de Dios".

A los esposos, el Papa les pidió ser ejemplo de coherencia para sus hijos; a los niños, gratitud hacia quienes les dieron la vida; y a los abuelos y ancianos, una vigilia amorosa llena de sabiduría. "En la familia, la fe se transmite como el pan en la mesa y los afectos del corazón", dijo.

Finalmente, el Obispo de Roma alzó la mirada hacia el horizonte eterno, recordando que un día seremos todos "uno" (In illo uno unum), una sola cosa en Dios. "No sólo nosotros —afirmó—, sino también los que ya nos han precedido en la luz de su Pascua". Su mensaje concluyó con un gesto de esperanza y un eco profético: que las familias, unidas en su diversidad, sean el signo de paz que el mundo necesita.

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CIUDAD DEL VATICANO. - A la hora del Regina Coeli, el Papa recordó que aunque “a veces nos sentimos insuficientes” en el camino de la vida, tenemos que confiar en “la misericordia del Señor que nos ha donado el Espíritu Santo que nos guía y nos enseña todo” y nos convierte en su morada. "Comprometámonos a llevar su amor a todas partes" recordando que "cada hermano es morada de Dios, y que su presencia se revela especialmente en los pequeños, en los pobres y en quienes sufren".

El don del Espíritu Santo, nos hace experimentar, incluso en la vida cotidiana, la presencia y la cercanía de Dios, haciéndonos morada suya. Lo recordó el Papa León XIV en su reflexión previa a la oración del Regina Coeli, este último domingo de mayo.

Asomado desde la ventana del Palacio Apostólico, por primera vez desde su elección como Pontífice, el Santo Padre reflexionó sobre la lectura propuesta por la liturgia del día, que describe la despedida de Jesús de sus discípulos el día antes de su muerte y el anuncio del don del Espíritu Santo.

Después de saludar a los numerosos fieles congregados en una soleada plaza de San Pedro, el Papa, al inicio de su alocución, les agradeció por el afecto que le han demostrado en estos primeros días de pontificado, pidiéndoles que continúen apoyándole con la oración y la cercanía.

Confiar en la misericordia del Señor

“En todo aquello a lo que el Señor nos llama, tanto en el camino de la vida como en el de la fe, a veces nos sentimos insuficientes”, afirmó el Papa León. “Sin embargo – notó – justamente el Evangelio de este domingo nos dice que no debemos fijarnos en nuestras fuerzas, sino en la misericordia del Señor que nos ha elegido, seguros de que el Espíritu Santo nos guía y nos enseña todo".

El Santo Padre recordó a continuación que los Apóstoles, en la víspera de la muerte del Maestro, se encontraban turbados y angustiados, y se preguntaban cómo podrían ser continuadores y testigos del Reino de Dios. Y Jesús, con el don del Espíritu Santo, los libera de toda angustia y preocupación.

    “Si permanecemos en su amor, en efecto, Él mismo hace morada en nosotros, nuestra vida se convierte en templo de Dios y ese amor nos ilumina, va entrando en nuestra forma de pensar y en nuestras decisiones, hasta alcanzar también a los demás e iluminar todos los ámbitos de nuestra existencia”

“Este morar de Dios en nosotros – continuó el Papa – es precisamente el don del Espíritu Santo, que nos toma de la mano y nos hace experimentar, incluso en la vida cotidiana, la presencia y la cercanía de Dios, haciéndonos morada suya”.

El Señor no se avergüenza de mi humanidad, habita en mí

Es hermoso – añadió – que, al mirar nuestro llamado, las realidades y personas que nos han sido confiadas, los compromisos que llevamos adelante y nuestro servicio en la Iglesia, cada uno de nosotros pueda decir con confianza: aunque soy frágil, el Señor no se avergüenza de mi humanidad, al contrario, viene a habitar dentro de mí.

    “Él me acompaña con su Espíritu, me ilumina y me convierte en instrumento de su amor para los demás, para la sociedad y para el mundo”

Ser cristianos atentos y compasivos

Sobre el fundamento de esta promesa, León XIV invitó a caminar “en la alegría de la fe, para ser templo santo del Señor”.

    “Comprometámonos a llevar su amor a todas partes, recordando que cada hermana y cada hermano es morada de Dios, y que su presencia se revela especialmente en los pequeños, en los pobres y en quienes sufren, pidiéndonos ser cristianos atentos y compasivos”

Finalmente, invitó a todos a encomendarse a la intercesión de María Santísima, que “por obra del Espíritu, se convirtió en la ‘Morada consagrada a Dios’. Junto con ella, también nosotros podemos experimentar la alegría de acoger al Señor y ser signo e instrumento de su amor”.

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Ciudad del Vaticano. - En su primera audiencia general, el Papa León XIV expresó su alegría al encontrarse con los fieles, y manifestó su deseo de continuar el ciclo de catequesis jubilares iniciado por el Papa Francisco, centrado en el tema "Jesucristo, nuestra esperanza". En esta ocasión, propuso una reflexión sobre la parábola del sembrador (Mt 13,1-17), a la que consideró una introducción clave para comprender el conjunto de parábolas de Jesús.

El Papa León XIV, ha querido dirigirse a todos los presentes en la Plaza de San Pedro, en su catequesis, retomando el tema de “Jesucristo, nuestra esperanza”, que había estado realizando el Papa Francisco. Sobre todo, cuando Francisco inició el tema de las parábolas de Jesús el miércoles 16 de abril.  Esta catequesis inaugural del Papa León XIV no solo da continuidad a la labor catequética de su predecesor, sino que ofrece un mensaje profundamente esperanzador: Dios no se cansa de sembrar su palabra en nuestras vidas, incluso en nuestras fragilidades. La parábola del sembrador se convierte así en una imagen luminosa del amor incondicional de Dios y del llamado a colaborar con su gracia, dejándonos transformar por la semilla del Evangelio.

    “Hoy seguiremos meditando sobre las parábolas de Jesús, que nos ayudan a recuperar la esperanza, porque nos muestran cómo obra Dios en la historia. Hoy me gustaría detenerme en una parábola un poco particular, porque es una especie de introducción a todas las parábolas. Me refiero a la del sembrador (cf. Mt 13,1-17). En cierto sentido, en este relato podemos reconocer la forma de comunicarse de Jesús, que tiene mucho que enseñarnos para el anuncio del Evangelio hoy”

El Papa explicó que las parábolas no son simplemente relatos sencillos o ejemplos morales, sino que son narraciones "tomadas de la vida cotidiana con un significado más profundo”. Su finalidad no es solo enseñar, sino provocar interrogantes en el oyente, mover el corazón y la conciencia, “la parábola suscita en nosotros interrogantes, nos invita a no quedarnos en las apariencias”. El término griego “parábola” significa “lanzar hacia adelante”, es decir, lanzar una verdad que interpela directamente al oyente. Por eso, cada parábola, afirmó el Papa, nos desafía a preguntarnos: ¿qué me dice esta historia a mí? ¿Qué lugar ocupo en ella?

La dinámica de la Palabra de Dios

En particular, la parábola del sembrador es reveladora de cómo actúa la Palabra de Dios en la vida humana. En esta imagen, Jesús presenta la Palabra como “una semilla”, que es sembrada abundantemente en todo tipo de terrenos. De hecho, afirmó el Papa, "cada palabra del Evangelio es como una semilla que se arroja al terreno de nuestra vida. Muchas veces Jesús utiliza la imagen de la semilla, con diferentes significados".

    “¿Qué es, entonces, este terreno? Es nuestro corazón, pero también es el mundo, la comunidad, la Iglesia. La palabra de Dios, de hecho, fecunda y provoca toda realidad”

León XIV afirmó que la palabra de Jesús fascina y despierta la curiosidad. Entre la gente hay, evidentemente, muchas situaciones diferentes. La palabra de Jesús es para todos, pero actúa en cada uno de manera diferente. Este contexto nos permite comprender mejor el sentido de la parábola. Este sembrador, aparentemente “despreocupado” por la calidad del suelo, representa a Dios mismo, que siembra generosamente su palabra en cada corazón, sin importar cuán preparado esté. Esta actitud desconcierta, ya que contrasta con la lógica humana del cálculo y la eficiencia. Pero en el Reino de Dios, lo que vale es el amor desbordante y la confianza paciente de un Dios que espera a que cada semilla germine a su debido tiempo.

Los terrenos y nuestra disposición interior

"Estamos acostumbrados a calcular las cosas —y a veces es necesario—, ¡pero esto no vale en el amor! La forma en que este sembrador «derrochador» arroja la semilla es una imagen de la forma en que Dios nos ama", señaló el Papa. El Papa señaló que los diferentes tipos de terreno representan las diversas disposiciones del corazón humano: a veces somos como un camino endurecido, otras como un terreno pedregoso, o uno lleno de espinos; pero también hay momentos en los que somos un suelo fértil y disponible.

    “A veces somos más superficiales y distraídos, a veces nos dejamos llevar por el entusiasmo, a veces estamos agobiados por las preocupaciones de la vida, pero también hay momentos en los que estamos disponibles y acogedores”

Lo importante es que, a pesar de nuestras inconsistencias, Dios no deja de sembrar. Su amor y su Palabra no se rinden ante nuestras dificultades, sino que siguen siendo ofrecidos una y otra vez.

    “Es cierto que el destino de la semilla depende también de la forma en que la acoge el terreno y de la situación en que se encuentra, pero ante todo, con esta parábola, Jesús nos dice que Dios arroja la semilla de su palabra sobre todo tipo de terreno, es decir, en cualquier situación en la que nos encontremos: a veces somos más superficiales y distraídos, a veces nos dejamos llevar por el entusiasmo, a veces estamos agobiados por las preocupaciones de la vida, pero también hay momentos en los que estamos disponibles y acogedores”

"Es que Dios confía y espera que tarde o temprano la semilla florezca, remarcó, Él nos ama así: no espera a que seamos el mejor terreno, siempre nos da generosamente su palabra. Quizás precisamente al ver que Él confía en nosotros, nazca en nosotros el deseo de ser un terreno mejor. Esta es la esperanza, fundada sobre la roca de la generosidad y la misericordia de Dios". De este modo, la parábola se convierte en un llamado a la esperanza: si Dios confía en nosotros al sembrar su palabra incluso cuando no somos el terreno ideal, también nosotros podemos confiar en su acción para transformarnos interiormente.

Jesús mismo es la semilla

Jesús mismo es la Palabra sembrada, afirmó. Como semilla, ha de morir para dar fruto. La siembra generosa de Dios se manifiesta plenamente en la cruz, donde Jesús se “desperdicia” por la humanidad, confiando en que su entrega no será en vano.

    “Al contar cómo la semilla da fruto, Jesús también está hablando de su vida. Jesús es la Palabra, es la Semilla. Y la semilla, para dar fruto, debe morir. Entonces, esta parábola nos dice que Dios está dispuesto a «desperdiciarse» por nosotros y que Jesús está dispuesto a morir para transformar nuestra vida”

La imagen del sembrador de Van Gogh

Como complemento visual y espiritual, el Papa compartió su meditación sobre el famoso cuadro de Van Gogh, "El sembrador al atardecer". En esta obra, el sembrador está representado bajo el sol, símbolo del esfuerzo, pero también del poder vivificante de Dios, representado en ese sol que domina la escena. Aunque el sembrador aparece en un segundo plano, el sol (Dios) ocupa el centro, recordándonos que es Dios quien da el crecimiento, incluso cuando no lo vemos directamente. Aun cuando no comprendamos del todo cómo actúa, la semilla da fruto.

Un llamado a la apertura y a la confianza

Finalmente, el Papa León XIV invitó a los fieles a examinar en qué situación se encuentran respecto a la Palabra de Dios hoy. Reconoció que muchas veces no somos el terreno ideal, pero animó a no desanimarse, sino a pedir a Dios la gracia de convertirse en un suelo fértil. La esperanza no se basa en nuestras capacidades, sino en la generosidad incondicional y la misericordia constante de Dios, que siembra con paciencia y espera con amor.

Publicado en RELIGIÓN

Ciudad del Vaticano. - Los 200 mil fieles que esperaron al Papa en la Plaza de San Pedro y participaron en las celebraciones reflejan el rostro de la Iglesia Universal, enriquecida por diversas identidades que transmiten fe y esperanza. Religiosos, cofradías, familias y jóvenes regresan a sus hogares llevando consigo los frutos de la unidad.

La unidad en la diversidad fue el mensaje que, con profunda devoción, expresó el pueblo de Dios llegado de todo el mundo para participar en la Misa solemne de inicio del magisterio petrino de León XIV.

Desde las primeras horas del día, el entusiasmo de los 200 mil fieles reunidos en la Plaza de San Pedro era evidente en el ondear de decenas de banderas de países de los cinco continentes. Durante la espera, el rezo del rosario llenó el ambiente con recogimiento, mientras los símbolos de innumerables cofradías —llegadas a Roma en los días previos para su Jubileo— añadían color y tradición al momento. Muchas de ellas prolongaron su estancia en la ciudad para rendir homenaje al nuevo Pontífice.

La espera se transformó en júbilo incontenible cuando, poco después de las 9 de la mañana, el Papa apareció en la Plaza de San Pedro a bordo del Papamóvil, recorriendo toda la Via della Conciliazione hasta la Plaza Pia. Los saludos y bendiciones de León XIV fueron recibidos con emoción por miles de fieles que seguían su paso con miradas, corazones y cámaras en alto, intentando captar con una imagen un momento que quedará grabado en la memoria de los peregrinos, quienes volverán a sus hogares con emociones intensas y vivencias que compartir.

“Fui elegido sin ningún mérito y, con temor y temblor, vengo a ustedes como un hermano que desea hacerse siervo de la fe y de la alegría”. Lo afirmó León XIV en su homilía de la ...

Cada uno vivió esta experiencia comunitaria sin perder su historia y su fe personal. Durante las horas de espera y celebración, los micrófonos de Radio Vaticana – Vatican News recogieron los testimonios de personas de todas las edades, nacionalidades y condiciones sociales. Luciano, un joven de 20 años de Tolentino (Marcas), viajó con tres amigos desde la madrugada para estar en primera fila junto a la balaustrada por donde pasó el Papamóvil. Giuseppe, miembro de la Cofradía de la Santísima Asunta de Nicosia, ofreció un sincero testimonio de la profunda religiosidad de su tierra. Fray Pascal, franciscano de la Inmaculada, vivió su presencia en la plaza como un "signo de unidad con el sucesor de Pedro", de quien espera "muchos frutos para la unidad de la Iglesia".

También estuvieron presentes muchas familias que viven su fe con alegría, como Ginevra, una joven que asistió junto a su madre Anna Maria y su abuela Pina, tres generaciones de mujeres llegadas desde Tripuzzi, en el Salento, para mantener viva una tradición que pasa de madre a hija. La homilía y la oración del Regina Coeli, seguidas con silencio y atención, fueron la confirmación del compromiso consciente con el que el pueblo de Dios participó en esta jornada histórica.

Y cuando las campanas de San Pedro resonaron en el aire, cada rostro reflejaba más que emoción: era la certeza de haber vivido un momento de gracia compartida. Porque más allá de los idiomas y las distancias, lo que unió a todos en esa plaza fue una fe viva, que no solo se celebra, sino que se lleva en el corazón, como luz para el camino que comienza.

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