Ciudad del Vaticano. - En la catequesis de la audiencia general en la Plaza de San Pedro, León XIV se detiene en la Pascua de Cristo para subrayar cómo Dios "no ha renunciado a nosotros" incluso ante nuestras limitaciones, y nos llama a ser testigos de una paz “más fuerte que toda derrota”: acérquense “a quien están encerrado en el miedo y el sentimiento de culpa”.

“El centro de la misión de la Iglesia no consiste en administrar un poder sobre los demás, sino en comunicar la alegría de quien ha sido amado justamente cuando no se lo merecía”. Fueron palabras del Papa León XIV en la catequesis de la audiencia general del primer miércoles de octubre.

En una plaza de San Pedro repleta de fieles procedentes de todo el mundo, el Obispo de Roma subraya que ésta “es la fuerza que ha hecho nacer y crecer la comunidad cristiana: hombres y mujeres que han descubierto la belleza de volver a la vida para poder donarla a los demás”.

El Pontífice centra su meditación en el tema jubilar “Jesucristo, nuestra esperanza”. En particular, se detiene en la Pascua de Jesús, tal y como se describe en el Evangelio de Juan, y en la visita del Resucitado a los discípulos, “sus amigos”, encerrados en el cenáculo y “paralizados por el miedo”. Cristo, en cambio, les lleva “un don que ninguno hubiera osado esperar: la paz”.

Dios no renuncia a nosotros

En la catequesis el Papa subraya como Cristo aparece a los discípulos y les muestra las manos y el costado con los signos de la pasión, “un gesto tan bello que resulta casi inapropiado” y pregunta: “¿Por qué exhibir sus heridas precisamente ante quienes, en aquellas horas dramáticas, lo renegaron y lo abandonaron? ¿Por qué no esconder aquellos signos de dolor y evitar que se reabra la herida de la vergüenza?” Y aclara que con este gesto Jesús muestra “que está ya plenamente reconciliado con todo lo que ha sufrido. No guarda ningún rencor”. Jesús no siente “la necesidad de reiterar o afirmar su propia superioridad. Él se aparece a sus amigos -los discípulos-, y lo hace con extrema discreción, sin forzar los tiempos de su capacidad de acoger. Su único deseo es volver a estar en comunión con ellos, ayudándolos a superar el sentimiento de culpa”.

Las heridas no sirven para reprender, sino para confirmar un amor más fuerte que cualquier infidelidad. Son la prueba de que, precisamente en el momento en que hemos fallado, Dios no se ha echado atrás. No ha renunciado a nosotros.

Nuestras debilidades humanas

El Santo Padre afirma a continuación que también nosotros, como los discípulos, “a menudo ocultamos nuestras heridas por orgullo o por el temor de parecer débiles. Decimos “no importa”, “ya ha pasado todo”, pero no estamos realmente en paz con las traiciones que nos han herido. Y a veces preferimos esconder nuestro esfuerzo por perdonar para no parecer vulnerables y no correr el riesgo de sufrir de nuevo, al contrario de Jesús.

Él ofrece sus llagas como garantía de perdón. Y muestra que la resurrección no es la cancelación del pasado, sino su transfiguración en una esperanza de misericordia.

La resurrección, centro de nuestra fe y esperanza

De hecho, el Pontífice reitera que el “centro de nuestra fe y el corazón de nuestra esperanza se encuentran profundamente enraizados en la resurrección de Cristo”, que no fue “un triunfo estruendoso” ni “una venganza o revancha contra sus enemigos”. Sino más bien un “testimonio maravilloso de cómo el amor es capaz de levantarse después de una gran derrota para proseguir su imparable camino”.

Así, el Señor se muestra nudo y desarmado. No exige, no chantajea. Su amor no humilla; es la paz de quien ha sufrido por amor y ahora finalmente puede afirmar que ha valido la pena.

Donar el amor a los demás

Una vez que Cristo ha mostrado a los discípulos su amor y su perdón, les confía también una tarea importante, la de llevar este mensaje a los demás, afirma el Papa. En el Evangelio, Jesús dice "la paz sea con ustedes" y añade “como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes”, encargando a los apóstoles “una tarea que no es tanto un poder como una responsabilidad”, es decir, “ser instrumentos de reconciliación en el mundo”, explica León XIV. Para él, es como si Cristo dijera: “¿Quién podrá anunciar el rostro misericordioso del Padre, si no ustedes, que han experimentado el fracaso y el perdón?”. Y, de hecho, Jesús sopla sobre ellos el Espíritu Santo, el mismo que lo “sostuvo en la obediencia” a Dios al morir en la cruz, y “desde ese momento, los apóstoles ya no podrán callar lo que han visto y oído: que Dios perdona, levanta, restaura la confianza”. El Pontífice insiste en que Cristo confía esta misma misión a la Iglesia y a todos sus fieles:

Queridos hermanos y hermanas, también nosotros somos enviados. El Señor también nos muestra sus heridas y dice: Paz a vosotros. No tengan miedo de mostrar sus heridas sanadas por la misericordia. No teman aproximarse a quien está encerrado en el miedo o en el sentimiento de culpa. Que el soplo del Espíritu nos haga también a nosotros testigos de esta paz y de este amor más fuerte que toda derrota.

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Ciudad del Vaticano. - El Santo Padre León XIV reflexionó en la catequesis de la audiencia jubilar sobre la gracia de la “intuición” y “sensus fidei” del pueblo de Dios que puede generar esperanza, citando el llamado vocacional de San Ambrosio.

“El Jubileo nos hace peregrinos de esperanza, porque intuimos una gran necesidad de renovación que nos concierne a nosotros y a toda la tierra”, expresó el Papa León XIV en la audiencia jubilar de este sábado 27 de septiembre en la plaza San Pedro del Vaticano que congregaba en esta ocasión a los 35.000 peregrinos del Jubileo de los Catequistas.

El Santo Padre inició centrándose en el verbo “intuir” que “describe un movimiento del espíritu, una inteligencia del corazón que Jesús encontró sobre todo en los pequeños, es decir, en las personas de alma humilde”.

“A menudo, en efecto, las personas instruidas intuyen poco, porque presumen de saber. Es bueno, en cambio, tener todavía espacio en la mente y en el corazón para que Dios se revele”, añadió el Papa.

Recordó León XIV que “Jesús se alegra de ello, se llena de gozo, porque se da cuenta de que los pequeños intuyen. Tienen el sensus fidei, que es como un ‘sexto sentido’ de la gente sencilla para las cosas de Dios. Dios es sencillo y se revela a los sencillos”.

La vocación de San Ambrosio

En este sentido, el Pontífice recordó un episodio que vivió la Iglesia en el siglo IV en Milán, Italia, “que muestra cómo la esperanza puede nacer de la capacidad de intuición del pueblo”.

    “La Iglesia estaba desgarrada por grandes conflictos y la elección de un nuevo obispo se estaba convirtiendo en un verdadero tumulto. La autoridad civil, el gobernador Ambrosio, intervino y con una gran capacidad de escucha y mediación trajo la calma. Cuenta la historia que entonces se alzó la voz de un niño que gritó: ¡Ambrosio obispo! Y así también todo el pueblo exigió: ¡Ambrosio obispo!”

El Papa meditando sobre el llamado vacacional de este doctor de la Iglesia, menciona que “Ambrosio al principio no quiere, incluso huye. Luego se da cuenta de que es una llamada de Dios, así que se deja bautizar y ordenar obispo. Y se convierte en cristiano siendo obispo”.

El llamado a la vida cristiana

El Santo Padre refiere que hoy también pude ser posible pedir esa gracia: “¡hacerse cristiano viviendo la llamada recibida!”

“¿Eres mamá, eres papá? Hazte cristiano como mamá y papá. ¿Eres empresario, trabajador, profesor, sacerdote, monja? Hazte cristiano en tu camino. La gente tiene este "olfato": entiende si nos estamos haciendo cristianos o no. Y puede corregirnos, puede indicarnos la dirección de Jesús”, dijo León XIV.

“Intuir es una forma de esperar, ¡no lo olvidemos!”, insiste el Papa.

“Dios hace avanzar a su Iglesia, mostrándole nuevos caminos. Intuir es la nariz de los pequeños para el Reino que viene. ¡Que el Jubileo nos ayude a hacernos pequeños según el Evangelio para intuir y servir los sueños de Dios!”, finalizó el Santo Padre.

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Ciudad del Vaticano. - Al término de la audiencia general, el Papa anuncia la iniciativa de oración en el día en que la Iglesia recuerda a San Juan XXIII y en el aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Invita a todos a rezar por la paz durante todo el mes de octubre, dedicado al Santo Rosario, «personalmente, en familia, en comunidad». Y a quienes prestan servicio en el Vaticano, el Pontífice les pide que vivan la oración en la Basílica de San Pedro, todos los días, a las 19 horas.

Un rosario por la paz en la Plaza de San Pedro, el sábado 11 de octubre, día en que la Iglesia recuerda a San Juan XXIII, el Papa de la encíclica Pacem in terris y del mensaje radiofónico en el que imploraba a los líderes de EE. UU. y la URSS que «salvaran la paz» en el momento álgido de la crisis de los misiles en Cuba. Y en el mismo día de la apertura del Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1962, con el famoso «discurso a la luna», también del papa Roncalli, al final de un «gran día de paz». León XIV anuncia la iniciativa de oración, prevista para las 18 horas, en el contexto del Jubileo de la espiritualidad mariana, al término de la audiencia general de hoy.

Rezar el Rosario por la paz en la familia y en la comunidad

Al saludar a los peregrinos de lengua italiana, el Papa recuerda que el mes de octubre, ya cercano, en la Iglesa está dedicado en especial al Santo Rosario.

Por eso invito a todos, cada día del próximo mes, a rezar el Rosario por la paz, personalmente, en familia, en comunidad.

Oración a San Pedro todos los días a las 19:00

Además, el Pontífice invita a quienes prestan servicio en el Vaticano «a vivir esta oración en la Basílica de San Pedro todos los días, a las 19:00». A continuación, el anuncio:

En particular, la tarde del sábado 11 de octubre, a las 18:00, lo haremos juntos aquí, en la Plaza de San Pedro, en la vigilia del Jubileo de la Espiritualidad Mariana, recordando también el aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II.

Llevemos el amor de Jesús entre los escombros del odio que mata

Poco antes, dirigiéndose a los fieles en portugués, el Papa León los invitó a ser portadores del amor de Jesús que ilumina y levanta a la humanidad, en nuestro tiempo, entre los escombros del odio que mata. Y en su saludo a los fieles de lengua árabe, se dirigió, al comienzo del nuevo año escolar, a los estudiantes, exhortándolos a «preservar la fe y alimentarse de la ciencia, para un futuro mejor en el que la humanidad pueda disfrutar de paz y tranquilidad».

El centenario de la diócesis de Gdansk

Por último, dirigiéndose a los peregrinos polacos, saludó a los fieles de la archidiócesis de Gdansk con el arzobispo metropolitano y los obispos auxiliares, en Roma para dar gracias por el centenario de su diócesis, y a los peregrinos de la diócesis de Drohiczyn con su obispo: «En vuestra patria —dijo el Pontífice— se ha manifestado la misericordia de Dios».

 

 

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Ciudad del Vaticano.  - En el Ángelus del domingo 21 de septiembre, León XIV señaló que la verdadera riqueza es “la amistad con el Señor y con los hermanos”. Todo egoísmo nos aísla de los demás y “esparce el veneno de una competencia que a menudo genera conflictos”. Por ello, instó a administrar los dones recibidos, nuestra propia vida, con cuidado y responsabilidad, sabiendo que no somos sus dueños y que lo más importante no es acumularlos.

En la catequesis del Ángelus del último domingo de septiembre, el Papa León XIV comentó la parábola evangélica del administrador deshonesto (Lc 16,1-13) y, completando lo que ya había ofrecido como meditación en la homilía de la misa celebrada en la parroquia de Santa Ana en el Vaticano, planteó una serie de preguntas sobre cómo administramos nuestra vida y los bienes recibidos. Un día seremos llamados a rendir cuentas de la gestión de los recursos de la tierra, ante Dios y ante los hombres, ante quienes vendrán después de nosotros. El Pontífice, por tanto, puso de relieve un fundamento: “No somos dueños de nuestra vida ni de los bienes de los que disfrutamos; todo nos ha sido dado como don por el Señor y Él ha confiado este patrimonio a nuestro cuidado, a nuestra libertad y responsabilidad”.

Los amigos, verdadera riqueza de este mundo

En su reflexión, el Santo Padre explicó el sentido del comportamiento y las valoraciones del administrador en el relato bíblico:

En esta difícil situación, comprende que la acumulación de bienes materiales no es lo más importante, porque las riquezas de este mundo son pasajeras; y entonces se le ocurre una idea brillante: llama a los deudores y «condona» sus deudas, renunciando así a la parte que le correspondería. De esta manera, pierde la riqueza material, pero gana amigos, que estarán dispuestos a ayudarlo y apoyarlo.

Salir del egoísmo

A continuación, el Papa Prevost evidenció la diligencia con la que el protagonista del pasaje evangélico sale de su soledad, de su egoísmo. Esto, advirtió, es lo que realmente importa:

Debemos usar los bienes del mundo y nuestra propia vida pensando en la verdadera riqueza, que es la amistad con el Señor y con los hermanos.

Construir el bien

Finalmente, el Obispo de Roma subrayó que lo que se necesita es el sentido de la justicia y la responsabilidad:

Podemos seguir el criterio del egoísmo, poniendo la riqueza en primer lugar y pensando solo en nosotros mismos; pero esto nos aísla de los demás y esparce el veneno de una competencia que a menudo genera conflictos. O bien podemos reconocer todo lo que tenemos como un don de Dios que debemos administrar, y utilizarlo como instrumento para compartir, para crear redes de amistad y solidaridad, para construir el bien, para construir un mundo más justo, más equitativo y más fraterno.

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Ciudad del Vaticano. - Responder a las necesidades del mundo, la obediencia para recordar a la sociedad actual el sentido del sacrificio y la importancia de vivir juntos la vocación religiosa. Estas son las tres sugerencias que León XIV dio a los participantes en los Capítulos Generales de los Misioneros de la Preciosísima Sangre, de la Sociedad de María (Maristas), de los Frailes Franciscanos de la Inmaculada y de las Ursulinas.

Prestar «atención a los signos de los tiempos» para servir al prójimo en sus necesidades, vivir «la obediencia como un acto de amor» en el mundo actual y la importancia de «la vida en común». Estos son los tres mensajes de aliento que León XIV transmite a los religiosos y religiosas de diversas congregaciones e institutos, reunidos en Roma para sus capítulos generales y asambleas, con quienes se ha reunido hoy, 18 de septiembre, en audiencia en el Vaticano. Entre los participantes se encontraban miembros de los Misioneros de la Preciosísima Sangre, de la Sociedad de María (Maristas), de los Frailes Franciscanos de la Inmaculada y de las Ursulinas de María Inmaculada. Recordando el «bien» que hacen cada día en todas partes del mundo —«a menudo desconocido a los ojos de los hombres, pero no a los de Dios»—, el Papa invitó a los religiosos a «continuar con fe y generosidad» sus misiones, respondiendo a las necesidades del mundo, siguiendo los pasos de quienes fundaron estas familias religiosas.

    “Sus fundadores y fundadoras fueron personas capaces de observar, evaluar, amar y luego partir, incluso a riesgo de sufrir grandes penas, incluso a costa de perder lo propio, para servir a los hermanos en sus necesidades reales, reconociendo en la indigencia del prójimo la voz de Dios.”

La atención a los signos de los tiempos

Es precisamente esta atención a los signos de los tiempos la que, según destaca el Pontífice, debería ser el impulso para estimular la misión. «Sin esta mirada abierta y atenta a las necesidades reales de los hermanos, ninguna de sus Congregaciones habría nacido jamás», insiste, «por eso es importante que trabajen en la memoria viva de esos valientes comienzos» Citando a su predecesor, el Papa Francisco, el Papa León explica que esto no significa «hacer arqueología o cultivar nostalgias inútiles», sino «recorrer el camino de las generaciones pasadas» para captar «la chispa inspiradora» e identificar «potencialidades quizás aún inexploradas, para ponerlas al servicio del “aquí y ahora”».

De hecho, el Pontífice recuerda a los diversos fundadores de estas realidades y la «herencia polifacética» que dejaron. Como, por ejemplo, la beata Brigida di Jesús Morello, que fundó la Congregación de las Hermanas Ursulinas de María Inmaculada y, en el siglo XVII, a través de la formación de los jóvenes, «inauguró una obra de promoción de la mujer que daría muchos frutos en el futuro». O también San Gaspar del Bufalo, fundador de los Misioneros de la Preciosísima Sangre, que dos siglos después, en Roma, «se comprometió a combatir el espíritu rampante de "impiedad e irreligión" que afligía a su época». O también el padre Jean-Claude Colin, que partió del «espíritu de humildad y ocultamiento de María de Nazaret» para fundar la Sociedad de María. Por último, León XIV menciona también a San Francisco y a San Maximiliano Kolbe, que inspiraron el nacimiento de los Frailes Franciscanos de la Inmaculada.
La obediencia puede ayudar al mundo a redescubrir el valor del sacrificio

El Pontífice subraya además la importancia de la obediencia como «valor fundamental» para la vida de los religiosos, pero también para el mundo actual, en el que a menudo impera la autorreferencialidad. «Hoy en día, hablar de obediencia no está muy de moda: se considera una renuncia a la propia libertad. Pero no es así». La obediencia es, por el contrario, «una escuela de libertad en el amor», de la que Jesús fue el primer ejemplo a través de «su relación con el Padre». León XIV menciona a este respecto a San Agustín, que insistía en la «estrecha relación que existe, en la vida cristiana, entre la obediencia y el amor verdadero».

    “La obediencia, en su significado más profundo de escucha activa y generosa del otro, es un gran acto de amor con el que se acepta morir a uno mismo para que el hermano y la hermana puedan crecer y vivir. Profesada y vivida con fe, traza un camino luminoso de entrega, que puede ayudar mucho al mundo en el que vivimos a redescubrir el valor del sacrificio, la capacidad de relaciones duraderas y una madurez en el estar juntos que va más allá del «sentir» del momento para consolidarse en la fidelidad.”

La importancia de la vida en comunidad

Por último, el Pontífice invita a los religiosos a vivir la vida en comunidad «como lugar de santificación y fuente de inspiración, testimonio y fuerza en el apostolado». Aclara que en ella el Espíritu es «uno y pasa simultáneamente a todos» y «se disfruta del fruto del don ajeno como del propio».

    “No en vano, el Espíritu Santo inspiró a quienes los precedieron a unirse a las hermanas y hermanos que la Providencia puso en su camino, para que en la comunión de los buenos se multiplicara y creciera el bien. Así fue en los inicios de sus fundaciones y a lo largo de los siglos, y así sigue siendo ahora”

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Ciudad del Vaticano. - "Ha aumentado la persecución de los cristianos -dice el Papa- en algunas partes del mundo". Así, en la Conmemoración de los nuevos mártires y testigos de la fe en la Basílica de San Pablo, León XIV recuerda a quienes dan testimonio de "la fe sin utilizar nunca las armas de la fuerza y de la violencia, sino abrazando la fuerza débil y mansa del Evangelio".

Hay historias, rostros, caminos de vida marcados por la sangre pero que no terminan en una muerte violenta e injusta. Testigos de una resistencia desarmada y mansa que sobrevive y se multiplica, aunque a los ojos del mundo los mártires sean "derrotados", el Libro de la Sabiduría los define en verdad: porque "su esperanza permanece llena de inmortalidad".

Hoy, 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el Papa León ofrece una profunda y sentida reflexión en la Conmemoración de los nuevos mártires y testigos de la fe del siglo XXI, junto con representantes de las demás Iglesias y comuniones cristianas, en la Basílica de San Pablo Extramuros, en presencia de unos 4.000 fieles.

La fuerza débil y mansa del Evangelio

La esperanza llena de inmortalidad se entrelaza con la esperanza jubilar, se convierte en profecía y, subrayó el Papa, en "esperanza desarmada".

“Su martirio sigue difundiendo el Evangelio en un mundo marcado por el odio, la violencia y la guerra; es una esperanza llena de inmortalidad, porque aunque los mataron en el cuerpo, nadie podrá apagar su voz ni borrar el amor que dieron; es una esperanza llena de inmortalidad, porque su testimonio permanece como profecía de la victoria del bien sobre el mal. Sí, la suya es una esperanza desarmada. Dieron testimonio de la fe sin usar nunca las armas de la fuerza y la violencia, sino abrazando el poder débil y manso del Evangelio”.

Un amor más fuerte que la muerte

La celebración está precedida por una procesión hasta el altar de la Basílica, encabezada por el Papa junto con los Jefes y delegados de las Iglesias y Comunidades cristianas de Oriente y Occidente.

León XIV sigue a la Cruz, en la fiesta de la Exaltación de la Cruz y en memoria de su descubrimiento en Jerusalén por Santa Elena. Pensando en todos los que han perdido la vida en los últimos 25 años por fidelidad a Cristo, el Papa cita a san Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado en 1980 mientras celebraba la misa. Recuerda su confianza en un Dios "que siente el dolor de los que son torturados y asesinados. Un Dios vivo, que actúa, que obra, que conduce esta historia" y en quien se confía y se espera.

Tras la proclamación del Evangelio de las Bienaventuranzas, el Pontífice dirige en su homilía "un abrazo de paz" a todos y subraya que "estos audaces servidores del Evangelio y mártires de la fe han demostrado claramente que 'el amor es más fuerte que la muerte'", como ya había indicado san Juan Pablo II en el Jubileo del año 2000.

Mirando a la Cruz

Los mártires, subrayó el Papa, son "hermanos y hermanas con la mirada dirigida al Crucifijo", en la Cruz Jesús "nos ha mostrado el verdadero rostro de Dios, su infinita compasión por la humanidad; tomó sobre sí el odio y la violencia del mundo, para compartir la suerte de todos los humillados y oprimidos". Hoy esa opresión sigue viva "en situaciones difíciles y contextos hostiles", es ahí donde hombres y mujeres siguen cargando con la misma Cruz.

“Son mujeres y hombres, religiosos y religiosas, laicos y sacerdotes, que pagan con su vida su fidelidad al Evangelio, su compromiso por la justicia, su lucha por la libertad religiosa allí donde sigue siendo violada, su solidaridad con los más pobres”.

Sor Dorothy: la Biblia, un arma de amor

Así, el Papa León cita a algunos de los hombres y mujeres que son mártires de hoy. El primero es la hermana Dorothy Stang, monja estadounidense de la Congregación de Nuestra Señora de Namur, asesinada en 2005 en Anapu, en el Pará brasileño. El Pontífice ensalzó su "fuerza evangélica" entre los sin tierra de la Amazonia.

    “A los que iban a matarla, pidiéndole un arma, les mostró la Biblia, respondiendo: Aquí está mi única arma”

Padre Ganni: "un verdadero cristiano

De la Amazonia a Irak, León XIV recuerda al padre Ragheed Ganni, un sacerdote caldeo de Mosul "que -dice- renunció a luchar para dar testimonio de cómo se comporta un verdadero cristiano". El padre Ganni, amenazado desde hacía meses, fue asesinado después de misa el 3 de junio de 2007 por terroristas del autodenominado Estado Islámico; tres jóvenes diáconos perdieron la vida con él. En 2019 concluyó la fase diocesana del proceso de beatificación; dos años antes, en la celebración en memoria de los nuevos mártires en la basílica de San Bartolomé de Roma, el Papa Francisco había llevado su estola roja.
Hermano Tofi: un hombre de paz 

En el ecumenismo de sangre que, dice el Papa, "une a los cristianos de diferentes filiaciones" porque "la unidad viene de la Cruz del Señor", León XIV recuerda también al "Hermano Francisco Tofi, anglicano y miembro de la Melanesian Brotherhood, que dio su vida por la paz en las Islas Salomón. Hombre manso, comprometido en el proceso de desarme y reconciliación entre las facciones que habían desencadenado la guerra civil en la isla de Guadalcanal, fue asesinado con otros seis hermanos el 24 de abril de 2003.

“Los ejemplos serían muchos, porque desgraciadamente, a pesar del fin de las grandes dictaduras del siglo XX, la persecución de los cristianos todavía no ha terminado, es más, ha aumentado en algunas partes del mundo”.

Un mundo mejor

Por último, el Papa recuerda a un niño pakistaní, Abish Masih, asesinado en un atentado contra la iglesia católica de Yohannabad, el 15 de marzo de 2015 en Lahore, que "había escrito en su cuaderno: Hacer del mundo un lugar mejor". Abish tenía diez años cuando murió a consecuencia de las heridas sufridas en el atentado contra la iglesia, en el que murieron otras 15 personas. Asistía a las escuelas de paz de la Comunidad de Sant'Egidio, y su cuaderno se conserva en la Basílica de San Bartolomeo all'Isola de Roma, santuario de los nuevos mártires de los siglos XX y XXI.

    “Que el sueño de este niño nos estimule a dar testimonio valiente de nuestra fe, para ser juntos fermento de una humanidad pacífica y fraterna”

Hacer memoria

A continuación, el Pontífice asegura que los mártires de hoy de todas las tradiciones cristianas no serán olvidados, por lo que reafirma el compromiso de la Iglesia católica de preservar su memoria. La Comisión para los Nuevos Mártires, en el Dicasterio para las Causas de los Santos, en colaboración con el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, cumple esta tarea.

“Que la sangre de tantos testigos acerque el día bendito en que beberemos del mismo cáliz de salvación”.

Lámparas encendidas

Durante la celebración, se recordó en diversas lenguas a varios mártires de este tiempo, como sor Leonella Sgorbati, misionera de la Consolata, asesinada in odium fidei en Mogadiscio, Somalia, el 17 de septiembre de 2006, delante del hospital pediátrico donde trabajaba. Fue beatificada el 26 de mayo de 2018, el día en que recibió el sacramento de la Confirmación en Piacenza, su tierra natal. Escribió a sus hermanas para que fueran “auténticos testigos de Cristo en nuestra vida cotidiana, aquí donde estamos”. Lo que ella, con su vida de servicio, siempre ha llevado a cabo.

También se ha recordado a los cristianos evangélicos asesinados por terroristas en la Misión de Silgadji, en Burkina Faso, el 29 de abril de 2019, el primer atentado contra fieles reunidos en un lugar de culto en el país. Un pensamiento también para los veintiún coptos ortodoxos asesinados en Libia el 15 de febrero de 2015, eran 20 egipcios y un ghanés, fueron degollados en la playa de Sirte donde trabajaban por no renegar de su fe. Los hombres del autodenominado Estado Islámico los mataron. Sus cuerpos fueron encontrados más tarde, en 2017, en una fosa común. El Papa Francisco también los incluyó en el Martirologio Romano "como signo de la comunión espiritual" que une a las Iglesias católica y copta ortodoxa.

Para recordarlos, se encendieron varias lámparas, colocadas a los pies de la cruz, porque la luz de la fe nunca muere, como no muere el amor de Cristo por quienes le siguen.

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Ciudad del Vaticano. - Este 7 de septiembre, en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre presidió la celebración Eucarística con el rito de canonización de los Beatos Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati. En su homilía, el Pontífice señaló que, para estos dos laicos “todo comenzó cuando, aún jóvenes, respondieron ‘sí’ a Dios y se entregaron a Él plenamente, sin guardar nada para sí”. Ambos, dijo, estaban “enamorados de Jesús y dispuestos a dar todo por Él”.

“Los santos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis son una invitación para todos nosotros, sobre todo para los jóvenes, a no malgastar la vida, sino a orientarla hacia lo alto y hacer de ella una obra maestra”, esta fue la invitación que realizó el Papa León XIV en su homilía en la Santa Misa que presidió con el rito de canonización de los Beatos Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati, este domingo 7 de septiembre, en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano.

Una hermosa fiesta para el mundo entero

Unos instantes antes del inicio de la celebración Eucarística, el Papa León XIV saludó de modo espontaneo a los más de 80 mil fieles y peregrinos que abarrotaron desde tempranas horas la Plaza de San Pedro. Especialmente, se dirigió a las familias de los dos nuevos santos, a las religiosas y religiosos, a los movimientos y delegaciones oficiales. A ellos, les agradeció por estar presentes y les recordó que todos estamos llamados a ser santos.

“Hoy es una hermosa celebración para toda Italia, para toda la Iglesia, para el mundo entero. Y antes de comenzar la solemne celebración de la canonización, quería dirigirles unas palabras a todos ustedes, porque, si bien la celebración es muy solemne, también es un día de gran alegría. Y quería saludar, especialmente, a los numerosos jóvenes que han venido a esta Santa Misa. Es una verdadera bendición del Señor: estar juntos, ustedes que han venido de diferentes países. Es un verdadero don de fe que queremos compartir”.

“¿Qué debo hacer para que nada se pierda?”

En su homilía, al comentar las lecturas de este XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre señaló que en el Libro de la Sabiduría se dirige una pregunta al joven rey Salomón, sobre quien puede conocer la voluntad del Señor, sino es Él mismo el que da la sabiduría y su santo Espíritu para conocerlo. Salomón disponía de muchas cosas, pero esta gran abundancia de medios le había hecho surgir una pregunta en su corazón: “¿Qué debo hacer para que nada se pierda?”.

“Y había entendido que el único camino para encontrar una respuesta era pedir a Dios un don aún mayor: su Sabiduría, para poder conocer sus proyectos y adherir a ellos fielmente. Se dio cuenta, en efecto, que de ese modo todas las cosas encontrarían su lugar en el gran designio del Señor. Sí, porque el riesgo más grande de la vida es desaprovecharla fuera del proyecto de Dios”.

«Quien no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo»

También Jesús, en el Evangelio, indicó el Papa León XIV, nos habla de un proyecto al que adherir hasta el final. Dice: «El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo» (Lc 14,27); y agrega: «cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo».

“Es decir, nos llama a lanzarnos sin vacilar a la aventura que Él nos propone, con la inteligencia y la fuerza que vienen de su Espíritu y que podemos acoger en la medida en que nos despojamos de nosotros mismos, de las cosas y de las ideas a las que estamos apegados, para ponernos a la escucha de su palabra”.

«Señor, ¿qué quieres que haga?»

En este sentido, el Santo Padre recordó que muchos jóvenes, a lo largo de los siglos, tuvieron que afrontar este momento decisivo de la vida. Así como Salomón, también Francisco de Asís, que era joven y rico, y estaba sediento de gloria y de fama, partió a la guerra, esperando ser nombrado “caballero” y revestirse de honores. Pero Jesús se le apareció en el camino y le hizo reflexionar sobre lo que estaba haciendo. Vuelto en sí, dirigió a Dios una pregunta sencilla: «Señor, ¿qué quieres que haga?».

“Y a partir de allí, volviendo sobre sus pasos, comenzó a escribir una historia diferente: la maravillosa historia de santidad que todos conocemos, despojándose de todo para seguir al Señor, viviendo en pobreza y prefiriendo el amor a los hermanos, especialmente a los más débiles y pequeños, al oro, a la plata y a las telas preciosas de su padre”.

Dios nos da una nueva lógica

Y antes de hablar de los dos nuevos santos, ambos enamorados de Jesús y dispuestos a dar todo por Él, Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, un joven de principios del siglo XX y un adolescente de nuestros días, el Obispo de Roma puso el ejemplo de otro joven que respondió con su “si” al Señor y entregó su vida a Él, el joven Agustín de Hipona.

“A veces nosotros los representamos como grandes personajes, olvidando que para ellos todo comenzó cuando, aún jóvenes, respondieron ‘sí’ a Dios y se entregaron a Él plenamente, sin guardar nada para sí. A este respecto, san Agustín cuenta que, en el «nudo tortuosísimo y enredadísimo» de su vida, una voz, en lo profundo, le decía: «Sólo a ti quiero». Y, de esa manera, Dios le dio una nueva dirección, un nuevo camino, una nueva lógica, donde nada de su existencia estuvo perdido”.

Pier Giorgio y su alegría de vivir y de ser cristiano en la oración

Al referirse a Pier Giorgio Frassati, el Pontífice dijo que, él encontró al Señor por medio de la escuela y los grupos eclesiales y dio testimonio de ello a través de su alegría de vivir y de ser cristiano en la oración, en la amistad y en la caridad. Hasta el punto de que, a fuerza de verlo recorrer las calles de Turín con carritos repletos de ayuda para los pobres, sus amigos lo llamaban “Empresa de Transportes Frassati”.

“También hoy, la vida de Pier Giorgio representa una luz para la espiritualidad laical. Para él la fe no fue una devoción privada; impulsado por la fuerza del Evangelio y la pertenencia a asociaciones eclesiales, se comprometió generosamente en la sociedad, dio su contribución en la vida política, se desgastó con ardor al servicio de los pobres”.

Carlo encontró a Jesús en su familia y en los sacramentos

De Carlo Acutis, el Santo Padre dijo que este joven encontró a Jesús en su familia, gracias a sus padres, Andrés y Antonia y después en la escuela, también él, y sobre todo en los sacramentos, celebrados en la comunidad parroquial.

“De ese modo, creció integrando naturalmente en sus jornadas de niño y de adolescente la oración, el deporte, el estudio y la caridad”.

Cultivaron el amor a Dios a través de medios sencillos

Ambos, Pier Giorgio y Carlo, destacó el Papa, cultivaron el amor a Dios y a los hermanos a través de medios sencillos, al alcance de todos: la Santa Misa diaria, la oración, y especialmente la adoración Eucarística. Otra cosa esencial para ellos era la confesión frecuente.

“Carlo decía: «Cuando nos ponemos frente al sol, nos bronceamos. Cuando nos ponemos ante Jesús en la Eucaristía, nos convertimos en santos», y también: «La tristeza es dirigir la mirada hacia uno mismo, la felicidad es dirigir la mirada hacia Dios. La conversión no es otra cosa que desviar la mirada desde abajo hacia lo alto. Basta un simple movimiento de ojos»”.

Ambos, además, tenían una gran devoción por los santos y por la Virgen María, y practicaban generosamente la caridad.

“Pier Giorgio decía: «Alrededor de los pobres y los enfermos veo una luz que nosotros no tenemos». Llamaba a la caridad “el fundamento de nuestra religión” y, como Carlo, la ejercitaba sobre todo por medio de pequeños gestos concretos, a menudo escondidos, viviendo lo que el Papa Francisco ha llamado «la santidad de la puerta de al lado»”.

La enfermedad no les impidió amar a Dios

El Papa León XIV dijo que, incluso cuando los aquejó la enfermedad y esta fue deteriorando sus jóvenes vidas, ni siquiera eso los detuvo ni les impidió amar, ofrecerse a Dios, bendecirlo y pedirle por ellos y por todos.

“Un día Pier Giorgio dijo: «El día de mi muerte será el día más bello de mi vida»; y en su última foto, que lo retrata mientras escalaba una montaña de Val di Lanzo, con el rostro dirigido a la meta, había escrito: «Hacia lo alto». Por otra parte, a Carlo, siendo aún más joven, le gustaba decir que el cielo nos espera desde siempre, y que amar el mañana es dar hoy nuestro mejor fruto”.

Nos invitan a no malgastar la vida, sino a orientarla hacia lo alto

Finalmente, el Santo Padre dijo que, los santos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis son una invitación para todos nosotros, sobre todo para los jóvenes, a no malgastar la vida, sino a orientarla hacia lo alto y hacer de ella una obra maestra.

«Nos animan con sus palabras: “No yo, sino Dios”, decía Carlo. Y Pier Giorgio: “Si tienes a Dios como centro de todas tus acciones, entonces llegarás hasta el final”. Esta es la fórmula, sencilla pero segura, de su santidad. Y es también el testimonio que estamos llamados a imitar para disfrutar la vida al máximo e ir al encuentro del Señor en la fiesta del cielo».

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Miércoles, 03 Septiembre 2025 09:50

Nuestras fragilidades son un puente hacia el cielo

CIUDAD DEL VATICANO. - En la audiencia general en la plaza de San Pedro, el Pontífice reflexiona sobre la humanidad de Cristo en los últimos momentos antes de su muerte, cuando en la cruz dice tener sed y le ofrecen una esponja empapada en vinagre. “En la sed de Cristo podemos reconocer toda nuestra sed”. “No hay nada más humano, nada más divino, que saber decir: necesito”.

    “La medida de nuestra humanidad no la da lo que podemos conquistar, sino la capacidad de dejarnos amar y, cuando es necesario, también ayudar”

Lo afirmó el Papa León XIV en la catequesis de la audiencia general de hoy, 3 de septiembre, ante los numerosos fieles congregados en la Plaza San Pedro, a quienes saludó durante su larga vuelta en papamóvil antes del comienzo de su meditación. “En una época que premia la autosuficiencia, la eficiencia, el rendimiento” el Pontífice invita reconocer los propios límites y fragilidades para conocer el amor de Dios.

El Obispo de Roma centra su reflexión en el pasaje evangélico de Juan, que relata “el momento más luminoso y a la vez más oscuro de la vida de Jesús”, es decir, los últimos instantes antes de su muerte, en el cual dice que tiene “sed” y se le ofrece una esponja empapada en vinagre. En ese “grito silencioso”, explica el Papa, hay un Dios que “ha querido compartir todo de nuestra condición humana” y “se deja atravesar también por esta sed”.

En la sed de Cristo podemos reconocer toda nuestra sed. Y aprender que no hay nada más humano, nada más divino, que saber decir: necesito. No temamos pedir, sobre todo cuando nos parece que no lo merecemos. No nos avergoncemos de tender la mano. Es precisamente allí, en ese gesto humilde, donde se esconde la salvación.

El hombre no se realiza en el poder

“En la cruz, Jesús no aparece como un héroe victorioso, sino como un mendigo de amor. No proclama, no condena, no se defiende. Pide, humildemente, lo que por sí solo no puede darse de ninguna manera”, subraya el Papa. Y explica que Cristo, al afirmar que tiene sed, “manifiesta su humanidad y también la nuestra”, porque “ninguno de nosotros puede bastarse a sí mismo. Nadie puede salvarse por sí mismo” insiste el Santo Padre. “La vida se ‘cumple’ no cuando somos fuertes, sino cuando aprendemos a recibir”.

Esta es la paradoja cristiana: Dios salva no haciendo, sino dejándose hacer. No venciendo al mal con la fuerza, sino aceptando hasta el fondo la debilidad del amor. En la cruz, Jesús nos enseña que el ser humano no se realiza en el poder, sino en la apertura confiada a los demás, incluso cuando son hostiles y enemigos. La salvación no está en la autonomía, sino en reconocer con humildad la propia necesidad y saber expresarla libremente.

Sed de amor y justicia

El Papa evidencia además que el “cumplimiento de nuestra humanidad en el diseño de Dios no es un acto de fuerza, sino un gesto de confianza. Jesús no salva con un golpe de efecto, sino pidiendo algo que por sí solo no puede darse”.

Y aquí se abre una puerta a la verdadera esperanza: si incluso el Hijo de Dios ha elegido no bastarse a sí mismo, entonces también su sed —de amor, de sentido, de justicia— no es un signo de fracaso, sino de verdad.

Pedir no es indigno sino liberador

Una verdad simple pero difícil de aceptar, nota el Papa, observando que “vivimos en una época que premia la autosuficiencia, la eficiencia, el rendimiento”.

Sin embargo, el Evangelio nos muestra que la medida de nuestra humanidad no la da lo que podemos conquistar, sino la capacidad de dejarnos amar y, cuando es necesario, también ayudar. Jesús nos salva mostrándonos que pedir no es indigno, sino liberador. Es el camino para salir de la ocultación del pecado, para volver al espacio de la comunión. Desde el principio, el pecado ha generado vergüenza. Pero el perdón, el verdadero, nace cuando podemos mirar de frente nuestra necesidad y ya no temer ser rechazados.

En el pedir se abre un camino de libertad

“La sed de Jesús en la cruz es entonces también la nuestra” asegura León XIV. “Es el grito de la humanidad herida que sigue buscando agua viva. Y esta sed no nos aleja de Dios, sino que nos une a Él”. Y asegura que si tenemos el valor de reconocerla, podemos descubrir que también nuestra fragilidad es un puente hacia el cielo”.

Precisamente en el pedir —no en el poseer— se abre un camino de libertad, porque dejamos de pretender bastarnos a nosotros mismos. En la fraternidad, en la vida sencilla, en el arte de pedir sin vergüenza y de ofrecer sin cálculo, se esconde una alegría que el mundo no conoce. Una alegría que nos devuelve a la verdad original de nuestro ser: somos criaturas hechas para dar y recibir amor.

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CIUDAD DEL VATICANO. - En el Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Pontífice reflexiona sobre el Evangelio de Lucas, en el que Jesús almuerza con los fariseos y observa que hay "una carrera por ocupar los primeros lugares". Exhorta a la Iglesia a ser una “casa en la que siempre se es bienvenido, donde los puestos no se conquistan” y a reconocer nuestra dignidad de “hijas e hijos de Dios”.

La humildad es “ser libre de uno mismo” y nace “cuando el Reino de Dios y su justicia se han convertido verdaderamente en nuestro interés y podemos permitirnos mirar lejos: no la punta de nuestros pies, ¡sino lejos!”.

En su alocución previa a la oración del Ángelus del último domingo de agosto, el Papa León XIV anima a aprender a servir como Cristo y a mirar más allá de uno mismo. Asomado desde la ventana del Palacio Apostólico, el Pontífice centra su reflexión en un pasaje del Evangelio del día, tomado del evangelista Lucas, en el que Jesús almuerza en casa de uno de los jefes de los fariseos y observa “que hay una carrera por ocupar los primeros lugares” y “mediante una parábola, describe lo que ve e invita a pensar a quienes lo observan”. El Santo Padre se dirige, en particular, a la Iglesia, diciendo:

Pidamos hoy que la Iglesia sea para todos un taller de humildad, es decir, esa casa en la que siempre se es bienvenido, donde los puestos no se conquistan, donde Jesús puede tomar todavía la Palabra y educarnos en su humildad y en su libertad.

Jesús nos llama a la libertad

Dirigiéndose a los numerosos fieles llegados a la plaza de San Pedro, el Pontífice subraya que “sentarnos juntos en torno a la mesa eucarística, en el día del Señor, significa también para nosotros darle a Jesús la palabra” porque Él, “se hace nuestro huésped y puede describir cómo nos ve”. Y señala que es muy importante “vernos a través de su mirada, repensar cómo muchas veces reducimos la vida a una competición, cómo perdemos la compostura con tal de obtener algún reconocimiento, cómo nos comparamos inútilmente unos con otros”. Por ello, observa:

Detenernos a reflexionar, dejarnos sacudir por una Palabra que cuestiona las prioridades que ocupan nuestro corazón, es una experiencia de libertad. Jesús nos llama a la libertad.

La humildad, forma plena de libertad

De hecho, León XIV subraya que el Evangelio usa la palabra “humildad para describir la forma plena de la libertad”. “Quien se engrandece, en general – evidencia - parece no haber encontrado nada más interesante que sí mismo y, en el fondo, tiene poca seguridad en sí”.

Pero quien ha comprendido que es muy valioso a los ojos de Dios, quien se siente profundamente hijo o hija de Dios, tiene cosas más grandes de las que gloriarse y posee una dignidad que brilla por sí sola. Esa se coloca en primer plano, ocupa el primer lugar sin esfuerzo y sin estrategias, cuando en vez de servirnos de las situaciones, aprendemos a servir.

Ser huéspedes cercanos como Jesús

El Papa explica además que “los comensales ‘observaban’ a Jesús y, en general, Él era mirado con cierta desconfianza por los intérpretes más rigurosos de la tradición”. “Sin embargo – subraya - el encuentro es posible porque Jesús se hace realmente cercano, no permanece ajeno a la situación” sino que “se hace huésped de verdad, con respeto y autenticidad. Renuncia a esos buenos modales que son sólo formalidades que eluden comprometerse recíprocamente”.

Tener invitados ensancha el espacio del corazón, y hacerse huésped exige la humildad de entrar en el mundo del otro. Una cultura del encuentro se nutre de estos gestos que acercan.

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Ciudad del Vaticano. - El Papa León XIV renovó su llamado a la oración por la paz al expresar su cercanía a la población de Cabo Delgado, en Mozambique, y a Ucrania, países golpeados por la violencia y la guerra. Al mismo tiempo, saludó con afecto a peregrinos, parroquias y grupos llegados a Roma, destacando el testimonio de fe y esperanza que ofrecen.

El Papa expresó su cercanía a la población de Cabo Delgado, en Mozambique, que continúa sufriendo una grave situación de violencia e inseguridad, la cual ha provocado numerosas muertes y obligado a miles de personas a desplazarse de sus hogares.

    “Invito a no olvidar a nuestros hermanos y hermanas que viven en Cabo Delgado. Rezo por ellos y expreso la esperanza de que los esfuerzos de los responsables del país logren restablecer la seguridad y la paz en ese territorio”

Oración y ayuno por la paz

El Papa recordó también que el pasado viernes 22 de agosto la Iglesia se unió en oración y ayuno por todos aquellos que sufren a causa de las guerras en el mundo.

En su mensaje, extendió además un llamado de solidaridad con el pueblo de Ucrania, destacando la iniciativa espiritual “oración mundial por Ucrania”, mediante la cual los fieles piden al Señor que conceda paz a su país martirizado por el conflicto.

Con estas palabras, el Papa reiteró su llamado a la comunidad internacional y a todos los creyentes a no acostumbrarse al sufrimiento de los pueblos golpeados por la violencia, sino a sostenerlos con la oración, la cercanía y el compromiso por la paz.

Saludos a fieles y peregrinos

Por otra parte, el Papa manifestó su alegría al acoger a la Banda Musical de Gozzano y a los grupos parroquiales de Bellagio, Vidigulfo, Carbonia, Corlo y Val Cavallina. También saludó con afecto a los fieles que llegaron en bicicleta desde Rovato y Manerbio, así como al grupo itinerante de la Via Lucis.

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