Ciudad del Vaticano. - A la hora del Ángelus dominical, en la Jornada mundial de los pobres y en el día de su Jubileo, el Papa León XIV invitó a no dejarse vencer por el miedo ante los conflictos, las calamidades y las persecuciones. Recordó asimismo que la persecución de los cristianos “no ocurre sólo con las armas y los maltratos, sino también con las palabras, es decir, a través de la mentira y de la manipulación ideológica”

    “No dejarse vencer por el miedo”

Al comentar el capítulo 21 del Evangelio de san Lucas, antes de rezar el ángelus dominical, León XIV se refirió a cómo reacciona Jesús ante la profecía de la destrucción del templo y ante las guerras, los terremotos y las persecuciones.
Cuanto más oscura es la hora, más brilla la fe

El Papa observó que el llamamiento de Cristo resulta muy “actual”, considerando las “noticias de conflictos, calamidades y persecuciones que atormentan cada día a millones de hombres y mujeres”.

    “Tanto ante estas aflicciones como ante la indiferencia que pretende ignorarlas, las palabras de Jesús anuncian que la agresión del mal no puede destruir la esperanza de quien confía en Él. Cuanto más oscura es la hora, como la noche, más brilla la fe como el sol”

Armas y manipulación ideológica, instrumentos de persecución

El testimonio se mide precisamente en la hora de la prueba. Y los relatos bíblicos están llenos de pruebas dijo el Papa. 

La persecución de los cristianos, de hecho, no ocurre solo con armas y maltratos, sino también con palabras, es decir, a través de la mentira y la manipulación ideológica. Sobre todo, cuando estamos oprimidos por estos males, físicos y morales, estamos llamados a dar testimonio de la verdad que salva al mundo, de la justicia que libera a los pueblos de la opresión y de la esperanza que señala a todos el camino de la paz.

Transfigurar la violencia en signo de redención

Resistir a las ofensas, a la violencia, a la traición. La vida de Jesús, hasta la Cruz, está continuamente marcada por esta actitud. León recuerda que “los desastres y los sufrimientos de la historia tienen un final, mientras que la alegría de quienes reconocen en Él al Salvador está destinada a durar para siempre”. Y dirige la mirada a los testigos por excelencia, los mártires:

[…] A lo largo de la historia de la Iglesia, son sobre todo los mártires quienes nos recuerdan que la gracia de Dios es capaz de transfigurar incluso la violencia en un signo de redención. Por eso, uniéndonos a nuestros hermanos y hermanas que sufren por el nombre de Jesús, busquemos con confianza la intercesión de María, Auxilio de los Cristianos. En cada prueba y dificultad, que la Virgen Santa nos consuele y nos sostenga.

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ROMA, Italia. – En un hecho histórico para la fe jalisciense, Su Santidad el Papa León XIV realizó la bendición y coronación pontificia de la imagen de María Madre Nuestra durante la audiencia general celebrada en el Vaticano, el pasado miércoles 29 de octubre. La ceremonia, cargada de simbolismo y devoción, reconoció la profunda historia espiritual de esta advocación mariana con 175 años de tradición, resguardada por generaciones de la familia Hernández Pérez, originaria de Jalisco. 
 
Ramiro Escoto, periodista jalisciense, fue testigo de la coronación pontificia de María Madre Nuestra por el Papa León XIV en el Vaticano.    

De culto privado, esta venerada imagen ha atravesado una historia marcada por la recuperación, la veneración clandestina y su resguardo durante la Guerra Cristera. Con su coronación pontificia, María Madre Nuestra se convierte en la segunda imagen jalisciense coronada por un papa, después de la Virgen de Zapopan, coronada por San Juan Pablo II en 1979. 

En un acto posterior, celebrado en la Sala de los Palacios Pontificios, el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, otorgó su bendición al manto y la corona que portará la Virgen del Sagrario de Tamazula, una imagen que desde hace también 175 años peregrina hacia Zapotiltic, reafirmando una tradición de fe y comunión en el sur de Jalisco. 
 
Representantes de Jalisco y la Arquidiócesis de Guadalajara en el Vaticano. 

Ambas coronas fueron elaboradas y donadas por Maestros Joyeros, una de las casas joyeras más reconocidas de México. La gestión de estas piezas, que fusionan arte sacro y devoción, fue coordinada por la Agencia Must PR, bajo la dirección de Viridiana y Edgar Estrella, junto con el vaticanista Ramiro Escoto, quienes encabezaron la entrega de los ornamentos al Vaticano. 
 
En representación de las comunidades de Tamazula y Zapotiltic, asistieron María Ileana Lara Alcaraz y Zinedine Lares Munguía, quienes participaron en el encuentro con el cardenal Parolin y recibieron su bendición.  
  
Durante la misma audiencia, el padre Francisco Ramírez Yáñez, rector de la Universidad del Valle de Atemajac (UNIVA) y presidente de la Federación Internacional de Universidades Católicas (FIUC), sostuvo un diálogo con el Secretario de Estado sobre los desafíos educativos contemporáneos, laincorporación de la inteligencia artificial en la enseñanza y la urgencia de promover modelos educativos centrados en la ética y el bien común. 
 
Padre Francisco Ramírez Yáñez, Cardenal Pietro Parolin

Por su parte, el empresario Javier Zepeda Orozco, vicepresidente de la CONCANACO SERVYTUR, entregó al cardenal Parolin la Medalla por la Paz, como reconocimiento al compromiso del Vaticano con la reconciliación y la ayuda humanitaria en regiones afectadas por conflictos como Gaza, Ucrania y Rusia. 
 
Medalla por la Paz

Javier Zepeda Orozco, Cardenal Pietro Parolin 

Asimismo, Juan Alberto Hernández ofreció a la Santa Sede una imagen de la Virgen María, la cual fue colocada en el pasillo que conduce a la Sala de los Palacios Apostólicos, como símbolo de gratitud y devoción hacia la Madre de Dios. 

Destacó también la presencia del padre Juan Pablo Cerrillos, sacerdote jalisciense originario de Tequila, quien recibió a la delegación mexicana en Casa Santa Marta, en el salón donde el Papa Francisco solía reunirse con medios y visitantes especiales. 
 
Padre Juan Pablo Cerrillos con parte de la delegación en Casa Santa Marta. 

Al cierre de la jornada, en la Basílica de San Pedro, el padre Cerrillos dirigió un rosario privado en una capilla histórica, culminando con un momento de contemplación ante el altar mayor del templo, obra monumental de Bernini y Miguel Ángel.

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Ciudad del Vaticano. - En un día en que Roma celebra la Fiesta de la Dedicación de San Juan de Letrán, catedral de la ciudad eterna, León XIV recuerda en su Ángelus dominical que la verdadera grandeza de la Iglesia no está en sus piedras ni en su arte, sino en Cristo y en la comunidad de fieles que vive su Evangelio.

En la Fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, el Papa León XIV invita a los fieles a contemplar el misterio de unidad y de comunión con la Iglesia de Roma durante el Ángelus dominical:

“La Catedral de la Diócesis de Roma y sede del Sucesor de Pedro, como sabemos, no sólo es una obra de extraordinaria importancia histórica, artística y religiosa, sino que también representa la fuerza motriz de la fe confiada y custodiada por los apóstoles y su transmisión a lo largo de la historia”.

El Papa destaca además que, en su nave central, “alberga las doce grandes estatuas de los apóstoles, primeros seguidores de Cristo y testigos del Evangelio”.

La Iglesia como dimensión espiritual

León XIV después enfatiza una dimensión espiritual más profunda, para comprender en el misterio de la Iglesia mucho más que un simple lugar, un espacio físico o una construcción hecha de piedras:

“El verdadero santuario de Dios es Cristo muerto y resucitado. Él es el único mediador de la salvación, el único Redentor, Aquél que, al unirse a nuestra humanidad y transformarnos con su amor, representa la puerta que se abre de par en par para nosotros y nos conduce al Padre”.

Somos las piedras vivas de la Iglesia

“La adoración espiritual debe resplandecer por encima de todo en nuestro testimonio de vida” ha afirmado el Papa, para recordarnos que también nosotros somos piedras vivas de este edificio espiritual:

“Somos la Iglesia de Cristo, su cuerpo, sus miembros llamados a difundir su Evangelio de misericordia, consuelo y paz por todo el mundo”.

Por último, el Papa hace un llamado a superar los prejuicios y las debilidades humanas: “Con frecuencia, las debilidades y los errores de los cristianos, junto con tantos estereotipos y prejuicios, nos impiden comprender la riqueza del misterio de la Iglesia. Su santidad, en realidad, no reside en nuestros méritos, sino en el «don del Señor [que] no se revoca jamás», que «con un amor que raya en la paradoja, elige una y otra vez como recipiente de su presencia las manos sucias del hombre»”. “Caminemos, pues, con la alegría de ser el Pueblo santo que Dios ha elegido e invoquemos a María, Madre de la Iglesia” ha sido su exhortación final.

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CIUDAD DEL VATICANO. - En la audiencia general del primer miércoles de noviembre, León XIV centra su catequesis en la Pascua y explica que la Resurrección de Cristo es el “acontecimento” que fundamenta la fe, el único capaz de saciar nuestra demanda de sentido de la vida. “En Él tenemos la seguridad de poder encontrar siempre la estrella polar hacia la que dirigir nuestra vida de aparente caos, marcada por hechos que, a menudo, nos parecen confusos, inaceptables, incomprensibles”.

“El misterio pascual constituye el eje de la vida del cristiano en torno al cual giran todos los demás eventos”: lo afirma el Papa León XIV en la audiencia general de hoy, 5 de noviembre, en la plaza de San Pedro.

El Pontífice centra su catequesis en el tema “La Pascua da esperanza a la vida cotidiana”, la tercera dedicada a “La Resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual”, en el marco del ciclo jubilar “Jesucristo esperanza nuestra”.

Después de haber saludado desde el papamóvil a los numerosos fieles, romanos y peregrinos, que hoy se congregaron en la plaza de San Pedro para escuchar su enseñanza y recibir su bendición, el Santo Padre inicia su reflexión evidenciando que la “Pascua de Jesús es un evento que no pertenece a un pasado lejano”, como “tantos otros episodios de la historia humana” y la Iglesia nos enseña a hacer “memoria actualizante” de la Resurrección todos los años en el domingo de Pascua.

Todos los días es Pascua

El Obispo de Roma analiza las diversas experiencias que vive el ser humano: “dolor, sufrimiento, tristeza, entrelazadas con alegría, estupor, serenidad” y subraya que en cada situación, “el corazón humano anhela la plenitud, una felicidad profunda”. Y para explicar mejor el misterio de la persona humana se remite a una gran filósofa del s. XX, Santa Teresa Benedicta de la Cruz -cuyo nombre secular fue Edith Stein: «El ser humano -escribe la santa- anhela siempre volver a recibir el don de la existencia, para poder alcanzar lo que el instante le da y, al mismo tiempo, le quita». “Estamos inmersos en el límite – señala el Papa – pero también tendemos a superarlo”.

El anuncio pascual es la noticia más hermosa, alegre y conmovedora que jamás ha resonado en el curso de la historia. Es el “Evangelio” por excelencia, que atestigua la victoria del amor sobre el pecado y de la vida sobre la muerte, y por eso es el único capaz de saciar la demanda de sentido que inquieta nuestra mente y nuestro corazón.

Precisando que el ser humano está animado por un movimiento interior, que “tiende hacia un más allá que le atrae constantemente”, tiende “al infinito y a lo eterno”, el Pontífice nota que esto contrasta con la experiencia de la muerte, anticipada por los sufrimientos, las pérdidas, los fracasos.  Como canta San Francisco de Asís: De la muerte «nullu homo vivente po skampare» (ningún hombre viviente puede escapar).

En la Resurrección, la respuesta a nuestra sed de significado

En Jesús el “Viviente”, recuerda a continuación el Santo Padre, “tenemos la seguridad de poder encontrar siempre la estrella polar hacia la que dirigir nuestra vida de aparente caos, marcada por hechos que, a menudo, nos parecen confusos, inaceptables, incomprensibles: el mal, en sus múltiples facetas; el sufrimiento, la muerte”.

Ante nuestra frágil humanidad, el anuncio pascual se hace medicina y curación, alimenta la esperanza frente a los desafíos alarmantes que la vida nos pone delante cada día a nivel personal y planetario.

La Pascua no elimina la cruz, la vence

Desde la perspectiva de la Pascual, la Via Crucis se transfigura en Via Lucis, añade. Por esto, es necesario “saborear y meditar sobre la alegría después del dolor, reatravesando con esta nueva luz todas las etapas que precedieron la Resurrección”.

La Pascua no elimina la cruz, sino que la vence en el duelo prodigioso que ha cambiado la historia humana. También nuestro tiempo, marcado por tantas cruces, invoca el alba de la esperanza pascual.

La esperanza pascual no defrauda

La Resurrección de Cristo es el “Acontecimento que fundamenta la fe”, remarca el Papa León antes de concluir su reflexió, y es los que nos recuerda Jesús, el Resucitado a los creyentes, “para que podamos ser sus testigos también allí donde la historia humana no ve luz en el horizonte” porque “la esperanza pascual no defrauda”.

Creer verdaderamente en la Pascua a través del camino cotidiano significa revolucionar nuestra vida, ser transformados para transformar el mundo con la fuerza suave y valiente de la esperanza cristiana.

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Ciudad del Vaticano. - En el Ángelus de este domingo, conmemoración de todos los fieles difuntos, el Papa León XIV invitó a los fieles a contemplar la resurrección de Cristo como la gran esperanza que ilumina la vida y la muerte de cada persona.

En el marco de la Conmemoración de todos los fieles difuntos, el Papa León XIV  subrayó que el corazón del Evangelio es la certeza de que “nadie se pierde para siempre, porque la voluntad de Dios es que todos tengan vida”. “La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día” (Jn 6,39), recordó el Papa citando el Evangelio de san Juan. Estas palabras, explicó, revelan la preocupación profunda de Dios por cada ser humano: que todos encuentren su lugar en la plenitud del amor divino.

    “Por lo tanto, el núcleo de la preocupación de Dios está claro: que nadie se pierda para siempre, que cada uno tenga su lugar y resplandezca en su unicidad.”

Una comunión que abarca todas las diferencias

León XIV relacionó la fiesta de Todos los Santos, celebrada el día anterior, con la conmemoración de los difuntos, presentándolas como dos dimensiones de una misma realidad: la comunión universal del amor de Dios.

La Solemnidad de Todos los Santos, dijo, es la fiesta que celebra la comunión entre todos los hijos e hijas de Dios. El deseo de participar en la vida divina está inscrito en el corazón humano y se manifiesta como búsqueda de reconocimiento, atención y alegría. Y luego citó al Papa Benedicto XVI cuando escribió al respecto:

    “la expresión “vida eterna” trata de dar un nombre a esta espera irreprimible: no es un continuo sucederse de días sin fin, sino el sumergirse en el océano infinito del amor, en el que el tiempo, el antes y el después ya no existen más. Una plenitud de vida y de felicidad: es esto lo que esperamos y aguardamos de nuestro estar con Cristo”

Memoria y esperanza ante la muerte

El Pontífice señaló que el recuerdo de los difuntos no es un ejercicio de nostalgia, sino un acto de fe y esperanza. “Sin la memoria viva de Jesús —advirtió—, cada vida corre el riesgo del olvido; pero en Él, incluso quien no tiene quien lo recuerde conserva su infinita dignidad”, y añadió:

    “Jesús, la piedra que los constructores ha rechazado, es ahora la piedra angular (cf. Hch 4,11). Este es el anuncio pascual. Por esta razón, los cristianos recuerdan desde siempre a los difuntos en cada Eucaristía, y hasta la fecha piden que sus seres queridos sean mencionados en la plegaria eucarística. Desde aquel anuncio surge la esperanza de que nadie se perderá.”

La voz que viene del futuro

Al final del Ángelus, León XIV invitó a los fieles a que la visita a los cementerios no sea solo un momento de silencio o nostalgia, sino una afirmación de fe en la resurrección. “Cuando profesamos: ‘Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro’, conmemoramos el futuro —dijo—. No vivimos encerrados en el pasado ni en el presente, sino abiertos a la vida nueva que Cristo promete”. Con un tono esperanzador, el Papa aseguró que la voz de Jesús nos llama por nuestro nombre y nos prepara un lugar donde el amor vence a la muerte. “Que María, mujer del Sábado Santo, nos enseñe a seguir esperando incluso cuando todo parece perdido”, concluyó.

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Plaza San Pedro. Ciudad del Vaticano. -  León XIV dedica la catequesis de la audiencia general en la plaza de San Pedro al diálogo interreligioso y al mensaje del documento conciliar Nostra Aetate. Recuerda las raíces judías del cristianismo y sugiere una serie de temas en los que todas las religiones pueden colaborar: la ecología, la lucha contra el extremismo religioso, la inteligencia artificial. Por último, hace un llamamiento para que "nada nos separe".

“Todos mis predecesores han condenado el antisemitismo con palabras claras. Y así también yo confirmo que la Iglesia no tolera el antisemitismo y lo combate, por el mismo Evangelio”. Son palabras claras y directas las que pronuncia el Papa León XIV en la catequesis de la audiencia general de hoy, miércoles 29 de octubre, en la Plaza de San Pedro, reiterando la total incompatibilidad entre el Evangelio, el Magisterio de la Iglesia y el antisemitismo.

La audiencia, precedida de un largo paseo en papamóvil durante el cual León XIV saludó a varios niños, matrimonios y a la multitud de fieles que llegaba hasta la plaza de Pío XII, está dedicada -como él mismo anunció- al "diálogo interreligioso". La ocasión es la celebración del 60 aniversario de la Declaración Nostra Aetate, aprobada por el Concilio Vaticano II el 28 de octubre de 1965.
Como compañeros de viaje

Recordando el diálogo entre Jesús y la Samaritana, nacido de la sed de Dios y superando las barreras de la cultura, el género y la religión, el Papa recuerda que este momento capta el núcleo mismo del diálogo interreligioso. En esta estela, recuerda que el documento conciliar redefinió las relaciones entre la Iglesia católica y las religiones no cristianas, en particular el judaísmo, y "abrió -subraya el Pontífice- un nuevo horizonte de encuentro, respeto y hospitalidad espiritual". Miró a los seguidores de otras religiones de un modo enriquecedor.

    “Como compañeros de viaje en el camino de la verdad; para honrar las diferencias afirmando nuestra común humanidad; y para discernir, en toda búsqueda religiosa sincera, un reflejo del único Misterio divino que abarca toda la creación”

La Iglesia deplora el odio, la persecución y el antisemitismo

Con este documento, continúa explicando el Pontífice, el Papa Juan XXIII pretendía restablecer la relación original con el mundo judío, dando forma, "por primera vez en la historia de la Iglesia", al tratado doctrinal sobre las raíces judías del cristianismo y que a nivel bíblico y teológico representaba "un punto de no retorno". Un reconocimiento, pues, del vínculo entre "el pueblo del Nuevo Testamento" y "el linaje de Abraham".

    “La Iglesia, consciente de la herencia que tiene en común con los judíos, e impulsada no por motivos políticos sino por la caridad religiosa evangélica, deplora los odios, las persecuciones y todas las manifestaciones de antisemitismo dirigidas contra los judíos en todo tiempo y por cualquiera”

Una amistad sólida

"Hoy -añadió el Papa- podemos mirar con gratitud todo lo que se ha logrado en el diálogo judeo-católico en estas seis décadas. Esto se debe no sólo al esfuerzo humano, sino a la asistencia de nuestro Dios que, según la convicción cristiana, está en sí mismo diálogo".

    “No podemos negar que durante este período también ha habido malentendidos, dificultades y conflictos, pero éstos nunca han impedido la continuación del diálogo. Incluso hoy, no debemos permitir que las circunstancias políticas y las injusticias de algunos nos distraigan de la amistad, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que hemos conseguido hasta ahora”

Arraigados en el amor

León XIV recuerda que el espíritu de Nostra Aetate sigue iluminando el camino de la Iglesia, reconociendo que todas las religiones pueden reflejar "un rayo de esa verdad que ilumina a todos los hombres", buscando respuestas a los misterios de la vida llevando el diálogo también al plano espiritual. De ahí la invitación a "comprometerse" reconociendo todo lo que hay de bueno, verdadero y santo en las distintas tradiciones, especialmente en el mundo de hoy "donde, a causa de la movilidad humana, nuestras diversidades y pertenencias espirituales están llamadas a encontrarse y convivir fraternalmente".

    “Nostra Aetate recuerda que el verdadero diálogo tiene sus raíces en el amor, único fundamento de la paz, la justicia y la reconciliación, al tiempo que rechaza firmemente toda forma de discriminación o persecución, afirmando la igual dignidad de todo ser humano”

Actuar juntos contra el fanatismo religioso y el extremismo

La implicación de la que habla el Papa se convierte, según sus instrucciones, en actuar juntos en un mundo que "necesita nuestra unidad, nuestra amistad y nuestra colaboración". León XIV señala los ámbitos en los que podemos trabajar juntos para aliviar el sufrimiento humano y cuidar, por ejemplo, de la casa común y más allá.

    “Nuestras respectivas tradiciones enseñan la verdad, la compasión, la reconciliación, la justicia y la paz. Debemos reafirmar el servicio a la humanidad, en todo momento. Juntos, debemos estar vigilantes contra el abuso del nombre de Dios, de la religión y del propio diálogo, y contra los peligros que plantean el fundamentalismo religioso y el extremismo”

La inteligencia artificial y sus peligros

Entre las cuestiones que hay que abordar está también la de la Inteligencia Artificial, que "si se concibe como una alternativa a lo humano, puede socavar gravemente su dignidad infinita y neutralizar sus responsabilidades fundamentales.

    “Nuestras tradiciones tienen una inmensa contribución que aportar a la humanización de la tecnología e inspirar así su regulación, para proteger los derechos humanos fundamentales.”

Esperanza en el mundo de mañana

Las religiones, prosigue el Papa, enseñan que "la paz comienza en el corazón humano" y, por tanto, pueden aportar una importante contribución para hacer posible "un mundo nuevo". "Debemos restaurar la esperanza en nuestras vidas personales, en nuestras familias, en nuestros barrios, en nuestras escuelas, en nuestros pueblos, en nuestros países y en nuestro mundo". El Pontífice recordó que Nostra Aetate, hace sesenta años, trajo esperanza al mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial.

    “Hoy estamos llamados a refundar esa esperanza en nuestro mundo devastado por la guerra y en nuestro entorno natural degradado. Trabajemos juntos, porque si estamos unidos todo es posible. Procuremos que nada nos divida”

La base del diálogo y la oración

Es en la amistad y la cooperación donde las generaciones futuras pueden mirar para continuar el diálogo.

    “Y ahora, detengámonos un momento en oración silenciosa: la oración tiene el poder de transformar nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones”

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CIUDAD DEL VATICANO. - El Pontífice expresó su solidaridad con las poblaciones de Centroamérica afectadas por las intensas lluvias que han provocado una catástrofe humanitaria: 80 muertos, decenas de desaparecidos, miles de viviendas e infraestructuras destruidas. A continuación, animó a rezar sin descanso por la paz en el mundo. Por último, saludó a las Hermanas Reparadoras del Sagrado Corazón de Jesús, que estos días celebran el 150 aniversario de su fundación.

Estoy cerca con afecto a las poblaciones de México oriental afectadas en días pasados por las inundaciones. Rezo por las familias y por todos los que sufren a causa de esta calamidad y encomiendo al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen, las almas de los difuntos.

Al finalizar la oración del Ángelus, asomado desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano, el Papa León XIV expresó su afecto y solidaridad con todo México, azotado hace unas dos semanas por violentas lluvias que han causado inundaciones y provocado un enorme desastre humanitario: 80 personas fallecidas, decenas de desaparecidos y enormes daños a viviendas e infraestructuras.

Lluvias excepcionalmente abundantes azotaron durante una semana todo el país. Veracruz, Querétaro, San Luis Potosí e Hidalgo fueron los estados más afectados. Pueblos enteros quedaron sumergidos bajo el lodo y los escombros y miles de mexicanos se quedaron sin agua ni electricidad. Las lluvias que golpearon la zona centro oriental del país hace dos semanas han dejado hasta el momento 80 personas fallecidas y 18 desaparecidas.  

Contribuir a la paz con la oración

El Pontífice, como ya ha hecho en tantas ocasiones públicas, ha invitado también a seguir rezando, sin cesar, por la paz en el mundo:

Continúa incesante nuestra oración por la paz, especialmente mediante el rezo comunitario del Santo Rosario. Contemplando los misterios de Cristo junto con la Virgen María, hacemos nuestro el sufrimiento y la esperanza de los niños, las madres, los padres y los ancianos víctimas de la guerra. Y de esta intercesión del corazón nacen tantos gestos de caridad evangélica, de cercanía concreta, de solidaridad.

Y dirigiéndose "a todos aquellos que, cada día, con perseverancia confiada, llevan adelante" el compromiso de la oración para pedir el fin de las guerras, el Papa León citó la exclamación utilizada por Jesús en el Sermón de la Montaña: “¡Bienaventurados los que trabajan por la paz!”.

Un aniversario importante

Por último, el Pontífice saludó con especial afecto a las Hermanas Reparadoras del Sagrado Corazón de Jesús, que estos días celebran el 150 aniversario de su fundación. La congregación fue fundada en Nápoles, con el aliento y la aprobación del entonces arzobispo, cardenal Sisto Riario Sforza, por Isabella de Rosis, originaria de Cosenza, el 24 de octubre de 1875. En el nombre de la congregación reside todo el sentido de su misión: reparar, con la ofrenda de la vida, la oración, la acción y el sacrificio, las ofensas y las heridas infligidas al Sagrado Corazón de Jesús.

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Miércoles, 15 Octubre 2025 06:58

Jesús es el punto de llegada de nuestro caminar

CIUDAD DEL VATICANO. - En la catequesis de la audiencia general en la Plaza de San Pedro, León XIV inició la última parte del ciclo jubilar "Jesucristo, nuestra esperanza" y abrió el capítulo "La resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual" con la reflexión "El Resucitado, fuente viva de la esperanza humana". El Pontífice indicó que Jesús es el “compañero de viaje” que nos sostiene en el camino no siempre fácil de nuestra vida. “Sin su amor, el viaje de la vida se convertiría en un vagar sin meta".

Una plaza de San Pedro repleta de fieles acogió hoy al Papa León XIV para la audiencia general del este miércoles 15 de octubre. Como de costumbre, antes de iniciar su reflexión, el Papa saludó desde el papamóvil a los numerosos fieles allí reunidos. En esta ocasión, la presencia de unos 60 000 peregrinos condujo al Pontífice más allá del hemiciclo de Bernini, a lo largo de la Vía de la Conciliación, en medio de una animada multitud.

“En las catequesis del Año jubilar, hasta este momento, hemos recorrido la vida de Jesús siguiendo los Evangelios, desde el nacimiento a la muerte y resurrección. De este modo, nuestra peregrinación en la esperanza ha encontrado su fundamento firme, su camino seguro”, inició diciendo el Santo Padre en su reflexión, precisando que ahora, “en la última parte del camino, dejaremos que el misterio de Cristo, que culmina en la Resurrección, libere su luz de salvación en contacto con la realidad humana e histórica actual, con sus preguntas y sus desafíos”.

Creados para la plenitud

El Papa evidenció que en nuestra vida, llena de matices y de vivencias diferentes, experimentamos una “situación paradójica: quisiéramos ser felices, pero es muy difícil conseguirlo de forma continuada y sin sombras” y  “sentimos que siempre nos falta algo”. Pero, en verdad – aseguró – no hemos sido creados para la falta, sino para la plenitud, para disfrutar de la vida y de la vida en abundancia, según la expresión de Jesús en el Evangelio de Juan (cfr 10,10).

Este deseo grande de nuestro corazón puede encontrar su última respuesta no en los roles, no en el poder, no en el tener, sino en la certeza de que alguien se hace garante de este impulso constitutivo de nuestra humanidad; en la conciencia de que esta espera no será decepcionada o frustrada. Tal certeza coincide con la esperanza.

La esperanza cumple

El Pontífice recalcó que esto no quiere decir “pensar de forma optimista” sino que “a menudo el optimismo nos decepciona, al ver cómo nuestras expectativas implosionan, mientras la esperanza promete y cumple”.

Hermanas y hermanos, ¡Jesús Resucitado es la garantía de esta llegada! Él es la fuente que sacia nuestra sed ardiente, la sed infinita de plenitud que el Espíritu Santo infunde en nuestro corazón. La Resurrección de Cristo, de hecho, no es un simple acontecimiento de la historia humana, sino el evento que la transformó desde dentro.

El Obispo de Roma invitó además a pensar en una fuente de agua y sus características, evidenciando que sin ella “no se puede vivir”, para indicar:

El Resucitado es la fuente viva que no se seca y no sufre alteraciones. Permanece siempre pura y preparada para todo el que tenga sed. Y cuanto más saboreamos el misterio de Dios, más nos atrae, sin quedar nunca completamente saciados.

Jesús sacia nuestra vida

A continuación, aseguró que es “Jesús, con su Resurrección”, quien nos ha asegurado “una permanente fuente de vida”. Él “es capaz de ofrecernos alivio en el camino terreno y asegurarnos la quietud perfecta en la eternidad”.

Solo Jesús muerto y resucitado responde a las preguntas más profundas de nuestro corazón: ¿hay realmente un punto de llegada para nosotros? ¿Tiene sentido nuestra existencia? ¿Y el sufrimiento de tantos inocentes, cómo podrá ser redimido? Jesús Resucitado no deja caer una respuesta “desde arriba”, sino que se hace nuestro compañero en este viaje a menudo cansado, doloroso, misterioso. Solo Él puede llenar nuestra jarra vacía, cuando la sed se hace insoportable.

Sin Jesús, la vida es un vagar sin meta

Jesús es también “el punto de llegada de nuestro caminar, aseguró el Santo Padre. “Sin su amor, el viaje de la vida se convertiría en un vagar sin meta, un trágico error con un destino perdido”.

El Resucitado garantiza la llegada, nos conduce a casa, donde somos esperados, amados, salvados. Hacer el viaje con Él al lado significa experimentar ser sostenidos a pesar de todo, saciados y fortalecidos en las pruebas y en las fatigas que, como piedras pesadas, amenazan con bloquear o desviar nuestra historia.

La esperanza de Cristo

Finalmente, el Papa León dejó una síntesis que debemos atesorar: 

Queridos, de la Resurrección de Cristo brota la esperanza que nos hace gustar anticipadamente, no obstante las fatigas de la vida, una quietud profunda y gozosa: aquella paz que Él solo nos podrá dar al final, sin fin.

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Ciudad del Vaticano. - El Papa León XIV preside la santa Misa con ocasión del Jubileo de la Espiritualidad Mariana y recuerda que el centro de este Jubileo no es María sola, sino María que nos lleva a Cristo, fuente de la verdadera conversión y renovación del mundo.

Ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV presidió esta mañana la Santa Misa con motivo del Jubileo de la Espiritualidad Mariana, que se está celebrando este fin de semana en Roma. En su homilía, el Pontífice exhortó a los fieles a “recordar siempre a Jesucristo”, subrayando que toda auténtica espiritualidad cristiana —incluida la mariana— tiene a Jesús como centro.

“La espiritualidad mariana, que alimenta nuestra fe, tiene a Jesús como centro. Como el domingo, que abre cada nueva semana en el horizonte de su resurrección de entre los muertos”.

Después, citando al apóstol Pablo, recuerda que “el domingo nos hace cristianos porque llena la memoria incandescente de Jesús nuestro sentir y nuestro pensar, modificando nuestra convivencia, nuestra forma de habitar la tierra.”

La lección de Naamán

El Pontífice continúa su homilía reflexionando sobre “la curación de Naamán, el sirio”. La historia de Naamán muestra cómo la verdadera grandeza no reside en títulos, medallas o prestigio, sino en la apertura a la gracia de Dios: “Si Naamán sólo hubiera seguido acumulando medallas para poner en su armadura, al final habría sido devorado por la lepra; aparentemente vivo, sí, pero cerrado y aislado en su enfermedad. De este peligro nos libera Jesús, Él que no lleva armaduras, sino que nace y muere desnudo”.

Y es que en un mundo que valora los títulos, los logros y el reconocimiento, el Papa Prevost nos recuerda que el amor de Dios no se gana ni se mide: “Quizás, cuantos menos títulos se puedan ostentar, más claro está que el amor es gratuito. Dios es puro don, sola gracia, pero ¡cuántas voces y convicciones pueden separarnos también hoy de esta verdad desnuda y disruptiva!”.

Invitación a un encuentro real con Dios y con los demás

“Cuidémonos, pues, de ese subir al templo que no nos lleva a seguir a Jesús”, ha advertido el en su homilía de hoy, subrayando la importancia de que la práctica religiosa sea un verdadero encuentro con Dios y con los demás. “Existen formas de culto que no nos unen a los demás y nos anestesian el corazón”, agregó el Papa, recordando que la fe auténtica requiere apertura, compromiso y cercanía, tal como lo hizo María en “el cambio del mundo y en la alegría del Magnificat”.

Otra advertencia del Papa ha sido sobre la “instrumentalización de la fe”. El Santo Padre recuerda que “se corre el riesgo de transformar a los diferentes —a menudo los pobres— en enemigos, en “leprosos” a los que hay que evitar y rechazar”.

María sigue a Jesús hacia los pobres y necesitados

“El camino de María va tras el de Jesús, y el de Jesús es hacia cada ser humano, especialmente hacia los pobres, los heridos, los pecadores”. Así de claro lo ha explicado el Papa en su homilía,  en la que también ha recordado que “la auténtica espiritualidad mariana hace actual en la Iglesia la ternura de Dios, su maternidad” porque “cada vez que miramos a María, volvemos a creer en la fuerza revolucionaria de la ternura y del afecto”. De hecho – subraya – “en ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles, sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a los demás para sentirse importantes”.

Exhortación por la Paz

Por último, destaca la exhortación del Papa Prevost a “buscar la justicia y la paz” y a “mantener viva la espiritualidad cristiana, la devoción popular por aquellos hechos y lugares que, bendecidos por Dios, han cambiado para siempre la faz de la tierra”.

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Miércoles, 08 Octubre 2025 11:11

La Humildad de la Resurrección

Ciudad del Vaticano. - En su catequesis de hoy, el Papa León XIV nos invita a descubrir que la Resurrección de Cristo no se manifiesta en gestos espectaculares, sino en la sencillez del amor cotidiano. El Señor resucitado camina junto a nosotros en el silencio de lo ordinario, transformando el dolor en esperanza y la vida diaria en lugar de encuentro con Dios.

En su reciente catequesis, el Papa León XIV invitó a los fieles a contemplar un aspecto profundamente conmovedor del misterio pascual: la humildad de la Resurrección de Cristo. Lejos de los gestos espectaculares o de las manifestaciones de poder, el Señor resucitado se presenta ante sus discípulos con la sencillez del amor cotidiano.

    “El Señor resucitado no hace nada espectacular para imponerse a la fe de sus discípulos. No aparece rodeado de huestes de ángeles, no hace gestos sensacionales, no pronuncia discursos solemnes para revelar los secretos del universo. Al contrario, se acerca discretamente, como un viandante cualquiera, como un hombre hambriento que pide compartir un poco de pan.”

El poder de lo ordinario

Los evangelios muestran a un Cristo que se deja reconocer en los gestos más comunes: María Magdalena lo confunde con un jardinero; los discípulos de Emaús lo toman por un forastero; los pescadores lo ven como un simple transeúnte. En cada escena, el Resucitado elige la normalidad como lenguaje de cercanía.

El Papa León XIV subraya que esta discreción no es un detalle menor, sino una clave de la fe cristiana. “La Resurrección no es un giro teatral”, afirma, “sino una transformación silenciosa que llena de sentido cada gesto humano”. Incluso cuando Jesús come un trozo de pescado ante los suyos, nos recuerda que nuestro cuerpo, nuestra historia y nuestras relaciones están llamados a la plenitud, no a ser descartados.

La gracia escondida en lo cotidiano

El Pontífice invita a descubrir que, en la Pascua de Cristo, todo puede convertirse en gracia: trabajar, cuidar del hogar, esperar, servir, acompañar. Nada de lo que forma parte de nuestra vida escapa a la mirada amorosa de Dios.

    “La Resurrección no resta vida al tiempo y al esfuerzo, sino que cambia su sentido y su "sabor". Cada gesto realizado en gratitud y comunión anticipa el Reino de Dios.”

Sin embargo, León XIV advierte de un obstáculo frecuente: la creencia de que la alegría cristiana debe ser una alegría sin heridas. Como los discípulos de Emaús, a menudo caminamos tristes porque esperamos un Mesías sin cruz. Pero el Papa nos recuerda que el dolor no niega la promesa, sino que revela la medida del amor de Dios.

Un fuego que arde bajo las cenizas

Cuando los discípulos reconocen al Señor al partir el pan, descubren que su corazón ya ardía sin saberlo. Esa es, para el Papa, “la gran sorpresa de la fe”: encontrar en medio del desencanto un rescoldo vivo, esperando ser reavivado por la esperanza.

La resurrección de Cristo, explica, proclama que ninguna caída es definitiva, ninguna herida está condenada a permanecer abierta para siempre. Incluso en la distancia o el desánimo, el amor de Dios sigue siendo una fuerza invencible que busca al ser humano allí donde esté.

    “Ninguna caída es definitiva, ninguna noche es eterna, ninguna herida está destinada a permanecer abierta para siempre. Por distantes, perdidos o indignos que nos sintamos, no hay distancia que pueda apagar la fuerza infalible del amor de Dios.”

El Señor que camina con nosotros

“Jesús resucitado no se impone con clamores”, recuerda León XIV. “Se acerca a nuestros caminos —los del trabajo, el sufrimiento o la soledad— y con infinita delicadeza calienta nuestro corazón.” Así, la fe se convierte en una experiencia de acompañamiento: Dios no elimina nuestras pruebas, sino que las habita con su presencia.

    “El Resucitado se acerca en los lugares más oscuros: en nuestros fracasos, en las relaciones desgastadas, en los trabajos cotidianos que pesan sobre nuestros hombros, en las dudas que nos desaniman. Nada de lo que somos, ningún fragmento de nuestra existencia le es ajeno.”

El Papa concluye su catequesis con una invitación a la confianza: a reconocer la presencia humilde del Resucitado, a aceptar la vida con sus heridas, y a dejar que cada dolor se transforme en lugar de comunión. Solo así —dice— podremos volver a nuestras casas “con un corazón que arde de alegría”: una alegría sencilla, serena, que no borra las cicatrices, sino que las ilumina con la certeza de que Cristo está vivo y camina con nosotros.

    “El Resucitado sólo desea manifestar su presencia, hacerse nuestro compañero de camino y encender en nosotros la certeza de que su vida es más fuerte que cualquier muerte. Pidamos, pues, la gracia de reconocer su presencia humilde y discreta, de no esperar una vida sin pruebas, de descubrir que todo dolor, si es habitado por el amor, puede convertirse en lugar de comunión.”

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