Miércoles, 27 Marzo 2019 19:28

La flaca memoria

Columna | P U L S O    P O L I T I C O

          Al finalizar el siglo XX, las campañas políticas en México eran civilizadas, hasta respetuosas. El PAN, el partido más importante de oposición, hacía críticas con argumentos legales, pues en su cúpula había destacados abogados que eran maestros universitarios. Su fundador, Manuel Gómez Morín, había sido rector de la UNAM y como funcionario del gobierno de Obregón, fue fundador del Banco de México.

           Otros de sus dirigentes fueron Efraín González Luna, abogado tapatío, líder católico en Jalisco; el maestro Luis Calderón Vega, un derechista muy respetuoso de sus adversarios políticos y sus clases en la Escuela de Periodismo “Carlos Septién García”, además de agradables siempre respetando a quienes tenían criterios diferentes al suyo; José González Torres, un orador brillante, ex líder de la Acción Católica; José Angel Conchello, abogado experto en economía política, con ideas, plasmadas en sus libros, dignas de tomarse en cuenta, en fin......

         Ese partido, que se ostentaba como el único que podría salvar a México, por ser cristiano y defensor de la religión católica que profesaban la mayoría de los mexicanos, conformado por militantes salidos de las escuelas confesionales, respetuoso de las leyes y honesto (ninguno de sus integrantes había ocupado un puesto público) tuvo que volverse franquicia de los grupos empresariales, generalmente simpatizantes del partido en el poder, el PRI, cuando el presidente José López Portillo, nacionalizó la banca. Entonces los empresarios se rebelaron y los organismos en que estaban agrupados, (Coparmex, Canaco y otros) decidieron formar un nuevo partido para competir por el poder, de tú a tú con el PRI.

             Primero se formaron agrupaciones de clase media en las ciudades, Puebla una de las principales, y así surgió el Dhiac y la Acifem, ésta última agrupación para mujeres, donde surgió la señora Ana Teresa Aranda, como líder, una buena líder por cierto.

            La visión social de esas agrupaciones, que serían la base del nuevo partido político-empresarial, era simple: Una clase empresarial que estaría dirigiéndolo todo; una clase media integrada por profesionistas, maestros, burócratas, comerciantes medianos y pequeños, etc., y el populacho, que serían rescatados de su situación, con el trabajo de las clases medias, dirigidas por el grupo empresarial, que si sabía dirigir una empresa, podía fácilmente dirigir un país con éxito.

              Esto no lo estamos inventando: lo dijo uno de los oradores principales en el acto de fundación de esos organismos en el cine Puebla, un 24 de febrero de los años ochenta, en el que recordamos bien, se rindió homenaje a Agustín de Iturbide como creador de la Enseña Nacional y Consumador de la Independencia y para nada se mencionó a Vicente Guerrero.

           Las gestiones para el registro del nuevo partido político, fracasaron como era previsible, pues el PRI no estaba dispuesto a ceder el poder a nadie y menos a los empresarios, muy bien conocidos por ellos.

           El fracaso de sus gestiones para tener su propio partido, hizo que los grupos empresariales, encabezados por la Coparmex, pusieran los ojos en el viejo partido conservador, el PAN, que se entregó totalmente como si hubiera sido una franquicia comercial como las que ahora se estilan.

          Dueños del partido blaquiazul, fue lanzado como candidato a la Presidencia, el ex dirigente nacional de la Coparmex, “Maquío” Manuel Clohutier y si bien no ganó, sí dio buena batalla. El PAN creció en votación e incrementó su presencia en la Cámara de Diputados.

           El siguiente candidato presidencial, Vicente Fox, ya había tenido su paso por el Congreso en el que empezó a romper las reglas de la civilidad política y había sido gobernador de Guanajuato, que casi no se paró en las oficinas del palacio de gobierno y empezó a gobernar por teléfono celular, medio de comunicación que estaba causando furor.

         Fue precisamente en la campaña presidencial de Fox, cuando se rompieron todas las reglas a las que antes se sujetaba los partidos y los candidados a puestos de elección popular.

         Las balandronadas foxistas cayeron bien en un pueblo acostumbrado a hacer chistes criticones de sus políticos y su popularidad creció.

         Contrató a un español experto en “guerras sucias” y la política en México dio un giro inesperado. Esa guerra sucia tuvo éxito y la retomó Calderón, el candidato del PAN en la siguiente campaña, también con un extranjero experto en esos menesteres y si bien es cierto que esa campaña ya no tuvo el éxito que tuvo con Fox, pues ni Calderón tenía el carisma foxiano, ni Fox tenía la popularidad con la que llegó al poder. Don Felipe ganó por un muy escaso margen, por el empujón que le dio la maestra Elba Esther Gordillo, lidereza del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y Fox había hecho un pésimo gobierno.

           Ahora resulta que los empresarios piden calma y respeto a los contendientes por la gubernatura de Puebla, para no seguir dividiendo a la sociedad. Como dijera López Obrador: “Son empresarios fi-fi”. 

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