Columna | P U L S O    P O L I T I C O
             
                                El interés por la política entre el ciudadano común y corriente va a la alza, pero su credibilidad en los partidos y en los políticos que los integran, va a la baja. Un fenómeno bastante raro, ¿no le parece?

                                Y es que el ciudadano común sabe que el futuro del país, bueno o malo, depende de quienes nos gobiernen y al mismo tiempo expresa que ningún partido político representa los intereses del ciudadano; ninguno es confiable, pues la mayoría de los que militan en ellos y aspiran a un cargo de elección popular, desconocen la realidad del país y del estado, no tienen ningún plan para que las cosas mejoren, sus problemas internos son al parecer más importantes que las broncas que tiene el país en renglones como el de la seguridad, el mejoramiento económico, la producción de alimentos básicos, el cuidado del medio ambiente, en fin…..

                                 Para los políticos el terremoto del pasado día 19 de septiembre, fue una bendición, pues el pueblo se desentendió de la política y se concentró en los daños y la necesidad de repararlos en varias entidades de la república. Así ellos han tenido tiempo y espacio para hacer sus movimientos y acomodar las cosas de acuerdo a sus intereses. Ya incluso el PRI el PAN y el PRD han decidido cómo elegirán a sus candidatos, tema en el que también el nuevo partido Morena, tiene sus problemas que no serán de fácil solución.

                                 Políticos que se creían o los creían brillantes, como el “joven maravilla” que dirige nacionalmente al PAN, desbarran fácilmente por dejarse llevar por sus rencores hacia gentes de su misma formación política. Don Ricardo Anaya, no pudo contenerse y ahora, cuando el también panista Felipe Calderón ya tiene cinco años fuera del poder, don Ricardo se da cuenta de que el gobierno panista anterior al actual priista, es el responsable de haber sacado al Ejército a las calles, a realizar labores policiacas para las que no estaba preparado ni autorizado constitucionalmente, iniciándose con ello la “guerra contra el crimen organizado” que no solo no acaba todavía, sino que ya está tomando carta de naturalización entre nosotros.

                                 Demagógicamente pidió “perdón” al Ejército porque un gobierno emergido del PAN, hizo tamaña barbaridad. El perdón en todo caso debió pedirlo al pueblo de México, que es el que ha estado sufriendo las consecuencias del error. El Ejército debió ser felicitado por haber acatado la orden presidencial sin ningún reparo, aun a sabiendas de que ni era correcto, ni estaba preparado para hacer labores policiacas, ni esa era su obligación.

                                Ricardo Anaya, debe pedir disculpas también al pueblo de México, porque el presidente panista Vicente Fox, declaró públicamente durante su mandato, que su gobierno “era de empresarios y para empresarios”, es decir, que para ese gobierno, el primero que tuvo el PAN en este país, los mexicanos que no fueran empresarios, les valían madre.

                                ¿Ahora se entiende porque la desconfianza del pueblo de México en los partidos y en los políticos? Porque también ha habido políticos panistas que fueron gobernantes estatales y que en vez de velar por todos los municipios de su entidad, se concretaron a solo atender la capital y algunas otras municipalidades, para hacer inversiones y promover cierto desarrollo.

                                Ahora hay un resentimiento contra la capital principalmente, en el caso de Puebla, de la que puede dar fe el actual gobernante, que en sus giras de campaña, recibió el airado reclamo de los municipios de la provincia poblana por la desatención en que estuvieron inmersos durante un sexenio.

                                Curiosamente un panista, que fue dirigente nacional de su partido y que fue expulsado de esa institución política por el entonces presidente de la república, el panista Felipe Calderón, por desacuerdos netamente personales, don Manuel Espino, escribió en el 2015 un libro denominado “Mexicanos al Grito de Paz”, en el que afirma: “Hay una crisis de credibilidad en el sistema político mexicano que mantiene al país anclado en el pasado. Aunque ya sea lugar común, hay que decirlo como es: la sociedad desconfía de los partidos tradicionales y, muy particularmente, de los gobiernos que de ellos han surgido. Los considera responsables del descrédito  de la democracia –a la que convirtieron en espejismo- y de la grave situación nacional. Son señalados por haber hecho de la política, desde su sectarismo, un río revuelto donde solo ellos ganan y el ciudadano está como en la fábula en el que tres lobos y una oveja deciden “democráticamente” qué van a cenar”.

                                “Son partidos obsoletos en su confección y funcionamiento, en los que muy pocos se sienten representados porque se han exhibido incapaces de generar gobiernos eficaces y exentos de corrupción. Con influyentismo y sin remordimientos han solapado a muchos de sus líderes y servidores públicos que traicionaron su promesa de honestidad o se han embarrado en el hedonismo. Y peor aún, algunos se han prestado a complicidades con grupos criminales o los han tolerado desde su responsabilidad en el gobierno”.

Publicado en COLUMNAS

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