Domingo, 03 Noviembre 2024 13:13

La fuente de todo es el amor: Papa Francisco

Ciudad del Vaticano. - El Santo Padre reza la oración mariana junto a la multitud de fieles congregados en la Plaza de San Pedro este domingo 3 de noviembre y subraya que no importan las prácticas exteriores, sino cómo nos amamos unos a otros.

“Amarás al Señor tu Dios” y “amarás a tu prójimo” es el “corazón de nuestra fe”, lo planteó el Santo Padre en su alocución precedente al rezo mariano del Ángelus este XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, 3 de noviembre de 2024.

Dirigiéndose a la multitud de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro y comentando el Evangelio del día, el Papa Francisco retomó un pensamiento expresado en su reciente encíclica Dilexit Nos: el corazón es “la fuente y la raíz de todas sus demás potencias, convicciones, pasiones, elecciones”. Y Jesús, observó el Sucesor de Pedro, nos dice que la fuente de todo es el amor, que no debemos nunca separar a Dios del hombre.

El Pontífice afirmó que no cuentan las prácticas exteriores, sino cómo nos amamos entre nosotros. Además, reconoció que podemos hacer muchas cosas, pero hacerlas solo para nosotros mismos y sin amor, con el corazón distraído o cerrado. “Y esto no va”, agregó el Pontífice de manera espontánea, acotando que hay que realizarlas “con amor”.

    “Cuando el Señor venga, en primer lugar, nos preguntará ante todo sobre el amor: '¿Has amado?'.”

Francisco insistió en la importancia de fijar en el corazón el mandamiento más relevante. “¿Cuál es?”, reiteró. “Ama al Señor tu Dios y ama a tu prójimo como a ti mismo”, replicó.

A continuación, sugirió efectuar un examen de conciencia diario para preguntarnos si el amor a Dios y al prójimo es el centro de nuestra vida y si nuestra oración a Dios nos empuja a ir hacia los hermanos y a amarlos con gratuidad. Asimismo, incentivó a interrogarnos: “¿Reconozco en el rostro de los otros la presencia del Señor?”.

El Sucesor de Pedro concluyó su intervención invocando a la Virgen María, que llevaba la ley de Dios impresa en su corazón inmaculado, para que “nos ayude a amar al Señor y a los hermanos”.

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Ciudad del Vaticano. - En el Ángelus de la Plaza de San Pedro, Francisco invitó a tener el cuidado y la mirada de Jesús, que escuchó la súplica de Bartimeo, el ciego curado: “Quien más gracia recibe de la limosna es quien la da, porque se deja mirar por los ojos del Señor”.

El Papa en el Ángelus relanzó algunos puntos esenciales de su reflexión sobre el Evangelio de Marcos que narra la curación del ciego Bartimeo. Resumió lo que ya había profundizado en la homilía de la misa con los participantes en la Asamblea sinodal en el Vaticano. ¿Cómo miramos al pobre? ¿Con piedad evangélica o con indiferencia?

Jesús ve al mendigo que grita y lo escucha

La multitud ignora a Bartimeo, en cambio los “receptores” de Jesús están activos. La gente no tiene “ninguna mirada de atenta, ningún sentimiento de compasión” aunque Bartimeo sí se hace oír y ver. “Jesús, sin embargo, le escucha y le ve”. El sentido del grito, de la fe, del camino, es lo que Francisco puso de relieve en el Ángelus.

En primer lugar, el grito de Bartimeo, que no es sólo una petición de ayuda. Es una afirmación de sí mismo. El ciego está diciendo: “Yo existo, mírame. No puedo ver, Jesús. ¿Tú me ves?". Sí, Jesús ve al hombre mendicante y lo escucha, con los oídos del cuerpo y con los del corazón.

Cuántas veces miramos para otro lado

Francisco invitó a ponerse en el lugar de Jesús, pero también en el del pobre: “Cuando nos cruzamos con algún mendigo por la calle: ¿cuántas veces miramos para otro lado? ¿cuántas veces lo ignoramos, como si no existiera?”. Luego, como de costumbre, el Papa jesuita planteó preguntas para el discernimiento personal y comunitario.

¿Cómo miro a un mendigo? ¿Lo ignoro? ¿Lo miro como lo hace Jesús? ¿Soy capaz de entender sus interpelaciones, su grito de ayuda? Cuando das limosna, ¿miras a los ojos del mendigo? ¿Tocas su mano para sentir su carne?
 
Quien más gracia recibe de la limosna es quien la da

En realidad, es como si se invirtieran los papeles: la multitud, a pesar de tener la facultad de la vista, es en realidad ciega y sorda, indiferente. Bartimeo, a pesar de tener una limitación física, ve con los ojos de la fe.

Cada uno de nosotros es Bartimeo, ciego por dentro, que sigue a Jesús una vez que nos acercamos a Él. Cuando te acercas a un pobre y te haces cercano, es Jesús quien se acerca a ti en la persona de ese pobre. [...]. Quien más gracia recibe de la limosna es quien la da, porque se hace contemplar por los ojos del Señor.

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Ciudad del Vaticano. - En la audiencia general, Francisco recorrió el camino que ha llevado a la Iglesia a la comprensión de la plena divinidad de la tercera Persona de la Trinidad, precisando que el Espíritu Santo es quien da nueva vida a los creyentes. Cuando decimos «Creo en el Espíritu Santo» en la misa, afirmamos que el Espíritu es Dios». Esta fe debe cultivarse «también para aquellos que, a menudo sin culpa propia, están privados de ella y son incapaces de dar sentido a la vida».

¿Cómo está presente y actúa el Espíritu Santo en la Iglesia? El Papa Francisco lo ha explicado con palabras sencillas en la audiencia general celebrada esta mañana, 16 de octubre, en la Plaza de San Pedro, y ha aclarado que «el Espíritu Santo es “vivificador”, es decir, da vida». Vida, incluso más allá de la muerte.

El Espíritu habita en nosotros, está dentro de nosotros. La fe nos libera del horror de tener que admitir que todo termina aquí, que no hay redención para el sufrimiento y la injusticia que reinan en la tierra.

Hijos de Dios en Cristo

Francisco -que comienza su catequesis tras cruzar el hemiciclo de Bernini en el jeep blanco- describe primero el camino que ha llevado a la Iglesia «a la certeza de la plena divinidad» del Espíritu Santo, y luego precisa «qué vida da el Espíritu Santo».

Al principio, en la creación, el soplo de Dios da a Adán la vida natural; de una estatua de barro, lo convierte en «un ser viviente". Ahora, en la nueva creación, el Espíritu Santo es quien da a los creyentes la vida nueva, la vida de Cristo, vida sobrenatural, de hijos de Dios..

Vida eterna

Esto significa, como escribe San Pablo, que «la ley del Espíritu, que da vida en Cristo Jesús» nos ha liberado «de la ley del pecado y de la muerte».

¿Dónde está, en todo esto, la noticia grande y consoladora para nosotros? En que la vida que nos da el Espíritu Santo es la vida eterna. La fe nos libera del horror de tener que admitir que todo termina aquí, que no hay redención para el sufrimiento y la injusticia que reinan soberanas en la tierra.

Cultivar la fe en la resurrección

Y es de nuevo el Apóstol de las gentes quien nos asegura que «el que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también vida» a nuestros «cuerpos mortales por medio de su Espíritu Santo que habita» en nosotros. Por eso, hoy, cuando en la Misa decimos «Creo en el Espíritu Santo», afirmamos que el Espíritu Santo «es Dios», está en nosotros y nos da la vida.

El Espíritu Santo comparte el señorío de Dios

Recorriendo el camino de los creyentes, el Papa subrayó que a lo largo de los siglos fue la experiencia «de la acción santificadora y divinizadora del Espíritu Santo la que llevó a la Iglesia» a comprender -como se explicitó entonces «en el Concilio Ecuménico de Constantinopla en 381»- «la plena divinidad del Espíritu Santo», que el Espíritu Santo «es Señor y da la vida, y procede del Padre [y del Hijo]. Con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, y ha hablado por los profetas». Con estas palabras, que aún hoy pronunciamos en el «Credo», se pretendía subrayar que el Espíritu Santo «comparte el “Señorío” de Dios, que pertenece al mundo del Creador, no al de las criaturas».

Del Padre y del Hijo

San Basilio el Grande dijo entonces que al Espíritu Santo «se le debe la misma gloria y adoración que al Padre y al Hijo», que «el Espíritu Santo es Señor, es Dios», recuerda Francisco, añadiendo que la Iglesia latina precisó más tarde en el Credo de la Misa que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo utilizando la expresión «Filioque». Esta terminología «dio origen a la disputa conocida con este nombre, que ha sido el motivo (o el pretexto) de tantas disputas y divisiones entre la Iglesia de Oriente y la Iglesia de Occidente», una cuestión que «en el clima de diálogo establecido entre las dos Iglesias, ha perdido la dureza del pasado», señala el Papa, hasta el punto de hacer «esperar una plena aceptación recíproca, como una de las principales “diferencias reconciliadas”».

Me gusta decir esto: «diferencias reconciliadas». Entre cristianos hay muchas diferencias: éste es de esta escuela, el otro; éste es protestante, aquél... Lo importante es que estas diferencias se reconcilien, en el amor de caminar juntos.

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Ciudad del Vaticano. -  Junto a los peregrinos de la Plaza de San Pedro el Papa Francisco reflexionó sobre la imagen de la siembra y la semilla que propone el Evangelio. Y también expresó su preocupación por los asesinatos "in odium fidei" en la República Democrática del Congo.

El XI domingo del tiempo ordinario el Papa Francisco dirigió la oración del Ángelus desde el Palacio Apostólico acompañado de los peregrinos en la Plaza de San Pedro y, reflexionando sobre el Evangelio del día que “nos habla del Reino de Dios a través de la imagen de la semilla” (Mc 4,26-34), presentó la invitación de Jesús a reflexionar “en particular sobre una actitud importante: la espera confiada”.

“En la siembra”, reflexiona el Papa: “por buena y abundante que sea la simiente que esparce el agricultor y por bien que prepare la tierra, las plantas no brotan inmediatamente: ¡hace falta tiempo y esperanza! Por ello, es necesario que después de sembrar este sepa esperar con confianza”, dijo.  

Y hace referencia al trabajo que ya hace la tierra durante la siembra: “pero es invisible, se necesita paciencia y, mientras tanto, es necesario seguir cuidando las tierras labrantías, regarlas y mantenerlas limpias, a pesar de que en la superficie parezca que no sucede nada”.

Las semillas de la Palabra de Dios

“También el Reino de Dios es así”, explica el Papa: “El Señor deposita en nosotros las semillas de su Palabra y de su gracia, semillas buenas y abundantes, y después, sin dejar de acompañarnos, espera con paciencia”.

El Santo Padre recuerda que el Señor cuidad con la confianza de un padre, pero espera el tiempo necesario “para que las semillas se abran, crezcan y se desarrollen hasta dar fruto de buenas obras”.

    “Y esto porque quiere que en su campo no se pierda nada, que todo llegue a la plena maduración; quiere que todos nosotros podamos crecer como espigas cargadas de grano”

Confianza en el Evangelio

De esta manera insiste el Papa en su reflexión, el Señor “nos enseña también a nosotros a sembrar con confianza el Evangelio”. Para luego obtener los frutos: “sin desanimarnos y sin dejar de apoyarnos y ayudarnos unos a otros, incluso allí donde, a pesar de los esfuerzos, nos parece que no se ven resultados inmediatos”.

Ante re rezar el Ángelus, el Papa Francisco propone algunas preguntas para la meditación: ¿Yo siembro con confianza la Palabra de Dios en los ambientes en los que vivo? ¿Soy paciente a la hora de esperar, o me desanimo porque no veo inmediatamente los resultados? Y, ¿sé confiar todo serenamente al Señor, al tiempo que doy lo mejor de mí para anunciar el Evangelio?

“Que la Virgen María, que acogió e hizo crecer en su interior la semilla de la Palabra, nos ayude a ser sembradores generosos y confiados del Evangelio”, pidió el Papa.

Masacres en la República Democrática del Congo

Y después de la oración mariana, el Papa expresó su preocupación por las “dolorosas noticias de enfrentamientos y masacres en el este de la República Democrática del Congo”. E hizo un llamamiento “para que hagan todo lo posible para detener la violencia y salvaguardar la vida de los civiles”.

Indicó el Papa “entre las víctimas, muchos son cristianos asesinados in odium fidei. Son mártires. Su sacrificio es una semilla que germina y da fruto, y nos enseña a dar testimonio del Evangelio con valentía y coherencia”.

Y reiteró su llamado a rezar por la paz: “No cesamos de rezar por la paz en Ucrania, en Tierra Santa, en Sudán, en Myanmar y allí donde la gente sufre la guerra”.

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Ciudad del Vaticano. - El Papa preside en la Plaza de San Pedro la celebración de este domingo, el últimos antes de Pascua. La conmemoración de la entrada festiva del Señor en Jerusalén precede a la misa cuyo pasaje evangélico narra la historia de su Pasión. Al final de la liturgia, permaneciendo en el parvis, Francisco recitó el Ángelus

En una abarrotada Plaza de San Pedro, unos 60.000 fieles, bajo un cielo en el que los rayos del sol se alternaban con las nubes, se abrió la celebración del Domingo de Ramos presidida por el Papa Francisco. Es la conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén, de la que se lee el relato del evangelista Marcos, y que precede a la celebración de la Misa. El Papa bendice y asperge con agua bendita los ramos de olivo, símbolo de hoy, que los presentes sostienen en sus manos.A continuación, más de 400 portadores de palmas se dirigen en procesión desde el centro de la plaza hasta el vestíbulo. Los cardenales, obispos y sacerdotes concelebrantes ocupan sus puestos junto al altar.

“¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosana en las alturas!”

El cambio de escena es radical: la liturgia de la Palabra de la celebración eucarística incluye la lectura cantada de la Pasión de Jesús tomada de nuevo del Evangelio según San Marcos. A través de las palabras del evangelista, los pasajes del sufrimiento de Cristo se reviven en toda su crudeza. La representación de la Pasión va seguida de un momento de silencio. Es un sufrimiento, el de Cristo, que contiene los dolores de todos los tiempos y de toda la humanidad, y la humanidad, con sus fragilidades, es presentada al Señor en la oración universal o de los fieles que concluye la Liturgia de la Palabra. Se reza por la Iglesia, para que "busque siempre la unidad, la reconciliación y la comunión"; por los gobernantes "llamados a cultivar la paz y el bien de los pueblos"; por todos los hombres y mujeres que sufren; por los cristianos perseguidos; por cada comunidad cristiana, para que "sea testigo de su propia fe, en la oración y en la caridad".

Al final de la celebración, directamente desde el parvis de la Basílica, Francisco pronunció el Ángelus, antes de impartir su bendición y hacer un amplio recorrido en su Papamóvil para saludar a los fieles y peregrinos que le aclamaban en la plaza.

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Ciudad del Vaticano. - "En un mundo dominado por las apariencias, por los pensamientos superficiales, por la banalidad tanto del bien como del mal, la antigua lección de la prudencia merece ser recuperada". Lo dijo el Papa en su catequesis durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro reflexionando sobre la prudencia y continuando la serie de catequesis dedicadas a las virtudes

La prudencia, junto con la justicia, la fortaleza y la templanza, constituyen las virtudes que se definen "cardinales". Y a esta virtud ha estado dedicada la catequesis de la audiencia general de hoy en la Plaza de San Pedro. El Papa saludó a los fieles y peregrinos y dijo que también esta vez, debido a su dificultad con la voz, será el padre rosminiano Pierluigi Giroli, de la Secretaría de Estado, quien dé lectura al texto preparado.

Las virtudes cardinales, explicó el Papa, no son "prerrogativa exclusiva" de los cristianos, porque ya eran patrimonio de la sabiduría de los antiguos, en particular de los filósofos griegos. Jesús en los Evangelios habla de prudencia y exhorta repetidamente a sus seguidores a ser prudentes. "En un mundo dominado por las apariencias, por los pensamientos superficiales, por la banalidad tanto del bien como del mal -observó Francisco-, la antigua lección de la prudencia merece ser recuperada".

Ser prudente no significa ser temeroso

Es importante, sin embargo, aclarar el significado de la prudencia, afirmó el Papa. Sería un error, por ejemplo, creer que es la característica "de una persona temerosa", siempre titubeante ante la acción que debe emprender. “No es tampoco solamente la cautela". Y continuó:

Conceder la primacía a la prudencia significa que la acción del ser humano está en manos de su inteligencia y de su libertad. La persona prudente es creativa: razona, evalúa, trata de comprender la complejidad de la realidad. Y no se deja llevar por las emociones, la pereza, las presiones, las ilusiones.

Prudente es quien sabe elegir

Para Santo Tomás, la prudencia es "la capacidad de gobernar las acciones para dirigirlas hacia el bien", recordó Francisco, y subrayó que "prudente es quien sabe elegir" y que en la vida concreta esto no siempre es fácil, a menudo de hecho "nos sentimos inseguros y no sabemos hacia dónde ir".

Quien es prudente no elige al azar: ante todo, sabe lo que quiere, luego pondera las situaciones, se deja aconsejar y, con amplitud de miras y libertad interior, elige qué camino tomar.
 
Gobernar con prudencia es armonizar las diferencias

Siempre es posible que cometamos errores, pero con prudencia podemos evitar "grandes bandazos", precisó el Papa, señalando que, “desafortunadamente, en todos los ambientes hay quien tiende a liquidar los problemas con bromas superficiales o a suscitar siempre polémicas”.

La prudencia, en cambio, es la cualidad de quienes están llamados a gobernar: saben que administrar es difícil, que hay muchos puntos de vista y que es preciso tratar de armonizarlos, que no se debe hacer el bien de algunos, sino el de todos.

La prudencia es saber conservar la memoria del pasado

El Papa observó luego que la prudencia enseña muchas cosas: que "lo perfecto es enemigo de lo bueno", que un exceso de celo, en algunas situaciones “puede generar conflictos e incomprensiones", que es necesario ser previsor y tener en cuenta el pasado:

La persona prudente sabe custodiar la memoria del pasado, no porque tenga miedo al futuro, sino porque sabe que la tradición es un patrimonio de sabiduría. La vida está hecha de una continua superposición de cosas antiguas y cosas nuevas, y no es bueno pensar siempre que el mundo empieza con nosotros, que tenemos que afrontar los problemas desde cero.

La virtud de la prudencia en el Evangelio

Jesús, afirmó el Papa Francisco, muestra su aprecio por la prudencia: dice que "es prudente quien construye su casa sobre la roca", elogia a las vírgenes prudentes que no se dejan encontrar sin aceite para sus lámparas porque "la vida cristiana es una combinación de sencillez y astucia". Y concluyó:

Al preparar a sus discípulos para la misión, Jesús les recomienda: «Yo los envío como ovejas entre lobos; sean entonces prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas». (Mt 10,16). Es como si dijera que Dios no sólo quiere que seamos santos, sino que quiere que seamos santos inteligentes, porque sin prudencia ¡equivocarse de camino es cuestión de un momento!

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La noche de este 2 de abril, Viernes Santo, el Papa Francisco presidió la meditación del Vía Crucis, en la Plaza de San Pedro.

Ciudad del Vaticano. - “Señor, Padre bueno, también este año hemos hecho memoria del Vía Crucis de tu Hijo Jesús, y lo hemos hecho con las voces y las oraciones de los niños, que Tú mismo has indicado como ejemplo para entrar en tu reino. Ayúdanos a ser como ellos, pequeños, necesitados de todo, abiertos a la vida. Haz que volvamos a adquirir la pureza de la mirada y del corazón”, fue la invocación que dirigió el Papa Francisco al final del Vía Crucis que presidió este 2 de abril, Viernes Santo, en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

En su oración, el Santo Padre también pidió al Señor que, “bendiga y proteja a todos los niños del mundo, para que puedan crecer en edad, sabiduría y gracia, para que conozcan y sigan el proyecto de bien que Tú has pensado para cada uno. Bendice también a los padres y a cuantos colaboran con ellos en la educación de estos hijos tuyos, para que se sientan siempre unidos a ti al dar vida y amor”.

Niños y jóvenes llevando la cruz en la Plaza de San Pedro

Tal como estaba previsto, la noche de este 2 de abril, Viernes Santo, el Papa Francisco presidió la meditación del Vía Crucis, en la Plaza de San Pedro. Las estaciones fueron colocadas alrededor del obelisco y a lo largo del camino que lleva al atrio de la Basílica Vaticana, en toda la trayectoria se colocaron antorchas que iluminaban el recorrido, las mismas que formaban una gran cruz luminosa que se extendía sobre la plaza vacía, escenario que nos recordaba la celebración de la Statio Orbis de hace un año atrás, cuando el Papa en un momento de oración extraordinaria pidió al Señor que salve a la humanidad de la pandemia del coronavirus.

El Vía Crucis visto con los ojos de los jóvenes

Al igual que los años anteriores, la cruz que presidia la celebración fue llevada por un grupo de jóvenes y educadores que se encargaron de las meditaciones que fueron leídas por los propios autores. A cada meditación correspondía un dibujo que se fue mostrando a través de la televisión en directo. Al confiar las meditaciones del Vía Crucis a los niños, el Papa Francisco nos invita a mirar los sufrimientos de la humanidad -especialmente en este tiempo marcado por la pandemia- a través de los ojos de los más pequeños. Nos pide de alguna manera que nos rebajemos a mirar el mundo a la altura de su mirada.

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