Lunes, 03 Febrero 2020 10:06

Corrupción

El presidente tiene razón en identificar a la corrupción como raíz primordial, no única, de los males nacionales.

La corrupción ha consumido el más valioso recurso de la República: la confianza.

Para combatirla, ha propuesto poner el ejemplo: si quien manda no roba, nadie lo hará. Así, el tumor será extirpado y la enfermedad erradicada.

Tener un presidente honesto, y creo que López Obrador lo es, al menos en su dimensión patrimonial, es efectivamente una condición necesaria para combatir la corrupción. Temo que no es suficiente.

Me explico. Lo que está emprendiendo el presidente ya se ha intentado antes.

Fracasó.

Adolfo Ruiz Cortines fue un político excepcional. Fue también, un servidor público honesto. Hizo de la austeridad y la honestidad una bandera. Al asumir la presidencia, alentó una serie de ataques devastadores contra sus antecesores. El alemanismo no solo extendió la corrupción: la visibilizó.

Alemán aspiraba a lo grande. Decía que quería que todos los mexicanos fueran a los toros, tuvieran un Cadillac y fumaran puro. Aseguraba: quiero que piensen en millones.

La aspiración pronto degeneró en escándalo: “peguémosle a la piñata, a ver qué nos toca” fue la cínica consigna que se extendió por el cuerpo de la sociedad política.

Ruiz Cortines entró con un afán de moderación y moralidad. El ancien regime se quejó con una frase de humor corrosivo mexicano:

-Tanta moral desmoraliza.

Ciertamente, la corrupción se contuvo. No obstante, no logró erradicarse y, menos, prevenirse.

Pese a que los sexenios que siguieron fueron más o menos moderados, lo cierto es que brotaban de vez en cuando las noticias del enriquecimiento oprobioso de funcionarios. La lógica del sistema era que los funcionarios podían enriquecerse, mientras fueran dóciles, se alinearan y, de ser preciso, se retiraran a disfrutar de sus riquezas, en silencio y en impunidad.

La corrupción volvió a estallar con Luis Echeverría y José López Portillo y de ahí para el real.

La voluntad presidencial, la historia cuenta, es importante pero no es determinante.

Necesitamos institucionalizar la honradez.

Si no lo hacemos, seguiremos encadenados a la dictadura de la transa.

Institucionalizar la honradez implica ajustar la vida nacional -pública y privada- al mandato de la ley. El esfuerzo debe partir de la sociedad. Negar una mordida. Observar. Denunciar. La participación social es más útil y más duradera que la voluntad de un solo hombre.

Es necesario expandir los controles democráticos: apoyar la independencia de medios de comunicación, blindar al Instituto Federal de Acceso a la Información, por fortalecer a la sociedad civil, mantener la división de poderes mediante el voto. Esas son acciones más efectivas que pregonar la honestidad mientras se desmantelan los controles.

Desde adentro del sistema, hay una serie de medidas que deben cristalizar si pensamos que el combate va en serio. Hay que desaparecer a la secretaría de la Función Pública. Nos ahorraríamos casi 6 mil millones de pesos en este gobierno en un aparato inútil. La exoneración de Bartlett es más elocuente de que la barrida solo llega al Pent House pero no va a bajar de ahí.

Otra es desmantelar un enjambre de normatividades que solamente promueven la discrecionalidad, de ahí la arbitrariedad y de ahí la corrupción. Entrar en el mundo del gobierno electrónico es central: nadie paga un soborno a un software. Fortalecer la auditoría del congreso federal a estados y municipios y sujetarnos a los tratados internacionales puede ser otro catalizador.

Por último, debemos hacer un esfuerzo educativo en nuestros hogares y demandarlo en las escuelas. Cumplir con la ley debe ser un hecho cotidiano, que sólo cuaja si se da con el ejemplo. No nos engañemos: el problema no esta sólo en el poder público. Está en los sindicatos, en las iglesias, en las empresas.

Esa es nuestra triste realidad.

El problema es que el tumor ya hizo metástasis y nos está consumiendo.

O lo asumimos o terminará devorándonos.

Twitter | @fvazquezrig

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Columna | SIN LÍMITES

*Su legado y presencia siguen vigentes hasta nuestros días



Los familiares, amigos y ex colaboradores de la administración municipal 1984-1987, que fue presidida por el profesor Jorge Murad, recordaron este viernes el 33 aniversario luctuoso de quien es considerado el mejor alcalde de Puebla Capital. Su legado, sus obras y su presencia siguen vigentes.

En la ceremonia realizada frente a la placa conmemorativa del rescate del Atrio de Santo Domingo hubo tres oradores, además de la presencia de autoridades del actual ayuntamiento encabezadas por la Secretaria General Liza Elena Aceves López, así como los regidores Silvia Tanús Osorio y Jorge Iván Camacho. 

Héctor Méndez Arroyo, quien fungió como Secretario Particular del alcalde, al hacer uso de la palabra dijo que Jorge Murad fue un político excepcional, que no imponía órdenes y siempre escuchaba, era de buen corazón y un gobernante que amó entrañablemente a la ciudad.

Señaló que la administración de Murad pasó a la historia como la mejor de todos los tiempos, además que sus obras siempre serán recordadas. Incluso sería interminable enumerarlas así como las acciones ejecutadas, pero fueron testigos muchas personas del arduo trabajo que hizo y que, hoy con orgullo, vemos que dejó cimientos y Puebla Capital despuntó a la modernidad.

Méndez Arroyo destacó el reordenamiento comercial y los programas de interés social como Pro Calle y el Peso Sobre Peso, la creación del primer Consejo Consultivo, donde estuvo al frente el empresario José Luis Castillo Díaz, el rescate del Centro Histórico que fue reconocido por la UNESCO y que declaró a Puebla como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1987.

Silvia Tanús destacó la labor magisterial del ex alcalde y su acercamiento con la gente. También hizo uso de la palabra José Luis Castillo Bretón, quien definió al profesor Murad como se lo comentó su señor padre: Fue un hombre que tomó decisiones, fue honrado, incansable y práctico.

Hubo ofrendas florales del Ayuntamiento que preside Claudia Rivera Vivanco así como de los amigos y ex colaboradores. Por la familia Murad asistieron sus hijos Emilio y Dervylia, sus nueras Maricarmen Kopel y Adelaida Marín, sus nietos y bisnietos.

Estuvieron presentes el ex gobernador Melquiades Morales Flores; su esposa Socorro Alfaro de Morales; el dirigente estatal del PRI, Lorenzo Rivera Sosa; el ex contralor estatal Víctor Manuel Sánchez; el político e historiador José Alarcón Hernández; el dirigente de Factor Ciudadano, Julio Leopoldo de Lara; el empresario Jesús Haces Alarcón y el encuestólogo Juan Comellas.

Asistieron los periodistas Jesús Manuel Hernández, Leticia Montagner, Oscar Gómez Durana, Josefina Zárate López y Jorge Marcelino Alejo. También estuvieron Iván Galindo y J. Moisés Carrasco Ávila.

Entre los colaboradores del inolvidable alcalde, estuvieron Cástulo Ramírez Gómez Haro, Javier Pérez Rocha, José Martínez Escobar, Francisco Macip, Blas Villegas, Víctor Cárdenas Guzmán –quien fungió como maestro de ceremonias--, Héctor González Reyes, José Ríos Arias, Maximino Pérez, Sergio Morales, Fernando García Rascón, Fernando Navas y María Cristina García, entre otros.

En fin, como escribió Mario Benedetti (Uruguay, 1920-2009) en Todo lo Contrario:

Veamos dijo el profesor. ¿Alguno de ustedes sabe qué es lo contrario de in?

Out respondió prestamente un alumno.

No es obligatorio pensar en inglés. En español, lo contrario de in (como prefijo privativo, claro) suele ser la misma palabra, pero sin esa sílaba.

Sí, ya sé: insensato y sensato, indócil y dócil, ¿no?

Parcialmente correcto. No olvide, muchacho, que lo contrario del invierno no es el vierno sino el verano.

No se burle, profesor.

Vamos a ver. ¿Sería capaz de formar una frase, más o menos coherente, con palabras que, si son despojadas del prefijo in, no confirman la ortodoxia gramatical?

Probaré, profesor: “Aquel dividuo memorizó sus cógnitas, se sintió dulgente pero dómito, hizo ventario de las famias con que tanto lo habían cordiado y aunque se resignó a mantenerse cólume, así y todo en las noches padecía de somnio, ya que le preocupaban la flación y su cremento”.

Sulso pero pecable admitió sin euforia el profesor.

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