Domingo, 21 Enero 2024 20:00

Un amor sin libertad no es amor

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(La vida es una donación del perpetuo amor de Dios hacia nosotros, pero es también el momento de confirmación de nuestro apego por Él. Por eso, cada soplo viviente de nuestro caminar por aquí abajo, debe ser además un tiempo preciso y precioso, para cambiar de mentalidad. Despojarse de lo mundano y poder restituirse radiante, supone entrar en su itinerario contemplativo. Sin duda, la cima última del ser humano, está en el reino celestial; donde el Padre, con su certera ternura oferente, nos espera pacientemente  a todos).


I.- QUIEN AMA HA CONOCIDO A DIOS,
PORQUE DIOS ES AMOR

El hombre está citado a amar a Dios,
con una donación y entrega absoluta;
y a manifestarse en sus equivalentes,
con una actitud de adhesión fraterna,
infundida en la pasión misma celeste.

Volverse denota revolverse hacia sí,
conciliarse simboliza el reconciliarse,
y convertirse expresa ir con el Señor;
con todo el cuerpo en cada despertar,
y con todas las potencias del espíritu.

El que nos llama es el Jesús de todos,
el que nos exime de todos las ahogos,
y nos salva de todas las tempestades;
recobrándonos activos para siempre,
espaciados de toda pasividad ilógica.

II.- PUESTO QUE DIOS ES AMOR,
LO ALABAMOS SIN TREGUA

Con la gracia de la Divina Majestad,
haciendo nuestra su mística palabra,
y cumpliendo con la poética del ser,
todo se colma de virtudes y bondad,
lo que acrecienta la loa de la calma.

El cielo no es un patrocinio humano,
precisamos abandonar este mercado,
acoger el soplo de la luz y hallarnos,
poner sobre las estrellas los anhelos,
con infinitas expresiones de aleluya.

Solemnizamos esta acción salvífica,
el período en el que la Omnipotencia,
nos dirige a su Hijo para alcanzarlo,
en su Reino próximo con el prójimo,
para salir del mal y entrar en el bien.

III.- ÉL NOS AMÓ HASTA EL EXTREMO,
DE ENTREGARSE A SÍ MISMO

En la base de esta civilización se halla,
el reconocimiento de la pasión divina,
que no es otra que amarnos y quererse,
que absolverse y engendrar existencia,
como efigie que somos del Ser Divino.

Vuelva a nosotros el influjo del afecto,
el reconocimiento del valor verdadero,
aquel que no impone sino que propone,
aquel que beatifica y acoge en rescate,
alojándose en la experiencia de la Cruz.

En Cristo crucificado está la liberación,
porque solamente Él ha sido conocedor,
de arrancar todo el veneno del soborno,
con el rechazo a los talantes mundanos,
y el beneplácito a la gratuidad del amor.

Víctor CORCOBA HERRERO
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Publicado en COLUMNAS

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