Domingo, 28 Junio 2020 20:21

Reconciliar a México

A México le urge reconciliarse.

Entre las y los mexicanos, sin duda. Pero también e igual de importante, con el mérito y el trabajo.

Llegamos a una etapa de la vida nacional que es, en realidad, un parteaguas.

Padecemos la confluencia de una triple emergencia: el quiebre del sistema de salud, significado por el contagio de 220 miles de mexicanos y el deceso de 27 mil. No hay doma ni aplanamiento.

Pero además, ojo, están cerca de 400 mil operaciones y tratamientos pospuestos. El festejo gubernamental de la baja ocupación hospitalaria es falso y demagógico, porque están esos miles de pacientes no Covid que no encuentran alivio.

Al lado de esta está la bancarrota nacional. Una brutal destrucción del empleo. 11, 114 familias pierden su empleo por día. 7 empresas cierran sus puertas para siempre cada hora. 1,366 familias entran a la pobreza cada hora.

Y nos embiste la quiebra de la paz pública, con 15,016 ejecutados en 5 meses: 1,440 más que el mismo periodo del año anterior. El brutal atentado contra García Harfuch revela una reacción del más violento de los cárteles ante una claudicación del estado ante sus rivales, una que huele cada vez más a connivencia. Paradoja de este tiempo: los abrazos excesivos terminan, otra vez, en balazos contra otros.

Este desastre nos encuentra profundamente divididos: confrontados desde el poder por el poder.

Habría que recordar que las peores tragedias nacionales nos han hallado así: México desconfiando de México. El país riñendo consigo mismo mientras el tejido social se rompe.

Habría que recordar: a la fractura territorial le antecede siempre la fractura de la convivencia.

Por eso la reconciliación debe provenir de un nuevo lenguaje público. Uno que requiere de un vocabulario donde quepamos todos. Alejado del rencor. Que enfatice los caminos de salida y no los barrotes que nos sujetan a esta penosa realidad.

Es mentira que sólo quien manda hilvana el discurso público: lo hacemos todos.

Pero además, el país requiere reconciliarse con el mérito y con el trabajo. El mérito proviene del esfuerzo. Del tesón. Del decoro. Del estudio. Y proviene, por supuesto, del trabajo.

Urge reconstituir al trabajo como eje del progreso personal y no la caridad pública. Es preciso recordarnos que sólo el trabajo, la dedicación y la constancia construyen los triunfos.

Quien se acostumbra al subsidio se termina acoplando a la sumisión y a la mediocridad. Nuestra sociedad corre el riesgo de volverse adicta al dinero fácil y a la prebenda.

Necesitamos un país que triunfe a partir del mérito y del trabajo; del conocimiento y del arrojo.

Me preocupa el discurso reiterado de que debemos acostumbrarnos al fracaso. Que ser derrotados es inevitable. Que la pobreza conlleva felicidad.

Difiero. México debe atreverse. Arriesgarse. Negarnos a ser el país del eterno potencial futuro pero del permanente desencanto presente. Es posible sacar al país del atraso y dar una mano a quien más los necesita.

Para ello, hay que convencernos de que también se es posible ser feliz, digno, en la prosperidad.

Twitter | @fvazquezrig

Publicado en COLUMNAS
Domingo, 28 Abril 2019 12:49

Reconciliar a México

Un ambiente de furia consume a la nación. Es un chispazo: que inflama. Que ciega. Que abrasa.

La restitución más importante, que debería ser prioritaria para todos, es la del respeto. México ha perdido su sentido de solidaridad, de misericordia, de empatía.

Perdimos la decencia, en el sentido descrito por Avishai Margalit: somos una sociedad que cotidianamente humilla al otro. Aquí se humilla a través del privilegio, de la fuerza, de la violencia, de la discriminación.
 
Nos acostumbramos a vivir en medio de contrastes insostenibles. Aquí conviven, codo a codo y día a día, la legalidad con el crimen; la productividad con la informalidad; el exceso con la miseria.

Las fronteras mexicanas se delimitan por una cuadra, por un muro, pero, sobre todo, por una actitud. El contraste más lamentable, incubado por el desmantelamiento de redes de protección y una vocación social, es la partición de México en dos: uno que muere de hambre y otro que muere de indiferencia.

En ese abismo de indecencia fermentó la erosión del respeto. Nunca antes la crispación se había instalado en los hogares mexicanos como hoy. La ofensa permanente y la violencia verbal de las redes no son una excepción de la realidad: son su espejo. Mexicanos al grito de guerra contra otros mexicanos.

Las razones de la desesperanza son muchas y válidas. La corrupción no fue una aparición repentina en la vida nacional. Sí lo fue el cinismo y la arrogancia, que amenazó con perpetuar la dictadura del privilegio.

EL voto masivo de julio del 2018 fue para terminar con esa realidad. Tristemente, el péndulo se desplazó al otro extremo. No se está en proceso de destruir el privilegio: se está sustituyendo.

Norberto Bobbio lo recordaba: en política los extremos se tocan. Así nos ocurre. El populista y el tecnócrata no son tan diferentes: ambos son fanáticos, intolerantes, insensibles.
 
La premisa indispensable de la verdadera transformación nacional es la reconciliación de México: abolir la humillación y restituir el respeto. Se requiere un gran ejercicio de imaginación política para ensamblar un esfuerzo nacional con energía acumulada: diversa y plural.

Para lograrlo, requerimos modificar dos signos de la historia política del cambio mexicano.

Primero: cambiar mediante la supresión del adversario. Las transformaciones nacionales, de la independencia a la revolución, se dieron bajo el signo del degollamiento. De las balas y no de los votos. Ésta puede ser la excepción.

Segundo: siempre el cambio ha sido vertical y autoritario. Desde Tlatelolco, sin embargo, la sociedad mexicana ha forzado las grandes transformaciones: no desde el poder político sino pese a él.

La reconciliación nacional requiere comprender que un país mejor puede ser construido sin eliminar al adversario y, también, que el verdadero motor del cambio está en cada hogar, en cada escuela, en cada barrio. En la sociedad: en nadie más.

Ojalá lo entendamos. Y pronto.

@fvazquezrig

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