Domingo, 20 Octubre 2019 17:28

El desastre

Culiacán fue la muestra de un gobierno inútil, débil, derrotado.

Rendido.

La sombra de las dudas hace que el jueves 17 sea un parteaguas. Porque las sospechas son muchas: el ofrecimiento de amnistía del presidente a capos; su lenguaje comedido con el Chapo y su familia; la excarcelación de narcomenudistas;  lo inverosímil de que un acto de esas dimensiones no se haya discutido en la reunión del gabinete de seguridad esa mañana; las ligas del secretario Durazo; la exclusión de la Marina Armada y el maltrato inaceptable al ejército.

El agradecimiento en rueda de medios de los familiares del Chapo al presidente.

El estado fue a ejecutar dos órdenes de aprehensión: una de ellas para efectos de extradición.

Sobrevivieron tres desastres.

Uno operativo: hecho al mediodía, a plena luz del día, en la cuna de un poder inmenso: el del cártel de Sinaloa. Fue planeado sin la suficiente proporción de fuerza, sin inteligencia, sin tecnología. Sin apoyo aéreo ni controles de la ciudad. Sin perímetros de seguridad.

Otro mediático: horas sin informar nada. Las redes inundadas de imágenes escalofriantes. Rumores por todas partes. Casi cinco horas después, salen a mentir. Que fue un patrullaje rutinario. Que se toparon por sorpresa por el hijo del chapo. Que ante la reacción, mejor, como la paloma negra, rajarse. Notimex emite un boletín con versiones sin confirmar. Al día siguiente, el presidente, desde Oaxaca, abre su rueda de medios con un bastón de mando y hablando de otros temas, como si no hubiera una crisis nacional de consecuencias brutales. Cuando finalmente sale el gabinete de seguridad a rueda de medios desde Sinaloa, presidencia no la transmite.

Y por último uno político. El presidente sigue su gira a Oaxaca cuando tiene una crisis terminal en Culiacán, después, ojo, de la ejecución de 14 policías, de 15 muertos en Guerrero, todo en una semana. El gabinete de seguridad y funcionarios menores soltando versiones contradictorias. Una ciudad, no menor, no marginal, tomada por horas. Un oficial y al menos 7 miembros del ejército  tomados como rehenes. Un presidio federal asaltado y 49 reos liberados. El gobierno estatal sin ser informado de nada.

El estado, vencido, devolviendo al criminal para que no se pusiera en riesgo a las personas como si no estuviéramos todo el tiempo en peligro y aterrorizados por la acción del crimen.

Que fue una acción precipitada. ¿De veras? ¿Nadie supo nada? ¿No se planeó? ¿El presidente de la República no fue informado antes? ¿El gabinete de seguridad no planificó en conjunto esto?

El presidente diciendo que la captura de un criminal no vale la vida de ciudadanos, como si no hubiera forma de ejecutar la ley sin poner en riesgo a las familias. Como si devolverles al capo no nos pusiera en peligro.

El hijo del chapo estaba en manos de la autoridad mas nunca detenido, dicen: una barbaridad. Le tomaron fotos. Las filtraron.

Luego lo soltaron: cuando 800 comandos armados degollaron la ciudad. Pero, atención, esas hordas ahí viven. Ahí tienen sus armas. Ahí operan cada día, de cada semana de cada mes.

¿Quién planeó este desastre? ¿Quién lo autorizó? ¿Quién negoció la liberación de Osvaldo Guzmán? ¿Con quién? ¿Quién ordenó su liberación?

Cada día que Durazo se mantenga en el cargo, el presidente sangra.

En el año más sangriento de la historia nacional, el presidente afirma que es una exageración decir que su estrategia ha fracasado.

Lo ocurrido fue la radiografía despiadada de un estado inútil. Sin autoridad. Sin coordinación. Incompetente. Los tres niveles de gobierno están, en los hechos, desaparecidos en Sinaloa.

Sólo que ahora lo sabemos. Y el crimen también.

López Obrador no quiere, no sabe, o no puede doblar al crimen.

Por eso lo doblaron.

Twitter | @fvazquezrig

Publicado en COLUMNAS

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