Domingo, 10 Marzo 2019 18:36

Las visitas presidenciales

Columna | P U L S O    P O L I T I C O

        En los viejos tiempos del régimen priísta, las visitas de los presidentes de la república a los estados, eran esporádicas, aparatosas y sumamente costosas a los erarios de las entidades visitadas. El poderoso estado mayor presidencial llegaba varios días antes y lo controlaba todo: cerraba calles y avenidas a la circulación, revisaba las tribunas, los hoteles y hasta las azoteas de los edificios y casas de las calles por donde pasaría el “señor presidente”.

        La presencia de los integrantes de ese cuerpo especial del Ejército se notaba por todos lados, Helicópteros iban y venían y lo mismo camionetas, supuestamente blindadas y muchos elementos de traje y corbata y pelo corto se veían en los sitios donde estaría el señor presidente.

         Y llegaba el día señalado para la visita y desde muy temprano empezaba el movimiento: movilización de alumnos en las escuelas; miles de obreros llevados en autobuses y de campesinos que venían de todos los puntos del estado, para conformar una enorme valla a lo largo del recorrido que haría el mandatario en turno.

           En las azoteas de algunas casas, se colocaban, previa revisión del Estado Mayor, quienes lanzarían papelitos de colores al paso del presidente. Todo debería funcionar a la perfección.

           Y el presidente llegaba y el gobernador y los altos funcionarios de su gobierno, debían recibirlo en los límites del Estado de Puebla, con el Estado de México, para unirse a la caravana presidencial hasta la entrada de la ciudad.

           El recorrido generalmente era en coche descubierto en el que subían el visitante, el gobernador en turno y algún funcionario importante.

            Los maestros eran expertos en eso de organizar a los alumnos para hacer ruido al paso de la comitiva oficial. Aplausos, porras, toques de diana de las banda de guerra y los papelitos de colores como cayendo del cielo.

            Motociclistas de la Dirección de Tránsito del Estado, iban al frente del vehículo presidencial en perfecta formación.

            Eran llegadas espectaculares que a muchos emocionaban. Si el presidente bajaba del vehículo y caminaba un tramo, era rodeado por guardias vestidos de civil para impedir que la gente se acercara más de lo debido. Los saludos de mano entre el presidente y sus subditos, eran raro.

           Todos los actos a los que asistía el “jefe de las instituciones” eran solemnes y multitudinarios.

            Los diputados federales y locales de la entidad visitada, estaban presentes de riguroso traje y corbata. Muchos estrenaban para la ocasión y se veía que la víspera habían visitado alguna peluquería.

            No había abucheos para nadie. La menor falta a las reglas del protocolo, hacía que la intervención del Estado Mayor Presidencial, fuera inmediata.

            Mucha gente asistía de buena gana, sin ser acarreada y sin ser invitada, solo para ver el espectáculo, porque era todo un espectáculo una visita presidencial.

             Eran los tiempos de la “Presidencia Imperial”. Entre los políticos se hacían comentarios sobre, a quién saludó el presidente con especial afecto; a quién casi no le hizo caso; a quien vio mal, etc. Y eso daba lugar después de la visita a los rumores políticos que todavía subsisten.

            La visita de ayer, del presidente Andrés Manuel López Obrador, fue diferente. No se hizo gran alharaca en los medios de comunicación y mucha gente ni siquiera estaba enterada.

            No hubo Estado Mayor Presidencial que con su sola presencia anunciara esa visita. Todas las calles permanecieron abiertas salvo las de los alrededores de los cerros de Guadalupe y Loreto, en cuyo centro expositor, sería el acto presidencial.

            Los reporteros, camarógrafos de televisión y fotógrafos de prensa, previamente identificados, fueron citados a las 9 horas en el Centro de Convenciones de San Francisco. De ahí salieron las camionetas que los transportaban a las 11 horas.

             Ya en el Centro Expositor, lleno de personas de todas las clases sociales: de la tercera edad, de discapacitados y jóvenes, cuyos programas de apoyo del gobierno federal, vino a poner en marcha el presidente.

              Andrés Manuel, el presidente, llegó a las 13 horas y a las 13.15, se inició el acto.

              El gobernador Guillermo Pacheco Pulido, pronunció un breve discurso de bienvenida y recibió como dijo el gobernador de Colima, abucheo, que ya forma parte del protocolo de estos actos, bastante suave por cierto, casi cordial. Pero la que recibió una rechifla fuerte y prolongada, fue la presidenta municipal de Puebla, Claudia Rivera, de Morena. Y usted se preguntará porque razón la rechifla por primera vez fue para una gobernante morenista y según nos informaron, fue de gente del mismo partido, pero partidarios del licenciado Luis Miguel Barbosa, en la lucha interna por la candidatura para la gubernatura del estado en las elecciones extraordinarias.

               Y es que señalan a la presidenta municipal como partidaria del senador Alejandro Armenta, que es el otro aspirante fuerte.

                Los de Morena todavía no entienden que en la competencia interna de los partidos, para conseguir candidaturas a puestos de elección popular, los dirigentes partidistas y quienes ocupen un cargo público, como la presidencia municipal, deben mantenerse imparciales. Votar por el candidato de sus preferencias, pero públicamente no inclinarse por nadie.

                El Presidente de la República, ya dijo antier en Jalisco: “La grilla y la politiquería ya me tienen hasta el copete” y obligó al gobernador y al que fue su contrincante de Morena, a darse un abrazo ante todos los asistentes al acto.

                Pero por lo que se está viendo, los morenistas, son de lento aprendizaje, nos referimos a los lideres que propician esas rechiflas.

               La entrega simbólica de apoyos a personas de la tercera edad, a discapacitados, a jóvenes que deseen trabajar y otros grupos sociales, la hizo el presidente quien además realizó un llamado a todos los mexicanos para lograr la unidad sin la cual, será muy difícil resolver los problemas nacionales.

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Columna | P u l s o    P o l i t i c o

            Ayer, al rendir su sexto y último informe, el presidente de la república, Enrique Peña Nieto, inició el final de su mandato y el del régimen priísta que dominó el escenario político del país durante la mayor parte del siglo XX.

           El primero de diciembre próximo, habrá de entregar la estafeta al presidente electo Andrés Manuel López Obrador, quien como candidato de Morena, el nuevo partido fundado por él, obtuvo una votación de más de 30 millones, cantidad de votos nunca antes alcanzada en la historia de México.

            El informe y mensaje político del que se va, tuvo lugar al medio día de ayer en el palacio nacional, ante diputados y senadores de todos los partidos e invitados especiales, altos funcionarios públicos, gobernadores, representantes del sector privado, de las organizaciones obreras y campesinas así como de organizaciones civiles.

             Según todos los comentaristas de la televisión, se prescindió de todo el aparato de que se echaba mano para cerrar calles, evitar manifestaciones, escoltar a los funcionarios e invitados especiales. Por el contrario, hubo circulación permanente en el zócalo, no hubo cierre de calles por ninguna parte, no se impidió el tránsito de ciudadanos de a pié en los alrededores de la plancha de la enorme plaza y todo parecía como si de repente el gobierno de la república se hubiera dado cuenta de que toda la movilización policíaca y del Estado Mayor Presidencial que se usaba desde mucho tiempo atrás, no era grata a los ciudadanos en general.

            Al presidente Peña Nieto, le quedan todavía actividades importantes: dar el grito el 15 de este mes; presidir el desfile militar del 16; presidir la ceremonia de la Consumación de la Independencia Nacional el 21 y entregar la banda presidencial el primero de diciembre.

            Peña Nieto tuvo una presidencia muy polémica: La comunicación presidencial en general fue mala. El crecimiento de la delincuencia, fue un problema que heredó de su antecesor Felipe Calderón, que le entregó un país en llamas, con un balance nunca antes visto, de más de 100 mil muertos y más de 20 mil desaparecidos. Peña Nieto, ni sus colaboradores, hicieron mención, durante el sexenio, de cómo recibieron al país, como sí ya lo hizo el coordinador de los diputados de Morena que acaba de afirmar, que el nuevo gobierno recibe un país en ruinas.

            Peña Nieto cargó con el asunto  de Ayotzinapa, la desaparición de 43 estudiantes normalistas, ocurrida en una entidad, Guerrero, gobernada por el PRD, en un municipio, Iguala, gobernado por el PRD, con un Congreso local mayoritariamente conformado por diputados perredistas y permitió, por su mal sistema de comunicación, que todo el problema se atribuyera a su gobierno que al final es visto como culpable absoluto.

           También se manejó torpemente el asunto de la llamada Casa Blanca, en fin, tuvo muchos problemas por malas políticas de información.

           La buena información, la información seria, responsable y veraz, es indispensable para cualquier gobierno.

           Ya hay un tercer aspirante a la dirigencia nacional del PAN, partido que anda en serios problemas internos. Se trata de José Luis Espinosa, propuesto por el grupo panista “Plumas Azules”, al que pertenecen Elena Alvarez de Vicencio, Felipe González y Salvador Abascal Carranza, entre otros.

            Para ellos “Acción Nacional requiere un panista de cepa en el timón, con militancia probada e imbuido de sus principios humanistas, para rescatar al partido fundado por Gómez Morín, González Luna y Estrada Iturbide, efectuar una profunda autocrítica, reunificarlo, reconstruirlo y reorganizarlo” dicen en un comunicado.

            Para muchos panistas tradicionales de Puebla, el perfil que exigen los integrantes de “Plumas Azules”, es el que debe tener su próximo dirigente y José Luis Espinosa Piña, llena los requisitos: es un michoacano radicado en el estado de Querétaro, que ha sido en su estado natal, regidor del ayuntamiento de Morelia, diputado local, diputado federal, vicepresidente de la Cámara de Diputados y es vocero de “Pluma Azules”, además de presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Querétaro.

           No es un aspirante más, dicen, sino un líder, de los que se requieren para la segunda fuerza política del país.

           Esto último es cierto: El PAN quedó como la segunda fuerza política de México, pues el PRI es la tercera fuerza, aunque por su número de diputados federales en el Congreso de la Unión, ocupa ahí el cuarto sitio.

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