Domingo, 24 Septiembre 2017 14:09

El momento de la tenebrosidad en escena

Columna | Algo Más Que Palabras

    Andamos crecidos de falsedades. Nos desbordan. Hay mucho pregonero sin conciencia. También abundan los gobernantes mundanos, sin sabiduría alguna. Deberíamos aprender de nuestra propia historia y ser más honestos con nosotros mismos. Sólo así podrá reinar la calma dentro de nuestros espacios. En un mundo que desea liberarse del espectro de las inútiles batallas y de las hostilidades, la cohesión de acciones  es fundamental, cuando menos para despertar en el espíritu humano esa búsqueda mundializada y constructiva, caracterizada por la ecuanimidad, la unión y la ayuda mutua. La actual hazaña del independentismo catalán, en la madre patria como suelen decir los hispanohablantes, es un claro testimonio de ese lenguaje repetitivo de mentiras, mezcladas con verdades mal intencionadas, que nos vienen amargando la existencia a todos los españoles. Está visto que la unión es lo que da consistencia; y, por ello, los gobiernos en lugar de generar problemas, han de solucionarlos. Están para eso, para gobernar con firmeza, pero también con mucho diálogo y flexibilidad, pero sin obviar la legalidad, pues con un poder absoluto cualquiera puede hacerlo, hasta los necios con su soberbia.

En España, de ninguna manera se puede apelar al derecho de autodeterminación como algunos pretenden, puesto que tenemos una constitución democrática, que consolida el  Estado de Derecho, asegurando el imperio de la norma como expresión de la voluntad popular; normativa que es ley de leyes, y que no se nos olvide fue apoyada por el 91,09% de los votantes en el referéndum constitucional del 6 de diciembre de 1978. Un respeto, por tanto, a este sistema de convivencia que nos hemos dado entre todos, y que se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación Española, donde se garantiza el derecho a la autonomía de las diversas nacionalidades y regiones, así como la solidaridad entre todos. Por ende, pienso, que para modificarlo ha de requerir al menos una mayoría similar a la de entonces, que ahora no se da. El dicho de “España nos roba”, o que “la autonomía ha fracasado”, es más de lo mismo, la ficción interesada de algunos, con la incongruencia de que este país tiene una de las democracias más avanzadas, puesto que para nada es un Estado Autoritario, como lo certifican todas las instituciones internacionales.

En idéntico lenguaje de farsa se mueven otros discursos, como el pronunciado por el ministro de Asuntos Exteriores de la República Democrática Popular de Corea, en la Asamblea General de la ONU, al subrayar que sus armas nucleares tienen fines defensivos y que sólo se utilizarían como última opción. Los gobernantes de un bando y del otro, debieran saber que las crisis se resuelven de manera negociada, jamás con artefactos. Ya está bien de tantos ensayos nucleares, de tantas tinieblas vertidas que lo único que hacen es menospreciar vidas de seres humanos. Por consiguiente, es  la hora de planificar diálogos, de fomentar entendimientos, en vez de barbaries. Sin duda, una de las condiciones esenciales para poder convivir unidos es el desarme. La irracionalidad de las contiendas no tienen sentido en un mundo que va avanzando hacia la solución pacífica de los conflictos. Se ha de procurar instaurar en todas partes del mundo el régimen del Estado de Derecho. Además, cuando se disgrega el tejido moral de un pueblo, de una ciudadanía, o de una nación, hay que temer cualquier cosa, pero nada bueno.

Tampoco podemos hacer silencio ante tantas políticas corruptas, discriminatorias, con la complicidad de muchos gobernantes. A veces, el mutismo es el peor disfraz. Pero, en fin, volviendo a los tristes muros de la patria mía, el pueblo español recibe a diario el espectáculo de la invención, expuesto hasta la saciedad por todos los canales y medios de comunicación, repleto de disimulos y más apariencias en escena chabacana, bajo guión de una clase política catalana, a mi juicio minoritaria y envuelta en mil mordidas corruptas, a la que hay que plantarle, sin miramiento alguno, el Estado de Derecho con toda su fuerza, si en verdad queremos la construcción de sociedades coherentes y congruentes con el espíritu democrático y los derechos humanos. Por otra parte, lograr el desarme nuclear a nivel mundial es uno de los objetivos más antiguos de las Naciones Unidas. Sin embargo, hoy en día, todavía existen unas 15 000 armas nucleares, a pesar de la creciente preocupación mundial relativa a las catastróficas consecuencias humanitarias del uso de tan solo un arma atómica, por no hablar de una guerra nuclear regional o global. En consecuencia, reniego, de esas gentes, subidas al pedestal del poder, no para servir sino para servirse de la ciudadanía, y que encima enmascaran el rostro del embuste para que parezca certeza, bajo este escenario de prisas y tumultos que padecemos. Pues al fin, y a pesar de tantas raciones de cinismo sembradas, nos cabe la esperanza. Pensemos que la verdad, antes o después, triunfa por sí misma. Las memorias nos descubren. Ojalá aprendamos la lección.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Publicado en COLUMNAS
Domingo, 25 Septiembre 2016 15:01

La mirada de los abuelos

Artículo | Algo Más Que Palabras
  
    Desde siempre me ha fascinado la mirada de los abuelos, lo mucho que nos dicen esos ojos que han vivido lo suyo; y, por consiguiente, tienen la cátedra de la vida ganada. Realmente esta sabiduría, la de saber percibir las cosas desde muchos puntos de vista, no se enseña en ningún centro educativo. Uno tiene que haberlo vivido con anterioridad. Precisamente, hoy más que nunca, necesitamos de esta leída visión para sentirnos hermanados ante el fastuoso y complejo escenario de la vida. Sin duda, es bueno mirar hacia atrás, sobre todo para poder florecer. También es saludable, sentirse acompañado por quien ya abraza el atardecer de su vida. Los ancianos son quienes nos acercan a las raíces, a nuestra propia historia vivencial. Su camino ya está en el cénit del horizonte.

    Por eso, es una lástima que en los tiempos actuales no cuenten apenas nada, teniendo una enorme capacidad para comprender las situaciones más difíciles. Es el efecto pasivo de una mundanidad que sólo entiende de sistemas de producción y mercado, inhumana a más no poder, que elimina a los niños a su antojo, a los jóvenes porque no tienen trabajo y a los viejos, con la evasiva de mantener un sistema económico ponderado, donde no cuenta el ser humano, sino el dinero. Mal que nos pese, todos estamos llamados a compensar este venenoso adoctrinamiento de menosprecio y rechazo hacia nuestro análogo.

    Quién no entiende la mirada de un abuelo, tampoco comprenderá una intensa o extensa explicación, por muchas titulaciones académicas que posea. Somos así de necios. La necedad, que ya en su tiempo el inolvidable político romano Cicerón, predijo que era "la madre de todos los males", resulta que en el tiempo presente nos gobierna hasta en los más recónditos lugares. En consecuencia, estimo una buena idea que este año, coincidiendo con el Día Internacional de las Personas Mayores (1 de octubre), se impulse como eslogan que son "una nueva fuerza para el desarrollo". Y tanto que son un activo, ya no solo afectivo para sus familias, también como motor humano.

    Desde luego, son muchos los Estados del mundo que tienen un gran déficit en proporcionar viviendas asequibles y personal especializado para su atención. Los servicios sociales suelen ser muy escasos para que estas personas metidas en años puedan despedir la vida en sus hogares. Pienso que debemos superar estos escollos para conseguir que la población sea diligente humanamente, esté protegida y envejezca de forma saludable, mejor con el consuelo familiar no cabe duda.

    Para desgracia nuestra, muchos ojos de gente en edad andan tristes, yo diría que demasiado tristes, y no por los años, más bien por el abandono de su gente. Somos una generación de palabrería fácil y de nulas acciones, sobre todo a la hora de construir (por amor) una sociedad para todas las edades. Téngase en cuenta que una revolución demográfica está ocurriendo en todo el mundo. Actualmente hay alrededor de 600 millones de personas de 60 años y más; esta cifra se duplicará hacia el año 2025 y llegará a casi dos mil millones hacia el año 2050, lo que nos exige un nivel ecuánime de protección social básico y suficiente.

    Indudablemente, la longevidad es un logro de la salud pública, pero no podemos quedarnos únicamente ahí, se requiere poner en valor la autorrealización de la persona más allá de su aguante, el cuidado y su dignificación, pues se puede y se debe hacer mucho más por ellos, para aprovechar su potencial humano, de contribución dinámica y esencial al desarrollo, así como de estabilidad a la sociedad. Personalmente, más de una vez he pensado que las verdaderas columnas de la humanidad son la verdad, la justicia, la libertad y los abuelos. Sí, en efecto, ellos son ese espíritu de discernimiento que todos buscamos.     ¿Quién no los recuerda? . Siempre ahí, en guardia, para lo bueno y para lo malo.

    Sin embargo, no siempre el longevo tiene una familia que lo acoge. Ojalá existiesen muchos hogares para los ancianos. La atmósfera de una morada cálida es lo que todos necesitamos en cualquier edad. Algunas viviendas son prisiones o espacios donde se les arrincona, se les tiene como escondidos, otras veces olvidados. Las casas para octogenarios deberían ser -como tantas veces ha dicho el Papa Francisco- "los pulmones de humanidad en un país, en un barrio, en una parroquia; deberían ser los santuarios de comprensión donde el viejo y el débil es cuidado y protegido como un hermano o hermana mayor".  Verdaderamente, una de las cosas más bellas siempre ha sido dejarse acariciar por un abuelo o un niño. Algo que se está perdiendo de nuestra vida humana de familia, o si quieren, de nuestra existencia humana.

    Ante este bochornoso panorama de inhumanidad, o de crueldad manifiesta, estamos llamados a alzar los corazones por muy diversos que sean y a ser más acogedores, o como ahora se dice más de palabra que de hechos, inclusivos y humanos. No hay nada más deleznable que el trato de algunas personas que se sienten con alguna superioridad sobre sus semejantes. Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en la vida y todos son imprescindibles, cuando menos para armonizarnos y poder convivir. Postreramente, la mirada de los abuelos ocupará una porción sin precedentes de la población total del mundo, lo que nos invita a enjuiciar menos a las personas y a vivir más en comunidad. Como humanidad podemos y debemos asegurar a los seres humanos, sin exclusión alguna, no sólo que sus vidas sean más largas, sino que también sean mejores y más gozosas, más enriquecedoras y gratificantes, más plenas, lo que redundará en beneficio de una sociedad tolerante, pacífica y armonizada.

    Si hay algo que he aprendido con el tiempo es a saber mirar y ver, puesto que si uno va por la vida con mirada auténtica, siempre hace buenos amigos. Envejecer, al fin y al cabo, es como hacer un gran camino; mientras se camina las fuerzas se agotan, pero la mirada es más esperanzadora, la visión más libre, clara, y a la vez serena. El planeta, por tanto, saldrá beneficiado si se hace efectivo el potencial de las generaciones de personas de edad para hacer contribuciones importantes al proceso de desarrollo y a la labor de crear sociedades más lúcidas, pacíficas y responsables. Ya hoy en día, las personas mayores contribuyen enormemente a que seamos más humanos. Por ejemplo, en toda África - y en el resto del mundo - millones de adultos enfermos de SIDA son cuidados en sus hogares por sus padres. Al morir los pacientes, sus hijos huérfanos (actualmente 14 millones menores de 15 años en países de África solamente) son en su mayoría cuidados por los abuelos. A esto hay que sumarle el papel importante que desempeñan a través del trabajo del voluntariado, transmitiendo su experiencia y conocimientos. Ha llegado el momento, pues, de cambiar de opinión, y donde se ve a los ancianos como una carga social, hoy ha de reconocerse como un estímulo que puede y debe aprovecharse. Ya se sabe, todos somos necesarios y precisos. En cualquier caso, yo invito al lector, a que se quede con la mirada de los abuelos, que es una mirada del alma, algo por lo que vivimos, sentimos y pensamos... Piense en ello... Todos saldremos ganando.
   
Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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