Domingo, 25 Febrero 2018 20:51

Otro talante y otros talentos

Artículo | Algo Más Que Palabras
   
    El mundo necesita reducir tensiones, sobre todo entre las diferentes fuerzas políticas internas de los países y sus sectores sociales, y para ello, la única salida es propiciar diálogos sinceros, encuentros sensatos más allá del populismo, así como una conciencia de respeto a los derechos humanos y al estado de Derecho. Nos hace falta llenar los caminos humanos de un nuevo esplendor vital, que mana de nuestra dedicación a los demás y de la alegría compartida. Por eso, me emocionan aquellos caminantes siempre dispuestos a ser creativos para mejorar la vida de los otros y no tanto la suya, con  genio e ingenio permanente para realzar las atmósferas con la proximidad de una mirada que acaricia. Por tanto, cada cual tenemos una misión reconstructora, que hemos de llevarla a cabo de modo ejemplarizante, dando forma estética a todas aquellas ideas de fondo, concebidas con la mente, y que han de estar al servicio de la colectividad. En consecuencia, es tiempo de tomar otro talante, al menos más auténtico, para imprimir otro entusiasmo, adyacente a otros talentos, que nos hagan disfrutar de la vida y soñar con un futuro más en familia, más en coherencia de donantes con nuestros principios innatos, sabiendo que la unidad prevalece sobre el conflicto siempre. ¡Qué se acabe el lenguaje de la muerte! Son, precisamente, esa suma de corazones latiendo unidos lo que da sentido a nuestra existencia.

    Desde luego, merece la pena considerar la pieza de unión entre los diversos puntos de vista. El Acuerdo reciente entre treinta y seis entidades de la ONU para prestar apoyo a los Estados Miembros para que puedan combatir y prevenir actos de terrorismo y extremismo violento, es un claro ejemplo de que juntos cualquier discordia se debilita. De ahí la necesidad de acoger todas las culturas, talantes e iniciativas, con la única condición de que vayan dirigidas a la construcción de un mundo más habitable y, por ende, más conciliador. Pongamos todo el talento y la experiencia en ello, pues como decía en su época el militar y político de origen venezolano, Simón Bolívar (1783-1830), “la unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino”.  En efecto, todo es en sí mismo una profunda unidad a pesar de la diversidad de lenguas y de pensamientos, lo que nos exige tomar ese innato espíritu de comunión, frente a este vivir tan fragmentado, empezando por nuestros propios hogares. Por cierto, España, es el segundo país en Europa con mayor tasa de divorcios. Con frecuencia, nos dejamos llevar de las modas, quedando atrapados por esta mentalidad de ruptura de una relación, sin apenas hacer nada, mientas que a lo mejor con una simple ayuda podrían superarse las dificultades. Sucede a menudo que los Estados, responsables de esa cohesión social, alientan y alimentan precisamente esta mentalidad divorcista, en beneficio de otros modelos en el que todo se confunde y se deshumaniza. ¡Qué se acabe el lenguaje de la mentira! Ya se dice que no hay mayor falsedad que la verdad mal entendida.  Cuidado, además, que cuánto más rueda el engaño, más grande se vuelve, es como una bola de nieve.

    Sea como fuere, de un tiempo a esta parte, todo lo enmarañamos hacia la triste situación del incumplimiento de palabras tan bellas como el amor, lo que genera un ambiente tan provocador, y de tantas incertidumbres, como peligroso. Realmente, con nuestra pasividad nos hemos  desplazado a un horizonte de barbaries que nos dejan sin palabras. Mal que nos pese, la solución natural a la crisis de cualquier relación no es la de poner tierra por medio, sino la de reflexionar en conjunto y ver la manera de volver a reintegrarse. Por otra parte, una sociedad que se goza dividiendo difícilmente va a proyectar comunidades acogedoras. A mi juicio, no hay situación complicada que no pueda afrontarse adecuadamente cuando se cultiva un clima coherente aglutinador, tanto de apertura como de reconciliación. Será cuestión de revalorizar el amor como abecedario de encuentro, como proyecto de camino, de andanza y convivencia. Claro, que en vista de esta alarmante situación de absurdos, requerimos de otros talentos menos rencorosos y de otros talantes más indulgentes. Sin duda, andamos hambrientos de nuevas quietudes. Orientémonos, pues, hacia la auténtica esencia que nos tranquiliza, que no está en la rivalidad ni en la desmembración, sino en el genuino constructor de vínculos, de aquellos que reconstruyen la armonía que se ha roto e instan a no separarnos de los deberes de la justicia, con la clemencia necesaria para comenzar un nuevo andar. ¡Qué se acabe el lenguaje de lo absurdo! Ya está bien de tantas necedades. Demasiado larga es la vida para el necio que no atina a reconocerse ni a situarse en su conciencia.

Víctor Corcoba Herrero /  Escritor
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Publicado en COLUMNAS
Miércoles, 27 Diciembre 2017 14:29

Necesitamos estar al lado de todos

Artículo | Algo Más Que Palabras
  
    Estamos asistiendo a una especie de desnaturalización que nos deja sin verbo ni conjugación. Tanto es así que nada es lo que parece. Los efectos de esta locura son ya bien palpables. Mientras las Naciones Unidas se enfrentan a los desafíos de la seguridad colectiva del mundo, las voces de los más afectados son un continuo batallar que nos dejan en la incertidumbre permanente. A mi juicio, es crucial no sucumbir a la desolación, a pesar de las tensiones y conflictos que entre todos nos hemos generado. Hay que forjar un nuevo espíritu más reconciliador y hospitalario. La llegada creciente de migrantes que huyen de la inseguridad, la escasez y la represión de su país, tiene que movernos a ser más tolerantes y desprendidos, más acogedores en definitiva. Urge, por tanto, crear un clima de opinión pública favorable a la recepción de personas provenientes de otros países. Por si mismo, el ser humano, resplandece cuando es generoso y libre. Sólo tenemos que mirarle a los ojos para descubrirlo.

Indudablemente, una sociedad acogedora impulsa marcos de protección que salvaguarde derechos y condiciones de vida digna. Si importante es la mano tendida siempre, no menos fundamental es combatir tanta falsedad sembrada, como puede ser la labor de esas organizaciones que se aprovechan y lucran con las expectativas de las personas que buscan una vida lejos de la guerra y los peligros, la inseguridad y la pobreza. Ojalá nos dispongamos a ser más auténticos para poder avanzar hacia otros modos de vida más solidaria, también hacia un sistema de movilidad internacional segura y transparente, pues existen factores de riesgo específicos asociados con una vulnerabilidad en aumento de los desplazados frente a la explotación, el abuso y la trata. En consecuencia, debemos hacer todo lo posible, ya no solo para ser receptivos, sino también para atender y amparar, a los que pidan nuestra ayuda. Al fin y al cabo, tenemos que reencontrarnos unos con otros.

Más pronto que tarde necesitamos estar unidos, caminar juntos, ocuparnos y preocuparnos por el prójimo, hasta sentirlo próximo, sólo así podemos estar al lado de la colectividad. Todo ello, es lo natural de una especie pensante como la nuestra, que ha de saber discernir, aunque requiera fatiga y paciencia, pero al fin, merecerá la pena crear un proyecto compartido de sociedad, un fin colectivo mundial, una fraternidad mundializada sincera. Esta el cuestión. Para mí esto es un punto clave, salir al encuentro y no descartar a nadie. Sea como fuere, considero, que tenemos que aprender a suscitar la unidad. Quizás sea bueno pensar que todos dependemos de todos. De ahí, lo necesario que es un cambio de mentalidad, al menos para aumentar el diálogo con las diversas culturas y religiones. Desde luego, con nuestro marcado egoísmo actual y con el uso irresponsable de las redes sociales, más que una unión se viene generando una fuerte división  entre todos como jamás. Seguramente, cada cual consigo mismo, deberá humanizarse antes en primera persona. A mi manera de ver, este ha de ser el camino a seguir, lo que conlleva la misión a: entenderse y comprenderse.

Sucede a veces que se discute porque no se alcanza a percibir la diversidad, llegando incluso a molestarnos su presencia. Únicamente la buena disposición permite penetrar en el corazón, favoreciendo su visión coherente. Sin duda, nos faltan mediadores que nos hagan pensar sobre tantas miradas heridas, sobre tantas vidas destruidas por nuestro rencor. Ya lo decía, en su tiempo, el inolvidable médico español, Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), “nos desdeñamos u odiamos porque no nos comprendemos, porque no nos tomamos el trabajo de estudiarnos”. Personalmente, estoy convencido de que si supiéramos mirarnos más hacia dentro de cada uno de nosotros, aprenderíamos a hallar una razón convincente, sobre todo para reafirmarnos de que todos somos hermanos, y que ninguna guerra es justa ni tiene sentido. Nuestra gran asignatura pendiente como linaje es precisamente ésta, la falta de tiempo para la construcción de un mundo cada vez más acogedor y humano. Nunca es tarde para repensarlo. Puede ser un buen propósito para este año 2018, pues han de ser los nobles ideales aquellos que han de movernos a practicar por siempre lenguajes constructivos, que son los que verdaderamente nos embellecen.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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