Columna | SIN LÍMITES

*Persiste la duda histórica a 100 años de su muerte

En noviembre de 2016, se anunció en el periódico Milenio que la ropa interior de algodón y la camisa que llevaba don Venustiano Carranza cuando fue emboscado en una choza en Tlaxcalantongo, en la Sierra Norte de Puebla, en mayo de 1920, sería estudiada por especialistas del Instituto de Ciencias Forenses (ICF) del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de la CDMX para realizar pruebas y conocer las circunstancias de su muerte.

Así lo informó Édgar Elías Azar, en ese entonces Presidente del TSJ antes del festejo de los 100 años de la Constitución. Fue el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) el organismo que solicitó un análisis de la vestimenta de Carranza.

Elías Azar comentó que se iba a determinar el tipo sanguíneo y la cantidad de pólvora de la ropa para determinar a qué distancia mataron a Carranza, en vista de las distintas versiones sobre su muerte, ya que hay quien dice que lo acribillaron afuera del jacal donde estaba durmiendo y otros sostienen que introdujeron los rifles por las rendijas de los maderos y desde ahí lo acribillaron.

Otra versión, del historiador Enrique Krauze, señala que Carranza se suicidó. La ropa fue prestada por los descendientes del revolucionario que se exhiben en el Museo Casa de Carranza en la CDMX.

Elías Azar informó en 2016 que los estudios estarían listos en poco tiempo, pero no se hicieron públicos. Además, el Presidente del TSJ renunció a su cargo en marzo de 2017.

LA HIPÓTESIS DEL SUICIDIO

Enrique Krauze, en la revista Vuelta, número 111, de febrero de 1986 publica cinco páginas de testimonios y una amplia bibliografía de los hechos en Tlaxcalantongo.

Su hipótesis está sustentada con testimonios, documentos y declaraciones de personajes que presenciaron los hechos, así como telegramas y el juicio respectivo.

Reconstruyó la historia del suicidio en una entrevista con Milenio: “En Tlaxcalantongo, antes que esperar que lo apresaran, lo humillaran, vejaran o lo asesinaran, como ocurrió con Madero, Carranza tomó la resolución de quitarse la vida. En mi libro Puente Entre Siglos, después en un capítulo de mi libro Biografía del Poder, doy varios elementos para sostener que se suicidó; consulté a médicos forenses hace 30 años, y algunos estuvieron de acuerdo, otros tuvieron sus dudas.

“No me encapricho con esa hipótesis; veo con magnífica actitud que se sigue investigando esto y me interesa muchísimo saber los resultados, para que se avance en la verdad histórica. Lo que resulte de los estudios químicos y de ADN, en caso de que se confirme o no el suicidio, no cambiará la historia de México. Creo que, finalmente, es un incidente en la vida nacional, aunque algo muy importante en la biografía de Carranza: un detalle muy dramático en su vida; lo que cambia un poco es la escritura de la muerte”.

En el libro Puente Entre Siglos, Krauze señala una verdad distinta a la historia oficial, una hipótesis alternativa. Es un personaje muy importante de la historia menos popular que Villa y Zapata; menos poderoso militarmente que Obregón; menos famoso quizá que Cárdenas, pero ocupó un lugar muy destacado en el tránsito de México hacia el siglo XX.

El planteamiento del suicidio no fue una puntada, sino el resultado de diversas investigaciones, como se expone en el apartado Misterio en Tlaxcalantongo.

UN ENIGMA QUE PERSISTE

Sobre lo que ocurrió a partir de la muerte de Carranza, relata Krauze, hay varias versiones; la más popular se debe al general Francisco L. Urquizo en su libro Asesinato de Carranza que omite al oficial Valle y sostiene que el portavoz del mensaje de Murguía al Presidente era un indio: “El indio, lejos de quedarse, como se le indicaba, se fue sin duda en busca de Herrero, que seguramente a esas horas estaría ya a las orillas del poblado, para notificarle quizá el lugar exacto en que se duerme Carranza; pues probablemente quiso seleccionar primero del sitio preciso en que dormía el presidente y no errar el golpe.

“Hay bases para considerar una hipótesis alternativa. Todo ocurre tal como Suárez y Aguirre Berlanga lo narran, hasta el disparo que rompe la pierna de Carranza. En aquellos minutos de estruendo, lluvia y oscuridad, el Presidente, sabiéndose perdido y acarreando desde hacía tiempo un ánimo fatalista, prefiere morir de propia mano. Se pone los anteojos, toma su pistola Colt 45. Con los dedos índice y pulgar de la mano izquierda apunta el cañonazo pecho. Dispara tres veces. Sigue el estertor y sobreviene la muerte.

“Esta versión, antes que disminuir, acrecienta la altura moral e histórica de Carranza y fue, por supuesto la que sostuvo Herrero. Pero desechando en principio la declaración de éste quedan, no obstante, indicios de verosimilitud”.

Krauze ofrece seis planteamientos que sustentan el suicidio de Carranza:

1. Testimonio del embalsamador. El doctor Sánchez Pérez, quien embalsamó el cadáver de Carranza, declaraba el 3 de junio de 1920 haber encontrado en él cinco heridas de bala. Tres se localizaban en el tórax, una en la pierna y otra, más sorprendente, por último otra herida producida por arma de fuego con orificio de entrada en la cara dorsal de la primera falange del dedo índice izquierdo y con orificio de salida por la cara palmar del mismo e hiriendo la cara palmar del dedo pulgar de la misma mano. ¿Cómo explicar si no es con la hipótesis alternativa esa herida que otro proyectil sin una bala cercana de pistola pudo producir una herida tan sangrienta?

2. Tamaño de balas. Aunque nunca se efectuó una autopsia formal del cadáver, los orificios de la camisa y camiseta de Carranza parecen ser de pistola, no de carabina como las que, según todas las declaraciones, portaban los asaltantes.

3. Vaguedad en las declaraciones de Aguirre Berlanga. En el acta, Aguirre Berlanga había dicho que no afirma ni niega que el señor Carranza se haya disparado a sí mismo. Pero, en todo caso, no cree el declarante que haya cometido tal acto; no negar en tal caso significaba conceder la posibilidad.

4. Falta de refutación de la hipótesis alternativa. En los días que siguieron a la muerte de Carranza, varias personas atestiguaron expresamente contra la hipótesis del suicidio. Murguía y Barragán niegan la hipótesis por la misma razón: el número de balas y los lugares que interesaron. Urquizo no se refiere al hecho porque, como Murguía y Barragán, no lo presenció. Por su parte, Aguirre Berlanga no cree en la hipótesis alternativa porque la oscuridad “no permitía ver ni a una cuarta distante de los ojos”.

5. El telegrama y el acta. Anexas a la investigación de los sucesos de Tlaxcalantongo que quedó en poder del entonces ministro de Guerra Plutarco Elías Calles, hay varias copias fotostáticas de un telegrama manuscrito fechado el 21 de mayo, dirigido al general Francisco de P. Mariel y firmado por Paulino Fontes, Manuel Aguirre, Pedro Gil Farías y varios más: “Mi General, hemos tenido conocimiento que avanza usted con su gente a combatir el general Herrero. Le participó que el señor presidente se suicidó hoy en la madrugada y que todo el resto de los que le acompañábamos estamos prisioneros del señor Herrero; por lo tanto le rogamos que no nos ataque usted porque peligran nuestras vidas”. En la caja fuerte del juzgado, donde en junio de 1920 se ventilaron los hechos, se conserva un acta similar firmada por las mismas personas.

6. Los propósitos de Herrero. ¿Tenía la intención de matar a Carranza? El general Basave y Piña, su enlace con Obregón, le había insistido en “capturar a Carranza y a la parvada de bandidos que lo seguía”. A juzgar por los testimonios presenciales, los asaltantes gritaban todo género de palabras soeces a Carranza pero buscando siempre que saliera. Amador, como se recuerda, sostuvo que el capitán Garrido, de las fuerzas de Peláez y Herrero, “intimó rendición”, entró a la choza y, al advertir la agonía de Carranza, “ofreció un médico”. En fin, según el propio capitán Amador Herrero, Herrero “se indignó” al enterarse de la muerte de don Venustiano. La actitud inmediatamente posterior de Herrero no fue la de un magnicida sino la de un rebelde que, “salvando a la patria”, había cumplido con su deber. Con ese ánimo, el 23 de mayo se incorporó en Coyutla a las fuerzas del general Lázaro Cárdenas. Juntos hicieron el viaje a la capital para entrevistarse con el Ministro de Guerra, Plutarco Elías Calles, a quien Herrer
o rindió su informe y entregó la pistola de Carranza.

La conclusión de Krauze es que con todo, el enigma persiste. ¿Cuál es la hipótesis válida? ¿Murió Carranza balaceado desde afuera del Jacal o, lo que es más probable, viéndose herido e inmovilizado tuvo el valor de apurar el cáliz tomando el destino literalmente en sus manos para ser muerto pero no vencido?.

Las interrogantes serán respondidas al historiador al concluir y darse a conocerlas investigaciones realizadas por los expertos del Instituto de Ciencias Forenses. Pero no hay datos de que se haya informado oficialmente-

Existe la amplia posibilidad de que el Gobierno Federal de Enrique Peña Nieto no haya querido hacer público los resultados de la investigación de la ropa de don Venustiano Carranza, para no cambiar la historia oficial poco antes de la celebración de los 100 de la Constitución impulsada por Carranza.

En fin, como dice una copla mexicana antigua:

El que nunca fue regido,
nunca bien sabrá regir.
El que supo bien servir,
se sabrá ser bien servido.

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Publicado en COLUMNAS

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