Domingo, 14 Agosto 2022 13:49

Toda la existencia es una elevación

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(La prioridad está en tomar el camino del verso, en optar por abandonarse para oírse en el silencio, en habituarse a la escucha y en dejarse habitar por el don y en donarse antes de que la muerte nos alcance. Hemos de vencernos a nosotros mismos, para convencernos que nuestra morada está en ese poema perfecto, que María nos alumbra y que su Hijo nos resplandece. Sólo hay que dejarse acompañar y acompasar por el espíritu purificador y continuar el cauce de sus latidos).


I.-  EL SENTIDO ÚLTIMO DE NUESTRA EXISTENCIA

Cada día es un morir para un vivir,
un vivir para un desvivirse en amar;
porque amando es como revivimos,
en dulce aire que acaricia la morada,
y en manso abrazo que injerta alegría.

Hemos de volver a ese reino celeste,
para el que hemos sido concebidos,
donde todo se crea y se recrea vivo,
ya que lo palpitante de la historia,
está en volver al gozo de lo eterno.

Dejemos las cosas de aquí abajo,
levantemos la mirada del poeta,
hagamos el corazón cada aurora,
engrandezcámonos en la placidez,
y restemos poder subordinándonos.

.II.- NUESTRO FUTURO ES LA LUZ QUE NOS FRECUENTA

El futuro es nuestro si profesamos,
la senda vertida por el Redentor,
presencia y presente en nosotros;
que es el que orienta los espacios,
y nos estimula a unirnos con Dios.

Este morar en el amor nos ilumina,
nos hace crecer y reencontrarnos;
encontrar el modo de sostenerse
y sustentarse, envueltos al Creador,
pues en el cielo tenemos la Madre.

Con María se renueva el esplendor;
su grandiosidad nos hace libres,
y su gran bondad nos embellece;
resiste nuestro mal y nos asiste,
promoviendo el gozo de caminar.

III.- LA HUMILDAD ES EL CAMINO QUE NOS RECONDUCE

Necesitamos de ese ojo armónico,
para saber reconocernos dóciles,
y sentirnos auténticos servidores;
pues la grandeza del ser humano,
está en donarse, no en endiosarse.

La sencilla y más elevada criatura,
con la gracia divina y en guardia,
en sigilo siempre para dar oídos,
y en disponibilidad imperecedera,
vence las alturas desde las bajuras.

Tenemos la certeza de su consuelo,
señal resplandeciente de esperanza,
que nos invita a levantar la mirada,
a retornar al Padre y a tonar vivas;
sí, porque el Señor es vida y verdad.

Víctor Corcoba Herrero
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Publicado en COLUMNAS

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