La promesa de realizar  una cuarta transformación de México se convirtió en un poderoso lema de campaña de Andrés Manuel López Obrador y ayudó a dar al entonces candidato ese aire mesiánico que entusiasmó a millones de sus seguidores, y que a la postre le redituó en el triunfo electoral, a pesar de que muchos de quienes le dieron su voto, no entendieron de que se trataba de fondo dicha promesa, sino más bien lo que buscaron fue darle un nuevo aire a la tan deteriorada imagen del Presidente de la República.

Sin embargo, hablar de una cuarta transformación del país, representa realizar un movimiento integral de todos los componentes sociales, económicos y políticos que integran a este país, tal como sucedió con la Independencia, primer movimiento transformador del contexto social mexicano, el cual mediante las armas pudo liberar el dominio español que había durado 300 años y que se llevó a cabo de 1810 a 1821.

Posteriormente, la Reforma, guerra entre liberales y conservadores de 1858 a 1861, movimiento del que surgieron las “Leyes de Reforma”, de entre las que destaca, la separación de la Iglesia y el Estado, donde Benito Juárez, el personaje estandarte de López Obrador, fue el protagonista central de este movimiento; y por último, la Revolución, conflicto armado contra la dictadura de Porfirio Díaz entre 1910 y 1917, tras el cual, se promulgó la Constitución que rige actualmente en México.

Del mismo modo que los anteriores Andrés Manuel López Obrador, pretende equiparar su sexenio, del que dice llevará a México a un cambio profundo, cambio del que varios analistas coinciden en que los objetivos planteados son bastante ambiciosos, convirtiéndolos en una apuesta sumamente elevada sobre lo que pudiera ser el ejercicio del nuevo gobierno, es decir, una cosa es querer y otra es poder real y objetivamente cumplir con las transformaciones que necesita nuestro país.

Lo anterior en razón de que, en seis años se puede avanzar poco, si tomamos en cuenta que también dependemos de los intereses internacionales que gravitan sobre México, y que por ello, la cuarta transformación, sobre todo en materia de economía, quedaría un tanto lejos a la conclusión del próximo sexenio.

Aunado a que a pesar de aún no tomar posesión del encargo, las principales promesas sobre las que descansaba esa cuarta regeneración nacional se han diluido y solo quedaron nuevamente en promesas incumplidas, como en los casos de, congelar y bajar gradualmente el precio de la gasolina, ya que el próximo secretario de Hacienda, Carlos Urzúa señaló que, en términos reales no habrá más gasolinazos, pero que los precios se “acomodarán” conforme a la inflación, es decir, el plan del equipo de AMLO, de acuerdo con Urzúa, es mantener la estrategia de la actual administración, estrategia que ellos mismos criticaron y calificaron de ser una vejación, un golpe al bolsillo de los ciudadanos.

Otra de las problemáticas que el nuevo gobierno deberá enfrentar, son el aumento de la violencia y de la ola delictiva que día a día crece en nuestro país, ya que a pesar de lo que se dijo en el último informe, López Obrador va a gobernar un México Salvaje, un México caduco, un México fallido, donde el repunte de delitos como el secuestro, crece sin encontrar resistencia alguna, puesto que en septiembre pasado aumentó 7.5%, abriéndose 129 carpetas de investigación, nueve más que en agosto, cuando se contabilizaron 120 casos.

Donde la escalada, sin fin, del precio de las gasolinas; impacta de forma trascendente el bolsillo y la precaria economía de las familias mexicanas, ya que la tipo Magna rebasó los 20 pesos por litro la semana pasada, en algunas estaciones de la Ciudad de México, llegándose a vender hasta en 20.19 pesos, según datos de la Comisión Reguladora de Energía.

Y por último la desalentadora noticia que nos dio el Índice de Competitividad Global 2018, del Foro Económico Mundial, donde nos indica que el país retrocedió dos posiciones, de la 44 a la 46, y señala que las principales debilidades de nuestra nación siguen siendo la fragilidad de las instituciones, la percepción acerca del crimen organizado, la elevada tasa de homicidios, el incumplimiento de los derechos de los trabajadores, la elevada carga impositiva laboral y los pobres resultados educativos expresados sobre todo en las dificultades que la mayoría de los niños presenta para pensar y razonar, sumar y restar, leer y comprender.

Ante todo lo anterior la promesa de una posible cuarta transformación realmente es poco esperanzadora, necesitaríamos de un movimiento integral y revestido de capacidad de organización, sin embargo el pesimismo de no alcanzarlo está fundamentado en la capacidad de reacción y organización de los nuevos encargados de organizar el movimiento, puesto que muchos de los responsables son viejos conocidos que tuvieron en sus manos esa posibilidad y simple y sencillamente actuaron como siempre, como políticos.

Para poder soñar con lograr una transformación como la que plantea el presidente electo , deberíamos  contar con personajes de una calidad intelectual y moral como la de aquellos que propiciaron las tres anteriores, de lo contrario preparémonos a presenciar una transformación de cuarta.

Publicado en COLUMNAS

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