Domingo, 11 Junio 2023 18:24

Un método para las oposiciones

En el siglo XVII, René Descartes publicó el Discurso del Método: una larga recomendación de que la razón debe ser la brújula de nuestro actuar. Dudar. Dudar siempre antes de actuar. Descartes recomendaba pensar antes de existir. Pero pensar bien: dudar, desmenuzar el tema, analizarlo y ordenar los hallazgos, comprobar cada una de nuestras conclusiones.

Siglos después, Alejo Carpentier escribió El Recurso del Método: una novela que retrata al dictador latinoamericano y que hace exactamente lo contrario al postulado de Descartes: actúa, opera, se mueve por olfato y arranques, antes de pensar.

Las obras se contraponen y, por tanto, se complementan: los reinos de la razón y de la intuición.

Las oposiciones seguimos sin definir un método que nos permita enfrentar al morenato. Vamos tarde. Pero no es sólo el tiempo sino cómo se está construyendo. ¿Es con el discurso o es con el recurso?

La crisis demanda que sea el análisis, la investigación, la evidencia, no la intuición, lo que lo construya.

El método importa, y mucho. El PRI en 2006 hizo del método un cochinero y se fue al tercer lugar. El PAN llegó fracturado y diezmado en el 2018 y aún no sale del pasmo.

Las elecciones se ganan cuando se plantean bien. La primera definición es el método. Su fin no es postular: es definirnos. Por eso no hay de otra: tiene que ser democrático, plural, transparente. Socialmente sensible, políticamente incluyente (allende los partidos) y electoralmente bien construido.

Hay certezas que validar y dudas que resolver.

Certezas:

Primero: la elección del 2024 no está definida. Podemos ganar.

Segundo: No hay, no habrá, un rock star. El proceso debe favorecer el crecimiento y atractivo de personajes con bajo conocimiento, pero alto potencial.

Tercero: se debe resolver el conjunto de candidaturas (quizá 18 mil) no sólo la presidencial.

Cuarto: El proceso debe ser atractivo, entretenido, vistoso, novedoso y más: inspirador.

Ahora las dudas.

¿Se ha medido adecuadamente a cada componente de la alianza? ¿El PRI da o quita? El PRD, ¿existe? El PAN, ¿qué tanta capacidad de arrastre tiene? El partido más grande y potente de México son los sin partido.  ¿Qué espacio deben tener?

Hay que bucear en el pensamiento abstencionista: sobre todo en las clases medias, en el sureste y en el Estado de México. Si los queremos, despertar, hay que entenderlos primero.

Una mayoría que aprueba a López Obrador, pero más de la mitad (Reforma) de la población (incluyendo a aprobadores) piensan que las cosas están peor o igual que antes: 88% en la seguridad; 56% en la economía; 54% en la corrupción;  53% en la pobreza. ¿Alguien está machacando esos datos? ¿No está ahí la simiente de un posible triunfo? López Obrador ya no importa. Importa el futuro.

Se dice que en el 24 Morena va a atropellar. ¿En serio? El mismo estudio de Reforma revela que Claudia Sheinbaum (la corcholata más fuerte) obtendría hace dos semanas 31% de preferencia bruta con un 71% de conocimiento. ¿Invencible? Cero.  

Las oposiciones debemos entender que el tour nacional no va definir la campaña: es la campaña.

Nuestro voto estará en clases medias, mujeres, víctimas y desencantados. También en pobres abandonados ¿Ya sabemos que sienten, que piensan, que les ilusiona?

Hace todo el sentido de poner una barrera de entrada a la competencia. Es imposible posicionar 20 perfiles, algunos que no vienen al caso. Requerimos afinar esas barreras: que no sean discriminatorias y no dejen fuera a perfiles que pueden sumar.

Si la elección se va a definir de abajo hacia arriba, el proceso debe energizar a los estados. Hay 5 circunscripciones: ahí debe ser el epicentro de la actividad.

Dentro de cada circunscripción, se debe concentrar en los núcleos de alta votación opositora. ¿Cómo? Con mecanismos que emocionen: escuchatorios (sí: que la gente hable y ellos escuchen), spaces, diálogos libres por segmentos de transmisión en línea (¿vieron al Papa hacerlo?) intervenciones en medios, town halls, debates.

El tour de fuerza serviría para encontrar nuevos talentos, para que cada componente (partidos y sociedad) elija delegados que voten en convenciones de circunscripción y cuyo resultado pueda ir depurando la lista de aspirantes en el camino.

Se podría concluir en una convención nacional de nominación, bien por aclamación (ya todos los delegados votaron) o por endoso (que se avale avalen resultados de una encuesta y voto electrónico).

El método que se defina (y pronto) debe (perdón a los puristas) ser un gran show por etapas que atraiga la atención de millones que no les interesa un cacahuate la política.

Pero esa es la envoltura. La política es una mezcla de ciencia y arte.

Una elección con pura intuición fracasa. Una con puro cerebro, también.

El método se moldea con datos científicos. Pero se ejecuta con pasión.

Así sí.

Twitter | @fvazquezrig

Publicado en COLUMNAS

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