Columna | SIN LÍMITES

La mascarilla choca con nuestra cultura

Históricamente, el uso del cubrebocas, choca con la cultura occidental y existe resistencia a utilizarlo para frenar la expansión del coronavirus.

Cubrebocas le dicen en México; nasobuco le llaman en Cuba; mascarilla le nombran en España; barbijos en Argentina; tapabocas en Uruguay; en otros países le llaman bozales.

Obviamente las casas de moda han puesto a disposición de la gente sus prendas lujosas.

Este adminículo desafía una forma de vida donde existe la individualidad y a lo largo de la historia con lentitud se han hecho a un lado embozos, velos y pañuelos.

Diversas entrevistas y estudios analizados en el diario El País señalan:

-Leopoldo de Gregoria, Marqués de Esquilache en Calabria, cayó después de tratar de erradicar el sombrero de ala ancha y la capa larga que escondían armas de maleantes para cometer sus crímenes en 1766, en la época del Rey Carlos III de España.

-En Estados Unidos a mediados del siglo pasado, varios Estados prohibieron a sus ciudadanos circular embozados como reacción al Ku Klux Klan, que imponía su terror bajo esos ropajes capaces de eliminar la identidad.

-Descubrirse y mostrarse ha sido en Occidente sinónimo de transparencia, confianza, individualidad y modernidad en una larga causa cuya última batalla ha sido limitar el burka, el niqab o el hiyab musulmán.

-El coronavirus ha levantado un muro ante nuestra forma de vida y nos ha impuesto el uso de mascarillas que choca frontalmente con la cultura de apertura y de sociabilidad.

-Desde Grecia y en la Ilustración, la cultura occidental se ha focalizado en el individuo y el rostro es la base ideológica de la identidad individual, asegura el antropólogo Carles Feixa, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, España.

-Otras culturas como las orientales, tienen un sentido más colectivo, más social y por tanto el rostro no es tan importante, pero en la nuestra sí. Ahora, la mascarilla nos hace homogéneos.

-En Occidente hay fenómenos recientes como el Black Block o Anonymous, cuyos seguidores se han tapado con bandanas, capuchas o máscaras para protestar contra la globalización precisamente en defensa de su identidad individual.

-La imposición de la mascarilla acompaña nuevos términos y conceptos que hasta hace poco resultaban antipáticos, explica Lourdes Flamarique, profesora de Filosofía Contemporánea de la Universidad de Navarra.

-Se rechazan los velos y embozos por cuestiones de identidad cultural, porque chocan con el modo en que las sociedades modernas se relacionan con el atuendo como expresión de la individualidad.

TODO AL REVÉS CON LA PANDEMIA

El mundo occidental emprendió luchas contra el velo y ahora lo impulsa:

-Con la pandemia, la mascarilla garantiza la seguridad y se han asimilado conceptos como “distancia social” y “disciplina social”, o como en México “sana distancia” o “nueva normalidad”, términos desconocidas hace algunos meses.

-Para evitar infección, nos alejamos de las personas en la calle, evitamos muestras de afecto y hay descortesía social, cuando durante años nos enseñaron lo contrario. Lo cortés ahora es alejarse y llevar mascarilla y no hablar, además de estornudar o toser debajo del codo.

-En Quebec, Canadá, se prohibió hace menos de un año, cubrir cabezas y caras a los trabajadores públicos y tienen ahora dificultades para formalizar la obligación de la mascarilla que, de momento, solo definen como “altamente recomendable”.

-En abril, en Georgia, EU, se suspendió la legislación anti Ku Klux Klan vigente desde 1951 que prohibía mascarilla, capucha o artilugios por los que se esconde el rostro para permitir el uso de mascarillas.

-El Gobierno de los Países Bajos prohibió el burka o velo integral, así como el niqab que deja los ojos libres, el pasamontañas, cascos que tapen la cara y máscaras en numerosos lugares públicos.

-En Estados Unidos y en México, todavía recuerdan a los malos, a los bandidos, a los forajidos, utilizar pañuelos y paliacates para cubrirse el rostro para realizar sus fechorías.

-El mundo occidental estaba embebido en la cultura del teléfono móvil o celular y las famosas selfies, plenas de egocentrismo y narcisismo, además de aplicaciones que envejecen, rejuvenecen y hasta cambian de sexo.

-Lo único cierto es que para enfrentar la pandemia, el mundo será muy higiénico, estará más conectado por internet y sus plataformas y nos volverá cautos a la hora de expresar nuestros sentimientos.

-El uso de las mascarillas llegó para quedarse por largo tiempo, así como el lavado de manos y el uso de gel antibacterial. Se evitarán los eventos masivos de todo tipo.

-El influyente diario The New York Times explica que para los reencuentros con familiares y amigos se evite que las caras giren en la misma dirección; los niños tomen a los adultos a la altura de sus cinturas o que las personas se sitúen de espaldas.

LOS CASOS DE TRUMP Y AMLO

-Donald Trump, Presidente de Estados Unidos y su homólogo, Andrés Manuel López Obrador, no  utilizan la mascarilla, salvo contadas ocasiones. El primero dice que lo hace aparecer ridículo y el segundo asegura que da una imagen negativa y que no lo van a callar.

-Estudios de la Universidad de Middlesex en Londres, Reino Unido y del Instituto de Investigación en Ciencias Matemáticas de Berkeley, EU, señalan que la negativa a usar mascarilla se reproduce en hombres, más que en mujeres, pertenecientes a todos los estratos sociales. Asocian su uso a emociones negativas como la debilidad.

-Peter Glick, investigador de la Universidad Lawrence en EU, escribió en la revista Scientific American, que en el caso de los dirigentes políticos, se trata de proteger su imagen pública de machos sin tomr en cuenta las recomendaciones de los expertos.

-El caso de Trump puede ser interpretado como un ejemplo del principio de no mostrar debilidad, la primera de las cuatro bases de la cultura de la competitividad masculina, como son los de la fuerza y resistencia, la de priorizar el trabajo y la ley del más fuerte. Lo mismo podría decirse del Presidente de México.

Por lo tanto, debemos usar las mascarillas y practicar la sana distancia.

En fin, como escribió Antonio Machado (España, 1875-1939), en su poema Fantasía de una Noche de Abril:

Abril y la noche y el vino risueño
cantaron en coro su salmo de amor.
La calle copiaba, con sombra en el muro,
el paso fantasma y el sueño maduro
de apuesto embozado, galán caballero:
espada tendida, calado sombrero...

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Publicado en COLUMNAS

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