El surgimiento de los partidos como actores en el escenario político está íntimamente vinculado con el desarrollo del parlamentarismo como forma de gobierno. Es con las primeras asambleas parlamentarias que se inició la formación de grupos de diputados unidos por su afinidad ideológica; como cada uno de ellos contaba con simpatizantes y activistas que actuaban en sus respectivas circunscripciones electorales, se produjo la unificación de los comités de campaña en concordancia con la reunión de los diputados en grupos parlamentarios. Así, el aglutinamiento de un determinado número de miembros de la asamblea correspondía al agrupamiento de sus respectivos seguidores, que empezaron a formar organizaciones políticas estables.

A principios del siglo XX los partidos empiezan a cobrar vida en el mundo del derecho, aunque no por su carácter de organizaciones políticas sino, particularmente por su representación parlamentaria. Más adelante los partidos se convirtieron en una realidad en los sistemas políticos contemporáneos, actuando en conjunción con otros partidos políticos y con los elementos económico, político, social y cultural que conforman una democracia. Estas relaciones dan como resultado un esquema específico de actuación de los partidos en el marco político-social, al que se denomina sistema de partidos.

Un sistema de partidos puede definirse como el conjunto de interacciones derivadas de la competencia entre partidos, así como las relaciones y dinámica que se presentan entre ellos en un Estado determinado. Aunque es importante aclarar que la noción de sistema de partidos no se refiere al régimen legal que se aplica a los mismos en un Estado determinado, ni tampoco a la organización interna de los partidos.

Pues bien, entender que dicho sistema partidario en nuestro país, enfrenta una crisis fundamentada en el pragmatismo utilitario-electoral, que ellos mismos han provocado, al insistir en ganar votos, (sin importar la forma), y con ellos obtener cargos y posiciones, al margen de principios, programas y proyectos, hoy en día es una triste realidad.

Todo lo anterior, ha dado como consecuencia una falta de representatividad casi total, y si no, se ha preguntado usted, porque se han visto en la necesidad de postular candidatos que no tienen militancia dentro de sus partidos, o hasta actores o cantantes que puedan representarles votos que su ideología partidista no les garantiza, sin duda, esto es resultado de sus oligarquías, su electoralismo, su dependencia del Estado, su orientación ideológica difusa, así como su incapacidad para transformar el orden establecido en los ideales prometidos en la mayoría de sus documentos básicos, que ofrecían beneficios para el conjunto social que pretenden representar.

Todos ellos se han olvidado de que son los actores políticos más importantes, en un régimen democrático y de que no sólo funcionan como instrumentos para postular a los ciudadanos en las elecciones, también sirven como mediadores entre el gobierno y los ciudadanos, agregan y ordenan intereses de la sociedad, y definen el debate político predominante en un Estado.

Por lo que conculcar que la existencia de uno que otro partido político en nuestro sistema electoral sale sobrando, en razón de su actuar como simples complementos, y que en el mejor de los casos sumaran su magro apoyo a alguno de los grandes, con la esperanza de crecer, en realidad contribuyen poco a la agenda nacional y sobre todo a la construcción democrática que se pretende en México.

Los problemas de la democracia se solucionan con mejores partidos no con outsiders, con política de mejor calidad, no con antipolítica. De ahí la importancia de recuperar la credibilidad en la política, de hacerla más transparente, de volverla más eficaz, de acercarla a la ética, pero sobre todas las cosas, de reconectarla con la gente.

Publicado en COLUMNAS

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