Columna | Tierra de Sal

El pasado 17 de octubre conmemoramos sesenta y cuatro años de haberse publicado en el diario oficial, fue el decreto donde se anunció que las mujeres teníamos derecho a votar y ser votadas para ocupar los cargos de elección popular.

Este acontecimiento fue el resultado de una gran lucha en temas de justicia y equidad. Los primero intentos en este tema, datan desde 1916 donde surgieron las primeras peticiones en México y, fue en 1923 cuando en Yucatán se reconoce a tres pioneras en el ámbito estatal como diputadas locales: Elvia Carrillo Puerto, Raquel Dzib y Beatriz Peniche de Ponce y, en el ámbito municipal se logra la primera regiduría en el ayuntamiento de Mérida para Rosa Torre.

A partir de este momento, el camino en favor de la paridad de género ha sido algo lento. Recordemos que ni con la iniciativa de reforma al artículo 34 constitucional planteada por Lázaro Cárdenas en 1937 logró el efecto deseado; pues pese a que fue aprobada por ambas cámaras y por las legislaturas estatales no se logró el cómputo final ni la declaratoria. La lamentable causa por la que no fue aprobada (aunque usted no lo crea, es cierto) “El voto de las mujeres podía estar influenciado por los curas”.

En 1947, se logra otro pequeño avance con Miguel Alemán quien publica en el diario oficial de la federación, una reforma al 115 constitucional que otorga el derecho a las mujeres el derecho de votar pero sólo en las elecciones municipales.

En 1952, el 4 de diciembre, tres días después de la toma de protesta de Adolfo Ruiz Cortines el partido acción nacional solicita continuar con la propuesta de Cárdenas (en1937), pero no se da la continuidad y en 1954 el presidente Ruiz Cotines propone su iniciativa y el 3 de julio de 1955, se vuelve el día histórico cuando las mujeres emitieron el voto en las primeras elecciones federales para elegir a los integrantes de la XLIII legislatura.

La mirada desde el siglo XXI.

El tema del voto femenino cobró frutos hace ya varios años cuando se reconoce la igualdad y se aprueba el decreto.

Ahora bien, este hecho nos lleva a una serie de sentimientos encontrados. Nos remite a evocar la presencia de las mujeres como las grandes triunfadoras de la gran revolución del siglo XX, cuando pudieron votar.

Pese a que ha sido un camino en ocasiones sinuoso, las mujeres debemos estar conscientes de que tenemos muchos logros y una brecha enorme que se abre desde el ejercicio de paridad. Paridad, que implica un planteamiento diferente de ver y entender el mundo dentro de un principio elemental que es la construcción de la sociedad democrática con amplia participación ciudadana.

El proceso electoral que se inicia rumbo al 2018, deberá sustentarse en los derechos constitucionales que prevé la paridad de género respetando los temas de mujeres jóvenes y de mujeres de comunidades indígenas, para ello considero oportuno recordar qué es la equidad y la paridad de género.

¿Qué es la equidad y la paridad de género?

La equidad, es un valor netamente social, que pretende garantizar la igualdad de condiciones de vida y trabajo. Si hablamos de temas de género, entendamos al conjunto de características psicológicas, sociales, políticas y culturales, que cambian de acuerdo al tiempo y obvio son modificables. Si juntamos estos dos planteamientos pues, hablemos que la equidad de género implica que mujeres y hombres tienen el derecho a acceder con justicia e igualdad en todos los ámbitos sociales (cultura, política, familiar y económica).

El concepto de paridad, está relacionado con la representatividad de las mujeres en la política, es decir, el derecho de elegir y de ser representadas siempre entre la igualdad de candidatos y/o candidatas y, evidentemente en los puestos públicos.

Ante este escenario nos enfrentamos a un enorme desafío. Si bien es cierto que las mujeres nos colocamos ante enormes retos y pese a que se ha erigido constitucionalmente, se tiene planteamiento en contra: la idiosincrasia de Ser mexicano (con “S” alta). El conjunto de características sociales, económicas, psicológicas, de edad, se vuelven variables que, pese a los más de sesenta años del voto femenino, se vuelven “limitantes” (en este punto no quiero que se entienda que veo con desdén la capacidad que tienen muchas mujeres en sus diferentes ámbitos de acción), pero, somos muchas todavía quienes a diario tenemos que luchar en esta sociedad mexicana con la referencialidad patriarcal.

Los retos de género aún marcan una distancia. Pese a que muchas de nosotras tenemos objetivos muy bien trazados, el andamiaje social nos condiciona.

Por último, comento que es de reconocer el trabajo arduo y comprometido de las pioneras y pioneros en temas del voto femenino, pero, pese a todo ello, y pese que a nivel mundial sabemos de la cumbre mundial de mujeres, foros internacionales y nacionales, presencia en los constituyentes y demás esfuerzos por acortar la brecha y poder codificar en términos de paridad, equidad e igualdad, como un trinomio social perfecto, pienso que, aún nuestra sociedad sigue pendiente. ¿Pendiente de qué? Pues, de valorar e incluir a la mujer política a un ejercicio con visión de futuro. Pendiente de hablar y actuar con respeto y determinación. Implica dejar de lado la discriminación. También implica reconocer el valor de nosotras; desterrar la violencia política de género hacia las mujeres y niñas. Implica fortalecer el camino rumbo a la democracia donde todas y todos estemos representados.

Twitter | @mayrusmayrus7 @divandelamujer

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