Artículo | Compartiendo diálogos conmigo mismo

BAJAR LA CABEZA Y ALZAR EL CORAZÓN: Pongámonos en escucha, vayamos al espacio glorioso, tutelémonos en el amor y en el amar. Retornemos al Crucificado, se dejará encontrar para que podamos hallarlo en el soportal más espinoso y pesado de los clavos. Desde la cruz, nos llama y nos abraza a diario, para volvernos comunión y revolvernos contra sí; pues, si penamos con Él, coexistiremos en el poema con Él: componiendo el universo de versos, con sones que nos enternecen y eternizan.
 

I.- CUIDEMOS NUESTROS PESARES

Jesús pasa por la vida sin miedo, 
lleno de quietud y de luz relleno, 
próximo y con los ojos abiertos, 
procurando escuchar al prójimo, 
deseoso de asistencia y cercanía.

La mayor congoja es no amarse, 
olvidarse de querer y no legarse, 
tomar el horizonte de la avaricia, 
perderlo todo por abrigar vicios, 
y no hallar a nadie que te guarde.

Recojamos angustias y acojamos, 
que el que acoge siempre recoge,
y según lo labrado así recolecta; 
pues habitar, es compartir llagas, 
y repartir alegría como sanación. 

II.- ATENDAMOS A NUESTROS MALES 

Pobre de aquel que existe para sí, 
acrecienta sus males de egoísmo, 
y multiplica sus míseras miserias, 
que son las del dinero y el poder;
que no liberan, sino que oprimen.

La gloria más grande está en ser,
un ser que conjuga el amor vivo, 
la bondad con la verdad cada día, 
haciendo un buen uso del pasaje, 
pues de la codicia brota el abuso. 

Danos, Señor, aires de penitente, 
ofrendas de piedad para el andar, 
sacrificios que nos hagan revivir, 
para poder salir de este tormento,
y entrar en la dicha del regocijo. 

III.- Y VIGILEMOS NUESTROS ANDARES 

Caminar con tino y mejor pulso, 
estar vigilantes para poder vivir, 
es un modo digno de cautivarse, 
de reconocer la pureza del niño, 
que todos llevamos mar adentro.

Jamás evaporemos la inocencia, 
recojamos el derecho inviolable,
de todo ente angélico a elevarse.
Exaltemos la gracia de su mirada,  
hasta vernos relucidos en su voz.

No hay mejor latir que sentirnos, 
para reencontrarnos con el crío, 
que se estrella, cae y se levanta. 
Sin pensar en los dolores nos ríe, 
porque se alegra de vivir la vida. 

Víctor CORCOBA HERRERO
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Publicado en COLUMNAS

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