El declive de los partidos tradicionales

Lunes, 27 Mayo 2019 17:12 Escrito por Gabriel Sánchez Andraca

Columna | P U L S O    P O L I T I C O

              Las campañas políticas extraordinarias que están por concluir, para elegir gobernador del Estado, además de ser las primeras de ese tipo (extraordinarias) que se llevan a cabo en Puebla, constituyeron una prueba clara y contundente, del alto grado de descomposición que en los últimos años, han sufrido los partidos tradicionales PRI, PAN y PRD.

              El que fuera el partido casi único que durante décadas gobernó al país, ganando elecciones desde la más humilde junta auxiliar, hasta la Presidencia de la República, pasando por las gubernaturas de los estados, la casi totalidad de los ayuntamientos, los congresos locales y las cámaras de senadores y diputados, donde siempre tenía la mayoría aplastante, es ahora solo un triste recuerdo.

              Los priístas en Puebla, hay que reconocerlo, se esforzaron en hacer una campaña digna: tenían un buen candidato, no solo por su trayectoria pública, sino también por su vida privada, representante de la llamada “cultura del esfuerzo”, que habiendo nacido en un pueblo de la mixteca poblana, pudo salir adelante gracias a las instituciones educativas creadas por los gobiernos revolucionarios de antes del neoliberalismo y llegar a ser incluso, rector de la Universidad de Chapingo, institución donde se formó como ingeniero agrónomo.

            Pero un buen candidato también requiere de un buen partido y el PRI está pasando por el peor momento de su historia.

             La derrota que le infringió Morena en las elecciones del 2018, lo dejó totalmente fuera de combate: Quebrado política y económicamente, ya sin ideología, pues abandonó la capacitación de sus militantes y estos empezaron a angustiarse, no por perder elecciones, sino por quedarse fuera del presupuesto y al igual que los miembros del PRD, antecedente de Morena, empezaron la emigración hormiga hacia la agrupación (Movimiento de Renovación Nacional) que significaba un mejor futuro para sus intereses.

              En Puebla la debacle se inició en el 2010, cuando una alianza totalmente ilógica, absurda, entre el PAN, el PRD y otros partidos “chiquitos”, le arrebataron al PRI el gobierno del Estado, que ese partido había mantenido durante ochenta años.

              El PAN pudo ganar la elección de ese año, porque muchos priístas se pasaron a sus filas, encabezados por el candidato a gobernador Rafael Moreno Valle, quien inició su carrera política en el PRI, pero que en un momento sintió que se le frenaba, pues pretendía llegar a la gubernatura a como diera lugar, en poco tiempo, en un sexenio, en el que pasaría de alto funcionario público, secretario de Finanzas y Administración Pública, a diputado federal y a diputado local al mismo tiempo y aspirante a senador de la república, para desembocar en candidato a la gubernatura.

           Eso sería romper los ritmos de los políticos priístas, que saben dominar sus ambiciones para ajustarlas los intereses de su partido y se dio el rompimiento, se pasó al PAN, partido conservador que tenía unos estatutos internos sumamente atrasados, pues para ser militante de ese partido, se requería estar como aspirante, el mismo tiempo que las aspirantes a monjas, tenía que estar en el noviciado.

            Sin embargo lo logró, ya se imaginará como, pero lo logró.

             Y por poco y logra ser candidato a la Presidencia de la República y a punto estuvo, siendo senador por segunda vez, adueñarse del PAN, pues en las condiciones en que se encuentra ese partido, era el único que lo podía rescatar sobre todo de su crisis económica.

             También estuvo a punto de adueñarse del PRD, colocando a su secretario general de gobierno en la entidad, Luis Maldonado Venegas, ya fallecido también, primero como diputado federal plurinominal y luego como dirigente nacional. “Los Chuchos”, estaban de acuerdo, pero las dirigencias estatales no y ese fue el motivo por el que Maldonado no llegó a dirigir al partido de la Revolución Democrática nacionalmente.

            En este juego y rejuego político, la confusión de los ciudadanos fue generalizada, ya nadie confiaba en ellos. Los panistas tradicionales, los que fueron llamados doctrinarios desde que el PAN pasó, en los años ochenta, a ser una franquicia de grupos empresariales de derecha, en Puebla fueron hechos a un lado.

            El Partido Acción Nacional, fundado en 1939 por uno de los intelectuales mexicanos más destacados del siglo XX, ex rector de la UNAM, es secretario de Hacienda, en el gobierno de Obregón, creador del Banco de México, fue sustituido en Puebla por una corriente denominada “morenovallista” e integrada en su mayor parte, por ex priístas, que nada sabían de la historia panista, ni de sus principios doctrinarios y cuya fidelidad la acaparaba el jefe de la corriente.

            Tampoco hubo espacios para los perredistas que trinaban por la alianza concertada por sus cúpulas nacionales.

            Los tres partidos tenían corrientes internas que luchaban por lograr el poder dentro de sus propios partidos y que por esas luchas se dividían cada vez más.

             El desmoronamiento partidista fue muy sensible en el PRD cuyas filas se desintegraron para conformar Morena.

              Los panistas tradicionales se agazaparon y durante los años del morenovallismo, no dieron la cara y los priístas, empezaron a abandonar la filas del tricolor, luego del triunfo de López Obrador y muchos lo hicieron antes.

             Aquí en Puebla, se pasaron agrupaciones obreras, como la FROC y recientemente, algo que parece increíble, la CTM y dirigentes de la CNC, la central campesina priísta, que desde la llegada del neoliberalismo salinista, casi dejó de existir.

              Se le asignó como misión única, ser carne de mitin, ser acarreados a las concentraciones priístas para apoyo de sus candidatos.

               Muchas otras agrupaciones de campesinos, entre ellas Antorcha, la sustituyeron con ventaja dentro del Revolucionario Institucional, pues la CNC dejó de tener, desde hace tiempo, espíritu de lucha.

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