El beato limosnero Fray Leopoldo de Alpandeire

Sábado, 10 Junio 2023 16:45 Escrito por Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(La huella dejada aquí abajo por este sencillo y austero religioso capuchino es un canto a la fidelidad y un encanto al gozo de unirse a Cristo, a la confianza en nuestro propio Creador y al modelo luminoso de devoción a la santísima Virgen María con la fuerza del Espíritu Santo).

I.-  EL MÍSTICO SERVIDOR DE LA HUMILDAD

Albergado por la Serranía de Ronda,
su corazón comenzó a sentir el verso,
a brotar en el desvelo contemplativo,
en un espacio de gran belleza natural,
donde se funde el cielo con la tierra.

Es la cuna de nuestro beato virtuoso,
que supo darse y donarse a la Cruz,
estar al tanto de la llamada y crecer,
despojarse y nutrirse en comunión,
estar con Jesús y volver a Dios vivo.

Abrazó la tierra con la noble mirada,
cultivó el horizonte con sus andares,
con sus palabras afables nos cautivó;
prueba de una vida obrada por la fe,
que es lo que nos transforma en luz.

II.- EL ORANTE MARIANO DE LA BONDAD

En movimiento y en acción devota,
por los pasajes existenciales marcha,
con las tres Ave Marías en la boca,
para que sean los labios del espíritu,
los que nos fortalezcan por dentro.

Va de puerta en puerta el limosnero,
abriendo el corazón de las familias,  
cerrando muros que serán moradas,
alargando panes y acortando vicios,
para vencer males y levantar el bien.

Fray Leopoldo, como buen apóstol,
hizo de su presencia una asistencia,
una manifestación de gozo celeste,
una expresión de regocijo Mariano,
y una expansión del amor de amar.

III.- EL SIERVO CAPUCHINO DE LA CARIDAD

Granada es una granada de devotos,
de fervorosos caminantes tutelados,
junto a la tumba de Fray Leopoldo;
un capuchino de la gloriosa Orden,
que supo desvivirse por los pobres.

Su aliento benéfico en el desaliento,
siempre estuvo en su trabajo diario;
su pulso jamás perecía ni se agotaba,
el Crucificado era su dulce aguante,
su sustento en recogimiento y alma.

No hay mejor esencia que quererse,
que confiar en el Padre nuestro ser,
que fiarse del Hijo en cada aurora,
que tomar y retomar la invocación,
en la capilla de su cripta capuchina.

Víctor CORCOBA HERRERO
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