El amor siempre injerta vida

Domingo, 15 Agosto 2021 16:20 Escrito por Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

(Una vida sin amor, no tiene horizonte donde sustentarse,  es como vivir muerto)

I.- SER AMOR ES COMO SER VIDA,
EN EL VERBO DE DIOS HECHO HOMBRE

Venimos del amor y al amor hemos de volver,
esto se vive y se cultiva con el corazón abierto,
que es lo que estampa aire de servicio activo,  
en nuestra natural litografía de un ser andante,
por el mero quehacer diario de dar y de servir.

Sin hacer alarde uno ha de morar viviendo,
desvivido por avivar los lazos que nos unen,
embobado por impulsar el gozo de la alegría;
pues cada cual ha de ser aliento para el otro,
y el otro ha de ser consuelo para el donante.

La vida surge de aquello que nos genera vida,
de ese deseo que nos pone en camino a diario,
con la única fibra que tenemos, la del querer;
por la que somos pura percusión en corriente,
a la espera de brotar y rebrotar en comunión.

II.- SER VIDA ES COMO SER AMOR EN CONCRETO,
COMO DEJARSE AMAR POR EL DIOS AMOR

El crucifijo, siempre vivo en el tiempo, es luz;
es la gran obra mística del amor de Dios al ser,
es la expresión más profunda de una mirada,
la locución existencial que nos pone en ruta,
para atendernos y entender lo que es amar.

Dispuestos a ser vigor en verso o verso en vigor,
unamos toda significación que sale del corazón,
hagámoslo conciliando vocablos de autenticidad,
que es la manera de elevarse  y de reencontrar
una alianza entre los tonos y timbres diversos.

Póngase en la acción toda reacción de afecto,
que el apego cohabita con el pulso de la mirada,
mirada que ha de tejerse con el diario del día,
que es lo que nos hace despertar las pasiones,
y advertir que anidar es un deber a conquistar.

III.- AL AMOR SE LLEGA CON EL PROCEDER DE MARÍA,
QUE AHORA CON SU LUZ NOS PRECEDE

Al amor no se llega con guiones que no son,
tampoco está hecho de ilusiones sin habitar,
se centra en los trances y no en las palabras,
en el darse siempre y en el absolver sin más,
en lo vivido y en lo desvivido por los demás.

María, por su mediación subordinada al vivir,
auxilia de manera especial a ese amor divino,
mientras peregrinó en la tierra como la Madre
de nuestro Redentor, y ahora desde el paraíso,
como inspiración en las almas de los redimidos.

Por eso, Ella, asunta al cielo es la imagen clara,
la que nos asiste en los desamores y desgracias,
la que nos asciende en todas nuestras bajadas,
asistiéndonos en su bondad para fortalecernos,
concurriendo en las virtudes, yendo de valedora.

Víctor Corcoba Herrero
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