Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

LA ALEGRÍA CRISTIANA: A los pies de la Navidad y ante el belén, evocamos satisfechos este axioma fundamental de nuestra fe; contemplando en Jesús, recién nacido, el rostro de Dios que por amor se acercó a nosotros. Os invito a vincularnos al sueño, lectores queridos, siguiendo el rastro del verso dejado por su esplendor, que nos hace poesía y no poder, para donar y dar al mundo el júbilo de la paz.

I.- LA ELOCUENCIA DEL AMOR OPERANTE

El Señor está cercano a todo ser,
a la espera de nuestra evolución,
hacia un panorama reconciliado,
infundido por la alegría celeste,
donde domina el amor infalible.  

Cumplir con fidelidad el afecto,
nos apega al Dios con nosotros,
que quiso ser uno más por aquí,
abriéndonos el camino de la luz,
para cerrarnos las negras noches.

Sólo tenemos que oír su palabra,
poniéndose al servicio de todos,
abandonando todas las tristezas,
para perseverar en la esperanza,
de ser niños y como niños amar.

II.- LA PERSUACIÓN DEL ENTUSIASMO VIVO

Busquemos la entusiasta pasión
de gozar, porque el Señor viene,
llega a redimirnos y a salvarnos,
lo hace con la entrega afectiva
y efectiva, morada de la verdad.

Custodiando en proceder orante,
y entonando el tono de alabanza,
bajo el timbre del deseo risueño,
nuestros ojos verán al Dios niño,
que viene a clarear las tinieblas.

Aquel que ha percibido a Cristo,
ha encontrado la probada dicha,  
la ha tomado como parte de sí;
y, al ofrecerla, el alma se recrea,
como fuente de fehaciente gozo.

III.- LA ORATORIA DEL QUERER QUERIENDO

Uno debe querer, aspirando a ser,
la pulsación que todo lo enaltece,
hallando en Jesús el bien, la vida,
como aliento lleno de fragancias,
que nos dulcifican los horizontes.

Gran parte de la bondad consiste,
en guardar la docilidad cada día,
en ser compasivo y en aguardar,
para que el alborozo prevalezca
vivificado, sobre el aire del mal.

Que María Santísima, la Virgen,
a quien invocamos como Madre,
principio de nuestra satisfacción,
nos ayude a cumplir con lealtad,
la proclama del espíritu benigno.

Víctor CORCOBA HERRERO
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