Miércoles, 24 Mayo 2017 16:01

Seamos más corazón que cuerpo

Artículo | Algo Más Que Palabras
  
    Tratemos de mirar con el corazón y de ver más con el alma. Multitud de niños mueren cada día privados de necesidades básicas. Otro pelotón de chavales son verdaderamente infelices, y eso, en un mundo que presume de avanzado. Los ataques cobardes contra gente suelen tener como objetivo premeditado a jóvenes inocentes. Toda esta atmósfera de crueldades, nos exige que tenemos que amarnos mucho más unos a otros. Ojalá encontrásemos menos muros y más puertas abiertas, para poder hablar sobre aquellos latidos comunes, que nos hacen más compasivos, que es lo que realmente nos forja un nuevo pensamiento más interior, más de avanzar hacia delante.

    Hay que volver al corazón para desnudarse y reconocerse en el otro como parte de sí. Esto es tan prioritario como el alimento de cada día, pues la paz se alienta en cada momento, con voz clara, pero profunda, para poder ir juntos a ese horizonte celeste, al que todos deseamos abrazar, más pronto que tarde. La vida no debe observarse como de vencedores o derrotados, sino por su estela dejada, y los críos son la esperanza del mundo. Lo decía el inolvidable dramaturgo y novelista irlandés Oscar Wilde (1854-1900), que "los niños eran siempre el símbolo del eterno matrimonio entre el amor y el deseo". Un afecto que nos torna más sociables y, por ende, más condescendientes con toda la humanidad.

    Por otra parte, está visto que la fuente de nuestra biografía naciente es más espíritu que cuerpo; y allí, donde se armonizan los acuerdos para trabajar unidos, el corazón se abre a las sorpresas del gozo, al transitar por los caminos de la verdad y de la justicia. Para empezar, todo es más llevadero, y esto ayuda  mucho a entenderse y comprenderse. La actitud justa es, precisamente, la de no retroceder, la de llevar un buen ánimo para poder convivir y caminar, con esa sabiduría que nos fraterniza, en la medida que cultivemos el sentimiento de la bondad, que es lo que nos enternece como personas, más allá de otros bríos que nos pueden entretener en un principio, pero que pronto nos cansan, por su desvelo de interés y poco más. Debiéramos saber, de una vez por todas, que nada somos sin los demás. Nuestro andar, mal que nos pese, está supeditado a los colectivos andares vivientes. La colectividad es la que nos pone en movimiento y la que nos proporciona fortaleza para poder subsistir.

    Subsiguientemente, tenemos que salir de este estado de confusión y alienarnos a una sabiduría menos chismosa y más poética, más de reencontrarse en medio de todos y con todos. Pero eso sí, con un diálogo auténtico, basado en sólidas leyes morales, para descubrirse ante toda existencia humana. Desde luego, si trabajamos más con el corazón, lo que nos exige valor y sensatez, podremos nutrirnos mejor y esparcir mejorado aquello que nos embellece, que no es otra cosa, que nuestra justa conciencia, la que nos insta a discernir, pues muchas veces nos damos a nosotros mismos, por hacer lo que me conviene y apetece, posadas envenenadas y provisiones contagiadas por la maldad.

    En todo caso, si en verdad queremos salvaguardar la paz y la seguridad de todo ser humano, junto a su entorno, tenemos que donarnos mucho más, como lo vienen haciendo gentes diversas, como los cascos azules de la ONU, desplegados en los escenarios más difíciles tanto física como políticamente, algunos sacrificando la vida, como lo evidencian los miles de fallecidos al servicio de lo armónico, u otras gentes en misión, que han salido de sí mismas para vociferar el amor como pulso conciliador y reconciliador. Por ello, no permitamos que nuestras preocupaciones cotidianas nos endurezcan por dentro, la cuestión es salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las zonas que necesitan una palabra de respiro, un mensaje de luz, un empuje de humanidad, para sentirse más que grande, satisfecho, de hallarse arropado y querido por sus análogos. Esto es lo que verdaderamente nos da savia.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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Publicado en COLUMNAS
Sábado, 25 Marzo 2017 09:32

Plegarias de un alma a un cuerpo

Reflexión Poética | Compartiendo Diálogos Conmigo Mismo

Toda vida es un nervio activo del verso vivo.
Y todo verso, es un níveo camino del alma.
Y toda alma, una senda donde Cristo vive.

Abramos los ojos del espíritu al mundo.
Tranquilicemos el carruaje que llevamos.
Clareemos horizontes, aclaremos el cielo.

La bondad es el bien primario y primero.
Es el inicio de lo armónico y el fin del dolor.
El equilibrio entre lo que soy y he de ser.

Mientras el cuerpo necesita muchas cosas,
la voluntad apenas requiere nada, querer,
sólo amor del que no cuesta ni un centavo.

Indivisa ha de ser la donación a cualquier pulso.
Que el fruto del latido son las pausas y absolver.
Y el fruto del perdón es la paz consigo mismo.

Tras esta mística los besos nacen porque sí.
Es un misterio suspirar por el otro y con el otro.
Pero que bien sienta amarse, amar y ser amado.

Que uno para quererse ha de quererlo íntegro,
hasta el extremo de sentirse poesía y pecho,
para alzar y realzar las formas humildes.

Que en la humildad anida la fuerza del ser
y la mansedumbre, la ternura de lo que soy,
el niño del que nunca he de desprenderme.

No hagamos culto a un objeto que no es,
sino a un aliento hondo por el que sentimos,
adorar al Creador nuestro y servir a los demás.

Ojalá nuestra acción no sea destructiva,
sino constructiva con el designio de Dios,
por ello hemos de ser tan poesía como poeta.

Víctor Corcoba Herrero
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