Si bien hay avances significativos, algunas condiciones y conductas del siglo XIX se reproducen en pleno siglo XXI. Por ello, en el Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo, no sólo se recuerda la lucha de las obreras estadounidenses por igualar las condiciones salariales, sino además es un tiempo de reflexión sobre las desigualdades sociales, políticas y económicas que aún existen.

         En este contexto tuvo lugar un conversatorio en el Auditorio Elena Garro, de la Facultad de Filosofía y Letras, con la participación de investigadores del Centro de Estudios de Género, Josefina Manjarrez Rosas, su coordinadora; además de Nancy Granados Reyes y Cirilo Rivera García.

         En el marco de actividades del programa Mujeres que inspiran, Manjarrez Rosas citó una serie de datos que muestran estas desigualdades. En el mercado laboral, 57.2 por ciento de las mujeres están en el sector informal; 35 por ciento de entre 15 y 29 años no estudian ni se capacitan, y de este porcentaje, dos terceras partes son madres que dedican gran parte de su tiempo a las actividades domésticas, en promedio 36.6 horas a la semana.

         De acuerdo con cifras de 2017, 19.4 por ciento de las mujeres reciben menos de un salario mínimo. En un rango de 15 años y más, entre quienes continúan con sus estudios, 69.9 por ciento ingresa a una licenciatura. No obstante, prevalecen los embarazos en adolescentes: 74 de cada mil jóvenes se embaraza.

         En cuestiones políticas, a pesar de la aprobación de la Ley General para la Igualdad entre Hombres y Mujeres, en la Cámara de Diputados 42.4 por ciento son mujeres y en el Senado 36.2 por ciento. De 30 personas que integran el gabinete del Ejecutivo Federal, únicamente seis son mujeres.

         Por otra parte, Josefina Manjarrez expuso que 63 por ciento de féminas mayores de 15 años han sufrido alguna vez violencia y más de 392 mil violencia extrema. Cada día son asesinadas siete mujeres.

Publicado en EDUCACIÓN
Domingo, 11 Febrero 2018 19:17

La apuesta por la familia humana

Artículo | Algo Más Que Palabras
   
    Me gustan las gentes que sonríen de corazón a pesar de sus pesares, aquellos que hacen el propósito de mantener una actitud de disponibilidad, de comprensión y benevolencia hacia nuestros análogos, siempre dispuestos a apoyar labores solidarias que nos encaminen en la buena dirección, al bienestar social que todos nos merecemos. Ciertamente, vamos a necesitar de un cambio profundo. Quizás, más pronto que tarde, deberá llevarse a cabo en este mundo globalizado como jamás. Para empezar, considero prioritario una economía más respetuosa con el ser humano y su entorno. No se trata de un crecimiento del consumo material, sino de una evolución más interna, para poder dignificarnos y fraternizar esa visión humanística, donde nadie quede relegado, sino reintegrado en ese avance de familia humana. Por tanto, no podemos desprendernos de los vínculos, de ahí la importancia de apoyar la labor de la comunidad internacional orientada a engrandecernos como ciudadanos pensantes, a través del pleno empleo y del trabajo decente, la igualdad entre los sexos y un desarrollo equitativo más justo, tanto en el aspecto monetario como en la esfera cultural y ética.

    No caben estas tremendas usuras y desigualdades entre la familia humana. Precisamente, en la actualidad, el motivo principal para migrar está ligado directa o indirectamente a la búsqueda de un empleo digno. En este sentido, la Organización Mundial del Trabajo (OMT) calcula que unos 150 millones de trabajadores son migrantes —es decir, un 4,4 por ciento de la mano de obra mundial—, de los cuales el 56 por ciento son hombres y el 44 por ciento, mujeres. A nivel mundial, los trabajadores migrantes tienen una tasa de actividad más alta que los locales: un 73 y un 64 por ciento, respectivamente.  Bajo estos datos, tenemos que aprender a no quedarnos pasivos ante nada, puesto que todo es patrimonio común de la familia humana, tanto por mar, como por tierra o aire. En consecuencia, hemos de buscar entre todos, por toda la faz del planeta, que cohabiten entre nosotros atmósferas más equitativas. Con la equidad el espíritu es otro, cuando menos más armónico. Si, como se ha visto, el espíritu olímpico es el símbolo más importante de la paz en el mundo; también la mano tendida y reconciliada  puede ayudarnos a hacer familia y, por ende, a encontrar el camino de lo justo, ya que este aliento global no se tradujo todavía en una nueva era de prosperidad colectiva.

    Cuesta admitirlo, máxime sabiendo que los únicos gozos auténticos son los que provienen de vivir en comunidad, compartiendo. A propósito, ya el inolvidable escritor colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014),  no perdía la esperanza y pensaba que todavía no era demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra; y, verdaderamente, yo también así lo pienso. A mi juicio, esto sucederá el día que nos rijamos por el orden impreso en la conciencia humana. Se trata de que abandonemos el territorio de confort o el de la indiferencia, para poder donarnos, colaborando y cooperando cada uno, por el bien de los demás. Desde luego, es una lástima que aún no hayamos aprendido a hacer familia con el corazón, aparte de garantizar un trabajo decente y útil para todos, que es lo que realmente injerta una protección adecuada a los hogares, elemento esencial de cualquier desarrollo económico y social sostenibles.

Para desgracia nuestra, el informe de referencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) muestra que si bien la tasa de desempleo mundial se está estabilizando, el desempleo y los déficits de trabajo decente se mantendrán, en este año 2018, con niveles persistentemente altos en muchas regiones del mundo. Deberíamos, pues, afrontar los desafíos del mundo actual con más coraje y capacidad de análisis crítico, ya que pueblos y ciudades bien gobernados y administrados son el camino hacia el ansiado desarrollo sustentable y sostenible. De entrada nos anima que la equidad de género y la unidad mundial, se haya ubicado en el centro de la agenda de la ONU para este ciclo. Algo puede ser todo, no lo olvidemos.

Víctor Corcoba Herrero / Escritor
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